💌: 04
Los estudiantes los observaban con curiosidad y murmuraban entre ellos, desviando la atención hacia el rubio que caminaba con paso firme, su cabello ligeramente despeinado, el ceño fruncido y los labios tensos en una línea delgada. Jimin, conocido por su habitual semblante adorable y tranquilo, estaba irreconocible. Nunca, jamás, lo habían visto tan enojado y desaliñado.
Jungkook no pudo evitar soltar una carcajada al verlo luchando con los libros en su casillero. Se apoyó contra el casillero contiguo, observándolo con una sonrisa burlona mientras el rubio sacaba sus cuadernos de forma brusca y cerraba la pequeña puerta de un golpe.
—Qué carácter, ¿eh? —Comentó burlón, con un tono que denotaba que estaba disfrutando del espectáculo.
Jimin le lanzó una mirada fulminante antes de darse la vuelta y continuar su camino por el pasillo. Jungkook, con una sonrisa que no lograba disimular, lo siguió a paso tranquilo, disfrutando de la evidente frustración del otro. Al entrar ambos al salón de clases, las miradas se volvieron hacia ellos, como si fueran los protagonistas de un espectáculo que todos estaban ansiosos por presenciar. Más aún cuando Jungkook, sin previo aviso, se sentó al lado de él.
El rubio dejó caer sus cuadernos con fuerza sobre la mesa, su molestia más que evidente. Giró su cabeza hacia Jungkook, listo para protestar.
—Quiero que sepas que esto lo hago solo porque... —Sus palabras quedaron en el aire cuando el otro, con una rápida acción, le colocó una pegatina sobre los labios, silenciándolo de golpe.
La sonrisa de Jungkook se ensanchó mientras se cruzaba de brazos, haciéndole una seña para que guardara silencio. Jimin, atónito, arrancó el sticker de sus labios y, justo cuando iba a reprocharle, una figura pasó frente a ellos, llamando su atención: Nayeon caminó con gracia, dedicándole una sonrisa a Jungkook antes de pasar de largo; sin embargo, este parecía completamente ajeno a la atención que recibía.
—¿Planeabas acusarme de algo con el director, Park? —Preguntó Jungkook, su tono lleno de diversión, sancando al rubio de su ensueño. Al no obtener una respuesta inmediata, añadió—: Parece que te salió el plan por la culata.
Jimin soltó un gruñido, buscando con la mirada a sus amigos, quienes aún no habían llegado. La memoria del encuentro en la oficina del director aún fresca en su mente, haciendo que su irritación se renovara.
En aquella ocasión, al entrar en la oficina, ambos fueron recibidos por el director Choi, un hombre mayor que los observaba con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Mis dos mejores alumnos! —Exclamó con entusiasmo—. ¿Cuál es el motivo de su visita?
Jimin se adelantó, su expresión seria mientras hablaba.
—Director Choi, vengo aquí a pedirle que le baje puntos al alumno Jeon por ser un imprudente y causar escándalo en la escuela.
Jungkook, de pie a su lado, se encogió de hombros con una expresión inocente en el rostro, como si no comprendiera de qué hablaba Jimin. El director los observó durante unos segundos antes de soltar una pequeña risa.
—Ya veo. —Dijo, dejando unos papeles de lado—. Estas son una de sus peleas tontas. Ya les he dicho que tienen que llevarse bien, pero parece que aún no ha pasado.
Jungkook asintió con los labios abultados en una expresión que bordeaba lo infantil, lo que solo intensificó las ganas de Jimin de patearlo. Pero el director, lejos de regañarlos, les ofreció una solución que ninguno de los dos esperaba.
—Pues eso acaba hoy. —Anunció Choi con una sonrisa—. Por obligación, se sentarán juntos para que se conozcan y desarrollen una buena relación. No me agrada que mis dos mejores estudiantes se lleven mal. Además, participarán como dupla en el show de talentos de fin de año.
Jimin abrió los ojos sorprendido, incapaz de creer lo que estaba escuchando. No podía decidir qué le daba más vergüenza: el show de talentos o tener que pasar tanto tiempo con Jungkook.
—Tiene que ser una broma. —Murmuró, mientras Jungkook apretaba los labios, luchando por contener una carcajada.
Ahora, sentados uno al lado del otro en el aula, Jimin sentía cómo la frustración le quemaba por dentro. Cada vez que miraba de reojo a Jungkook, lo veía con esa sonrisa satisfecha que parecía disfrutar cada segundo de la situación.
—No te emociones. —Murmuró, inclinándose hacia él con el ceño fruncido—. Solo estamos sentados juntos porque no tengo otra opción.
Jungkook sonrió, inclinándose también hacia él.
—Lo sé, Park. —Susurró—. Pero eso no significa que no pueda divertirme un poco.
Antes de que Jimin pudiera responder, la profesora entró al salón, obligándolos a guardar silencio. Sin embargo, las miradas furtivas y los susurros entre los compañeros no se detuvieron. La clase transcurrió con normalidad, pero para Jimin, la presencia constante de Jungkook a su lado era una distracción que no podía ignorar.
Al final de la clase, cuando todos comenzaban a guardar sus cosas, Jimin se inclinó hacia Jungkook una vez más.
