CAPITULO 05
El dolor punzante en mi cabeza a punto de estallar, era descomunal a niveles bíblicos. La luz en toda la habitación era segadora, hacía que entrecierre los ojos al tratar de despertarme.
Mierda ¿dónde estaba?
Revisé si poseía ropa y efectivamente la tenía. La misma que recuerdo haberme puesto anoche... ¡Anoche! ¿Qué mierda pasó anoche? ¿Dónde me hallaba?
Me pusé de pie y observé el lugar, tratando de recordar. Pero el dolor en mi cabeza me lo impedía y sin mencionar mis ganas de vomitar. Salí por la puerta, estaba en un pasillo que atravesé decidida tratando de ignorar el maldito dolor.
Bajé unas escaleras. —Buenas tardes señorita —Ryan saludó, sentado en un sillón en un rincón de la sala
Admiré el lugar... espera un momento esta es mi casa ¿Cómo llegué? ¿Buenas tardes?
Fruncí el ceño —¿Buenas tardes? —hice énfasis en la última palabra
Él tomó un sorbo de una taza —Si tarde —hizo énfasis en la misma palabra —Son las dos de la tarde... ¿Cómo te sientes? —inquirió
Miré el reloj sobre la chimenea apagada y... si, eran las dos de la tarde ¿a qué hora llegué?
—Bien... —dí pasos hacia la cocina. Buscando escapar de mi tío antes de que vomitase en la sala y terminara yo limpiándolo —Ya vengo —entré a la cocina y metí mi cabeza en el fregadero para dejarlo salir todo, hasta partes de mi alma entraron al drenaje.
Enjuagué mi boca, giré y se encontraba en frente de mí, haciéndome pegar un pequeño brinco al verlo —Estás hecha mierda... —su despreocupación no me sorprendió en su rostro sin expresión alguna —Toma... —ofreció dos pastillas extendiendo una de sus manos —Ayudaran con la resaca
Se las quité de las manos —Gracias —me separé, abriendo el redondeado en busca de algo de agua. Me la tragué sin dudar. —Me iré a dar una ducha —me marché de ahí lo antes posible, dejándolo solo en la cocina
Creo no recordar nada de anoche y no podía dar respuestas a preguntas de Ryan, el dolor de cabeza no ayudaba en nada tampoco.
Subí a mi recámara, entrando al baño para purificar mi alma en el agua. Al abrir la puerta del baño, sentir el olor en mi habitación del alcohol provocó que se me revolviera el estómago y volviese a tener ganas de vomitar.
Las pastillas de Ryan me habían ayudado mucho.
Caminé a la ventana para abrirla y dejar entrar aire fresco, empecé a limpiar mi habitación. Las cajas sin desempacar por todo el lugar hacían que me diese pereza empezar a sacar todo de esas cajas pero debía hacerlo... me vestí primero, puse algo de música para entrar en el espíritu de la limpieza, eso funcionó. Empecé a sacar mis libros y ponerlos en el librero frente a mi cama, saqué la lámpara de mi mesa de noche, estiré la alfombra y retiré casi todo de las cajas.
Dí un paso para ver mi habitación, ahora era decente. No un almacén de cajas por todos lados, aunque, sentía que le faltaba algo...
—Veo que la resaca ayudó contigo —sonó Ryan atrás de mí abriendo la puerta y asomando su cabeza. Hizo que diera un pequeño brinco y girase a verlo —Tal vez deba dejarte una botella de ron para que sigas con mi estudio y el resto de la casa —fruncí el ceño.
Reí sarcástica —No vuelvo a beber en mi vida —confesé
—Así dije la primera vez y lo volví hacer, no digas cosas que no vas a cumplir... —suspiró a la vez que observaba mi cuarto —Tal vez pintándolo se vería mejor —sugirió y lo pensé por un minuto, tal vez tuviese razón
Cambiar el blanco simple de las paredes por algo más colorido ayudaría.
—Tal vez iré a comprar algo de pintura y probaré...
—Está bien... —giró en dirección a la salida y se fue
Cerré la puerta y caí en mi cama. Pensaba en lo último que recuerdo de anoche y era estar bailando con Fred... después nada, como si me hubieran borrado la memoria. Disfruté de la música de mi habitación, mirando las cortinas de mi ventana bailar con el aire. Sentí hambre así que bajé a comer algo. El sonido de timbre se oyó por primera vez en esta casa. Mi confusión al escucharlo fue sorprendente, el de una chicharra molesta. ¿No pudieron haber puesto uno de aves o uno de esos que suenan en las películas?
