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CINCO: CREO

Después de tanto tiempo compartiendo apartamento con JiMin, pensó que su hermano tenía más cosas que empacar. A simple vista lucía igual que siempre; realmente muy pocas cosas le pertenecían al rubio, sin embargo se sentía demasiado vacío.

No pensó que la soledad lo abrumaría tan rápido. Esperaba que lo golpeara a dos semanas de vivir sin JiMin, pero miró a detalle el pequeño apartamento y sintió nostalgia. La computadora de su hermano ya no se encontraba eternamente cargada en la barra de la cocina, su taza con dibujos de gatitos; lleno de aromático café humeante, había desaparecido de la mesita de la sala, su abrigo blanco dejó de poseer la silla del comedor.

No había libros desperdigados por la vivienda, no había un cepillo de dientes junto al suyo. Todo lo que ahora existía era esa extraña incomodidad adueñándose de su pecho, como un agujero negro justo en el centro de su corazón.

—Dejé comida para una semana en la nevera. Puedo visitarte un sábado o un día a la semana para prepararte más —informó JiMin con la vista metida en su pequeño bloc de notas, donde había anotado sus pendientes—. Por ningún motivo te acerques a la estufa, ¿escuchaste?

—Vamos, no soy un niño, puedo cuidarme solo —renegó, haciendo un pequeño puchero—. Debes concentrarte en tu recuperación, no te preocupes por mí.

—¿Vendrás a visitarme?

—Por supuesto. Que no se le ocurra al señor Min separarme de tu vida, somos hermanos. Además... —Guiñó picarón un ojo en su dirección tratando de hacer sonreír a JiMin—. Ni creas que me perderé la oportunidad de saber más sobre la vida privada de Min YoonGi, seré la sensación en Reddit.

—No quiero que te vede de por vida de su casa sólo porque no puedes tener la boca cerrada, te prohíbo dejarme solo —le regañó.

—Sabes que sólo quiero confirmar los rumores. Quiero dejarles en claro a todas esas perras que el YoonJin es más real que mi existencia.

—¿Yoon... qué?

—Es el nombre oficial del ship entre Min YoonGi y Kim SeokJin —obvió el pelirrojo, rodando los ojos. —TaeGi es el de YoonGi con el pesado de TaeHyung que sólo quiere separar a mi ship.

—Tal vez sea cierto lo que dices. —Se encogió de hombros—. SeokJin-ssi es muy posesivo con YoonGi, además me trata muy hostilmente. Traté de llevarnos bien pero no me bajó de oportunista y manipulador. —Puchereó—. Es cierto también que parece que TaeHyung sufre de un amor no correspondido.

—Te lo dije. —Lo sujetó de los hombros, mirándolo fijamente a los ojos—. Tu misión es que el asistente no separe a la pareja oficial, ¿cuento contigo Minnie?

—Mira... son especulaciones, quizá sólo nos estemos montando una película. —Aún después de todo, le quedaba algo de duda sobre semejante teoría—. Lo sabremos con el tiempo.

—Tiempo en el que deberás dormir con auriculares —bromeó.

—No quiero imaginarme a mi esposo falso en esa situación, gracias.

Su menor rio, sentándose en su regazo para dejar besitos en sus mejillas y mentón.

—Suéltame tonto.

—Oh, SeokJin, bésame. —Dramatizó con boca de pato, estirando los labios en su dirección.

Imágenes nada agradables se proyectaron en su mente, provocándole arcadas.

—¡Koo!

Después de varios minutos jugando y fanfarroneado, llegó la ansiada llamada. TaeHyung se encontraba afuera del complejo de departamentos, listo para llevarlo a su nueva vida.

Suspiraron, ligeramente nostálgicos.

Con ayuda de JungKook bajó sus pocas pertenencias.

—Señor Kim, lamento mucho mi comportamiento del otro día. —Hizo una venía respetosa, inclinando su torso a noventa grados—. Pero ahora sabe porque era importante para JiMin entrar a ese lugar.

Arrojarse a los brazos de alfas atractivos era su especialidad; en bares o clubes nocturnos, no en un restaurante a plena luz del día. Haber actuado de una forma tan bochornosa simplemente le daban ganas de huir a su cama y hacerse bolita debajo de las sábanas hasta que su nombre estuviera limpio otra vez.

—No se preocupe joven Jeon, entiendo —musitó con esa sería expresión que lo caracterizaba.

—¿De verdad? —Sonrió esperanzado.

El alfa hizo una mueca que tomó como sonrisa.

—Eso es genial, gracias TaeHyung-ssi. —espetó, entrando rápidamente en confianza con el asistente—. Espero cuide de mi Minnie, es un buen chico.

—Sí, joven Jeon. Esa es mi responsabilidad.

—También la mía, aunque es el mayor es bastante torpe y sentimental.

Sonrió, distrayéndose un segundo para mirar a su hyung hablando por teléfono con un tierno puchero.

Adoraba a su hermano. Sólo quería verlo feliz.

Se cohibió al volver la mirada hacia TaeHyung que lo observaba con una nimia sonrisa; conmovido por el amor que ambos omegas se tenían. JungKook, como era su costumbre, disimuladamente toqueteó el lóbulo de su oreja para tranquilizar los nervios, sonriéndole como un conejito; mostrando sus grandes incisivos.

—Jiminie hyung es muy importante para mí, nunca nos hemos separado —susurró.

Hace un par de años le encantaba viajar por el mundo con una mochila al hombro y dinero americano en los bolsillos a sabiendas que JiMin siempre lo recibiría en casa cuando volviera. Y aunque él fue quien lo alentó a irse, pues deseaba que JiMin conociera más allá de su nariz y se arriesgara a probar nuevas experiencias, no quitaba el hecho de que le entristecía reconocer que su rubio favorito no estaría esperándolo cada que llegara.

El apartamento sin JiMin no era más que un silencioso espacio donde la abrumadora soledad lo atacaría sin piedad después de tanto tiempo lejos de ella.

—Tome.

Parpadeó. Recibió la tarjeta que el alfa le pasó y se sorprendió de ver el número personal del rizado ahí anotado.

—Escríbame si lo extraña, le tendré informado.

—Eres más amable de lo que aparentas —halagó al pelinegro que rio ligeramente. Le sonrió bonito—. Gracias, TaeHyung-ssi.

El apartamento al que llegó era un dúplex en el pent-house de un prestigioso edificio de Gangnam.

¿Así vivían los ricos?

Miró todo con escepticismo. Tan innecesariamente espacioso... las paredes blancas y los muebles minimalistas hacían ver el lugar mucho más grande de lo que realmente era. Desde el vestíbulo podía ver la cocina, el comedor, la sala, parte de las habitaciones en el piso de arriba y al fondo un estudio; o eso creía que era, con la puerta abierta.

Un hombre de mediana estatura, cabello castaño y ropa casual los esperaba en el interior de la vivienda. El beta lo miró intensos segundos, sonriéndole ampliamente antes de hacer una pequeña venia.

—Hola... Park JiMin, ¿cierto?

—Así es, por favor cuide de mí.

—Señor Jung. —TaeHyung interrumpió, entregándole al hombre las maletas del ahora esposo de su jefe en la mano—. Lo dejo a su disposición, debo volver a la oficina.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que dejes de hablarme de señor, Tae? Apenas soy unos años mayor que ustedes —le reprochó.

—Sí... lo siento.

JiMin no podía creer que el alfa de temple de hielo pudiera tener más expresiones que esa cara seria. TaeHyung estaba sonrojado.

—Nos vemos, HoSeok-ssi.

—Ve con cuidado, cariño.

HoSeok regresó la atención al omega frente a él. Sin poder evitarlo revolvió algunos mechones de su cabello para después sujetarlo gentilmente de sus abultadas mejillas.

—Lindo, lindo. Eres una cosita bonita, ¿lo sabías?

El sonrojo en sus mejillas hizo chillar al hombre.

—Y muy tierno, ¿cómo terminaste con el gruñón de YoonGi, eh? —bromeó, guiñándole un ojo. —Jung HoSeok. Apenas paso de los treinta y ocho años y ese par de mocosos me tratan como si tuviera sesenta, ¿no crees que es injusto JiMin-ssi?

El mencionado rio, asintiendo mientras caminaban escaleras arriba.

—Te llevaré a tu habitación y cuando desempaques puedes ayudarme con el almuerzo. ¿Sabes cocinar, cariño? No importa si no, yo te enseñaré y no porque crea que los omegas sólo sirvan para el hogar o sea un alfista, pero es divertido... bueno, hum. —Dudó un poco sobre su elección de palabras y pronto negó con la cabeza efusivamente—. Olvida lo que dije, cocinarás sólo si quieres.

—Sé cocinar, es un pasatiempo que practicaba a menudo antes, incluso antes de venir a Seúl. —Trató de tranquilizar al beta que parecía bastante nervioso. Le dedicó una sonrisa comprensiva—. No se preocupe, no me ofendo.

—Oh, qué alivio. Dime si necesitas algo, ¿de acuerdo? —Dejó las maletas en el suelo de la habitación—. Iré al supermercado pero siéntete libre de pasearte por toda la casa si deseas.

—Gracias, HoSeok-ssi.

Parecía un hombre amable, quizá un poco parlanchín pero bastante agradable. Al menos no se aburriría.

La habitación era amplia, decorada como si fuese un cuarto de exhibición de bienes raíces. Había una cama King-size al centro con cobertores azules y un juego muy lindo de almohadas, una cómoda de madera a cada lado de la cama; sobre una había una lámpara de noche y en la segunda una pequeña pila de libros. Un clóset de piso a techos sustituía una pared, en el otro extremo había un par de ventanas iluminando una mesita de café sobre una peluda alfombra circular y un sofá individual de cuero color mostaza.

Le gustaba, aunque hubiera preferido decorarlo él mismo, así al menos no se sentiría tan ajeno a su nueva vida.

Nunca había tenido un clóset tan grande; cuando las cosas ya no cabían en el suyo las apilaba en la silla de su pequeño escritorio. Abrió las puertas del clóset para guardar su ropa, pero se encontró con sacos de distintas tonalidades de gris y azul colgados minuciosamente. Frunció el ceño, extrañado abrió las demás puertas, encontrándose con todo el espacio ocupado con camisas, corbatas y trajes.

¿Qué...?

—¿Qué haces?

Como si hubiese sido pillado infraganti se giró rápidamente, levantando las manos y enseñando las palmas. Sus mejillas se pintaron de un furioso rojo cuando lo primero que vio fue un ligeramente tonificado abdomen. YoonGi llevaba puesto una simple toalla atada a su cintura, su cabello aún goteaba pequeñas gotitas de agua que resbalaban de su níveo cuello para perderse en su pecho.

—¿Qué? ¿Te gusta la vista?

—¿P-Por qué estás aquí?

—Este es mi cuarto —obvió, rodando los ojos.

—HoSeok-ssi me trajo aquí, pensé que era mi cuarto —La pantufla a los pies de la cama de pronto se le hizo más interesante que el sexy, arrogante y recién bañado alfa frente a él—. Él no sabe...

—Jung trabaja para mi abuela. —Se encogió de hombros—. Seguramente le dio instrucciones precisas antes de mandarlo aquí. —Suspiró—. Te llevaré a tu habitación.

—¿HoSeok-ssi no le dirá a su abuela? —cuestionó cohibido—. N-No es que quiera que durmamos juntos, s-sólo me preocupa que nos descubran.

—He pensado en todo, no te preocupes. Mi abuela tiene que saber lo de tu operación para que no nos diga nada sobre no dormir juntos, después de tu recuperación tendrás que mudarte a la habitación principal.

—Pero firmamos un contrato. —Puchereó—. Dijo que-

—¿No quieres compartir cuarto?

—No es eso. —Rascó su cuello con incomodidad—. Es porque es inconveniente, nunca he dormido con un extraño.

Su cuerpo quedó atrapado entre el clóset y el cuerpo semi desnudo del alfa, con un brazo encima de su cabeza y su mano libre sujetando su barbilla con delicadeza para mirarlo a los ojos. Cada que veía aquel hipnotizante azul, su cabeza dejaba de funcionar adecuadamente, tanto que hasta entorpecía sus sentidos más básicos, como respirar.

—Entonces, tenemos que hacer algo al respecto, ¿no?

El problema no era la estrecha cercanía entre sus rostros, ni el travieso roce de labios o el desfile de feromonas que los envolvía en una marcha íntimamente excitante. El verdadero problema era que JiMin no iba a moverse en absoluto si YoonGi decidía dar el último paso y lo que más lo asustó fue saber qué; si él no lo daba, en cualquier momento le saltaría encima.

—¡JiMin-ah! ¿Qué quieres almorzar?

