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De puntillas traté de alcanzar un paquete de Oreos que se me había antojado.
¿Desde cuándo la alacena era tan alta? ¿O yo solo había involucionado?
- Espera te ayudo - celebré internamente cuando los brazos de Jimin me alzaron hasta tomar el paquete de galletas.
- Gracias - abracé el paquete de color azul sobre mi pecho como si fuese un bebé, amaba el chocolate negro.
- Rubia, ven a saludar a mis amigos.
- Ya lo has dicho, son tus amigos, no los míos - me encojí de hombros - Y tú también eres rubio ahora - chisté.
- Venga - tiró de uno de mis brazos, pero planté mis pies en el suelo impidiendo que me arrastrara.
- ¡Yah, estoy pijama! - grité en un susurro, él solo miró mi atuendo y se acercó a abotonar mi suéter.
- Listo.
- Jimin, no, de verdad no...
- Te va alegrar ver de quiénes se trata - me interrumpió, se veía muy animado.
- Al no ser que se trate de... - mis ojos se abrieron a la par de que su amigo se paraba listo para abrazarme - ¡Tae! - chillé feliz.
- Mírate cómo has cambiado, te ves muy linda de rubia - apretó mis mejillas mostrándome su hermosa sonrisa cuadrada.
- ¡Yah, me sonrojo!
La risa de otro chico me hizo mirar por encima del hombro de Taehyung.
- ¿No me vas a saludar? - preguntó juguetón él.
- Claro que sí, sigues siendo mi crush - bromeé regalándole también un abrazo.
- Oye, no digas esas cosas delante de mi novia - se quejó él.
- ¿Yoongi tiene novia? - le pregunté a los otros dos, que solo asintieron - ¡No, la traición, hermano! - dramaticé con una mano en el corazón, sacando carcajadas del trío de amigos que me daban miradas simpáticas.
- Ella es Yoona...
- ¡Tú novia! - le interrumpí con otro chillido de emoción - Mucho gusto, soy Somi, la hermana de aquel duende - señalé al único rubio de los tres.
- ¡Oye! - se quejó él aventándome un cojín del sofá.
- Es un gusto - dijo risueña la chica.
- Ufff, pensé que Yoongi se quedaría solterón toda la vida.
- ¡Claro que no! - el aludido frunció el ceño viéndose de lo más tierno - Tú eras mi última opción, si no podía conseguir novia.
Entrecerré mis ojos tratando de parecer amenazante, cosa que nunca había funcionado con él, solo lo hacía reír pues decía que me veía ridícula tratando de intimidarlo.
- ¿Te gustó Canadá? - preguntó Tae.
- Mmh, sí, es bonito y también hice amigos.
- ¡No, la traición, hermano! - me imitó cayendo sobre mi hermano como si de verdad se hubiese muerto, ay, lo adoraba.
Éstos chicos siempre ocuparían un lugar en mi corazón, eran otros hermanos de diferente sangre.
Pensé que cuando regresara a Corea, mi vida se iba a poner patas arribas, pero la verdad me sentía hasta más relajada en éste ambiente, después de todo era mi hogar y las personas que amaba.
[...]
- ¿A dónde vas? - Tae y Yoongi giraron sus cabezas siguiendo la vista de Jimin que me miraba de arriba a bajo tratando de obtener una respuesta.
- Voy a salir a tomar aire - silbó el de la grande sonrisa regalándome un guiño y recibiendo una palmada en la nuca de parte de Jimin.
- Son las once de la noche - ay, no, ya volvía el hermano sobreprotector.
- Solo daré una vuelta por el vecindario, vuelvo en cinco - troné un beso en su mejilla para salir de casa.
La ciudad de Seúl seguía despierta y el aire era fresco, las luces se veían bonitas en esos carteles y ni hablar de los árboles de cerezo que adornaban el pequeño parque de la esquina, en el que me encontraba ahora, sentada en una de las tantas bancas de madera comiendo la paleta helada de la tienda de conveniencia que está al final de la calle.
Me gustaba la tranquilidad, aún podía percibir las personas que paseaban con sus mascotas o regresaban del trabajo, hasta la pareja que se estaba prácticamente comiendo.
Era raro ver esas muestras de cariño públicas aquí en Asia, en América es muy común y sé que ya debía estar acostumbrada a la situación, pero todavía se sentía extraño para mí.
Decidí regresar a casa antes de que se hiciera más tarde y Jimin saliera a buscarme y por supuesto antes de ver a esos chicos follar en mis narices, uh, no, mejor me ahorraba el espectáculo.
Cómo lo presentí, Jimin me estaba esperando en la puerta y sus amigos ya se habían marchado para cuando puse un pie en el salón de estar de nuestro hogar.