Mi curiosidad de saber quien hizo gritar a la chicharra molesta y el escuchar murmullos en la sala fue todo lo que necesité para salir a averiguar quien era. Salí de la cocina y para mi sorpresa es alguien en quien estaba pensando... Karol, hablando con mi tío. Viste con un estilo de leñadora pero con colores más claros que los anteriores. Karol era de ese tipo de chica que al parecer todo le quedaba bien. Sin importar el estilo, color y tamaño.
—¡Hola! —me saludó animada con su mano desde la distancia y caminó hacia mí. Yo le devolví el saludo mientras Ryan cerraba la puerta
Karol usaba lentes de sol y una gorra oscura. Al parecer no era la única que tenía resaca aquí.
—Voy a la oficina, no sé a que hora llegue —informó mi tío, tomando una sombrilla del perchero junto a la puerta
—Está bien... —observé a Karol aún en silencio y después a mi tío marcharse. Ryan cerró la puerta —Dime por favor lo que pasó —le dije a Karol nerviosa de su respuesta, rezando unos diez Ave María antes que responda
—Nada fuera de lo normal —su tono despreocupado me hacía confiar —Solo gateaste por todo el bar hasta que Atlas te tuvo que cargar borracha.
Siento como mi desayuno/almuerzo ansiaba salir de mí. Al parecer los Ave María no me funcionaron.
Caminé, dándole la espalda a Karol —Ven —le llamé para que me siguiera a la cocina
Entramos a la cocina. Karol tomó asiento en una de las sillas de la barra del centro y yo al otro lado, escuchando todo sin decir alguna palabra. Después de minutos oyendo todo lo ocurrido anoche el café estaba listo. Le extendí una taza a mi amiga. —Gracias —ella tomó un sorbo
—No hay de qué —contesté amable, rodeando la barra para tomar asiento. Noté que J se hallaba junto a la puerta que daba al patio
Este perro orinaba más que yo, no lo podía creer. Le abrí la puerta y salió disparado como si no tuviera hogar alguno. Que malagradecido.
—¿Enserio no recuerdas nada de anoche? —preguntó
—No —confesé con un suspiro —No recuerdo haber bebido tanto
Karol pareció dudar en hablar o no —Es porque el problema no fue lo que bebiste. —confiesa, haciéndome confundir más y ella lo nota —Fueron los brownies... —posó su taza en la barra —Tenían drogas... marihuana para ser específicos. —aclaró
—¡¿Qué?! —grité sorprendida y caminé hacia ella cruzando mis brazos —¿Sabías que tenían droga?
Karol pareció notar mi enojo —Obvio... todos en el pueblo saben que los brownies en El Olimpo tienen droga ellos tienen un permiso por parte del gobierno. Le advertí a Fred que te mantuviera alejada de ellos pero el nunca me escucha—explicó nerviosa, cambiando su semblante por uno molesto en cuestión de segundos —Todo es culpa de él, y para completar Aaron, ese idiota te dió más seguro para llevarte a la cama.
Creo que si pudiera ver mi rostro en este momento no sería capaz de explicarlo, ¡me querían violar! —¡¿Quién es Aaron?! —pregunté por impulso
Karol me miró tímida —Es el hijo del socio del mi padre—confesó —Atlas lo lanzó al lago, el idiota se lo merece... créeme que la próxima seré yo en hacerlo cuando lo vea. Pero en vez de agua lo lanzaré del quinto piso de la secundaria. —explicó rápido Karol
Mi cerebro trató procesar todo, mas parecía que mi mente se hizo un nudo muy difícil de desenredar. Al parecer mi vida se trasformó en una historia de wattpad cuando me mudé. Por si fuera poco tener que soportar a una loca, ahora tenía que lidiar con algo que no recuerdo. Y con un pelirrojo que frecuentaba cargarme en frente de todos.
No dije nada, Karol me veía con su rostro triste y arrepentido —Sé que es muy probable que me odies pero de verdad lo siento —su voz sonaba sincera —Todo se salió de control
Suspiré, con tal de poner mis ideas de nuevo en orden —Está bien... no pasó nada
En momentos como este siempre me cuestionaba ¿cuál sería el propósito de pelear? Cuando podías resolver los problemas de otras maneras. Karol no me había tratado mal desde que llegué aquí. El hecho es que todo lo ocurrido anoche no era su culpa. No valía la pena botar a la basura lo que podría ser una gran amistad.
Los ladridos de J provocaron que saliera de mi pequeña burbuja e hiciera que le abriese la puerta.
Karol pasó todo lo que quedaba de tarde conmigo en mi habitación, escuchando música y practicando. Karol resultaba ser una persona con la cual puedes hablar de tantas cosas al mismo tiempo, tanto que te hacía dudar de si serás así con ella en un futuro. Las horas pasaron volando y Karol decidió irse antes de oscurecer. Aún seguía sin ningún rastro de Ryan pero no me preocupaba, él solía desaparecer muy seguido. Según él necesitaba espacio, y no lo culpo. Aprendía a cuidar de una adolescente.
