Capítulo 12
-Mamá, mamá.
Chloé abrió un ojo con pesadez, a la vez que sentía cómo un pequeño dedo palpaba su mejilla. Parpadeó un par de veces, y descubrió unos grandes ojos oscuros que la analizaban con curiosidad.
La joven se desperezó, bostezando. Le dolía la espalda, las horas extra le habían pasado factura; al parecer, se había quedado dormida tras desplomarse en el sofá al regresar del trabajo y recoger a Christophe de casa de los Fields. Sin embargo, volvió a la realidad cuando se dio cuenta de que tenía a un pequeño niño sentado sobre ella.
-¿Has estado mirándome todo este rato, Christophe? -la chica sonrió cuando su retoño asintió enérgicamente con la cabeza. Acarició su gordita y cálida mejilla-. ¿Y me he dormido por mucho tiempo?
-Bueno, solo un poquito.
-Vaya, ¿sabes qué significa eso? ¡Has despertado a la bestia!
Chloé cogió al pequeño, y comenzó a repartir besos por todo su rostro mientras le hacía cosquillas. Ambos reían a carcajadas.
Sin embargo, Christophe se zafó del agarre de su madre, y abandonó el salón corriendo, incitándola a perseguirlo. La muchacha se levantó tan rápidamente que, por un instante, la cabeza le dio vueltas. Tardó un poco en recobrar la compostura, pero al ir en busca del crío, éste no estaba. Lo llamaba, pero no respondía.
De repente, oyó un portazo. Provenía del sótano.
Aún seguía algo mareada, pero hizo lo posible para bajar las escaleras sin tropezar: la puerta del sótano no se abría.
-¿Christophe? ¿Estás ahí dentro? Abre la puerta.
-No estoy -la voz del niño, un poco más grave ahora, se escuchó en la lejanía.
-Claro que estás, te estoy escuchando.
-Pero sería mejor si no fuese así, ¿verdad? Sería mejor si desapareciese.
Chloé intentaba responder, decirle que no era así, que qué demonios pensaba; pero su voz no salía.
De repente, desde el otro lado de la puerta comenzaron a oírse ruidos. Ruidos indescriptibles, que causaban más náuseas a la joven; Chloé no pudo evitar agacharse, tapándose los oídos en vano.
Y finalmente, silencio.
La puerta estaba entreabierta.
La muchacha, a punto de desmayarse, usó toda la resistencia que le quedaba para levantarse y entrar en el sótano. Para su desgracia, al encender la luz, su hijo no estaba.
-¿Por qué no se lo dices a la cara? -oía voces que retumbaban en su cabeza con fuerza-. Deberías haberlo matado cuando tuviste la oportunidad, debiste haberlo intentado de nuevo. ¿Tan sola te sentías como para dejarle vivir? Agradece que se haya ido, Chloé, así te ahorrarás el trabajo. Hasta nunca... mamá.
La mujer se incorporó de golpe, la cabeza le daba vueltas de verdad: las gotas de sudor resbalaban por su frente y nuca. Al dirigir su cansada vista al reloj, comprobó que eran las tres y media de la madrugada. Volvió a tumbarse, intentando controlar su agitada respiración.
Desde que Christophe se fue, no paraba de tener este tipo de pesadillas recurrentes, todas seguían el mismo patrón: comenzaba con un flashback de la infancia de su hijo, que lentamente se volvía turbia. El niño desaparecía, y aquellas odiosas voces la acuchillaban. Una y otra vez.
Un fuerte sentimiento de culpa inundaba cada rincón de su cuerpo, acabando con ella poco a poco.
Chloé optó por levantarse de una vez por todas. Caminó descalza hacia el baño, donde obtuvo un bote de pastillas del cajón más cercano. Siéndole imposible mantener la calma, observó el recipiente de los fármacos por pocos segundos, hasta decidirse por abrirlo. Al consumir los sedantes, se dio cuenta de que se había pasado de la dosis recomendada.
No le dio importancia.
Tras beber agua del grifo y lavarse la cara, analizó su reflejo en el espejo. Las ojeras llamaban bastante la atención, y su piel se veía más blanquecina de lo habitual.
La mujer comenzó a realizar ejercicios de respiración para calmarse, pero no le sirvieron de mucho. Cada vez que cerraba los ojos, le era inevitable el ver a su hijo, de niño. Se sentía un monstruo, ¿cómo fue capaz de hacerle tal cosa a su propio retoño, cuando ni siquiera había venido al mundo?