Era bonito volver a pisar ésta casa cuando pensé que no volvería. Se me hizo un poco difícil dejar sola a la tía Hyemin en Canadá, nos convertimos en muy buenas amigas, siempre me apoyó desde el minuto cero y se lo agradezco tanto. Si no fuera por ella yo estaría ahora mismo hundiéndome en mi abismo personal.
A paso ligero me encaminé a mí cuatro luego de saber que Jeon no se encontraba. Era mi momento de saber lo que ocurría con mi dormitorio.
Era alucinante que no hubieran cambiado nada, el color morado de las paredes seguía intacto al igual que mi cama estilo princesa. Ahora me preguntaba por qué era tan infantil, pues sí que había cambiado al parecer.
Mi estante de libros no estaba desorganizado y hasta podía decir que no poseía ni una partícula de polvo. Se me hacía raro que Jungkook no hubiese tocado ninguna de mis pertenencias, ese maldito se adueñó no solo de mi habitación, si no también de mi familia y mi estúpido corazón que aún seguía palpitando errático cada vez que lo veía.
- ¿Por qué todavía me hace sentir así? - susurré hablando conmigo misma.
Mis ojos se habían cristalizado solo de recordar cómo compartimos tantos momentos hermosos juntos y todo se fue a la mierda de un día para otro, terminando yo viviendo en el extranjero y él quedándose en mi habitación.
Todo se me hacía tan.... insólito.
- ¡Oh, no sabía que estabas aquí!
¡Esa voz! Su condenada voz que hacía estragos en mí.
- ¿Por qué estás... llorando?
Ni siquiera sabía que lo estaba haciendo, con apuro pasé las palmas de mis manos por mis mejillas con rudeza.
Quería echar de mí todos esos sentimientos. Odiaba que estubiera metido todo el día en mi cabeza, odiaba su sonrisa, su voz y todo él que me hacía sentir inferior y más pequeña de lo que era.
- ¿Puedes simplemente desaparecer de mi vida? - mi pregunta le hizo dar un paso hacia atrás, apreté la mandíbula acusándolo con mi mirada severa, quería que se largara, que me dejara en paz de una vez y por todas.
- Amor...
¿Amor? ¿Qué ridiculez era esa?
- No vuelvas a llamarme así nunca más.
Sus ojos temblaron, vi su nuez de Adán bajar a la vez que tragaba.
- Nunca me dejaste explicarte, no me escuchaste - dió un paso hacia mí, se notaba vulnerable, como si fuese a llorar frente a mí.
Oh, pero estaba errado si pensaba que me iba a culpar a mí.
- Porque entendí todo perfectamente bien ese día, Jeon - siseé entre dientes.
- ¿Al menos vas a creer que Jimin no tuvo nada que ver?
Su pregunta me hizo suspirar cansada, sin dudas sabía cómo seguir haciéndome daño.
- Ya no me interesa, le he perdonado.
- ¿Y a mí no?
Nunca lo haría, había jugado conmigo y se divirtió haciéndolo.
- Sabes, dicen que la distancia lo cura todo - di un paso a él, estábamos realmente cerca y se vía precioso desde aquí - Pero ahora puedo decir que no es cierto, sigo odiándote como el día en que me marché - mi voz ya estaba quebrada al observar cómo una de sus lágrimas hacía un recorrido tortuoso desde su ojo hasta su barbilla.
- No puedes decirme eso.. - su voz tembló con fragilidad, al parecer el chico cool se había marchado a algún sitio.
- Sí que puedo. Tú y tus mentiras me mataron Jungkook, ya no soy la misma chica que conociste y te odio por eso, porque creíste que podías jugar y salir vencedor y si te hace sentir mal, pues simplemente me alegro pues no tienes una puta idea de lo mal que la pasé. Desde hoy y para siempre haré como que no te conozco, no te me acerques, no me mires, no me hables y espero que puedas marcharte pronto, porque quiero de vuelta mi habitación.
Solo mi alma sabía que todo este rencor no me hacía bien, pero qué más daba, como le dije, lo odiaba.
Fuí directo a la puerta para salir cuanto antes de mi cuarto porque no quería volver a ver sus ojos cristalizados, no me iba a engatusar haciéndose la víctima.
- ¡Somi! - me detuve al escucharlo, error de mi parte - Siempre te amé.
Cerré los ojos maldiciendo haberle escuchado, con un portazo me marché importandome poco cómo se sentía.
Poco se habla de lo difícil y agotador que es el proceso de reconciliarse con uno mismo después de haberle permitido tanto, a la persona que supuestamente te amaba.
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