Capítulo 9
-¿Qué mierda te ocurre? Llevas todo el rato jodiendo con esa actitud cortante hacia mí. ¿Se puede saber qué te he hecho?
-A mí no me has hecho nada -seguidamente, el de ojos azules cogió el teléfono móvil del francés de la cama, y le mostró al chico los mensajes y llamadas de su madre en la pantalla de bloqueo-. Es a ella.
-¿Q-quién carajos te ha dado permiso para ver mi-...? -el francés fue a arrebatarle el dispositivo al rubio, pero este lo paró una vez más.
-¿Te parece bonito? Tu madre está muy preocupada por ti, ¿y ni te molestas en decirle que estás bien? No sé qué te habrá dicho o hecho, pero no veo bien que le hagas esto.
-¡Ella intentó asesinarme, aun cuando ni siquiera había nacido! ¡¿Acaso no te enteras, joder?!
Ambos estaban perdiendo la paciencia.
-Me lo has repetido miles de veces, Christophe. ¿Pero has probado a preguntarle el motivo por el que lo hizo?
-¡No necesito pedirle explicaciones sobre por qué coño intentó abortarme, Gregory!
-¿Es por eso por lo que le tienes tanto rencor? Es tu madre, tío.
-Por mí como si se muere.
De repente, Gregory agarró el cuello de la camiseta de DeLorne, empujándolo sobre la cama. El primero estaba situado sobre él, con las manos a ambos lados de la cabeza del segundo. Christophe palideció cuando notó cómo las lágrimas comenzaban a formarse en los azules orbes de su amigo, cayendo sobre su rostro.
Gregory Fields se estaba rompiendo.
-Ni se te ocurra decir algo así, y menos sobre tu madre. ¿No lo entiendes, verdad? Ella está muy preocupada por ti, se está muriendo por saber dónde estás o si te encuentras bien. Eres lo único que le queda, te quiere más que a nada en el mundo. Y solo os separan un par de calles, solo eso se interpone para que la puedas ver y abrazar. Christophe, hace meses que no veo a mi madre, y te juro por Dios que daría lo que fuera por verla, por decirle "te quiero" sin necesidad de tener un teléfono de por medio; mi madre está a miles de kilómetros de mí. No sé qué te habrá hecho o dicho para que te escapes de casa esta vez, pero no merece que la trates así, ni mucho menos. Tu madre es una persona maravillosa y realmente fuerte, lo sé. Pero ni siquiera te has molestado en preguntarle por qué trató de abortarte, ¿te has parado a pensar en ella en algún maldito momento? Ella estaba sola, Christophe; sin embargo, hizo todo lo que estaba en su mano para traerte al mundo y criarte, dándote todo lo que podía. ¿Y tú le pagas así, escapándote de casa y sin dar señales de vida? No es justo. No es putamente justo.
Instantáneamente, el mercenario apartó a un lado de la cama al chico. Este se levantó, recogiendo sus cosas.
-No sé a qué vienen esas confianzas ahora, Fields -pronunció, con la voz ronca y sin dirigir la mirada a su colega-. Pero no tienes ningún maldito derecho a decirme qué debo o no hacer, ¿me oyes? No sabes nada de mí. Merde, me largo.
-Te conozco mejor de lo que crees... "Topo" -estas palabras causaron que la piel del moreno se erizase. Sin embargo, no le retuvieron de salir de la habitación, de un portazo.
-Vaya, ¿ya te vas? -intervino el ama de llaves, quien acababa de recoger la cocina.
-Gracias por la cena, señora. Buenas noches.
-Por favor, llámame solo Evelyne. Y vuelve pronto, Christophe.
El chico no respondió: simplemente abandonó la casa.
Cruzando el jardín, se fijó en que la mujer no estuviese mirando. Entonces, subió rápidamente hacia la casa del árbol. Tiró la mochila a un lado, se quitó las botas y se desplomó sobre uno de los puffs, teléfono móvil en mano. Releyó por unos instantes los mensajes de su madre, y se decidió por responder con un simple "no te molestes en buscarme".
Sin embargo, no pudo evitar observar por la ventana; Gregory estuvo haciendo algo por unos instantes y, tras dirigir la mirada en dirección a la casa del árbol, apagó la luz.
El moreno aprovechó para fumarse un último cigarro, apoyado en la barandilla fuera de la casa y con la única compañía de las estrellas que adornaban el oscuro firmamento. No obstante, decidió escribir un último mensaje a Fields. "Acabo de escribirle a mi madre, ¿contento?".