Entonces, lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, y perdió la fuerza en sus piernas, siéndole irremediable caer al suelo. Donde pasó el resto de la noche.
[...]
-¿Dónde estuviste hoy? No te vi en todo el día.
El Topo parpadeó repetidas veces, mirando al chico tumbado a su lado con una mueca llena de confusión. ¿Acaso... no se acababan de besar?
¿Se lo había imaginado?
-Eh... –el muchacho tardó unos momentos en contestar, tratando de no gritar de rabia. El calor del ambiente mezclado con el olor a alcohol y Muse sonando de fondo le habían jugado una mala pasada: tenía ganas de cavar un hoyo y enterrarse en él para siempre-. Cuando... cuando nos peleamos anoche, decidí largarme en la mañana. Di una vuelta por ahí, cuando aún era temprano y apenas había gente. Pero, al volver, me crucé con Elliot. Él, bueno, ella... Agh, coño, lo que sea, me dijo que me estaban buscando en el pueblo. Pero no es algo demasiado exagerado, con expediciones policiales tipo CSI ni nada, simplemente en el instituto habían dicho que estuviesen pendientes por si me veían por ahí o algo. Al parecer mi madre ha llamado para preguntar por mí o no sé qué. Por lo que decidí preparar una tienda de campaña y venirme al bosque, así no me encontrarán. De hecho, ¿sabes qué le ha pasado a Elliot? Porque me contó que le habían expulsado o algo, al parecer se ha metido en una pelea con Cartman. ¿Qué ha hecho el gordo esta vez?
-Sí, sucedió ayer. Aunque yo no presencié la pelea, me mandó un mensaje justificando su ausencia en la reunión del consejo.
Cuando finalizó la reunión del consejo, Elliot fue a recoger a su taquilla el libro de Literatura, el cual necesitaba para estudiar. Sin embargo, al abrirla, un pedazo de papel cayó al suelo. Dudaba que se tratase de una confesión amorosa, y rió para sí al pensar en la posibilidad. Aunque, al leer el contenido de la nota, su rostro palideció considerablemente.
"¿Entonces eres tío o tía? Deja de intentar llamar la atención y aclárate, haz el favor. ¿O acaso necesitas que tu querido Matt te dé una embestida tan fuerte que se te defina el género de una vez por todas?".
Sin poder evitarlo, comenzó a temblar. Arrugó el papel, sin apartar la mirada de él.
-Hey, Elliot Peterson -de repente, la estridente voz de Eric Cartman le hizo volver a la realidad-, ¿qué haces ahí parada? Espera, ¿parada o parado? Tu mentalidad me confunde, ¿sabes?
En cuestión de segundos, Elliot dejó caer al suelo sus cosas para acorralar al gordo de segundo grado contra la taquilla más cercana. Le agarró del cuello de la camiseta, acercando su rostro al de este. Intentando no explotar.
-Te parece gracioso, ¿eh? ¿Acaso crees que una notita de los cojones va a hacerme llorar?
-¿D-de qué estás hablando?
-Sé que fuiste tú, estúpido. ¿Qué te importa mi identidad sexual, acaso te molesta?
-Pues tira de esta -el más bajo dejó escapar una fuerte carcajada, antes de llevarse un guantazo en la mejilla por parte de Peterson-. ¡Joder, ¿qué carajos te pasa?!
-Más vale que no hayas sido tú el de las pintadas, ¿me oyes? Porque, de ser así, te patearé en el nombre de mi "colectivo de maricas e indecisos". Además, mi "querido Matt" no tiene nada que ver con esto, así que ni se te ocurra mencionar su nombre, ignorante.
-Esto es patético, ¿quién te ha dicho que haya sido yo?
-¿Y te parece patético esto?
Cartman se llevó, esta vez, un puñetazo en la nariz. Seguidamente, el gordo le empujó, causando que Elliot cayese al suelo. Esto desembocó en una pelea a muerte en los pasillos del instituto de South Park.
Sin embargo, la discusión no fue detenida hasta que un gran conjunto de alumnos que aún no se habían ido a casa rodearon a los adversarios, animando la pelea. Finalmente, un par de profesores oyeron el barullo y se dignaron a separarlos antes de mandarlos al despacho del director. De este modo, ambos fueron expulsados hasta el lunes: con labios rotos, ojos morados y rasguños por doquier, como si hubiesen salido de una lucha de gladiadores.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro