Capítulo 2
No soporto que las personas me atosiguen, para dejarlo claro. Ni siquiera me gusta socializar porque no empatizo fácilmente con las personas. Supe que querían que tuviera un encuentro con un grupo de fans antes de empezar el partido, así que se me ocurrió que ir a comprar un café casualmente antes de ese momento sería una buena idea.
Pero mi plan no salió como lo planeé, no imaginaba que me encontraría con ese grupo de locas chillonas en la calle y que tendría que huir así.
Me gusta la atención, lo admito. Pero por Zeus, parecía que escapaba de una multitud de zombies que querían desmembrarme y hacer un altar con mi cabeza. Y no estoy exagerando.
Giro mi cuello y muevo mis hombros para estirarme, antes de hacer tronar mis dedos como de costumbre y de inmediato noto la ausencia de mi anillo. Hago memoria del único momento agradable que surgió de todo lo anterior, y un par de ojos verdes pasan por mi mente.
Puede que suene extraño, pero sin dudas había algo diferente y especial en ella. Además de la manera tan graciosa e inoportuna que llegó a mí, también la forma en que me miraba o como me hablaba. No era una simple fan con manía hacia mi persona, sino que parecía una chica con la necesidad de estar conmigo como si fuera realmente importante para ella.
No tuve mucho tiempo para estar más junto a ella, pero por eso mismo le entregué mi anillo, como excusa para volver a verme. También podría robarlo y nunca devolverlo, pero estoy seguro de que no haría eso. Mientras tanto, solo me quedo con su imagen y el ligero recuerdo de su fragancia cítrica.
Llego a donde los vestidores con la respiración acelerada y de inmediato siento todas las miradas sobre mí. Rápidamente me enderezo y comienzo a caminar por el lugar con firmeza, ya que debo mantener la imagen como el capitán que soy. Me acerco al hombre con barba vestido elegantemente con un traje oscuro.
—Entrenador —saludo poniéndome a su lado junto al vestidor para mirar atentamente al resto de jugadores que forman el equipo
—¿Dónde estabas Bianchi? Demoraste en llegar. Además me informaron que ni siquiera te presentaste al encuentro con los admiradores—pregunta seriamente sin mover la mirada hacia mí
—No, yo... preferí evitar distracciones —digo cruzandome de brazos
—Por supuesto... —Él no parece hacerle mucho caso a mis palabras, así que suspiro. Mira la hora en el costoso reloj que adorna su muñeca antes de mirarme directo a los ojos—. Exactamente en cinco minutos entramos, ya sabes lo que tienes que hacer —dijo antes de hacer un leve movimiento de cabeza señalando hacia los demás
Es mi deber como capitán del equipo dar unas palabras antes de cada partido para animarlos. No soy muy bueno en discursos ni sentimientos profundos así que usualmente antes de cada juego digo lo mismo.
—Ustedes saben lo que cada uno tiene que hacer. Estén despiertos, muévanse rápido y golpeen con fuerza. Vamos a demostrarles quiénes somos ¿Entendido? —hablo con la mayor seriedad posible para que me entiendan
Los chicos afirman obedientemente y comienzan a caminar por los pasillos en dirección a la pista. Me coloco mi casco que preferiblemente tiene una visera transparente que protege mis ojos y agarro mi stick con firmeza y camino por donde los demás fueron. Es el momento en que despejo de mi mente todo lo que no fuera hockey. Al salir a la pista, las fuertes y brillantes luces me ciegan un poco, pero me acostumbro rápidamente, así como estoy acostumbrado a escuchar esos vitoreos del público cada vez que entro al hielo.
Es sorprendente cómo a pesar de estar en un país extranjero parece haber más personas animando nuestro equipo que al local.
Hace una década que juego hockey y es gracias a mi talento y al esfuerzo que dedico a esto, que a mis veintitrés años soy el capitán de uno de los equipos más prestigiosos y reconocidos de mi país representando mi amada ciudad: Milán.
Mi posición en el hockey es centro, por lo que soy uno de los que más se mueve en el rink, y además principal goleador. Cuando escucho el silbato del árbitro y éste hace su aparición en la pista, me dirijo junto al center del equipo contrario a la posición inicial. Éste se pone frente a mí y ambos preparamos nuestros bastones esperando el momento exacto. No se si todo queda en silencio realmente, pero para mí, sí. Una calma un poco aterradora me envuelve y juro que puedo escuchar los latidos de mi corazón latir cada vez más y más rápido, anticipando el momento.
Es entonces cuando el árbitro abre su mano dejando caer el puck hacia el hielo y destacándome en la rapidez, tomo el control del disco y comienzo a moverme a alta velocidad al igual que todos en la pista. Esta vez sí escucho la bulla, tanto del público como de los jugadores, pero trato de mantenerme enfocado en lo que hago y prestar atención a lo que dice mi equipo para jugar bien; más bien para ganar.
