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Capitulo 6

¡Culpable!

Esa simple palabra retumba en mi mente una y otra vez.

Me condenaron a 15 años en prisión siendo inocente de todos los cargos.

Antes de ser llevada a prisión fui víctima de acoso cibernauta. Llegaban mensajes de odio y amenazas contra mi vida. Tuve que cerrar mis cuentas de redes sociales sin importar perder todo lo que había logrado en estos últimos años, había sido expuesta, señalada y acusada sin importar lo mucho que llorara y suplicara sobre mi inocencia.

Me sentía como si estuviera en un limbo, en una pesadilla y rogaba a Dios despertar, pero cuando despertaba me daba cuenta de que esta era mi cruda realidad.

Como estuve desaparecida incrementó la culpa. Soy llevada a la cárcel como a una criminal y debo esperar un tiempo y poder apelar a los cargos y para ello podría demorar meses, incluso años.

―Camina―Una de las guardas aprieta mi brazo y me hace avanzar hasta un pasillo y luego salimos a una enorme sala, la pasamos y subimos una escalera ―Las chicas como tú que se ven tan inocentes y mojigatas son las peores de la escoria.

―Yo no robe nada―Mi voz apenas sale audible.

―Sí, claro. Todas dicen lo mismo―Abre una puerta y me empuja ―Que tu estadía sea placentera en este nuevo hotel de 5 estrellas― Dice con burla antes de que la puerta se cerrará en mi cara.

Observo la pequeña habitación, un pequeño cuarto que es más pequeño de lo que solía ser mi baño. Hay una litera, la parte de abajo está decorada con fotografías, asumo que mi cama será la de arriba. Siento deseos de llorar, pero no creo que tenga lágrimas después de haber estado llorando estos días. Me abrazo a mí misma sintiendo frío, esta habitación, aunque es de paredes blancas, se siente oscura y fría. Aprieto los labios cuando veo un excusado metálico y un lavamanos a un lado, ni siquiera hay algo que cubra cuando estés haciendo tus necesidades. Camino hasta la pequeña ventana cubierta por grandes barrotes y suspiro antes de recoger la bolsa donde están mis objetos personales.

Ni siquiera pude traer una maleta, ropa ni nada. Mi vestido de ahora en adelante consiste en un overol naranja. Mis objetos personales son: cepillo de dientes, peine, crema dental y jabón de ducha.

Ni siquiera sé dónde me voy a duchar, acá no hay una muestra de alguna regadera.

La puerta se abre y entra una mujer un poco mayor que yo con rasgos latinos, podría jurar que es de México. Tiene su cuello y brazos cubiertos de tatuajes. Me escruta con su mirada antes de rodar los ojos e ir hacia su cama.

―No te metas con mis cosas y mantente alejada de mí. No te quiero cerca―Me quedo parada sin saber qué decir hasta que da un paso hacia mí y yo retrocedo hasta que mi espalda toca la pared― ¿Entendido? ―Asiento y ella sonríe antes de volver a su cama y acostarse a su lado.

Me abracé a mí misma hasta que mis piernas se agotaron y subí a mi lado de la cama. Me quedé observando el techo sin saber cuánto tiempo había pasado. Luego las puertas se abrieron y la chica sale y me mira sobre su hombro.

―Es hora de la cena.

―Gracias, no tengo hambre.

―Vamos a ver cuánto soportas―Sonríe medio de burla y sale dejándome sola en nuestra habitación.

La primera noche fue horrible, al otro día sentía que no había dormido nada y es que realmente no lo hice. La chica que era mi compañera roncaba como un tracto mula.

Salí esta vez a desayunar, no podía quedarme a seguir aguantando hambre. Esta era mi vida ahora y debía acostumbrarme antes que nunca.

Cuando llegué al comedor, me quedé parada donde estaba por unos instantes. Había grandes mesas rectangulares, como las que hay en la cafetería de la escuela. Sentí las miradas de todas las mujeres sobre mí, guardianes y presas.

Tragué fuerte saliva y empecé ir donde se hacía la fila para recibir los alimentos. Cuando iba llegando llegaron unas mujeres y me empujaron hacia atrás.

―Quítate, sigo yo― Me empezaron a empujar mientras que una que otra se metía dejándome de última.

Debía mantener la calma, nunca podría pelear con algunas de estas mujeres. Si estaban en la cárcel era por algo, aunque yo también lo estaba y soy inocente, no creo que todas acá lo sean.

Esperé que fuera mi momento, tomé la bandeja y recibí la comida. Me quedé observándola por un momento.

― ¿Acaso esta comida no es digna de ti? ― Dice una mujer vestida de overol naranja al otro lado quién sirve la comida.

―Gracias―No digo nada y me doy la vuelta, pero no contaba que otra de mis compañeras pasaba y diera un manotazo a mi bandeja haciendo que todo quedara esparcido sobre el suelo.

Me quedo observando el suelo, escuchando las risas de mis compañeras hasta que me agacho y empiezo a recoger la comida. Siento como algunas personas me empujan cuando pasa por mi lado. Cuando termino me levanto y voy a la cesta de basura y tiro todo dejando la bandeja a un lado. Sin mirar a nadie camino para salir del comedor, al parecer hoy no desayunaré.

Esto era el comienzo de mi vida ahora.

Volví a mi habitación sintiendo mi estómago gruñir. No recuerdo cuándo fue la última comida, toda esta semana fue demasiado estresante que lo único que hice fue llorar y dormir y ahora me sentía un poco débil.

Dos horas después de servir el desayuno nos llevan al patio. Un extenso patio donde hay un juego de baloncesto, máquinas para hacer ejercicio y algunos asientos. Camino arrastrando los pies, dentro de unas horas será el almuerzo y espero que pueda comer, aunque no tenga mucho apetito mi estómago no ha dejado de gruñir y necesito permanecer fuerte para lo que me espera en este lugar.

―Mira por donde vas―Una mujer afroamericana golpea fuerte mi hombro haciendo que por poco caiga hacia atrás ― ¿Qué miras estúpidas, acaso te guste? ― Da un paso hacia mí de forma intimidante haciendo que me encoja en el suelo.

―Mira a la pequeña rata, la misma que robó a nuestra gente―Dice una a su lado.

―Sí, deberíamos darle un escarmiento para que aprenda a no robar a nuestra gente― Un grupo de mujeres se me acerca observando con rabia, yo me levanto y empiezo a retroceder.

―Por favor no me hagan nada, yo no lo hice―Mis ojos se llenan de lágrimas e imágenes de mi muerte inundan mi mente.

¿Quién no ha visto películas o series o ha leído libros sobre las cárceles?

Observo sus manos buscando algún objeto corto, punzante, de esos caseros que puedes hacer hasta con un cepillo de dientes y convertirlo en un puñal. Las mujeres me rodean y la más grande, robusta y musculosa se pone delante de mí levantando su puño para golpear.

―Déjala en paz Leticia―Dice otra mujer.

―Esta blanquita robo a nuestra gente, hay que hacerle pagar por ello.

― ¡Sí! ―Grita el grupo.

­―Perra.

―Matémosla.

Todas empiezan a murmurar haciendo que la bilis suba por mi garganta.

―No dejemos que se salga con la suya.

Me siento acorralada, varias mujeres me rodean y mis ojos no abandonan sus movimientos esperando el primer golpe, especialmente con la mujer regordeta que tengo delante de mí quién me mira con furia como si quisiera asesinarme.

―Deja de ser hipócrita, tú has matado y estafado a más negros. Déjala en paz― La mujer gruñe y da un paso atrás, dejando que mi salvadora salga detrás de su espalda.

Es una mujer mayor, diría de unos cincuenta y tantos años. Es de color y me mira de arriba abajo.

―Así que eres la ladrona que tanto hablan.

―No soy ladrona.

―Sí, claro. Todas dicen lo mismo― Le grupo ríe.

―No soy una ladrona―Repito ―Me tendieron una trampa y me engañaron―La mujer me mira a los ojos y yo en ningún momento retiro mi mirada sobre ella.

― ¿Quién lo hizo?

―Mi supuesta mejor amiga―Respondo sabiendo que no van a creer en mí.

Se empieza a escuchar un alboroto de parte del grupo, yo sigo quieta en mi lugar sin dejar de mirar a la mujer mayor.

―Vaya perra, que es la vida, de verdad eres inocente―Me sorprendo por su comentario, es la primera vez que alguien dice eso de mí―Lo veo en tus ojos.

― ¿Lo crees? ― Pregunta otra de las mujeres.

―Está claro que esta blanquita no hizo la mierda que dicen―Hace un gesto de desagrado.

―Siempre son las mejores amigas―Dice otra interna.

―Mi puta mejor amiga se metió con mi hombre y tuve que apuñalarla―Dice la que está a mi lado maldiciendo.

―Muchas hacen eso.

Un alivio me invadió cuando las mujeres se relajan y empiezan a maldecir y decir un montón de groserías sobre las mejores amigas.

― ¿Cuánto tiempo te dieron? ―Pregunta la mujer mayor.

―No lo sé, solo sé que debo esperar un año para mi próxima audiencia―Respondo.

―Maldición.

―Bueno, parece que vas a estar mucho tiempo y es mejor que te pongas cómoda y busques a un grupo que te respalde. Acá en la cárcel debemos hacer todo lo posible por sobrevivir. Tú me entiendes―Dice la mujer que estuvo a punto de golpearme hace unos momentos.

―Muchas gracias.

― ¿De verdad haces todas esas cosas buenas a la gente? ―Pregunta otra de las pocas blancas que hay en el grupo.

―Me gusta ayudar, sé que es crecer sin un hogar. Soy huérfana y fue lo que me motivó a meterme en este mundo.

―¿Me enseñarías a hacer TikTok?―Pregunta otra haciendo reír al grupo.

― ¿Ustedes pueden tener acceso a TikTok? ―Pregunto por qué no creo que tenga posibilidad de tener móviles.

―No, acá vemos videos de TikTok por un canal de la televisión, ponen todo tipo de videos divertidos, de alguna forma para entretenerlo y vimos muchos de tus videos.

―Entiendo.

―Toma―Una de las internas me pasa una manzana ―Vi que no desayunaste.

―Gracias.

De nuevo me rodean, pero esta vez para hacerme preguntas.


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