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CAPITULO 12

Los secretos eran parte de quiénes somos, un fragmento de nuestro pasado, presente y futuro. Tenían el poder de destruirte o hacerte más fuerte cada día.

Suspiré, mientras escribía unos apuntes para la clase de mañana. El sonido de la radio y la brisa fría que se colaba por la ventana de mi habitación, creaba un ambiente sereno.

Sentada en el escritorio —con una pila de libros en frente de mí— acaricié a J con mis pies descalzos. El vapor que el té expulsaba era la mezcla adecuada para una noche de estudio, con esto; podría mantener la mente ocupada.

Me sentía mejor, mas no había superado del todo la muerte de Ryan.

El sonido de pasos cercanos a la puerta llamaron la atención, después de un toque, el pelirrojo accedió al cuarto.

Se acercó, con confianza y arrogancia. —Hol... —dejó una carpeta negra con fuerza en frente de mí.

Me exalté un poco y J salió corriendo.

¡Cobarde!

—Debes saber esto de tu tío —dijo, calmando su voz.

En cuanto abrí la carpeta, los recortes de periódicos y esos muchos artículos de casos me sorprendieron.

—¿Qué se supone que es todo esto? —pregunté confundida.

El exhaló en busca de paciencia.

—Ahí están casi todos los artículos de los casos en lo que trabajaba Ryan —se refirió a la carpeta, —Se encuentran todos los sospechosos de su muerte.

Mi piel se erizó y abrí los ojos en busca de los nombres.

—Son demasiados.

—Sí —se apoyó contra la pared y se cruzó de brazos —Revisa esto.

Señaló un recorte en específico.

Era un caso contra un jefe de policía, acusado de lavado de dinero.

Caí en cuenta de algo: —Cualquiera pudo haberlo matado.

—Exacto —dijo con voz ronca —Hay muchos casos contra oficiales corruptos, debes tener cuidado en quién confias, no es segura la policía.

Se acercó para buscar entre los recortes y el aroma de su colonia me distrajo. Era fuerte, dulce, masculino y embriagante.

Noté que tenía el cabello desordenado y grandes bolsas negras bajo sus ojos.

—Entiendo.

—Mira —depositó otro recorte frente a mí.

Era contra la madre de Stella, acusada y sentenciada a cárcel, por venta de sustancias ilícitas hacia estudiantes.

—La madre de Stella... —no podía creer lo que estaba leyendo.

—Se suicidó —confirmó —Eso no es todo, se abrieron investigaciones sobre Stella, pero el caso sobre ella se archivó por falta de pruebas. Su madre se ahorcó después de su sentencia... seguramente prefería eso a cumplirla.

Atlas se inclinó sobre el escritorio, la lámpara de la mesa iluminaba los papeles.

—¿De dónde conseguiste esto? —inquirí.

—De la biblioteca.

Bufé —Sí, claro.

—Estoy hablando enserio, hay una costumbre en el pueblo: cuando alguien muere se realiza un archivo con su biografía, recortes, fotos. Es la manera de tener información sobre los árboles genealógicos de cada familia —me observó serio, tensando su rostro al notar mi burla.

Una idea me vino a la mente —¿Hay uno de mi madre?

Sabía muy poco de mamá, del tiempo antes de que yo naciera.  Nunca fue un tema del que le gustara hablar, por eso solíamos no comentar al respecto.

—No. —dijo con pesar —No hay registros de tu madre, debe ser porque abandonó el pueblo cuando era muy joven.

Asentí y mis esperanzas de saber un poco más sobre el pasado de mamá se destruyeron en segundos.

—Está bien... —pensé por un par de segundos —¿Qué se supone que debo hacer?

Él caminó y se sentó en el borde de la cama.

—Nada. —corrigió —No  es seguro que te involucres más en eso, es peligroso.

—No estoy a salvo de ninguna manera —dije disgustada.

Atlas rodó los ojos.  —Te encuentras a salvo desde que pisaste esta casa.

—No —negué con la cabeza —No me encuentro a salvo mientras ese asesino este libre... o vivo.

Él guardó sus manos en los bolsillos de su sudadera.

—Correrás peligro si te acercas a ella —suspiró.