De esta manera pasan los primeros veinte minutos, finalizando el primer tiempo del partido con el marcador 2-0 con nosotros ganando. Vamos al banquillo para aprovechar los quince minutos de descanso y allí el entrenador se pone a darnos unas instrucciones, las cuales me tomo la libertad de ignorar, ya que no las creo necesarias. Levanto la visera del casco y luego agarro una botella de agua para hidratarme. Mientras hago esto, siento una incesante mirada sobre mí que me incomoda, y es extraño. Es decir, estoy rodeado de admiradores que no dejan de mirarme por segundo, pero esta mirada se siente extraña.
Como estoy recostado al muro opaco que rodea todo el campo, solo tengo que levantar la mirada y comenzar a buscar a esa persona que quiere comerme con los ojos. No tardo nada en encontrarla y, para mi sorpresa, se trata de la principessa.
Ella está concentrada única y exclusivamente en observarme, pero al ver que la he atrapado, sus mejillas toman un intenso color rojo. Retiro la botella de agua de mi boca y sonrío antes de pronunciar con mis labios: Acosadora. La chica niega con la cabeza y mueve las manos efusivamente para luego mirar a otro lado evitándome.
Sonrío y ruedo los ojos. Me sigo moviendo un poco por el hielo para despejarme y de vez en cuando al regresar a verla, nuestras miradas se conectan. Los quince minutos pasan rápido y el sonido del silbato y los gritos furiosos de mi entrenador me hacen espabilar, por lo que rápidamente vuelvo al hielo.
Dicen que cuando te diviertes el tiempo pasa volando. Pues en este caso, fueron unos de los viente minutos más largos de mi vida. No sé que c*jones pasó, pero de la nada el equipo de Estados Unidos sacaron una baraja secreta o usaron magia porque comenzaron a acribillarnos con goles. El marcador se volteó totalmente, y como si no fuera suficiente, uno de los defensores se descolocó el brazo tras un fuerte golpe que además condujo a una pelea penalizando a un extremo.
Parece que el cielo se apiada de mí cuando el segundo tiempo se acaba y entramos en los quince minutos. Entramos en los banquillos y me quito el casco con brusquedad a ver si el oxígeno y la paciencia me llegan al cerebro. Aunque a veces me gusta improvisar sobre la marcha y casi siempre vivo así, me frustra que algunas cosas no sean tal y como las planeé.
El entrenador y los demás me están mirando expectantes, pero no sé qué decirles. Literalmente mi cabeza está hecha un nudo, porque 3-1 no es algo que se pueda resolver tan fácilmente y mucho menos con la ausencia de dos buenos jugadores. No sé porqué pero, en medio de mi probable ataque de ansiedad, miro hacia las gradas.
Entre todas las personas, algunas contentas y otras tristes, mis ojos conectan con un par de ojos verdes que me miran con mucha suavidad y cariño. Ella está de pie, y de la nada comienza a caminar para salir de las gradas mirándome de vez en cuando, como llamándome.
En seguida lo capto y busco un reloj para mantener los segundos contados antes de escabullirme entre la gente y salir por detrás para reunirme con esa chica, no sé muy bien para qué pero ahora voy a averiguarlo. La veo en uno de los pasillos del lugar que afortunadamente está vacío, y por la forma en que juega con sus manos, puedo notar que está nerviosa. Quizás también le preocupa que perdamos, pero seguro que no tanto como a mí.
—Espero que tengas algo importante que decirme belleza, porque no tengo tiempo que perder —argumento cruzandome de brazos
—Justamente... estoy considerando que fue una perdida de tiempo haber venido aquí —suelta de la nada sin mirarme, solo se balancea sobre la planta de sus pies mirando al techo
—¿Disculpa? —pregunto cuando me paro frente a ella a unos pocos metros de distancia, sin poder creer lo que acabo de escuchar
—Un viaje tan largo solo para ver como tu equipo pierde... —añade suspirando con pesar antes de mostrar su dedo índice siendo adornado por mi anillo—. Bueno, al menos he ganado esto. Tengo que agradecerte por tan lindo regalo
Chasqueo con la lengua y luego sonrío de lado mientras miro fijamente sus ojos. No entiendo que demonios tiene esta chica que cada vez me parece más interesante.. Quizás sea el hecho de que hace unas horas se ponía nerviosa con solo mirarla y ahora me habla con tanta confianza.
—¿No eras tú la chica tímida que no podía decir una palabra sin sonrojarse? —cuestiono arqueando una ceja
—¿Y tú no eras el que iba a ganar, gran "Rey del Hielo"? —contraataca haciendo el ademán de comillas cuando se refiere al apodo que se me otorgó cuando tomé popularidad en el deporte
Touché. Sonrió de lado algo asombrado por su actitud.
Después ella me toma por sorpresa acercándose más a mí, para luego tomar mis manos con las suyas y suavizar su mirada.
