Capítulo 3
Siete llamadas perdidas de "Chloé". El muchacho francés resopló, tirando el teléfono contra el puff.
Y por si fuera poco, se había quedado sin cigarros.
Tras maldecir en su lengua materna, decidió abandonar la casa del árbol por primera vez desde que llegó; aprovecharía que a esas horas, con suerte, la señora DeLorne ya se habría marchado a trabajar. Si mal no recordaba, su madre tenía el turno de tarde los lunes.
Así, Christophe se preparó y se cargó con la mochila, dispuesto a salir. No obstante, se asomó antes por la ventana, con cuidado de que el ama de llaves no estuviese rondando por allí cerca. Al confirmar que no había moros en la costa, bajó por la escalera de cuerda con gran sigilo.
Por desgracia, se olvidó de un detalle un tanto... importante.
En el momento en el que sus botas militares pisaron el cuidado césped del jardín de los Fields, escuchó un ruido que provocó que su corazón casi se le escapase por la boca.
Ladridos.
En un instante, nuestro protagonista se encontró cara a cara con un perro que corría hacia él desde el otro lado del jardín, el cual podría pesar perfectamente unos 70 kg. Uno de esos "perros guardianes".
-Ah, putain de chienne! -Christophe entró en pánico, y solo se le ocurrió gritar en francés y huir corriendo.
En cuanto El Topo se escabulló despavorido, la puerta de la casa de Gregory se abrió, dejando ver a una mujer de mediana edad, cabello oscuro recogido en un moño y baja estatura; Evelyne había salido al jardín para descubrir el motivo de los ladridos por parte de la mascota de la familia.
Tratando de tranquilizarse ante tal experiencia, Christophe llegó a la casa de su madre. Haciendo uso de su copia de la llave, entró por la puerta principal. No había caído en el hecho de que Gregory tenía un maldito perro guardián, casi se le sale el corazón del susto.
Cuidadosamente, confirmó que su madre no estaba en casa, y subió a su habitación.
-Bon, si voy a estar una temporada, tendré que llevarme provisiones.
Hablando consigo mismo a la par que mezclaba tanto el inglés como el francés, Christophe hizo acopio de las cajetillas de cigarros escondidas bajo su cama, algunas prendas de ropa de recambio, el cargador de su teléfono móvil (irónico, ya que en la casa del árbol no había enchufes) y sus ahorros, entre otras cosas. Tras guardarlo todo en su mochila y comprobar que aún era temprano para el retorno de su madre, decidió darse una ducha rápida. Tenía que ser cauteloso y no dejar pruebas; su madre no debía saber que él había pasado por allí.
Al salir de la ducha, sus tripas rugieron. Pero, por otra parte, si tomaba algo de la cocina, su madre se daría cuenta. Además, no podía permitirse gastar sus ahorros en algo como comida. Por tanto, se coló en la habitación de su madre y cogió parte de sus ahorros escondidos.
Error: desafortunadamente, El Topo escuchó el coche de su madre, aparcando.
Veloz como el rayo, borró todo rastro de su presencia y, en cuanto oyó la puerta principal abriéndose, corrió escaleras arriba hacia su habitación para tomar su mochila.
-... ¿Christophe? -mierda, la señora DeLorne había vuelto antes de lo previsto. Y, al parecer, le había oído correr de una habitación a otra.
El adolescente, cargado con su mochila y con todo el sigilo del mundo, salió por la ventana. Bajó por un árbol cercano a ésta y, con cierta dificultad, abandonó el que había sido su hogar. Su madre suspiró, abatida.
-Merde, merde, merde... -gruñía, mientras se encendía un cigarrillo y corría con fastidio por las nevadas calles de South Park. Sin embargo, no se percató de la presencia de otra persona hasta que se chocó con ella.
-¿Christophe?
El francés se giró, topándose con el dueño de la voz que tan familiar le era. Este llevaba las manos dentro de los bolsillos, y fruncía delicadamente el ceño.
-Fui a mi casa a por cigarros, ropa y-... ¿Y por qué carajos tengo que darte explicaciones de nada?
-Bueno, las explicaciones se agradecen. Te estaba buscando, al llegar no estabas en la casa del árbol. Pensé que te había pasado algo.
-Acabo de decirte que había salido. No te comportes como mi madre, ¿te parece?
-En efecto. Por cierto, ¿te apetece un café? Tengo que comentarte algo.
El moreno se encogió de hombros; interpretándolo como una respuesta afirmativa, los chicos se encaminaron a alguna cafetería.
-Podemos ir a Tweek Bros. Coffee, ¿no crees?
-Ugh, paso. No tengo ganas de encontrarme con Tucker y su pandilla de perras.
-... Tarde.
La risilla de Fields fue suficiente para que DeLorne se diese cuenta de que ya estaban frente a la cafetería mencionada. Este bufó, pisando el cigarro para apagarlo.
Por otra parte Tweek Tweak, quien estaba de turno ayudando en la cafetería de sus padres, dirigió la mirada a la puerta al oír la campanilla sobre esta. Se sorprendió al ver quiénes acababan de entrar; efectivamente, eran las últimas personas a las que esperaba atender en un día como tal.
-No es tan malo, Chris. ¿No crees que es mejor contribuir con el negocio familiar de un compañero antes que optar por una franquicia como Harbucks?
-Agradecería que no me llamases de ese modo, ugh. Pero no te voy a mentir, Harbucks sabe a puto capitalismo.
-Vaya, pero mira a quiénes tenemos aquí -denotó Clyde Donovan, sentado con Token y Craig en una mesa, en la esquina del local-. ¿A qué se debió tu ausencia hoy, Topo?
-Mange merde -murmuró el francés-. Te dije que no sería buena idea, Fields.