Me puse de pie y caminé a la ventana, me hacia falta oxígeno.

Sentía como el aire entraba y salía de mis pulmones, pero con cada bocanada más oxígeno me faltaba.

—Necesito sentirme segura.

—Lo estás.

—No lo estoy y lo sabes.

—Estás a salvo aquí.

Giré a verlo, me observaba con la mirada baja. —Mientras el asesino esté libre, corro peligro al igual que tú... no debí venir aquí.

El peso de poner en peligro a Atlas y a Nana me aplastaba. Mientras más tiempo estuviera con ellos, más posibilidades habría de que terminasen heridos o muertos.

Caminé hasta el armario y acto seguido, empecé a lanzar mi ropa a la cama.

—¿Qué haces? —preguntó el pelirrojo al hallarse a mi lado.

—Me voy.

—¿Por qué? —frunció el ceño.

—No puedo ponerlos en riesgo, no después de ayudarme.

—No corremos ningún peligro.

—Si corren —saqué más rápido mi ropa.

El pelirrojo me tomó de un brazo y me detuvo, mi corazón retumbaba caótico en el pecho a diferencia del suyo.

Su aliento mentolado chocó con mi rostro.

—¿A dónde vas a ir? —preguntó sereno pero con firmeza.

Traté de zafarme de su agarre, en respuesta él me tomó de los dos brazos.

—No lo sé —dije con la voz hecha un hilo y mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas.

—Nada te va a pasar. —bajé la mirada. No quería que nadie más me viese llorar.

—No me preocupo por mí —confesé —Ustedes me han ayudado suficiente.

—No lo hemos hecho —las lágrimas rodaron por mi rostro. —No estás sola.

—Si lo estoy.

—No —dijo con fuerza —Te voy a ayudar.

Atlas me rodeó con sus brazos y me abrazó.

Me sentía pequeña junto a él, y su abrazo me hizo sentir segura. Hundí mi cabeza en su pecho y este me acogió con más fuerza.

Sentía como mi corazón se desarmaba en pedazos, sin embargo estos fueron retenidos por su abrazo. Atlas buscaba la manera de mantener todas mis piezas juntas.

—Perdón —dije entre llantos. —Perdón por meterlos en esto.

Él soltó una bocanada de aire. —No es tu culpa.

Estuvimos así durante un rato, él me ayudó a guardar de nuevo mi ropa.

Seguimos conversando por algunas horas, pero mi cansancio fue aún mayor y el sueño me dominó.

Él volvió a su habitación. Desperté de nuevo en la madrugada y noté el olor a cigarrillo, mas no quise salir. Me volví a dormir, esperando que algún plan viniera a mí mañana.

Cuando abrí mis ojos, los rayos de luz golpeaban mi rostro, me vestí y Atlas me llevó a la secundaria. De nuevo, me hallaba ante el edificio.

Lo contemplé de brazos cruzados, con la esperanza de que este día no fuese como anteriores.

—¿Así fue tu inicio aquí? —preguntó un chico detrás de mí y me giré a verlo.  —Mi nombre es Duk, Duk Brown —extendió su mano y le acepté el saludo, extrañada por un momento.

—Supongo que sí —respondí a su pregunta tajante.

Recordé que Atlas me dijo que tuviese cuidado con quién hablase.

Era un chico bajo, de mi misma estatura, de ojos café claros muy lindos y cabello castaño. Su piel pálida, el rostro perfilado con algunas pecas sobre su nariz, una sonrisa amigable que se formaba en su labio y  una pequeña cicatriz en el labio inferior izquierdo, lo hacían ver rebelde pero amigable.

—Todos aquí ya saben quién eres. —dejó salir  una sonrisa pequeña —Tu tío te ha dado popularidad, lamento...

—Está bien, no hace falta que continues —interrumpí frunciendo el ceño.

Él alzó una ceja, su mirada se desvió hacia el interior de la escuela —Si te vas a quedar ahí de pie todo el día, hubieras traído un paraguas por lo menos —dijo mientras se alejaba y admiré como el cielo empezaba a  nublarse ocultando el sol.