La puerta de la habitación se abrió de repente, por inercia ocultó su rostro en el pecho desnudo del alfa y fue sorpresa para él que YoonGi lo sujetara de la parte posterior de la cabeza, como si le estuviera ocultando del intruso. Se convenció de que era mero instinto de alfa.

—¿Interrumpo? —preguntó HoSeok.

—Qué listo —bufó YoonGi—. Lleva las cosas de JiMin a la habitación de a lado, necesita espacio.

—Estabas a punto de hacerle cosas indecentes a esta criatura, ¿y ahora quieres que se vaya a dormir a otro lado? —Se cruzó de brazos, indignado—. No te criaron así, Min YoonGi.

—Esto no es de tu incumbencia, Seok. Te explicaré a la hora de la comida porque debe tener un cuarto privado, sólo has lo que te digo.

—JiMin-ah, si estás en peligro parpadea dos veces y llamaré a la policía.

—No molestes y llévate las maletas, cielos —ordenó YoonGi, finalmente separándose de un sonrojado JiMin.

Sentía el cuerpo tan débil que en cualquier momento dejaría de cerrar los ojos esporádicamente y se desmayaría.

La cirugía salió exitosa, su organismo había recibido muy bien la médula ósea de YoonGi y a pesar del dolor, su recuperación fue más rápida de la esperada. Así, después de quince días de estar bajo cuidados en el hospital, finalmente pudo volver a casa.

YoonGi había salido antes, por supuesto que siendo un alfa soportaría mucho mejor la operación, sin embargo desde su alta no dejó de ir a verlo ningún sólo día. Llegaba a la hora de la comida y se quedaba alrededor de dos horas para cerciorarse de su estado.

Admitía que su compañía era agradable a pesar de que la mayor parte del tiempo no hablaban de nada. En realidad YoonGi se llevaba su tableta consigo y trabajaba desde el hospital.

Nunca pensó que su rígido esposo pudiese ser más amable que eso.

Hasta ahora.

—YoonGi-ssi... puedo caminar por mi cuenta —murmuró con las mejillas rojas.

El alfa lo sostenía con delicadeza; sus fuertes brazos sujetaban la parte interna de sus rodillas y su espalda baja, lo mantuvo abrazado contra su pecho todo el trayecto al apartamento desde el estacionamiento. Y JiMin no sabía exactamente qué hacer.

Al entrar al apartamento un par de serpentinas volaron directo a su rostro, estallaron varios conos de fiesta y un grito unísono le hizo sobresaltar.

YoonGi apretó más contra sí al omega, mirando con fastidio las decoraciones de miles de colores en la sala de estar.

—Bienvenidos a casa.

La abuela YoonJi alzó el pastel de fresas con crema, HoSeok aplaudía y JungKook tomaba cientos de fotos por minuto.

—JiMin debe descansar, no es momento de celebrar nada —musitó YoonGi.

—No seas aburrido, Yoonie —se quejó la matriarca—. No lo vamos a poner a bailar, sólo comeremos la deliciosa sopa de algas que preparó Seokie y el pastel por la exitosa recuperación de mi yerno.

—Sigue en recuperación.

—Oh, eres un cascarrabias —bufó HoSeok, exasperado—. Pon a esa criatura en el piso y preguntémosle que es lo que quiere, ¿no te parece? —Señaló al pelirrojo de la habitación—. Además, es la primera vez que ve a su hermano en un mes. Está bien que quieras a tu esposo para ti solito, pero debes ser compartido y-

—Eres muy molesto —gruñó el aludido.

Con cuidado bajó a JiMin y sólo lo soltó cuando se aseguró que sus pies estaban bien pegados al piso. El oji verde musitó un agradecimiento en bajito y miró con ternura lo que su hermano y quienes ahora eran su familia habían preparado para él. Ciertamente quería dormir, estaba exhausto. Pero no desperdiciaría el esfuerzo que pusieron en tratar de alegrarle un poco la vida.

Debía aprovechar cada momento su nueva oportunidad.

—Comeré un poco —murmuró con una nimia sonrisa—. Les agradezco lo que han hecho, no se hubieran molestado.

—Conozco a mi nieto. Te iba a mantener cautivo en tu habitación hasta tu total recuperación. —La mujer dejó el pastel en las manos de HoSeok para acercarse y tomar las manos del omega—. Estoy de acuerdo en que te cuide mucho, significa que te quiere.

