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19} Familiar

Mi tía frunció el ceño y acercó la hoja a su cara.

-Pero ¿qué...?

Luego abrió los ojos con sorpresa y dejó de lado la taza de café que sostenía con su mano libre.

-¡Justin!

Me llamó.

Mi familia se encontraba desayunando en la mesa, mientras yo ingería un tazón de cereales en la mesada, apartado de ellos.

La miré, dándole a entender que la estaba oyendo.

-Has pasado a sexto. Has... has promovido al último año.

Su tono de incredulidad hizo que la comisura izquierda de mis labios se estirara con diversión.

-Si.

Me limité a responder.

Ella volvió a concentrarse en mis notas, como si buscara allí la inexistente trampa que me llevó a aprobar los exámenes. Mi tío se acercó para hacer exactamente lo mismo, mientras que Cody me sonreía con su boca llena de tostadas y Mandy se giraba en su asiento para enfrentarme.

-¡Felicitaciones, Justin!

Exclamó.

Mi prima había estado más relajada cerca de mí últimamente, ya que mi nuevo optimismo me empeño por hacer la convivencia mas amena y comportarme mejor, lo que había logrado que ella no se sintiera intimidada alrededor mío.

Asentí con la cabeza, aun sonriendo, y volví a concentrarme en mi desayuno.

El resto del día, mientras ellos salían de la casa para hacer unas compras, me dediqué a prepararme para la salida que llevaría a cabo.

Cuando el naranja del atardecer contorneó el paisaje detrás de mi ventana, me dispuse a irme. Tomé una chaqueta, solo por si acaso y la metí en el compartimiento de mi moto. Justo cuando monté en ésta, el auto de mi familia apareció en la entrada.

-¡Hey!

Me tía descendió del vehículo, y se apresuró hacia mí, cargando un paquete con ambas manos.

-¿A dónde vas?

Inquirió.

Su pregunta me tomó por sorpresa. Ella jamás se inmiscuía en mis salidas, ni en mi vida en general.

-Por ahí...

Contesté dubitativo.

Ella sonrió y me entregó el paquete que traía. Lo tomé, desconcertado.

-Es un regalo, por haberlo logrado.

Habló, refiriéndose a mis calificaciones.

No esperó un agradecimiento o siquiera a que abriera la envoltura. Solo caminó con el resto a la puerta de la casa. Cody se desvió un poco para acercarse a mí.

-Envíale mis saludos a la chica que logró todo esto, quien quiera que sea.

Adivinó divertido, pero elevó la voz para decir:

-Estoy feliz por ti, hermano.

Luego, entró a la residencia con los demás.

Me quedé perplejo, sentado sobre mi motocicleta. Cuando pude liberar la carga de la atención recibida por parte de mi familia (y que, extrañamente, me había resultado agradable) abrí el regalo que me habían dedicado.

Una de las mejores computadores portátiles estaba en mis manos.

Con precipitación, me adentré a la sala. Dejé mi nueva y maravillosa posesión sobre una mesita y busqué a mi tía con la mirada. En cuanto la vi a punto de entrar en la cocina, me acerqué a ella. Sin siquiera pensarlo, hice algo que los sorprendió a todos: le di un abrazo.

A pesar de aquel imprevisto, llegué temprano a mi cita esa noche. Michelle llegó diez minutos después. Le sonreí en cuanto hicimos contacto visual, haciendo que corriera hacia mí y enredara sus brazos alrededor de mi cuello. Apreté su cintura y la pegué a mi cuerpo.

-Hola, Chelle.

Saludé en un alegre suspiro.

-Hola a ti también.

Su voz sonó como un ronroneó, y tomó mi labio inferior entre los suyos para apretarlo.

Gemí y profundicé el contacto de nuestras bocas para besarnos con mayor intensidad. Finalmente nos separamos y entramos en el hotel. En realidad, la cafetería del hotel era lo que estábamos visitando. Estaba dotada de una chocolatería importante que a mi novia siempre le había interesado visitar.

Nos sentamos a una pequeña y sofisticada mesa. Pedimos una caja de chocolates varios, y refrescos ácidos para no empalagar nuestros papilas.

La velada fue muy divertida. Michelle lograba que cualquier situación fuera digna de disfrutar. Le comenté sobre mi nueva computadora y ella se alegró, ya que ésta facilitaría mi trabajo en con las páginas web.

