Capítulo 14
-Eh... Hola.
Elliot retiró el rostro de la almohada, mostrando cierta desgana. Sin embargo, se sorprendió al ver al joven medio-coreano en el marco de la puerta de su habitación.
-¿Puedo... puedo pasar?
-Uh, claro.
Con paso decidido (o al menos eso intentaba), Matt entró en el dormitorio. Peterson se incorporó y se echó a un lado, dándole a entender que podía sentarse a su lado; éste accedió tímidamente, como si no hubiese estado allí antes.
-¿Cómo te-...?
-Mal. Me encuentro mal -sonrió. El chico apartó la mirada, golpeándose mentalmente por no haber preguntado de forma más sutil.
-¿Vais a pasar el fin de semana fuera? He visto maletas en el vestíbulo, y tus padres parecían atareados.
-¿Eso parece? –Elliot dejó caer una leve risilla-. Mis padres dicen que tienen programado un viaje de negocios para este fin de semana, pero te apuesto lo que quieras a que solo es una excusa para largarse por ahí sin mí.
-N-no digas eso, Elliot –Matt reunió fuerzas para mirarle de nuevo. Hizo el amago de agarrar su mano, pero prefirió quedarse estático-. Son tus padres, al fin y al cabo.
-Soy una desgracia para ellos, Matt. ¿Acaso no lo ves? Llevo toda mi vida aprobando por los pelos en la escuela, siempre estoy metiéndome en líos, y salir del armario fue lo peor que pude hacer. Ellos no ven cuánto me esfuerzo, siempre están reprochándome. Llegados a este punto, estoy segure de que se desentienden de qué voy a hacer con mi vida. Se avergüenzan de mí, y la única forma de librarse de esta carga es irse del pueblo durante unos días con la excusa de que "tienen una reunión muy importante". ¿Tanto me odian?
-No creo que te odien, simplemente...
-¿Simplemente, qué? No es necesario que busques motivos, ambos sabemos perfectamente cómo se sienten sobre mí. Y hace tiempo que lo tengo asimilado, no es como si me importase. Solo... No sé, me jode.
Matt quería acariciar su mejilla, retirar el cabello que resbalaba por su rostro y besar su frente. Acogerle entre sus brazos, decirle que todo iba a ir bien, y si no era así, él iba a estar ahí para elle.
Pero su baja autoestima lo mantenía en una distancia estable, incapaz de lanzarse. Ni siquiera sabía cómo reaccionaría Elliot. Probablemente diría que eso era una gran desfachatez, que cómo se atrevía a tener esa confianza con elle y que era un pervertido de cuidado. Luego lo empujaría hacia la salida y le cerraría la puerta en las narices.
Bueno, tal vez no. Elliot nunca se había comportado así con él. ¿Pero y si lo hacía?
-Elliot, vamos a comprar unas cosas. Volvemos en un rato –escucharon los jóvenes desde el piso de abajo: se trataba del señor Peterson. Seguidamente, oyeron cómo se cerraba la puerta principal. Matt miró el reloj en la mesita de noche de su amigue, las siete de la tarde.
-... ¿Te apetece algo de música?
-Me conoces bien, Morris. Voy a por mi ukelele.
Ambos sonrieron.
[...]
-¿Christophe?
El francés se giró hacia el dueño de aquella voz, quien acababa de salir de la tienda de campaña. Había estado observando por un rato el atardecer en el mismo banco en Stark's Pond donde estuvieron la noche anterior; sin embargo, el ambiente estaba mucho más tranquilo.
-Acaba de llamarme mi madre. Dice que, bueno, que ha regresado a South Park por unos días. Quería darme una sorpresa, pero no estaba en casa, y...
-Ve.
-¿Hum?
-Hace meses que no la ves. Ve con ella, ambos sabemos bien que la extrañas.
-¿Realmente no te molesta si te dejo por un rato?
-Tío, ¿cómo me va a molestar? No pretendo retenerte en mi tienda de campaña por toda la eternidad.
-No volveré muy tarde –Gregory sonrió cálidamente. El Topo le devolvió el gesto, pero de forma más cohibida.
Cuando se despidieron, Fields comenzó a correr de vuelta al pueblo, deseoso de reencontrarse con su madre.