JiMin ironizó aquellas palabras en su cabeza, sin embargo se limitó a sonreír.

—Pero no eres la princesa de ningún cuento retrógrada, así que si te encierra llámame y lo pondré en su lugar —advirtió YoonJi con una mirada decidida.

—¿Acaso soy un ogro? —se quejó YoonGi, cruzándose de brazos con enfado. Suspiró—. Hagan lo que quieran, iré a mi oficina.

—¿YoonGi-ssi? —JiMin tocó con timidez la puerta de la oficina—. ¿Puedo entrar?

Escuchó un casi inaudible «sí» y con cuidado sujetó la bandeja con una mano para poder abrir con la otra.

—Lamento que hayas tenido que refugiarte aquí, seguro también querías descansar, ¿cierto? —Se disculpó con sinceridad—. Te traje un poco de sopa de algas.

—Tenía trabajo pendiente, no te disculpes —murmuró con la vista fija en la pantalla de su computadora—. No como en la oficina.

—Creo que tardarán en irse... será mejor que comas ahora, podría dolerte la cabeza después.

Caminó hasta la mesita de café donde dejó la charola para poder hacer un espacio en el escritorio del alfa. Al no oír queja alguna continuó moviendo con cuidado las torres de papeles y dejarlas en un lugar seguro de manchas o salpicaduras.

—Aquí tienes.

Sonrió victorioso. Todos le habían advertido que era mala idea meterse a la cueva del lobo, aseguraron que saldría corriendo de ahí con todo y sopa por el grito que le pegaría YoonGi para que saliera de su lugar sagrado, pero eso no había sucedido.

Y aunque estaba feliz por no haber sido echado como vendedor de aspiradoras, se sintió un poco molesto al saber que la razón de su estancia ahí era que YoonGi le estaba ignorando por estar pegado a su trabajo en el monitor. ¿Quién podía no fijarse en una deliciosa y humeante sopa de algas justo al lado suyo? ¿Y las gracias?

—YoonGi-ssi, come. —Se cruzó de brazos, marcando un pequeño puchero—. ¿O tengo que darte la comida en la boca?

—No sería mala idea —bromeó, ladeando una sonrisa. En un movimiento rápido, tiró del brazo del omega para sentarlo en su regazo y pasó un brazo por su cintura para que no se le ocurriera escapar—. Sé de utilidad y dame de comer.

JiMin tenía rojas hasta las orejas. Aquella posición era... extraña. Toda esa situación era sin duda extraña y hasta cierto punto espeluznante, ¿era alguna especie de castigo por entrar a la oficina?

Se removió incómodo, bajando la mirada a sus manos que empuñaban con fuerza su pantalón.

Las bromas del alfa lo incomodaban. Su humor se basaba en acorralarlo y disfrazarlo con su aroma, coquetearle hasta que su rostro quedara totalmente rojo con cualquier diálogo tonto sobre una relación más íntima entre los dos o simplemente hacer como si fuera a besarle; acercando sus finos labios a los suyos mientras sus respiraciones se entremezclaban.

¿Qué era lo divertido en avergonzarlo? No lo entendía.

Se quedó varios minutos inmóvil, procesando las acciones de su seco marido alrededor del día.

—Creí que querías darme la comida en la boca —espetó YoonGi con la ceja arqueada.

—N-No, no es así. —Mordió su labio, preso del nerviosismo—. Si me sueltas, me iré en paz, lo juro.

—Ya viniste hasta acá. Ya me interrumpiste. —Estiró su brazo libre para tomar la cuchara de porcelana y ofrecérsela al tomatito que tenía en las piernas—. Ahora tienes que terminar el trabajo.

Siquiera con HaeJin había hecho una escena tan bochornosa como la que estaba a punto de hacer.

Avergonzado, tomó el plato con cuidado de no quemarse ni derramarlo. Una mueca de disconformidad yacía en su rostro, dándole una tierna apariencia a pesar de su molestia.

—P-Pero será la única vez, ¿oíste? —reclamó.

—A la perfección. Apúrate.

—Mandón —se quejó.

Justo cuando JiMin metió la primera cucharada a la boca del alfa, la puerta se abrió de par en par, exaltando a la pareja. HoSeok se quedó inerte unos segundos, analizando la imagen que tenía en frente. Reaccionó un minuto después, cerrando la puerta tras de sí antes de volver a la cocina donde JungKook le esperaba junto a la abuela YoonJi.

—¿Te aseguraste de que JiMin seguía vivo? —preguntó el pelirrojo al ver al beta.

—Pásame la copa...

—Pero Seokie, dijiste que no bebías —exclamó la omega con sorpresa.

JungKook le pasó una copa llena de vino y HoSeok la bebió en dos tragos.

—YoonJi-ssi... —Suspiró, deprimido—, le debo quince mil wons.

—¡Te lo dije!

YoonJi y HoSeok habían apostado por la razón por la cual JiMin no había salido de la oficina. La omega estaba segura de que su nieto sólo quería tiempo a solas con su esposo y que JiMin le llevara la comida era la excusa perfecta para retenerlo un rato a su lado, pero HoSeok era partidario de que YoonGi había matado o mínimo torturado al pobre omega por importunar la paz que le causaba estar encerrado en esa maldita oficina.

—Oh, Seokie, le tienes tan mala a fe a mi nieto. —Suspiró la mujer, negando tristemente con la cabeza—. El amor cambia a las personas, incluso a alguien como mi Yoonie...

—Lo lamento, YoonJi-ssi. —Se reverenció a modo de disculpa—. Quiero la felicidad para JiMin y YoonGi. Prometo portarme mejor.

—Así está mejor. Ahora... tenemos que dejarlos solos —sugirió la omega, levantando las cejas sugerentemente—. Tú también Seokie, vendrás conmigo y regresarás mañana a la tarde.

—Pero-

—Sin peros. Vámonos.

Su cabeza comenzó a doler de forma estrepitosa. Trató de volver a dormir pero le era imposible, en cualquier momento vomitaría de dolor.

Se levantó de la cama; letárgico, tomó sus pastillas y bajó con sigilo hasta la cocina para conseguir un vaso con agua. Miró el reloj en la pared y suspiró con desánimo.

Eran las dos de la mañana.

Su doctor le dijo que era normal sentirse tan enfermo los primeros meses, poco a poco iría recobrando su vitalidad, pero no había más que pudieran hacer por quitarle los malestares, debía confiar en los medicamentos y ejercicios.

Sin embargo, lo único que perecía en su cuerpo era el dolor. Las incesantes pulsaciones en su cabeza, las arcadas que quemaban su garganta y desaparecían lentamente su estómago, el hormigueo que corría cada extremidad, obligándolo a permanecer en una sola posición para conciliar unas horas de sueño.

En cualquier momento moriría. A veces y a pesar de sus latentes esfuerzos, eso era todo lo que pedía.

Su vista se nubló antes de que pudiera tomar un vaso. Trastabilló y pensó que terminaría por desmayarse en la cocina hasta el siguiente día.

Para su sorpresa algo cálido y fuerte lo atrapó.

—¿Estás bien?

YoonGi lo sujetó con cuidado de los hombros, sosteniendo el peso ligero del omega.

—S-Sí... no quería despertarte, lo siento —murmuró.

—No lo hiciste, estaba en mi oficina. ¿Qué hacías aquí tan tarde?

—Iba a tomarme mi medicina. —Señaló el bote de pastillas sobre la isla.

—¿Por qué si necesitas algo no me lo pediste?

—Creí que estabas dormido, no quería molestarte...

—Eres la única persona que puede molestarme además de mi abuela. —Lo miró a los ojos, sintiendo compasión por la palidez en su rostro—. Cuidaré de ti, no tienes por qué hacer las cosas solo.

JiMin estaba tan débil que no pudo reaccionar como quería. Se dejó hacer. El ojizarco lo sentó sobre la isla, rápidamente tomó un vaso antes de llenarlo de agua y sacar una pastilla del botecito. Con delicadeza picoteó los labios del rubio para que abriera la boca, éste con las mejillas tintadas de un tenue rosa entreabrió los labios y los dedos ajenos rozaron su lengua al dejar la pastilla dentro. Su rostro se sentía caliente pero no dejó que los nervios fueran notables para él.

No sentía que esto fuera alguna broma de parte de YoonGi, parecía que realmente estaba cuidándolo. Cuando le dio la medicación, cuando lo tomó en brazos para llevarlo a su habitación y recostarlo en la cama con toda la delicadeza del mundo, cuando le pidió que descansara mientras lo cubría con la suave manta.

A veces... YoonGi loconfundía.

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