—Debes relajarte. No te estreses ¿Vale? Confío en tí, sé que sabrás arreglar esto y vencerlos. Siempre lo haces Achilles —susurra con calma transmitiéndome mucha ternura en sus ojos
Normalmente no me gusta que las personas me aconsejen ni me digan como actuar, pero sé que ella tiene razón. Estoy pensando con la cabeza caliente y eso no nos llevará a ningún lado. Lo mejor que puedo hacer es dejar de molestarme por las desventajas que tenemos y buscar una solución.
—Es cierto...—Suspiro profundamente asintiendo con la cabeza—. No te preocupes, no pienso defraudarte. Voy a ganar este partido nena
Una bella sonrisa adorna sus labios— Eso espero. Mejor regreso a las gradas, ya casi empieza el último tiempo —Añade antes de soltarme y darse la vuelta para empezar a caminar alejándose
Generalmente soy muy impulsivo, y justo eso es lo que me lleva a tomar su mano antes de que se vaya y hacerla voltear. Acerco mi rostro al suyo hasta que unos escasos milímetros nos separan.
—De todas formas, si tanto deseas llevar un anillo mío, puedo hacerte mi reina... —digo en voz baja detallando con precisión todas su facciones
Justo como me imaginé, su rostro se torna rojo y evita mi mirada nerviosa. Río para mis adentros ya que es justo la reacción que quería provocar. Espero un par de segundos antes de soltarla, y ella no tarda en retomar su camino de regreso a las gradas.
Ahora que lo pienso, esa chica me recuerda a alguien que conocí hace tiempo, pero no sé a quién. Pero en este momento tengo demasiadas cosas en las que pensar ahora como para añadir el pasado. Sin más comienzo a correr hacia la pista para no llegar tarde.
Cuando llego al banquillo todos me miran con su típica mirada de desaprobación por tardar, pero las ignoro y digo mis ideas. Bien, ya que todo mi perfecto plan se fue a la m*erda, es hora de improvisar. Coloco en el hielo a chicos talentosos, pero que no están acostumbrados a competencias tan importantes. Algunos se quejan pero la última palabra la da el entrenador que confía lo suficiente en mí para dar luz verde. Es nuestro turno de sacar la baraja secreta.
Al instante, el silbato suena para dar inicio al tercer, último y definitivo, tiempo. Mientras patino a mi lugar miro a la chica, quien ya está tranquila en su sitio. Sonrío discretamente y asiento con la cabeza. Sin dudas pensar en que debo ganar por ella me motivará.
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Es increíble la sensación de plenitud que recibes al ganar cada partido. Es algo indescriptible. Mis locas ideas funcionaron y volvimos a anotar tantos goles como quisimos con un buen desempeño de parte de los "principiantes". Luego de tomarme unas fotos junto al equipo con la copa que ganamos y responder algunas preguntas de la prensa, me escabullo y comienzo a buscar entre la multitud un par de ojos verdes en los que no he podido dejar de pensar.
Para mi suerte no demoro en encontrarlos, ya que al parecer ella también me estaba buscando. Sus ojos conectan con los míos y sonríe tiernamente. Estaba entre las personas que se iban a salir de la pista ya, y al verme se gira hacia un chico mayor que ella y le dice algo en el oído. Él asiente antes de soltar la mano de la rubia e irse. Luego ella se acerca a mí esquivando a las personas.
—¿Y bien? Te sorprendí ¿Verdad? —pregunto cuando estoy frente a ella arqueando una ceja y sonriendo de lado
—Si, fue increíble... —Asiente lentamente mirándome con ilusión—. Te felicito, estuviste genial
—Claro que estuve genial, no por nada me llaman el Rey del Hielo —Bufo cruzandome de brazos sin dejar de mirar sus brillantes ojos
—Me doy cuenta... —Ríe bajito y desvía la mirada con un sonrojo en sus mejillas que la hace ver muy adorable—. Ehm... A-Achilles yo... q-quiero decirte algo... —balbusea tímidamente haciendo que apenas la pueda entender
La miro atentamente para prestar atención a sus palabras, pero en ese mismo momento escucho a los chicos del equipo llamarme a voces para quién sabe qué tontería.
—Mhm... lo siento nena, pero tengo que irme... —murmuro encogiéndome de hombros un poco apenado.
En serio quiero estar al menos un rato más con ella. Pienso y rápidamente se me ocurre una idea
—Oye, esta noche los chicos haremos una fiesta para celebrar la victoria. Puedes venir y decirme lo que quieras decirme
—¿U-Una fiesta? —Pestañea sorprendida por mi invitación
—Sí. Pasaré a las ocho por aquí para recogerte, así que no puedes negarte —Añado con prisa sin darle tiempo a pensarlo ya que los chicos siguen llamándome—. Nos vemos en la noche principessa
Digo y para despedirme de ella dejo un beso en su mejilla, que más bien fue en la comisura de sus labios, antes de darme la vuelta y alejarme.
Ya tendremos tiempo para conocernos mejor esta noche.
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