Capítulo 10
El mercenario abrió los ojos, sin prisa alguna. Siempre que soñaba con memorias de su infancia junto a Gregory se despertaba con una extraña sensación de nostalgia acumulada su pecho; a veces, incluso con los ojos humedecidos. Resulta que ésta era una de esas veces.
Sin embargo, sus pensamientos se disiparon en cuanto sintió el cálido cuerpo del rubio abrazándolo. Sus brazos le rodeaban, su pecho subía y bajaba de forma apaciguada. La dulce esencia de Gregory Fields inundando sus sentidos de todas las formas posibles.
Desearía permanecer en ese ambiente libre de problemas durante toda la vida, pero la idea abandonó su cabeza en cuanto vio la hora: las 6 menos cuarto de la mañana. Conocía con exactitud la hora programada para la alarma, y no podía permitir que Fields se despertase en esa situación. Simplemente, arruinaría su rol de mercenario rudo y problemático pero con un sexy acento francés.
Así, como si de una situación de vida o muerte se tratase, Christophe intentó escabullirse de entre los brazos del muchacho; no obstante, algo en su interior le aferraba al de tez clara, le repetía una y otra vez que podría hacerse el dormido y resignarse a esperar una reacción por parte del chico.
Sin embargo, con toda la pesadumbre del mundo, terminó fuera de la cama ajena. Tomó sus pertenencias; tras contemplar por última vez al hermoso chico, tan tranquilo bajo las sábanas y con el cabello despeinado, abandonó la habitación por la ventana.
Mas luego, al inquieto Topo se le hacía imposible dormir de nuevo. Ya que no tenía pensamiento de asistir a clases, ¿qué mejor que recuperar horas de sueño? Pero, entre la extraña mezcla de sensaciones consecuentes de la especie de flashback que había tenido durante la noche y la dureza del frío suelo en el que estaba tumbado, las posibilidades de quedarse dormido eran de un 1%. Así, siendo las 6 de la mañana según el reloj de su teléfono móvil, Christophe DeLorne optó por dar un paseo y, por qué no, ir a por un café.
O algo más de tabaco.
Volviendo con Gregory: este dejó escapar un gemido en cuanto su alarma empezó a sonar, buscándola para apagarla aún con los ojos cerrados. Estaba haciendo todo lo posible por no despertarse de su dulce sueño, donde se sentía como si flotase.
Para su desgracia, su deseo no se cumplió. En cuestión de segundos, aquel embriagador aroma, junto con la combinación de perfectas sensaciones y ese locus amoenus que lo habían acompañado durante el fantástico viaje onírico se desvanecieron. Esto hizo que floreciese en el interior del joven inglés una sensación de amargura melancolía.
Desganado, se levantó por fin y se vistió (tras enredarse entre las sábanas por un rato, como si buscase algo, o a alguien). Tras acicalarse adecuadamente y desayunar, subió a su habitación de nuevo a por su mochila. Antes de abandonar el hogar, se asomó a la ventana, con una falsa ilusión: Christophe no se encontraba en la casa del árbol, a ojos del chico inglés. A pesar de que estaba aún molesto por el comportamiento de su socio, aquel agridulce sentimiento lo perseguía, perforando su alma lentamente.
La jornada escolar duró siglos desde el punto de vista de Fields; incluso algunos le preguntaron si le ocurría algo, no parecía el vivaz y apuesto chico de siempre. Llegada la hora de la reunión del Consejo, el resto de miembros trató de no darle mucha importancia. Por su parte, Gregory hizo su mayor esfuerzo por parecer interesado en los temas a tratar.
-Si no es molestia, me gustaría destacar algo -inesperadamente, esta vez fue Ashley quien habló-. A pesar de que la limpieza de las pintadas fue todo un éxito, hoy he visto por los pasillos algo que deberíamos tener en cuenta. ¿Recordáis aquellos pósters contra el bullying, la homofobia y el racismo que realizó el Club de Arte? Esta mañana observé que algunos habían sido arrancados: los de la homofobia, en concreto. ¿No os parece sospechoso?
-En teoría, los pósters apoyan al colectivo LGBT+ en general, no solo a los homosexuales -intervino Elliot, con un tono ciertamente molesto. Wright frunció el ceño en cuanto fue interrumpida.
-Pero es otro acto homofóbico, ¿no lo ves?: primero las pintadas, luego esto... Aunque haya sido algo más leve, ¿qué será lo próximo? ¿Notas amenazantes en las taquillas? ¿Insultos grabados en los pupitres? ¿Acorralamientos a la salida? Podría acabar en un desastre.
-Ashley -esta vez fue Wendy quien trató de enfriar el ambiente-, entiendo tu punto de vista. Sin embargo, creo que deberíamos anteponer a esta situación otros temas algo más urgentes. Tal vez fue alguien celoso, que en un arrebato quiso vengarse del trabajo del Club, ¿no te parece?
-¿Y por qué solo a los pósters contra la homofobia?
-No solo son-... -Matt trató de corregir, pero fue cortado.
-Ugh, lo sé, lo sé -Wright se encogió en su asiento, molesta. Molesta porque, para una vez que intervenía en algo importante, se le restaba importancia. Por otra parte, el rubio dirigió una seria mirada a la chica. No parecía la tímida niña de siempre.
Cuando la reunión finalizó, Gregory se encaminó hacia su casa. No sentía ganas por nada, probablemente se tratase de un día de flojera (algo poco común en el hijo de los Fields, a decir verdad); solo quería desplomarse en su cama y descansar por un par de días.
