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Capítulo 20

-Realmente ha pasado mucho tiempo, ¿eh, Christophe?


Una vez que recibieron el mensaje de Matt, Gregory se ofreció a ir a la tienda de campaña en el bosque para recoger la ropa del Topo. Éste, por su parte, cedió a darse una cálida ducha y desayunar en compañía de Audrey Fields mientras esperaba.


-Sí, bastante, diría yo.

-Parece que fue hace poco cuando venías a jugar a casa por las tardes, a veces se me hace raro no escuchar vuestros gritos y risas desde el jardín o la habitación –la mujer sonrió, arrastrando cierta nostalgia con sus palabras-. Aún no asimilo lo grandes que estáis, ¿sabes?

-Yo también echo de menos tu repostería –murmuró el muchacho, ahogándose con el café al darse cuenta de que la rubia lo había escuchado. Ella rió de nuevo.

-De ser así, prometo invitarte a merendar antes de regresar a Hollywood, una vez que se resuelva todo esto. Aunque ya sabes que estás en tu casa, y espero que no lo dudes.


Siempre había apreciado el carácter tan honesto y dulce de Audrey, que lo tratase así a pesar de no ser su propio hijo; sin embargo, lo había criado como si así fuese. Lo crió en base a las tardes que pasaron juntos, tardes que Chloé empleaba para retomar sus estudios y graduarse en condiciones, para así tener más posibilidades de optar a un mejor trabajo.

Desde pequeño consideró a Audrey como su segunda madre, aunque nunca lo mencionaría en voz alta.

En cuanto Gregory regresó, DeLorne subió a vestirse mientras el de ojos celestes desayunaba junto a su madre. Unos minutos después, fue Christophe quien se unió a ellos hasta que tuviesen que marchar.


-Christophe –la mujer se acercó al mencionado, tras despedirse de su hijo con un beso en la mejilla y un abrazo-, muchas gracias por hacer esto: es la mejor opción. No quiero amargarte, pero tu madre te echa muchísimo de menos. Ella me contó lo sucedido, y créeme si te digo que tu regreso la devolverá a la vida. Lo necesita.

-Lo sé... Fui un cobarde –el inglés acarició la espalda ajena, ambos rememoraron la conversación que tuvieron la noche anterior-. Pero tengo que arreglar esto yo mismo, Gregory terminó convenciéndome.

-¿Ah, sí? –la señora Fields elevó una ceja, con una sonrisa pícara. Al pillarlo, ambos chicos apartaron la mirada, ciertamente azorados-. De cualquier modo, me alegra mucho tu decisión. Y ánimo, verás cómo todo acaba bien al final.


Esta vez el beso en la frente se lo llevó el mercenario, a modo de despedida. Luego de esto, los muchachos se encaminaron a la casa de Elliot, antes de regresar al hogar de DeLorne.

No obstante, fueron sorprendidos por un puñado de gente alrededor de la casa, llenando el lugar de murmullos y miradas curiosas.

Gregory se dispuso a llamar a Matt, pero él mismo apareció de entre la multitud. Se veía demacrado, como si no hubiese dormido o comido desde el día anterior; sus ojos se encontraban hinchados y rojos. En cuanto vio a los chicos, corrió hacia ellos y se desplomó sobre el más bajo, sollozando. Fields abrió la boca para preguntar sobre lo sucedido, pero en cuanto el medio-coreano le hizo entrega de la arrugada nota que llevaba junto al ukelele entre sus manos, ambos jóvenes se temieron lo peor.

El rubio palideció, y al de ojos oscuros se le pusieron los pelos de punta al leerla.


-Es mi culpa –balbuceaba el chico de gafas, en brazos de Gregory-, le dejé sole, y... S-se ha ido, no debí hacerle caso.

-Hey, no es tu culpa –el inglés agarró sus hombros, haciendo que lo mirase a los ojos-. Elliot tenía problemas, pero aquí lo dice: tú fuiste su mayor apoyo. En cualquier caso, eres el que menos culpa tiene.