Me insistió para que me creara una red social, pero le repetí que esas cosas no iban conmigo. Internet era una herramienta tan poderosa. Dudo que la mayoría de los seres humanos supieran de verdad la enorme utilidad que tiene la conexión en línea y yo no iba a desperdiciarla en algo como Facebook.

-Al menos ¿podemos tomarnos una fotografía juntos para ponerla en mi perfil?

Pidió, chupando el resto de chocolate que se adhirió a su dedo después de comer un bombón.

Solté un disimulado bufido.

-Las fotos no son lo mío...

-De esa forma, cualquier chico que entrara en mi perfil sabría que tengo novio.

Agregó con falsa despreocupación.

Su intento de manipulación dio rápidos resultados, pues rodeé la mesa para posicionarme a su lado, saqué mi teléfono y activé la cámara.

-Espera ¿no tengo chocolate en la cara?

Interrogó, girando su rostro y haciendo que nuestras narices rozaran.

-No recuerdo un momento en el que no tuvieras chocolate en la cara.

Me burlé.

Antes de que pudiera contestar, besé sus labios y tomé la fotografía. Una hora más tarde, había una carpeta llena de imágenes nuestras. La elegida para ocupar mi fondo de pantalla fue una en la que yo miraba el visor, con una felicidad que nunca antes había apreciado en mí, mientras Chelle besaba mi mejilla.

La madrugada había avanzado tanto cuando decidimos irnos, que no me atreví a dejar a mi novia alejada de su casa. Aparqué mi moto en la entrada de su jardín, y descendí antes que ella para ayudarla a hacerlo. Cuando ambos tuvimos los pies sobre el césped, nos abrazamos. Su cabeza reposando en mi pecho se sentía algo natural, algo que debía ser así.

Nos alejamos un poco y acaricié con suavidad su rostro. No quería dejarla ir, deseaba tenerla a mi lado siempre.

-¿Qué me pasa contigo?

Susurré.

-Me amas.

Afirmó, haciendo un gesto petulante con su cabeza.

Lamí mis labios, antes de que ellos mostraran una sonrisa.

-¿Eso crees?

Repuse.

Ella entrecerró sus ojos, pensando.

-No lo sé. A veces no te entiendo, no sé lo que piensas y no logró adivinar tus actos. Pero lo que sientes... eso puedo sentirlo yo también. No importa lo que pase, no puedo alejarme de ti. Es como un rompecabezas, donde las únicas dos piezas que encajan somos nosotros.

Su explicación penetró fuerte en mi cabeza. Me quedé observando sus ojos mientras todavía le proporcionaba caricias a sus mejillas. La solidez de mis teorías empezó a tambalear y me pregunté si, tal vez, el amor realmente existía... porque no encontraba otro nombre apropiado para lo que esa chica despertaba en mí.

El ruido de un golpe hizo que nos sobresaltáramos y nos giramos al lugar desde donde provino. Un hombre estaba saliendo por la puerta de Chelle. Él se nos quedó viendo unos largos segundos antes de caminar hasta nosotros.

Mi novia se alejó un poco de mí, pero tomó mi mano.

-Hola papá ¿qué haces despierto?

Saludó Chelle.

La inquisitiva mirada del hombre sobre mí hizo que me removiera incomodo, pero mantuve el contacto visual.

-Estaba esperándote.

Dijo él, quitando finalmente su atención de mí.

-Justin, él es mi padre... Papá, él es mi novio.

Nos presentó ella, con naturalidad.

Estiré mi mano, y él la aceptó para estrecharla. Sin embargo, la hostilidad de su gesto fue evidente, y sus ojos se mostraron fríos sobre los míos.

-Es muy tarde, Michi. Entra ya.

Ordenó en un tono que pretendía ser jovial, pero la dureza aun podía oírse. 

Los nervios eran visibles en mí, lo supe porque ella me miró y se mostró avergonzada por la situación. Aun así, besó mi mejilla para despedirse.

-Nos vemos.

-Adiós.

Le di un leve apretón a su mano antes de dejarla ir.

Se encaminó con su padre a su casa y yo me monté rápidamente en mi motocicleta.

Eso había sido incomodo. No me sentí intimidado, aunque tuve el repentino anhelo de que aquel hombre estuviera de acuerdo en entregarme a su hija en ese mismo instante y para siempre.

Pero era obvio que yo no le agradaba en absoluto. Y me importaba una mierda.

Chelle, en serio, ¿qué me pasa contigo?


Love is Possible (Bieber is Back #2)

Tatiana Romina

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