Incluso, aunque no lo admitiese, tal vez su alma se calmase por fin al descubrir a su colega francés. Asomado en la barandilla de la casa del árbol, deleitándose con uno de sus cigarrillos mientras sonaba alguna canción de Muse como banda sonora en su propia cabeza.
Por el contrario, en cuanto llegó a su hogar, sus fantasías dieron un giro de 180º.
Una preocupada Evelyne lo recibió, teléfono en mano.
-Gregory, tenemos que hablar. Es sobre tu amigo, Christophe.
[...]
-B-buenos días -una preocupada mujer enredaba un mechón de su corto cabello entre los dedos, sujetando con un leve temblor el teléfono. A cada instante, dirigía la mirada hacia el reloj de pared en la cocina, con un tic nervioso en la mano-. Soy Chloé, la madre de Christophe DeLorne. Sí, llamaba para comprobar su asistencia al instituto hoy... No, por supuesto que lo sé. Solo quería comprobar una cosa, ¿qué clase de madre se cree que soy? Ugh, de acuerdo, muchísimas gracias. Sí, adiós.
Tras colgar, Chloé dejó escapar un gran suspiro de entre sus labios mientras se llevaba la mano al rostro. ¿Tal vez era el momento de llamar a la policía?
Desde pequeño, Christophe tendía a escaparse de casa por un día o dos; sin embargo, ya había pasado casi una semana. Su hijo siempre regresaba, no importaba adónde fuese; sin embargo, esta vez era distinto. Ahora entendía perfectamente cómo se habría sentido Joyce Byers.
La señora DeLorne no sabía qué pensar, o de qué modo actuar. ¿Y si, tras alertar a la policía, él regresaba? ¿Y si no?
De repente, una fugaz idea le atravesó como una flecha.
-Ho-hola, soy la madre de Christophe, amigo de Gregory. ¿Está él en casa?
-Hola, eh... -una confusa Evelyne respondió al otro lado de la línea-. Gregory se encuentra reunido con el Consejo Estudiantil ahora mismo, ya sabe. ¿Por qué, ha sucedido algo?
-Oh, no es nada, no se preocupe. Solo llamaba para preguntar si, uh, había visto a mi hijo recientemente.
-Ahora que lo dice, anoche se quedó a cenar con nosotros, pero se fue un rato más tarde. ¿No regresó a casa?
-No, no, no se preocupe -la mujer trataba de sonar relajada, aunque le era realmente difícil mantener la compostura-. Simplemente lo vi un tanto extraño al regresar, eso es. En fin, muchísimas gracias por todo.
Chloé no dio tiempo a Evelyne para despedirse, cuando colgó repentinamente. La mujer se dirigió al sofá y se desplomó en él: no pudo contener las lágrimas al saber que su hijo había estado hace poco con Gregory, sintió cómo un gran peso desaparecía de su espalda. Christophe estaba bien, probablemente aún permaneciese en el pueblo.
Entonces, a su mente vino un recuerdo en el que, aun siendo un niño, su hijo se escapó por primera vez. Afortunadamente, solo corrió hacia un parque a dos calles de su casa en Yardale. Aún recordaba cómo se apresuró hacia el pequeño, con el corazón en la garganta. Cómo lo tomó de los hombros, con las lágrimas saltadas, y le dijo "por favor, ni se te ocurra volver a hacerme esto". Algo irónico, pues esa sería la primera de las incontables escapadas de Christophe DeLorne.
[...]
-¿Si ocurrió algo, dices? -Gregory tragó saliva al oír que Chloé DeLorne había preguntado por su hijo a Evelyne.
-Exacto. Su madre me dijo que lo había visto algo raro cuando llegó a casa. Tuvisteis una discusión, ¿no es así? Es decir, no hay que ser demasiado lista para saber que algo sucedió antes de que el chico se marchase tan rápido.
Un escalofrío recorrió la espalda del hijo de los Fields al rememorar la pelea que tuvieron la noche anterior. Como un resorte, el joven se levantó de su asiento y se precipitó al vestíbulo.
-¿Gregory?
-Acabo de recordar que dejé a un compañero un libro importante, y lo necesito para estudiar. Vuelvo en un instante.
-No soy tonta, Gregory -suspiró la agotada mujer, cuando el inglés salió por la puerta y desapareció en el frío de la noche.
Tal vez.
Solo tal vez, Christophe estuviese en la casa del árbol.
Sin importarle lo que pensase al verle así de desesperado, subió las escaleras de la casita a toda velocidad. Al recobrar el aliento, dirigió su mirada al interior. Allí estaba él.
Asomado a la ventana, disfrutaba del silencio nocturno y de un cigarro. El humo que se escapaba de sus labios a una extraordinaria y sensual lentitud creaba hermosas figuras en el aire.
Acarició su rostro, iluminado por la Luna, y miró a Fields. Sonrió.
-¿Creías que te había abandonado?
Y, al igual que el humo de aquel cigarrillo, Christophe se esfumó.
El rubio se frotó los ojos, con la cara descompuesta. Juraría que su socio estaba allí hace un instante. Del mismo modo, para comprobar que solo se había tratado de una burla de su subconsciente, se acercó al sitio exacto donde lo había visto. Efectivamente, El Topo no estaba. ¿Dónde diablos se encontraba?
Finalmente, el inglés se sentó bajo la ventana y, pensando en los posibles lugares donde su colega podría estar, cayó rendido.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro