Capítulo 1
-Así que... te has vuelto a pelear con tu madre.
-Oui.
-Por lo que has decidido escaparte, de nuevo.
-Oui.
-¿Y pretendes que te dé cobijo en mi casa del árbol? -Gregory Fields arqueó una ceja, a la par que se cruzó de brazos y observaba cómo el francés soltaba su usada mochila y se sentaba descaradamente.
-No es "cobijo", solo ocuparé esto por un tiempo. Además, no es como si no me hubiese quedado en tu casa de niño.
Realmente, la casa del árbol no había cambiado demasiado desde que eran críos. Sin embargo, el rubio se había tomado un tanto "en serio" la decoración de la base secreta de La Resistance, organización que quedaría en el olvido con el paso de los años. La casita, ahora que no era usada para planear estrategias y organizar misiones, contaba con un par de puffs de color beige, alrededor de una mesa de madera situada en el centro; una alfombra vintage que adornaba el suelo a la par que daba un toque de color al lugar; una pequeña estantería con algunos libros y un botiquín, entre otras cosas, y un saco de dormir enrollado al lado de esta. Además, aún colgaba sobre la pared, clavada con un par de chinchetas, la famosa bandera de La Resistance.
-Pero, ¿no te será más fácil y cómodo venir a mi casa? Sabes que el espacio no es problema, tengo habitación de invitados.
-Idiota, Evelyne se lo dirá a mi madre.
-No si ella no le pregunta. La contratamos por algo, Chris, y ese "algo" es su sutileza.
-¡No me llames así, fils de pute!
El de ojos azules dejó escapar una risita, y cuando se disponía a sentarse junto a su amigo, escuchó la voz del ama de llaves llamándolo desde el jardín.
-Bueno, debo marcharme. ¿Ni siquiera te apetece venir a cenar? Evelyne ha hecho pollo asado -El Topo encendió un cigarrillo, ignorando por completo al inglés-. En fin, como quieras. Cuando termine de comer te traigo algo.
-No necesito de tu mierda, merci.
-Oui, oui -se burló Gregory, ganándose un gesto grosero por parte del moreno.
Este bajó del árbol por la escalera de cuerda, no sin antes echar una última mirada al chico. Suspiró.
Tras acomodar sus pertenencias, Christophe salió de la casa del árbol y se apoyó en la barandilla. Acarició su ya despeinado cabello, y expulsó paulatinamente el humo de un segundo cigarro.
Su madre le ponía de los nervios con extrema facilidad, exageraba cada cosa que hacía o decía, y eso acababa con su paciencia. Sí, probablemente él se hubiese pasado un poco, tal vez bastante, pero aún ardía en enojo. No iba a regresar. No aún.
El chico francés intentó regresar a la calma mientras observaba los múltiples tonos anaranjados y azules que se mezclaban en el firmamento, con la única compañía de su cigarrillo y las luces que provenían de la casa de su amigo.
¿Amigo? ¿Verdaderamente consideraba a Gregory "su amigo"? Es decir, siempre había sido un tío realmente pedante, prepotente y arrogante, y su acento británico le provocaba náuseas. Pero, por otra parte, era un buen socio. Siempre podía contar con él, incluso le dejaba un lugar para quedarse cuando se escapaba de casa; y esta no era la excepción. Sin embargo, ¿por qué lo hacía?
A decir verdad, nunca había dudado de ello hasta ahora, ¿por qué estaba pensando en eso, por qué ahora?
Agitó la cabeza, revolviéndose el pelo de nuevo. Entonces, sus ojos captaron a un joven rubio, recién duchado y con el torso desnudo desde la ventana. Christophe no pudo evitar toser vigorosamente, ahogándose con su propio humo. Esto causó que Gregory se asomase a la ventana, apoyándose en el marco mientras echaba su húmedo cabello hacia atrás. Y sonrió.
Esa odiosa sonrisa le ponía de los nervios, más que su propia madre.
-¿Disfrutando las vistas, DeLorne?
-Pièce de merde -el francés miró con asco a Fields, quien rió de nuevo.
-Voy a llevarte algo de comer. ¿Alguna petición?
-Ugh.
El de cabello oscuro dio media vuelta, entrando de nuevo a la casita. El chico que lo observaba por la ventana sonrió una vez más. Siempre le había hecho mucha gracia el carácter de su colega, al cual comparaba a veces con la Megara retratada en Disney.
¿Desde cuándo eran amigos, por cierto? Ya ni lo recordaba, habían vivido incontables aventuras desde niños. Lástima que Gregory fuese transferido a South Park cuando tenían 8 ó 9 años, dejando solo al mercenario en Yardale, Canadá. No obstante, ese último problema ya se había solucionado, pues desde hace unos años, El Topo también vivía en South Park.
Christophe tiró el cigarrillo al suelo, pisándolo. Entonces, escuchó las cuerdas de la escalera crujir. El joven inglés, ahora en pijama, entró en la casa, acompañado de unas sábanas, una lata de refresco y una servilleta cubriendo algo.
