CAPITULO 06
—Ven —su voz sonó relajada, me pasó de largo y mi respiración se aceleró un poco. La frialdad de la noche estremecía mi cuerpo con el simple toque del viento. —No tengas miedo. —me dió la espalda.
—Atlas no estoy segura de esto —confesé —¿No me puedes decir de una vez? Ni loca voy a entrar ahí —él giró a verme y señaló el lugar.
—¿Quién dijo que quiero entrar? —dió un paso hacia mí —Ven... —su voz un poco más firme y empezó a caminar.
Se supone que nadie cuerdo iría a un psiquiátrico abandonado en medio de la noche y mucho menos con un chico al que apenas conoces. Pero hay algo que ahora entendía de esas películas de suspenso en estos escenarios, y es que el miedo te podía segar junto con la curiosidad de saber el por qué. ¿Por qué me trajo aquí? Es lo que iba averiguar.
Seguí al pelirrojo rodeando el edificio en ruinas y llegamos a la parte trasera con árboles jóvenes, junto a una pila de camillas viejas de hospital. Él giró varias veces su vista en mi dirección, yo lo seguí a una distancia prudente. Con cada paso que daba resonaban las ramas secas y mi corazón con ellas.
Comenzamos a subir una colina y él se detuvo en la cima. Lo observé desde el pie de la colina, una tenue luz iluminaba su rostro sin ninguna expresión observándome. Subí dudosa y llegué a la cima hasta estar a su lado. Y no era una colina es un risco con la vista del pueblo, con pequeñas luces iluminando las pequeñas casas desde la distancia. A la distancia podía ver el lago y la forma del muelle con luces.
—No entiendo por qué me traes aquí —mi voz un hilo nervioso.
—Es aquí donde vengo a olvidar mi vida —confesó, sentándose en el borde del risco
Caminé hasta la orilla, viendo la gran caída con un fondo rocoso y poblado de árboles. Tragué saliva y retrocedí un paso —Es raro...
—Todos los somos —se apoyó hacia atrás con sus dos brazos, dejando caer sus pies al abismo —Tú también eres rara
Bufé —Si claro —reí sarcástica nerviosa —Yo frecuento llevar a mis amigos a un psiquiátrico abandonado para divertirme —dije irónica, pasando mis manos por mi frente
Él detuvo la mirada del horizonte para observarme —¿Es eso lo que piensas? —preguntó serio —¿Somos amigos? —su pregunta me confundió de cierta forma.
—¿Qué? —pregunté confundida.
Llamarlo amigo por alguna razón sentí que era muy rápido, los amigos se conocen mucho más a diferencia de nosotros dos.
—¿Qué te hace pensar que somos amigos?
—No estoy diciendo que lo somos, estoy siendo sarcástica por si no te has dado cuenta. — refuté de manera hábil.
—Ah —suspiró —Está bien.
Se relajó, volviendo la mirada al horizonte. Me relajé un poco al ver que estaba exagerando en todos los escenarios posibles de películas de horror.
—¿Qué me querías decir? —pregunté.
—¿Sobre qué? —fruncí el ceño molesta.
—Antes de venir aquí me dijiste que me querías decir algo —expliqué, sentándome en el suelo alejada del borde. Pero teniendo una vista del paisaje
—Ah, eso —suspiró —Ya no importa.
—¿Por qué?
—Porque las cosas pierden importancia con el tiempo
¿Qué era tan importante antes y en unos minutos dejó de tener importancia?
La brisa acarició mi rostro, bailando con su cabello desordenado.
Silencio.
Silencio por un largo tiempo que no fue incómodo por el contrario, fue placentero recibir un tiempo casi a solas y en silencio después de haber tenido una semana tan ajetreada con la escuela.
—La soledad es maravillosa ¿No lo crees? —el pelirrojo rompió el silencio
—Si... —suspiré. Mi corazón ya no estaba tan acelerado como cuando llegue aquí —Supongo que puede curar muchas cosas
—¿Ah si? —murmuró entre dientes —¿Cómo cuales? —giró a verme mostrando interés
—Si —afirmé —Pienso que la soledad puede curar muchas cosas, la tristeza, la ira, los miedos tal vez...
Él regresó la vista al horizonte —Se supone que la soledad causa que los miedos se multipliquen porque piensas más en ellos, que la ira te hace pensar en locuras y la tristeza en buscar motivos para no vivir —refutó rápidamente
—La soledad puede ayudar a sanar —mantuve mi pensamiento.
—A mi no me ha resultado pero igual me gusta estar solo. Pero no entiendo por qué tú no.
Sus palabras me confundieron, no tenían sentido, por lo menos no para mí.
—No te entiendo —me puse de pie molesta —Me traes aquí para decirme que te gusta estar solo ¿Y no entiendes por qué no estoy igual de sola que tú?