Unos segundos después me encontraba en los largos pasillos llenos de estudiantes, algunos viéndome sin escrúpulos. Me consideraban una invasora en este lugar, no pertenecía aquí.

En algún momento tendrían que parar.

A medio pasillo el sonido del timbre provocó que todos saliesen de sus pensamientos, comenzasen a caminar y entraran a los salones. Alguien chocó su hombro contra el mío y me enfadé por su brusquedad. Lo ví girarse por un momento, para dirigirme la mirada por unos cortos instantes, antes de seguir su camino.

Un chico alto, musculoso y castaño mostró una pequeña risa al encontrarse con un chico rubio al final de pasillo. Este último lo recibió, pasando su brazo por el cuello del peli-castaño.

Llevé una mano a mi cabeza debido a las punzadas de dolor, pues ese rubio me resultaba familiar. Me quedé de pie,  viéndolo aproximarse a un salón al final de pasillo. Nuestros miradas se cruzaron y antes de entrar él me ofreció una sonrisa.

¿Dónde lo había visto?

Me quedé hipnotizada por un momento, notando luego que los pasillos estaban vacíos y me hallaba sola en medio del lugar.

Mierda, iba a llegar tarde.

Corrí hacia el salón de Química y toqué la puerta para entrar.

El profesor abrió la puerta con el ceño fruncido —Al parecer señorita Hiddelston, se le está haciendo muy frecuente llegar tarde. Puede pasar pero la próxima no lo hará —abrió  más la puerta para dejarme pasar.

—Gracias —dije por lo bajo.

Accedí al interior, recibiendo varias miradas por parte de los estudiantes. —Hay un asiento vacío junto al señor Russo —dijo el mayor a mi lado. Mi mirada viajó al lugar indicado donde estaba él con una bata de laboratorio, centrado en un recipiente con un químico amarillento.

Supongo que era esto o nada.

Fui hasta el fondo del salón, me puse la bata de laboratorio y tomé asiento junto al chico.

Él se hallaba concentrado en su cuaderno y en los recipientes con químicos, apenas me dió un vistazo pese a estar a su lado.

—Este fin de semana habrá una fiesta —susurró el pelirrojo después de un tiempo en silencio.

—¿Y qué con eso? —pregunté desconcentrada.

—Si quieres saber quién mató a tu tío, debes empezar por un lugar donde hay peligro.

—¿En una fiesta? —inquirí confundida.

—Exacto, en el Olimpo —dijo como si fuera lo obvio —Stella nunca falta a una fiesta.

Suspiré y caí en cuenta de todo.

Esto pasaba de verdad, el pensar que la asesina de mi tío estaba libre y caminando por los mismos pasillos yo me causaba escalofríos.

—¿Y cómo sabremos si ella de verdad asesinó a Ryan?

—Un brownie, una copa... puede ser muchas —dijo y se encogió de hombros.

Entendí lo que quiso decir con eso.

—Comprendo.

—Es arriesgado buscar ayuda en la policia, hay mucha corrupción y la mayoría de ellos son sobornados fácilmente —asentí —Karol y Fred nos ayudarán pero mientras tanto mantente lejos de Stella.

—No —giré mi rostro para verlo, estaba mezclando un líquido sin embargo, sabía que tenía su atención —No voy a permitir que nadie más se incluya en esto.

—Ya es tarde. —me miró de reojo —Fred ya lo sabe, tranquila es de confianza al igual que Karol. Están de acuerdo con ayudarte.

—Atlas, no.

—Todo va a salir bien.

Un plan se había puesto en marcha sin mi consentimiento, estaba de acuerdo con correr el riesgo pero dudaba al involucrar a más personas.

Sin embargo ya no había vuelta atrás. Esto se convirtió en un juego, uno en el cual yo cambiaría.

—¿Cómo estás tan seguro?

El miró hacia los lados y después a mí, su expresión era neutral, como si estuviera acostumbrado a hablar de estas cosas.

—Soy de Smallblue, nací aquí, me crié aquí. Te dije que este pueblo era peligroso, pues conozco muy bien a sus habitantes. —desvío la vista y tomó apuntes —De alguna manera debes adaptarte, o solo te vuelves parte de ello.

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