—No pienses que voy a cooperar contigo en ese estúpido show de talentos. —Advirtió, su tono bajo pero firme.
Jungkook se encogió de hombros, recogiendo sus libros con calma.
—Como quieras, ¿no hay problema que el director Choi te tenga como un estudiante con falta de palabra, verdad? —Respondió, con una despreocupación que solo irritó más a Jimin—. Pero sabes que vamos a ganar de todos modos.
El rubio frunció el ceño, sus manos apretando los bordes de su cuaderno.
—Idiota. —Murmuró antes de salir del salón, dejando a Jungkook detrás, aún con esa sonrisa burlona en su rostro.
Mientras caminaba por los pasillos, intentaba calmarse, pero la mezcla de emociones que sentía hacia Jungkook era un torbellino que no podía controlar. Sabía que, de alguna manera, tendría que encontrar una forma de trabajar con él. Pero por ahora, todo lo que quería era alejarse lo más posible de ese idiota arrogante que parecía disfrutar de su desdicha.
Jungkook, por su parte, observó a Jimin salir del salón con una mezcla de diversión y curiosidad. Sabía que bajo esa fachada de enojo, había algo más. Y aunque no podía evitar disfrutar del juego, también se preguntaba hasta dónde podría llevarlos esta situación. Porque, al final del día, trabajar juntos podría no ser tan malo después de todo.
. . • ☆ . ° .• °:. *₊
Agradecía no tener a sus padres en casa y poder sumergirse en la música, con las canciones de Coldplay resonando por todo su cuarto. Su escritorio era un caos controlado: papeles, pegatinas y bolígrafos esparcidos por todas partes. Llevaba horas intentando escribir una nota para Nayeon, pero las palabras parecían eludirlo.
Hoy estuvo más linda que el día anterior, pensó. soltó un suspiro, recordando cómo se veía en clase, con esa sonrisa que parecía iluminar todo a su alrededor. Cerró los ojos por un momento, imaginando pequeños corazones flotando a su alrededor como en un anime cursi, pero mientras intentaba plasmar sus sentimientos en el papel, otro rostro se colaba en su mente: la sonrisa burlona de Jungkook.
Gruñó, arrugando la hoja una vez más y lo lanzó al suelo, donde ya se acumulaban una docena de bolas de papel.
—Dios, ¿por qué me castigas de esta forma? —Se quejó, mirando al techo como si esperara una respuesta divina—. ¿Así le das las batallas a tu mejor guerrero?
Apoyó la cabeza en sus brazos cruzados sobre el escritorio, mirando su reloj como si fuera la obra de arte más fascinante del mundo. El tic-tac del segundero parecía sincronizarse con el ritmo de la música.
—Se me acabaron las ideas... —Murmuró para sí mismo, girando en su silla con una sensación de derrota.
De pronto, la pantalla de su celular se iluminó, interrumpiendo su letanía de autocompasión. Frunció el ceño al desbloquear el teléfono, notando una notificación nueva. El nombre que apareció en la parte superior de la pantalla hizo que su corazón diera un pequeño brinco: Jungkook.
—¿Ahora qué quiere? —Se preguntó en voz alta, abriendo el chat con cierta reticencia.
El mensaje de Jungkook era tan aleatorio como siempre.
Jeon: “¿Qué opinas de un piercing en la ceja?”
Jimin leyó el mensaje con una mezcla de confusión y fastidio. ¿Un piercing en la ceja? ¿Qué clase de pregunta era esa?
Jimin: “¿A mí qué me importa?”
No pasó mucho tiempo antes de que la respuesta de Jungkook llegara, rápida y cargada de sarcasmo.
Jeon: “¿Sigues en modo tomatito? De mí te acordarás cuando tengas arrugas a tan corta edad."
El apodo hizo que Jimin apretara los labios, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas.
Jimin: “¿No te cansas de decir tonterías?”
Jeon: “¿No te cansas de ser tan tierno cuando te enojas?”
Jimin frunció el ceño, leyendo el último mensaje con incredulidad. ¿Qué se suponía que significaba eso? Bloqueó y desbloqueó la pantalla del celular, volviendo a leer el mensaje para asegurarse de que no estaba alucinando. Justo cuando estaba por responder, el mensaje marcó como eliminado.
—¿Qué demonios...? —Murmuró, mirando la pantalla.
En otro lugar de Seúl, Jungkook estaba tumbado en su cama, mirando el techo con una expresión de ligera frustración. ¿Por qué había enviado ese mensaje? No era como si quisiera que Jimin supiera que lo encontraba adorable, especialmente cuando se enojaba. Sacudió la cabeza, negándose a analizar demasiado sus acciones.
—No pienses demasiado en eso. —Se dijo a sí mismo, cerrando los ojos por un momento.
Pero el rostro de Jimin seguía apareciendo en su mente, esa expresión molesta y los labios fruncidos. Era como si cuanto más lo pensara, más difícil fuera sacárselo de la cabeza.
En el otro extremo de la ciudad, Jimin seguía mirando la pantalla de su teléfono, esperando que Jungkook volviera a escribir. Pero no llegó ningún mensaje.
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