-Daría lo que fuera, lo que fuera por vengarme de esos hijos de puta que le hicieron daño todo este tiempo... Debía haberme quedado con elle todo el tiempo, Gregory.

-Lo sé, Matt, lo sé perfectamente. Y me encargaré de descubrir a esos cabrones, no te preocupes.


De repente, El Topo colocó su mano sobre el hombro del de ojos claros, llamando su atención. De este modo, los tres muchachos se fijaron en cierta discusión a unos metros de distancia.


-¡Es culpa tuya, gilipollas! ¡Mira lo que has hecho!


Un aturdido Matt hizo el amago de acercarse al origen de la pelea, protagonizada por Kyle Broflovski y, cómo no, Eric Cartman. A su lado, se toparon con un Butters Stotch de ojos llorosos.


-¡Eres tan culpable como yo, judío de mierda! ¡No me delataste en su momento, así que tú también formas parte de esto!

-¿De qué sois culpables? –el propio Topo intervino, uniéndose a la disputa seguido de Fields.

-P-por favor, no... -Leopold trataba de contener las lágrimas que comenzaban a resbalar por sus mejillas-. Es todo... culpa mía. Y-yo lo hice, debo cargar con esto yo solo...

-Oye, oye –el francés elevó la voz, capturando la atención de los chicos-. ¿Podéis hacer el favor de explicar qué cojones está pasando?

-Yo... yo hice las pintadas –jadeó Stotch, comenzando a sollozar mientras se tapaba el rostro con las manos-. Es todo culpa mía, merezco un castigo por ser así.

-¿B-Butters? –fue Morris quien habló, perplejo-. Pero... ¿por qué?

-Yo os diré el por qué –Kyle dio un paso al frente, frunciendo el ceño-. Este gordo hijo de puta amenazó a Butters para que hiciese el trabajo sucio.

-Venga, Kyle, no empieces jodiendo de nuevo. No tienes pruebas, así que no puedes delatarme así de la nada.

-Entonces, ¿las fotos que vi no son suficiente? –al oír aquello, Butters elevó la mirada, con el semblante de un ser sin vida-. No puedes esconderte, esas fotografías de Marjorine están en tu galería, yo mismo las he visto.

-¡No es verdad!

-¿Marjorine? –Gregory enarcó una ceja, levemente confundido.

-Es algo de hace unos años, se trata de Butters usando ropa de chica y tomando la personalidad de una tal Marjorine –explicó el pelirrojo-. Cartman lo amenazó con publicar ciertas fotos un tanto, eh... "comprometedoras", si no realizaba esas pintadas. Un plan perfecto para mostrar al mundo su homofobia y falta de moral, a la par que se quitaba de encima el marrón para que nadie sospechase de él. Pero yo lo vi, vi esas imágenes y Butters me confesó lo que Cartman le dijo.

-¡No puedes usar mi teléfono móvil sin permiso, es violación de la intimidad!

-¿Y lo que has hecho no lo es? Estúpido, por tu culpa ha muerto alguien.

-¿Y qué? Ya lo hice una vez, no me arrepiento de aquello. Además, Elliot me confundía, me he quitado un peso de encima sin comerlo ni beberlo.


Entonces, Matt se lanzó sobre Cartman, pero los recién llegados lo retuvieron.


-Así que por eso discutíais en el laboratorio... -dedujo Gregory, frunciendo el ceño.

-Enhorabuena, Sherlock. ¿Quieres un premio por ello?

-Podrían meterte en la cárcel, Eric. Por chantaje y delito contra la intimidad.

-Bah, eso no es más que mierda, yo-...

-Yo también tengo culpa.


Aquella voz llamó la atención de todos los presentes, causando que dirigiesen la mirada hacia esa persona que se hizo paso entre la aglomeración de personas.


-Soy yo quien le dejaba esas notas en la taquilla y le mandaba mensajes por número desconocido. No sabía que eso desembocaría en... "esto". Yo solo... Solo quería la atención de Christophe.

-¿Q-qué....?

-Bueno, creo que era algo obvio, por eso mismo te pedí aquella cita. Únicamente quería pasar más tiempo contigo, después de la limpieza de las pintadas... Pensé que hacer algo como romper los carteles LGBT+ podrían servirme para que te molestases en regresar a ayudar y, por consiguiente, nos volviésemos a ver. Pero no fue así; de hecho, fue Elliot quien me quitó importancia, me mandó callar y me hizo sentir como una molestia... Justo como hace mi padre. Y eso no me gustó. Desde entonces, comenzó a caerme mal. Luego vi cómo me miraba en las reuniones del consejo, por los pasillos... Y comencé a odiarle. Pero nunca quise provocarle para que se matase, de verdad.


De este modo, Ashley Wright comenzó a llorar. Ninguno de los allí presentes podía creer lo que aquella tímida jovencita había sido capaz de hacer.

Sin embargo, cierto sonido los devolvió a la realidad: la sirena de una ambulancia se dirigía a la casa de los Peterson, para atender en vano a le fallecide.

[...]

Una vez que la cosa se tranquilizó, el cuerpo de Elliot fue recogido y el barullo de gente se fue disipando, Gregory y Christophe decidieron retomar su objetivo principal. Obviamente no querían dejar a Matt solo en esa situación, y tenían muchas preguntas para Ashley, Cartman y los demás; aun así, ellos tenían sus propios problemas.

Bueno, aunque el problema solo era de DeLorne, el rubio lo tomaba como suyo también. Siempre fue así, y no dejaría de serlo: ahora, menos aún.

El mercenario caminaba junto al inglés, intentando no pensar en nada. Sentía como si fuese a dar la vuelta y salir corriendo de nuevo, pero no era en absoluto lo que deseaba. De hecho, si eso sucedía, tenía a Fields para agarrarlo de la mano y acompañarlo hacia su casa.

Por otra parte, la misma Chloé había decidido salir de casa, pues había oído una ambulancia y su mente estaba creando las más crueles situaciones y cómo podrían relacionarse con el estado de su hijo. No obstante, en la puerta de su casa se hallaba su querida amiga Audrey, acompañada de su esposo Dexter, que acababa de regresar de Ohio. Claro, y Anukis, quien se negaba a separarse de sus "padres" por más tiempo.

Finalmente, los muchachos llegaron a la calle de la residencia de DeLorne. Pero ninguno esperaba encontrarse con su objetivo tan repentinamente.

Los ojos de Chloé se inundaron de lágrimas al contemplar, en la lejanía, la tan familiar figura del chico, tras no haber dado señales de vida después de una semana. Quería correr, pero el temblor de sus piernas no estaba por la labor.

Christophe caminaba junto a Gregory, que acariciaba su espalda a modo de consuelo. El francés no era capaz de elevar la vista, le era imposible mirar a los ojos a su madre después de lo que había hecho. La había roto, y había huido.

Gregory miró a Chloé, quien tenía a su lado a Audrey, Dexter y Anukis. Él trató de sonreír, aunque también tenía unas terribles ganas de llorar.

Y, finalmente, la familia se reunió de nuevo. Fields se separó del joven, para abrazar a sus padres y observar la escena.

DeLorne apretaba los puños, sus temblores eran notorios para la mujer. Una vez que este reveló sus llorosos ojos frente a su madre, fue suficiente para que ambos se derrumbasen.

Chloé acarició las mejillas de su retoño, liberando las lágrimas que llevaban persiguiéndola todo este tiempo. Sonrió.

Fue inevitable, las rodillas le flaquearon y cayó al suelo. El mercenario, sobresaltado, se agachó junto a su madre. Y, en un abrir y cerrar de ojos, había atraído al chico contra su pecho, acariciando su cabello. Ya no recordaba la última vez que lo había sentido tan cerca, su olor y calor corporal tan próximos a sus sentidos; no sustituiría esa sensación por nada del mundo.

Con cierto pudor, Christophe elevó lentamente los brazos, rodeando la cintura de su madre y reposando su rostro en el pecho ajeno. Era una sensación verdaderamente extraña. Tal vez debía hacer eso más a menudo.


-Lo siento.


Al percatarse de que ambos habían susurrado al unísono, lloraron más.

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