-Buenas, Tweek -este ignoró por completo a su socio, y se dirigió al chico tras la barra con una sonrisa-. ¿Me pones un chocolate caliente?
-Uh, claro.
-Y... ¿Christophe? -el inglés llamó la atención de su acompañante, quien se encontraba observando los pasteles de la vitrina.
-¿Eh? Un, un... Argh, lo que sea.
-Un café americano para Christophe, entonces. Ah, y una de esas rosquillas de chocolate.
-De acuerdo, esto... Serán 7 dólares -sentenció el rubio, pulsando los botones de la caja registradora. El Topo dirigió una mirada confusa a Gregory, quien le paró cuando se disponía a pagar y entregó el dinero al otro chico.
Seguidamente, estos dos se sentaron en la otra esquina del local, lo más lejos posible de Craig y los chicos. Luego de unos minutos en silencio, Tweak se les acercó y les hizo entrega de sus pedidos. Cuando Fields le dio las gracias, Tweek fue llamado por Clyde, y se dirigió a la mesa de sus amigos.
-Llevas todo el día sin probar bocado, ¿me equivoco? -Gregory le acercó la rosquilla al más alto, con una cálida sonrisa.
-Ugh -este se dignó a gruñir y darle un gran bocado al dulce.
-Oye, oye, ¿creéis que se trata de una cita? -por otro lado, Donovan hizo que Tweek se sentase con sus amigos y comenzó con otra de sus teorías estúpidas.
-A veces me dan ganas de pegarte -suspiró Token, antes de dar otro sorbo a su capuccino.
-Aunque tendría sentido, ¿no? Esos dos están casi siempre juntos, igualitos que vosotros dos, pareja –Craig Tucker no dudó en darle una colleja-. ¡Auch, joder! Aunque, mejor ni hablemos de que apenas se relacionan con el resto de la gente.
-Pero... -intervino Tweek, quien se había sentado junto a su novio-. Gregory era miembro del Consejo Estudiantil, ¿no? ¿Por qué no iba a relacionarse con las personas?
-Quién sabe, tendrán sus motivos -dijo Black.
-Además, ¿no era él quien se pasó casi toda la escuela Primaria tirándole los tejos a Wendy Testaburger? -añadió Clyde, dibujando una extraña mueca en su rostro-. No sé vosotros, pero a mí me huele sospechoso.
-Verás, Christophe -prosiguió Gregory, tras darle un sorbo a su chocolate-, creo que tenemos entre manos una nueva misión para La Resistance.
El de cabello oscuro, quien estaba concentrado en su café y su rosquilla, elevó la mirada hacia el más bajo. Hasta el momento, no había notado la playlist indie de Spotify que sonaba como hilo musical en la cafetería. Tal detalle daba un toque acogedor al sitio, aunque no lo admitiría en voz alta. Él no era "así".
Ahora que lo pensaba, nunca se había fijado en los ojos de Gregory de esa forma. Siempre había pensado que estos eran azules, sin más. Sin embargo, acababa de descubrir delicadas pinceladas de tonos marrones y verdes según se acercaba a las pupilas. ¿Desde cuándo unos ojos podían contener tantos colores?
-Durante la reunión con el Consejo de hoy, nos comunicaron que algún gracioso ha pintado los muros del instituto con motivo ofensivo para la comunidad LGBT+. Nos han encargado averiguar quién ha hecho eso y por qué.
-Pero, ¿no que todo el pueblo apoyaba a Craig y Tweek cuando comenzaron a salir? –DeLorne dejó su taza sobre la mesa, prestando más atención a su colega-. Incluso, gracias a eso, más gente ha salido del armario desde entonces. ¿A qué viene esta mierda ahora?
-Bueno, yo también desconozco el motivo, pero... ¿No crees que sería una buena idea que La Resistance se encargase de desenmascarar al culpable de tal acto?
-Alto ahí, Sherlock. Serán solo un puñado de insultos mal escritos. No es como si hubiesen matado a alguien.
-Pero entiende que, como tú mismo has dicho, más gente del colectivo ha salido a la luz. Varios alumnos se identifican como homosexuales, bisexuales o trans. Incluso hay alguien de género no binario en el Consejo Estudiantil; esto afecta a más gente de lo que creemos, Christophe. Y es nuestro deber pararlo.
-En resumen: quieres que te ayude a conseguir la confianza de tus colegas homosexuales y así obtener la suficiente determinación como para salir del armario tú también –una vez que El Topo dijo esto, se arrepintió por completo de haberlo dicho. Se dio un guantazo mentalmente por no pensar dos veces antes de abrir la boca.
-En ningún momento he dicho que perteneciese al colectivo. Simplemente, quiero ayudar a los que un día pertenecieron a La Resistance. Aún existe mucha gente de mente cerrada, que piensa que es normal mofarse de alguien por sus opiniones, gustos o características. Quiero hacerles entrar en razón, y sé que La Resistance puede conseguir eso. ¿No conseguimos salvar a Terrance y Philip, cuando la Junta de Madres Contra Canadá iba a ejecutarlos? Y solo teníamos 10 años; entonces, seremos capaces de cualquier cosa.
-Pero, como has dicho, quieres ayudar a los que "un día pertenecieron". Abandonaron la batalla, tío, y tú quieres ayudarlos de nuevo. Eran críos, no se lo tomaban en serio.
-¡Por eso mismo, Christophe! Cuando vean que triunfamos, nos tomarán en serio. Porque, amigo mío, La Resistance vivirá.
Y, si algo caracterizaba a Gregory Fields, eran su sentido de la justicia, dotes de mando y habilidades de convicción.
-Though you die, La Resistance lives on.
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