Atlas era el ser más raro que existía, y confirmé lo que Karol dijo de él: <<él es quien dejaba la palabra «raro» rara>>
—En realidad no —este idiota estaba agotando mi paciencia con sus niñeces —Ven...
Él se puso de pie y caminó hacia el edificio abandonado. Lo seguí molesta, pensando en las razones por las que me dijo esos disparates antes.
Entró al edificio seguido de mí; apegada un poco a él. El lugar me causaba escalofríos y miedo al ver los pasillos deteriorados, donde la pintura empezaba a despegarse de las paredes y el suelo se hallaba lleno de hojas secas ensuciando el piso blanco. Para mí sorpresa no estaba tan deteriorado como se veía del exterior, pocas luces alumbraban los pasillos y después las escaleras. Subimos al techo, desde aquí se admiraba la misma vista del risco pero mejor. Parece que pudiera tocar el cielo estrellado, iluminaba todo el lugar y la luna inmensa sobre el Lago Blue.
—El psiquiátrico solo trabajó dos meses antes de cerrar. —él caminó hacia una silla de playa junto a una hielera portátil y otra silla con vista al risco y el pueblo —Hubo rumores de que se usó para lavar dinero del dueño
Caminé hacia la otra silla y me digné junto a él a observar las estrellas. En silencio, hubo otro minuto de silencio acogedor.
—Es irónico —rompió el silencio de nuevo —¿Sabes por qué te llamaron Luna? —preguntó
—Si —suspiré al recordar a mi madre —Mi madre estudió astronomía —confesé —¿Qué es irónico?
Por primera vez estaba teniendo una conversación decente con este chico sin ser cargada, presionada, confundida o molesta.
Él volteó a verme —Que tu nombre sea el de un planeta.
—Siendo tú no criticaría los nombres de los demás. —no pude evitar recordar el significado de su nombre «Atlas» su significado era interesante al igual que toda la historia de los dioses griegos.
Silencio de nuevo.
—No todos van a ser tus amigos Luna —el pelirrojo suspiró triste —A veces... Solo la soledad se vuelve tu única compañera
Una suave brisa erizó todo mi cuerpo haciéndome temblar —Lo sé... —confieso sentirme en confianza en un lugar extraño con alguien tan extraño
La luna era indescriptible en esa luz dorada, dándole ese toque amarillento a los bordes e iluminando toda la oscuridad de la noche. Extrañaba tanto Inglaterra.
—Se supone que así es el mundo ¿No? Con gente buena y mala —pensé en voz alta
—Si... Pero en Smallblue no son personas normales, ellos están llenos de algo que ni yo mismo sé decir... Aquí la gente no es amable, siempre quieren algo a cambio o solo eres una pieza en algún tablero
—¿Por qué dices eso? —levanté un poco la voz —¿Por qué hablas como si todo el pueblo fuera peligroso?
No logré contenerme en hacer esas preguntas era algo que no podía ignorar.
—Por que lo es, te darás cuenta después.—se puso de pie —Vámonos
Fruncí el ceño al ver que no me respondió —No lo quiero ver después, quiero saberlo ahora —exigí poniéndome de pie y haciendo un pequeño puchero
—Debo buscar unas cosas para que entiendas. Pero cada vez se hace mas tarde y no quieres escuchar los gritos y las camillas moverse, ¿o si? —bromeó y lo ví sonreír por primera vez, era una sonrisa perfecta. Atractiva y muy embriagante. Golpeé su hombro.
—Si muero por un infarto en este lugar te juro que te mato —dije, siguiéndole el paso
Bajamos las escaleras. Noté aún más el interior del edificio, el blanco era el color dominante aquí. Debió ser muy iluminado cuando aún funcionaba.
Esa noche Atlas me demostró que era un persona muy agradable, a diferencia de los disgustos que me daba últimamente.
De vuelta a casa Ryan todavía no había llegado y ya era más de la media noche. Él me preocupa, en el poco tiempo que volvió a mi vida se hizo parte importante de mí. No podía negar que su falta de sentimientos para las cosas me molestaba un poco pero era lo más cercano a una figura paterna que he tenido.
Los casos que llevaba como abogado según el <<Requerían sumo estudio para poder encontrar una manera de ayudar al cliente>>
Solo me quedó empezar a leer el libro que Karol me prestó, esperando a que él no llegara tan tarde. Mas caí en un profundo sueño.
MESES DESPUÉS.
Corre...
Corre...
Correr por mi vida era lo único que pasaba por mi mente en estos minutos, la sangre, los gritos, los cuerpos junto a los grandes charcos de carmesí. Maldito el día en que llegué a este mugroso pueblo.