-Creo haberte dicho que no quería de tu mierda.
-Y yo creo haberte dado a entender que no me importa tu opinión -el rubio soltó la lata y la sábana sobre la mesa antes de abrir la servilleta, revelando algunas patatas fritas y un muslo de pollo-. Siento no haber podido traerte mucho; Evelyne podría notar la falta de comida, y ella sabe que no suelo comer demasiado.
-No me hagas repetirlo: no quiero tu comida.
Fields se encogió de hombros y, dándole la espalda al más alto, se paseó por la casa. Deslizó los dedos por la desgastada bandera colgada en la pared: dibujó una sonrisa en sus labios al oír al mercenario abriendo la lata de refresco. "Dije que no iba a comer, no que no iba a beber. Casse-toi", respondería probablemente si Gregory se lo echase en cara.
-Y, ¿cuánto tiempo planeas quedarte?
-Indefinido -respondió El Topo, tras dar un gran sorbo. El de ojos celestes se giró hacia él de nuevo.
-Bien. Pues -carraspeó para llamar su atención y dirigió la mirada al suelo, donde se encontraba el cigarrillo recién apagado-, al menos haz el favor de no ensuciar tu "nuevo hogar".
-Oh, discúlpeme, Votre Altesse -Christophe soltó la lata y se acercó, con una sonrisa maliciosa y pasos pesados pero desafiantes, al muchacho de cabellera rubia-. Y, ¿sabe? Si así lo desea, puedo vestirme de doncella y limpiar cada asiento en el que pose "Su. Reverendo. Culo".
-No me importaría ver eso. Y hablando de eso, te apesta la boca a tabaco -contestó Gregory, ambos rostros a escasos centímetros de distancia.
Seguidamente, DeLorne agarró el cuello de la camisa de pijama del más bajo y lo embistió contra la pared, clavándole una mirada asesina de tal forma que podría haber atravesado su alma.
-¡No me jodas, putain d'anglais! -gruñó, como un rottweiler al que le habían quitado la comida. Como respuesta, el inglés mostró una provocativa sonrisilla.
-No entiendo el porqué de esa reacción. Solo te he pedido que no dejes los cigarrillos tirados por el suelo. Si quieres, te traigo un cenicero o algo.
-Ugh, me provocas náuseas.
El chico francés soltó a su compañero y se sentó en uno de los puffs para deshacerse de sus gastadas botas militares. Se recostó, llevándose la mano a la cabeza tras un intenso quejido debido al cansancio. Luego de cerrar los ojos por unos instantes, los volvió a abrir, encontrándose con la mirada de Gregory sobre él.
-¿Aún sigues ahí?
-Has discutido con tu madre por el tema del tabaco, ¿no es así?
-Eh, no... -El Topo se rascó la nuca, apartando la mirada-. Bueno, tal vez. No es de tu incumbencia.
Gregory y Christophe intercambiaron miradas una vez más, durante un momento: hasta que el segundo se levantó, murmurando algo en su idioma materno. Tomó la sábana de la mesa y se tumbó en el suelo, tapándose con esta.
-Creo que no captas las indirectas, ¿eh? –el moreno giró la cabeza, lanzándole una mirada fulminante.
-Vale, vale, quieres que me largue. Lo he pillado, pero... ¿de veras vas a dormir en el suelo? No sé si lo habrás visto, pero ahí hay un-...
-Sabes, cuando te largaste de Yardale y me dejaste solo para venirte a este pueblo de mala muerte; si mi madre me castigaba, yo me encerraba en el sótano y escondía la llave. No me creerías si te digo que he pasado más de una noche durmiendo en el frío suelo, ¿eh?
Esto se sintió como una puñalada en el abdomen para el rubio. Christophe ya le había echado en cara más de una vez el hecho de que "lo hubiese abandonado" cuando éste se mudó a South Park. Siempre habían sido colegas, un equipo; el hecho de que Fields se largase del país gracias a su promedio de 4.0 fue un golpe duro para el francés, a pesar de que siempre se negó a admitirlo.
Pero, ¿que El Topo había tenido que pasar noches durmiendo en el suelo de un sótano porque su único amigo estaba malditamente lejos como para darle cobijo? Ahora se sentía, en cierto modo, culpable.
-B-bueno -carraspeó el más bajo, llevándose la mano a la nuca-, mándame un mensaje si necesitas cualquier cosa. Que descanses.
Silencio, esa fue la única respuesta que recibió Gregory. Sin decir una sola palabra, el rubio dejó la casa del árbol y al que había sido su socio desde niños.
Cuando Fields dejó de dar señales de vida, el mercenario se levantó del suelo. Miró por la ventana de la casita y comprobó que las luces de la habitación del chico ya estuviesen apagadas. Tras confirmarlo, se sentó otra vez y comenzó a comerse las sobras que su amigo le había traído.
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