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Him

 

<Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Para mí, tú serás único en el mundo. Para ti, yo seré único en el mundo...>

Como les dije, esto no es tan largo como puede parecer. Soy carente de palabras y de expresiones. El papel no es eterno al igual que todos nosotros. Puedo decirles que el concepto de eternidad y felicidad, o cualquier sentimiento, van de la mano. Es decir, los momentos que hacen a uno pensar, detenerse en lo real, pasar de lo ficticio a lo que se vive en el momento. Son esos periodos de sentir lo que nos dan una prueba de lo eterno que es algo. Son sensaciones que quedarán marcadas en nuestros espíritus que al renacer nos darán esa sensación de ya haber vivido o experimentado. Espero sentir eso, pero espero hacerlo en otras circunstancias. 

En circunstancias donde pueda expresar mucho, pueda dar y recibir sin miramientos propios, donde tenga mucho, por y con quien vivir. ¿Soy muy codicioso, verdad? Lo sé, para ser alguien que se esconde y calla, soy un egoísta de lo peor. 

Mi tiempo de reflexión va a terminar entro de poco y en lo que queda quiero terminar de escribirte lo que me ha atormentado. Por favor, permíteme hacer.

 La verdad es que siempre creía que él era la fuente de vida más pura que podía jamás haber existido y en parte tuve razón, sin embargo como buen humano que soy, me equivoqué. Creí y aposté demasiado cuando soy un claro perdedor en todo sentido. Aún me pregunto para qué, con que razón o motivo he hecho muchas cosas y descubro que he estado vacío por mucho tiempo. Fui envase de algo que por mi propia negligencia se pudrió y ahora me queda el moho y la suciedad  impregnada. ¿Por qué siempre estropeo todo?  Es como la vez que malogré la tarjeta de cumpleaños de papá, le puse demasiado color, los borrones eran la prueba de mi descontento y puntas de la hoja totalmente dobladas, todo el papel estaba arrugado como el las expresiones que recibí. También me recuerda a la vez que estropeé el vestido blanco de mamá, eso me pasó por juntar su vestido con la ropa de color. Soy un maldito desastre y siempre lo he sido. Ya ni suspirar me sale bien.

Puedo recordar millones de escenas donde mi actuar siempre ha sido reprobable y en muchas de esas escenas puedo verle a él con la mirada hacia abajo, esperando que mis labios dibujaras cada letra que quería ver y escuchar. Y volví a fallar.

Perdón. Creo que he vuelto a sucumbir antes mis miedos y lamentos, me he vuelto a desviar como de costumbre y es otro de mis errores. Súmenles a la lista y no los extrañen.  

Ya que el lamento más grande es el no hable expresado, siento que ahora que me permito hacerlo, no puedo explayarme  de la manera adecuada. Sólo quiero que alguien pueda sentir un poquito con mis inexpresivas palabras, sólo eso. 

Tengo su libro favorito en mi regazo, siento que pesa mucho y aún así me creo lo suficientemente fuerte para sostenerlo y leer de él. Hay una frase que siempre me hace penar en él;  <Se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar> Creo que nunca he podido dar más allá de lo que aparento o, ¿me estoy equivocado? De todas manera, es tarde para pensar en ello. 

Déjenme hablarles a partir de ese día, donde comenzó todo...

Si bien me asusté, por obvias razones, también actué por las mismas. Dejé olvidada la manguera en el jardín que después se inundó como mis sentimientos me inundaban a mí.  Le levanté con cuidado,pasé su brazo por mis hombros y mis manos le sostenían. Quería gritar por ayuda y para nuestra suerte, la Señora Park pasaba con su maldito perro y mi pensamiento fue el peor. Primero le insulte en la mente y luego le miré con los ojos de cachorro bajo la lluvia, así nos ayudó. 

Ella nos subió a un taxi, le gritó al conductor y llegamos en un dos por tres . Es lo único que le agradezco a la cascarrabias esa. Llegamos pronto, el conductor del taxi nos ayudó a llevarle dentro del recinto y sí, fue por ordenes de a señora. Adentro sólo estaba yo, a la espera de alguna noticia, pero era un chiquillo que no iba a recibir ni siquiera una mirada de los doctores. La Señora Park se mantuvo conmigo, dejó a su perro afuera porque no lo dejaban entrar. Ella estaba con su estoico rostro de siempre y tan preocupado estaba  que no me percaté el momento en que la Señora se dirigió a llamar a los padres de mi querido. 