Este lo dejó en visto. Y El Topo no iba a permitirlo.
Tomando una gran bocanada de aire, marcó el número del inglés, quien descolgó tras unos segundos.
Silencio.
-Acabo de escribirle a mi madre, ¿contento? –repitió el muchacho, intentando contener su ira.
-... ¿Y?
La luz de la habitación del inglés se encendió de nuevo, dejando ver al chico asomado a la ventana. Ambos se miraron, pero ningún rostro mostraba expresión alguna.
-Pareces una adolescente enamorada en busca de aprobación, Christophe.
Y, delante de sus narices, el rubio colgó. Los chicos permanecieron mirándose por unos instantes que se hicieron eternos. Finalmente, Fields se alejó de la ventana y apagó la luz, volviendo a desaparecer.
El francés apagó su cigarro y pateó la estantería.
[...]
A DeLorne le costó conciliar el sueño esa noche. Por tanto y, tras un buen rato pensando, se decidió. "Ya es medianoche, probablemente esté dormido", pensaba, mientras abandonaba la casa. Con gran sigilo, trepó por el árbol más cercano a la ventana que daba a la habitación del rubio. A medida que escalaba, se golpeaba mentalmente por hacer lo que estaba haciendo.
Pero no se arrepintió a mitad de camino.
Sin hacer ningún ruido, usó sus habilidades como mercenario para escabullirse por la ventana, el olor y la respiración del más bajo invadiendo sus sentidos.
-No me creo que esté haciendo esto.
Con toda la cautela de su ser, se subió en la cama ajena. Discretamente, se acurrucó contra el pecho ajeno, el cual subía y bajaba con quietud. El hecho de enlazar su respiración con la de Gregory, sentir su cuerpo tan cerca de él y su inconfundible esencia invadiendo sus fosas nasales le conducía a una extraña sensación de paz, lo que provocó que Christophe fuese finalmente acogido entre los brazos de Morfeo.
Y lo odiaba, realmente odiaba a Gregory Fields.
Pero en ese momento, lo necesitaba.
-¡Espérame, Gregory!
Risas y hojas siendo pisadas: sonidos que daban vida al bosque durante el atardecer.
Septiembre había llegado.
Los últimos rayos del Sol se colaban juguetones entre los árboles, iluminando el camino que recorrían los niños. Éstos jugaban a perseguirse como si la vida les fuese en ello. No necesitaban nada más que momentos como ese. No necesitaban a nadie más.
Una pequeña cabeza rubia se asomó tras el grueso tronco de un viejo roble, mostrando una amplia sonrisa. El otro niño, un tanto más bajo que el primero, puso una mueca antes de echar a correr en dirección contraria.
Finalmente, el niño de cabello más oscuro llegó a unas vías de tren abandonadas. Unos instantes después, el otro le alcanzó.
-¿Estás listo, Chris?
-¡No me llames así, tonto!
-Venga, no seas quejica.
Gregory y Christophe, subidos cada uno sobre un raíl, se miraron a los ojos. El de ojos claros sonrió, tomando la fría mano de su amigo. Él tardó en ceder, intentando no hacer obvia su tímida reacción. Cuando su agarre fue firme, comenzaron a caminar, tratando de mantener el equilibrio.
Al principio, ambos iban bien. Al niño de los Fields le causaba ternura el hecho de que, cuando el francés estuvo a punto de caer un par de veces, apretaba su mano con más fuerza por unos momentos. Le hacía sentirse importante para la estabilidad del chico.
-¿De qué te ríes? -se quejaba un molesto DeLorne-. ¡No es justo, tú tienes más equilibrio que yo! Seguro que das clases de ballet a escondidas, ugh.
Sin embargo, ninguno de los dos sabía que, al fin y al cabo, cada uno sería el pilar del otro. Si uno de los dos se soltaba, ambos caerían inevitablemente.
Seguidamente, Gregory tiró de Christophe, arrastrándolo hacia un claro del bosque. Allí, agarró la cintura de su colega, pegando sus cuerpos. En cuestión de segundos, y bajo la confusa mirada del moreno, comenzaron a moverse.
-No doy clases de ballet, pero sí sé bailar.
-¡Es lo mismo, das clases de baile!
-No las doy, tonto. Solo lo vi en La Bella Durmiente.
-¿Y por qué tengo que ser yo Aurora? ¡Tú eres el rubio, no yo!
-Pero eres más bajo, Chris. Así que, ¿quieres ser mi príncipe entonces?
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