El frío del asfalto tocando mis pies ensangrentados y descalzos. Mi respiración caótica, el frío entrando por mis pulmones a punto de estallar junto con mi corazón.
Las mató y yo lo maté, nunca pensé que haría algo así.
Corrí con todas mi fuerzas. El sonido de un disparo me detuvo en seco. Mi respiración visible por el frío del invierno. Giré para verlo, con un arma en su mano vestido como un ángel; un ángel de la muerte.
El ángel de la muerte había venido por mí.
Irónico...
Mi hermoso ángel de la muerte.
Las lágrimas llenaron mi rostro, ríos, una pequeña risa salió de mí, involuntaria que nos sorprendió a ambos.
—Están muertos —mi dificultad al hablar me ahogaba y lágrimas volvieron a mí, —Lo maté.
El caminó hacia mí lento, extendiendo sus brazos y no dudé en correr a ellos. Mi refugio. Me abrazó con fuerza y mi llanto incontrolable no me abandonaba. Convirtiendo su camisa negra en un mar de lágrimas.
El mundo se cayó a mi alrededor, mis piernas fallaron y caí al piso. Aún abrazándolo, en medio de la calle, iluminada por la luz de la luna.
Grité, pude sentir como si mi garganta se desgarrara y mis tímpanos sangraran en cualquier momento. Me sentía segura con él... Mi ángel.
—Ya pasó —su voz suave, cálida y relajada me hacían sentir segura con él. A pesar de saber que él hizo cosas peores de las que yo hice esa noche.
¿Cómo pude caer en ese juego? ¿Cómo me dejé llevar y manipular por mis emociones?
¿Cómo me dejé engañar por él?
—Lo maté —mi voz aún destrozada, y mi rostro escondido en su pecho. Su cálido cuerpo era reconfortante contra este frío que quemaba mi piel. —La mató —repetí una y otra vez, él me abrazó con más fuerza. Susurrando cosas en mi oído, tratando de calmarme
Sentí el calor de su cuerpo junto al mío y el frío del arma rozando un lado de mi brazo.
Levanté mi mirada para encontrarme con su rostro gentil, consolador y cálido. Acaricié su mejilla con gentileza, él la tomó gentil y cariñoso.
Nunca me cansaré de tenerlo así de cerca. Mis lágrimas eran incontenibles pero aún así le regalé un sonrisa triste devolviéndome una igual, y noté ahí que lo manché con sangre. Y volví a recordar la realidad.
—Luna —susurró triste —Debemos volver
Mi respiración se detuvo al escucharlo.
—No —dije con la voz cortada —No pu-puedo volver ahí
—Si puedes —me abrazó y me pegó más a él, nuestros alientos visibles en el frío abrumador. —Yo arruiné mi vida, y ahora lo hice con la tuya...
—No puedo volver ahí —traté de recuperar mi aliento. De pronto, sentí como me faltaba el aire —La sangre... Los gritos
—Tenemos que volver. —se puso de pie separándose de mí un poco —Yo me encargaré, ahora debes dormir —se acercó a mí de nuevo y me inyectó algo, un quejido inocente salió de mí. Sentí como todos mis sentidos se adormecieron para después cargarme
Empezó a caminar en dirección contraria a la que estaba huyendo y yo me aferré a él. Odiaba admitirlo pero tenía razón.
Lo abracé, pasando mi brazo por alrededor de su cuello. Observando esa mandíbula tensa, el aliento salido de él... Volví a ocultar mi rostro en él.
¿Eres capaz de enamorarte de un ángel de la muerte?
Yo sí, y ahora mismo el me estaba llevando al lugar donde me marcaron de por vida.
—Eres mi ángel de la muerte... —sentía como el sueño atrapaba mi cuerpo, luché por no dormirme
Oscuridad y más oscuridad.
Me desperté de golpe sentándome al borde de la cama, mi cama, mi habitación. Las cosas giraban a mi alrededor. Traté de ponerme de pie pero caí.
El efecto de la droga no había desaparecido en mí del todo.
La puerta se abrió, él estaba ahí. Su miraba viajó por todo mi cuerpo, aún la sangre manchándome.
Intenté de nuevo ponerme de pie pero volví a caer. Él se acercó a mí para volverme a levantar.
—La sangre... —me sacó de la habitación para entrar al baño, dejarme en la bañera con gentileza y quitarme la ropa guardándola en una bolsa.
Su rostro frío sin preocupación alguna, me hallaba muy cansada para cuestionar algo o alguien.
Abrió la regadera de mano, empezando a mojar mi cabello y lavar la sangre en mí. Lágrimas se camuflaban en el agua aunque lo oculté con mis manos.—Relájate... Ya pasó... Estás a salvo
Sus palabras se oían como un eco lejano, mientras que veía el agua ensangrentada irse por el desagüe...
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