Christophe lo observó hasta que desapareció entre los abetos iluminados por la puesta de Sol. Luego pensó por unos minutos: tal vez él también diese un paseo.
El moreno se levantó del banco, desperezándose. Mientras paseaba entre los árboles, pensó en la buena idea que sería darse un baño en el lago durante la noche. Probablemente hiciese bastante frío, ¿pero qué más daba?
Y tal vez, solo tal vez, invitaría a Gregory a unirse a él cuando regresase.
-... ¿Christophe DeLorne?
Al oír su nombre, al muchacho se le puso la piel de gallina. Dispuesto a lanzar una piedra a quien fuese, se sorprendió al toparse con una jovencita que salía de entre los abetos.
-Tú eras-...
-Ashley Wright, sí. Nos conocimos el martes, cuando limpiamos los muros del instituto –la chica sonrió con un leve rubor en sus mejillas.
-Eh, sí, claro. ¿Qué haces aquí?
-Bien, te resultará gracioso. Digamos que tuve cierto inconveniente, y "enfadé" a mi padre más de la cuenta. Así que decidí venir a esconderme aquí.
-Espera, ¿qué? ¿Qué ha sucedido con tu padre?
-Ah, esto... N-nada importante –la chica acarició los volantes de su falda, escondiendo los recientes golpes en sus piernas-, solo le estaba ayudando en su trabajo y dejé caer algo sin querer, eso es. Oye, ¿te apetece si nos sentamos en algún lado? Tengo refrescos.
El Topo, dudoso, accedió; terminaron sentándose sobre unos tocones cercanos. Ashley sacó de su mochila dos latas y le entregó una al francés, quien la tomó sin vacilar. Ambos las abrieron al unísono.
-Por cierto –Wright prosiguió en voz baja, tras un rato de incómodo silencio-, en el pueblo te están-...
-Buscando, lo sé.
-¿Y no tienes intención de regresar?
-Nah, dudo que estén verdaderamente preocupados.
-Bueno... Yo lo estaba. Pero ahora que sé que estás bien, me quedo más tranquila. Porque... ¿estás bien, verdad?
-Hum, claro –respondió el más alto, rascándose la nuca antes de dar otro sorbo-. Pero te agradecería que no le contases a nadie que me has visto. Aún no estoy seguro de mi decisión, pero prefiero que no sepan sobre mi paradero aún.
-Vaya... Está bien, no diré a nadie. Pero con una condición.
La joven se levantó, situándose frente al moreno. Este elevó la mirada hacia el rostro ajeno.
-Prometo no decirle a nadie que te he visto aquí, ni que conozco dónde te hallas. A cambio de...
-¿A cambio de qué?
-... Una cita.
[...]
-¿Sabes? –intervino Elliot, mientras acariciaba las cuerdas de su preciado instrumento. Matt le dirigió la mirada, ambos tumbados sobre la cama de le primere-. Desde hace varios días, estoy recibiendo mensajes de un número desconocido. Se dedica a mandarme insultos y amenazas constantemente, pero no me dirá quién es. Apostaría a que se trata de ese gordo de segundo.
-Sí, sé a quién te refieres, pero... ¿Cómo ha conseguido tu número?
-He oído que es capaz de cualquier cosa, incluso me contaron que hizo que un chaval que lo molestaba se comiese a sus propios padres. Solo son rumores, claro.
-¿E-en serio? Madre mía...
-Probablemente se escabulló en el despacho del director y se hizo con mi expediente. O amenazó a alguien para que le diese mi número. En cualquier caso, seguro que es su venganza por destrozarle la nariz el otro día –sonrió, acariciando su labio inferior roto a causa de la disputa.
-Y... ¿crees que acabará aquí? Es decir, no quiero sacar falsas conclusiones, ¿pero piensas que hará algo más?
-Ni idea, pero no pretendo esperar a que dé el siguiente paso. Sabes, yo también sé jugar a esto. Y tú vas a ser mi aliado.
Los jóvenes se incorporaron a la vez: él confuso, elle sonriendo. Elliot dejó el ukelele al lado de la cama y agarró las manos del chico, cuyas mejillas comenzaron a arder en cuanto sintió el tacto ajeno.
-Vamos a planear mi suicidio.
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