Al poco tiempo los padres llegaron, preguntaban por todo lado y la Park sólo les hablaba con calma y ápices de consuelo. Le desconocí en ese momento. Yo me encontraba en una esquina, necesitaba sentirme a salvo y los lugares apartados siempre me dan la calma que necesito, pero últimamente ya no lo hacen. Lo siguiente que supe era que los señores conversaban con el doctor, la señora  lloraba con las palmas de su mano cubriendo su boca y el señor se mantenía a su lado, frotando su espalda y presionando su hombro de vez en cuando. Ahí les conocí frente a frente, ya no eran gritos de la madre en busca de su hijo, no eran sombras que se movían en las cortinas de su casa, ya no eran rostros o personalidades creadas en mi mente. Sólo eran padres que suspiraban preocupación y pesar. 

Ellos se quedaron en el hospital y yo regresé a casa en compañía de la  Señora Park  y su odioso perro. Ese día me volvieron a gritar, pero no tanto al ver que la señora Park me acompañaba. Ahora que medito un poco, creo que hay mucho por agradecerle. 

En la noche de ese día, no pude pegar un ojo. Se querían cerrar, pero mi mente estaba más que despierta, me sentía como un faro en busca de navíos perdidos. 

Me obsesioné con la ventana de mi casa. Cuando alguien pasaba o estacionaban un vehículo, mis sentidos se agudizaban, esperaba verle y la expectativa iba muriendo  al pasar de los días. Sin embargo, el día que volvieron a obligarme a regar el jardín frontal, le vi llegar. 

Sus padres estaban muy apagados y él también, pero casi ni se notaba, sólo que yo soy un gran observador, un observador por excelencia de él. Los señores me reconocieron e inclusive me saludaron, él, él se mantuvo mirándome, tanto que me cohibí. 

Su cabeza se inclinó en mi dirección, ¿era un saludo o curiosidad? no sabía como tomarlo y simplemente dejé que mi cobardía guiara mis acciones una vez mas. Mi cabeza se fue agachando como las hojas de las flores al ser mojadas, sólo que ellas regresaban a su lugar o se veían bellas. Yo, por el contrario, me veía aturdido y poco fiable. No obstante, él me sonrió. 

Me hubiese gustado nacer con algún don, en especial el de dibujar, para poder plasmar sus sonrisas y expresiones. Me hubiese gustado ser bueno con las palabras para dedicarle muchas en el final de cada dibujo. Me hubiera gustado responder a su sonrisa. Me huera gustado hacer mucho y dejar de procrastinar en tantas otras cosas. Por favor, suspiren por mi. 

Pasaron días sin verle, fueron el inicio de muchos. Su amigo del alma no daba aparecía por ningún lado y poco me importaba su condición, pero quería que mi querido estuviera acompañado. En fin, me dediqué a escribir cartas anónimas, versos pequeños y uno que otro adjetivo para él. Curioseé con el dibujo y sólo terminé escriben su nombre en muchas letras.  ¿Soy ridículo?

 Hubo días  de anhelo, supongo que ya no serán más. 

Las escuela era un poco tediosa, en especial el camino, él ya no estaba en la acera del frente. No pude concentrare mucho en las materias que llevaba conmigo, prefería escribir algunos versos silenciosos, suaves y a la vez delicados. Versos que tenían su nombre, una marca indeleblemente invisible. Dejé mis huellas en cada papel, dejé un parte de los susurros de mi corazón en las palabras y sin embargo, seguí siendo un nefasto más del grupo. 

Recuerdo bien la tarde un un martes, yo estaba sentado en las gradas de mi casa, quise despejarme con el viento y escribir con mucho sentimiento, traté, lo hice y no sé si lo logré. El lápiz se movía por la gracia de mi mano. Mi letra desastrosa garabateaba  las misteriosas palabras que aparecían en mi mente. El lápiz se iba gastando, el grafito disminuía y cuando me disponía a tarjar a mi amigo, él apareció.

<¿Qué haces?> me dijo en tono curioso. Yo atiné a estrujar mi viejo cuaderno contra mi pecho . <Ah, ¿es algo personal?>  asentí con lentitud y recibí otra sonrisa matadora. Se quedó parado, observándome, no movía más que sus fosas nasales y pecho para respirar.  Y entonces, <Yo estoy leyendo esto> y me mostró su libro de amarillas hojas olor a noches sin dormir. No nos movimos. 

 Me perdí. 

Ahí fue cuando realmente me perdí en su mirada. Nadé a través de sus ojos juguetones y sus facciones juveniles. Me perdí por completo en su voz cambiante y la imagen de él sosteniendo un libro. Yo me perdí.

Él era simplemente él.



A quien lea, 

Lamento la demora y lo soso que puede ser. Es un gusto placentero que me permitan seguir con este proyecto que ya está llegando a su fin. Nos leemos pronto y cualquier cosa, siéntanse libres de escribirme. Saludos,

Beevit.

















 

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