Ya las estrellas iluminaban el cielo nocturno colándose por mi ventana. El sonido de algo cerca de la ventana hizo que dejase mi libro a un lado. Caminé hacia ella y miré hacia el exterior para encontrarme con...
—¿Qué se supone que haces tú aquí? —pregunté desde la altura
¿Cómo sabe donde vivo?
—¿Visitando a alguien? —dijo algo torpe
—¿Se supone qué es una pregunta o una respuesta?
—La segunda. —aclaró. —¿Puedo subir? Toqué el timbre pero nadie salió
Mentiroso ¿Cómo no podría escuchar esa chicharra? —No has respondido mi pregunta —demandé, apoyándome en el marco de la ventana
—Quise venir a ver como sigues con la resaca.
—Sigo viva —mi frialdad me sorprendió —Ya te puedes ir Atlas
—Se supone que los ingleses son muy educados —bufó—¿Estás segura qué eres inglesa?
—Si lo soy —defendí —Pero no frecuento a recibir a nadie cargándola y avergonzándola en frente de todos
—Que dramática... —no lo soportaba. Cerré la ventana con todas mis fuerzas, interrumpiéndolo. Me aparté de la ventana —¡Está bien tú ganas! perdón... —le oí decir esa última palabra con menos fuerzas y algo dudoso
Dudé por un momento. Me acerqué a la ventana pero no la abrí, aún seguía ahí lo podía ver mirando a mi dirección. Él no me podía ver a mí, las cortinas de mi ventana servían como camuflaje perfecto.
—Necesito hablar contigo —siguió hablando mientras lo oteaba desde la sombra de mi habitación —Más bien... quiero enseñarte algo
—¿Qué es tan importante que no puede esperar a la mañana o al lunes? —pregunté aún sin mostrar mi rostro
La curiosidad me carcomía y no pude contenerme a preguntar. Parecía sincero pero hay algo en él que todavía no me cuadraba.
—¿Puedes bajar? —preguntó con su tono de voz más suave. Decidí abrir un poco la ventana
Pensé un poco, sin embargo no creo que lo suficiente. Bajé las escaleras dudosa, atravesando la casa en silencio y a oscuras. Salí por la puerta trasera, no sin antes tomar un abrigo. El frío de la noche anunciando cada vez más la venida del otoño consigo golpeó mi rostro al abrir la puerta. Verlo de pie a unos metros de mí con la tenue luz iluminando sus rojizos cabellos escarlatas, hacía que se creera un contraste en los tonos grises de la noche.
—¿Qué quieres? —cuestioné a secas. Atlas me había contagiado algo de su bipolaridad, por que era la segunda persona que trataba así
—¿Me puedes acompañar? —preguntó acercándose a mí
—¿A dónde? —pregunté nerviosa, estaba muy cerca de mí. Tanto, que tuve que levantar la mirada para poder verlo al rostro
—¿Por qué haces tantas preguntas? —frunció el ceño.
—¿Por qué tú eres tan molesto? —dí un paso atrás y choqué con la puerta, acorralándome
—No estamos llegando a nada —suspiró cansado —Te quiero enseñar algo, ven.
Se alejó de mí y caminó rodeando la casa; el sonido de las hojas movidas por el viento. Lo seguí sin pensar mucho. Él subió al auto y lo encendió, yo dudé en subir pero lo hice. En estos momentos estaba aplicando la estúpida lógica de los personajes de películas, donde van justo al lugar de su muerte.
El auto se puso en marcha y la música del auto no era suficiente para desaparecer la tensión en el lugar rodante. Atlas parecía estar relajado a diferencia mía, ¿por qué siempre me arrepentía de mis decisiones?
—¿A dónde vamos? —pregunté después de un largo rato en el auto
—A las afueras del pueblo —me miró un breve momento antes de volver la mirada al camino, y pareció leer mi mente —Ya verás...
Un "ya verás" no resultaba suficiente para alimentar mi curiosidad o mi cierto temor. Suspiré. Mi frente chocó contra el cristal de la puerta del copiloto, mordiendo mi lengua para no preguntar más.
Minutos después él estacionó frente a un edificio deteriorado y baldío, con pocas luces iluminando el lugar. Había un gran letrero. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al bajar del auto y leerlo en voz alta.
—Psiquiátrico experimental blue —susurré en un nivel apenas audible. Mi piel se erizó al sentir el contacto de una mano sobre mi hombro. Un chillido inconsciente salió de mí y miedo es lo único que sentí en ese momento...
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