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Jamás dejó de pertenecerte

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SAKURA



Mi vista estaba obstruida.

El frío golpeaba mi rostro, el miedo a caerme llenaba mi cabeza. Podía escuchar mis respiraciones profundas y sentir el aire calando en mi faringe.

Tenía frío, aquella sensación me estaba llenando de ansiedad.

Recordaba aquella noche en que me habían privado de mi libertad, cuando Suigetsu me ató, amordazó e intentó matarme.

Por instinto me llevé la mano a la altura de aquel lazo que ofuscaba mi visión para poder arrastrarlo hacia abajo. Pero la voz que escuché me dejó solamente con la intención reflejada.

Aguanta un poco más.

Aquella voz me produjo tranquilidad, mi cuerpo reaccionó al sonido profundo que me envolvía dentro de un escudo de seguridad. Bajé la mano y continúe siendo guiada a través de montículos de nieve, no estaba segura por dónde caminaba, hacia dónde nos dirigíamos pero intentaba poner mi atención en los estímulos ajenos a mi sentido de la vista para no caer en ansiedad.

La mano firme que me mantenía segura.

Los pasos continuos. 

No estaba sola.

No me encontraba perdida.

La persona a quien más amaba en el mundo me guiaba  con cuidado de que no fuera a caer.

Después de caminar durante unos minutos más los pasos de Sasuke-kun se detuvieron y los míos junto con ellos.

—¿Llegamos? —pregunté todavía sin poder ver. Sasuke-kun guardó silencio un par de segundos.

—Llegamos —aseguró.

El calor, de la cercanía de su cuerpo se instaló frente a mí. Tenerlo tan cerca me seguía causando un revoloteo incesante en el pecho, mi corazón palpitaba fuertemente cada vez que él se acercaba a mí de esa manera. Todo en él irradiaba seguridad, como una pantera oscura atrapandome con sus movimientos cautelosos.

Sus manos pasaron por detrás de mi cabeza y en un movimiento delicado desenredo aquel pedazo de tela que me obstruía la vista.

Respiré profundo antes de abrir los ojos, poco a poco la imagen de Sasuke-kun apareció en mi campo de visión.

Se encontraba frente a mí, observandome con tanto amor, sus ojos oscuros no perdían de vista los míos; una pequeña sonrisa se había formado en sus labios.

Desde que las cosas se arreglaron entre nosotros aprovechaba cualquier momento para observarlo sin pudor, para poder detallar cada parte de su rostro.

Me encantaba la forma en que su sonrisa se curvaba, sus labios siempre me incitaban a besarlos. No podía evitar comparar la imagen que recordaba, la del chico de barbilla fina y brazos delgados con ahora a quien tenía frente a mí. Más maduro, increíblemente más apuesto.

Ninguno era mejor, ninguno era peor. Era él, el mismo Sasuke-kun que conocí hace tres años, aquel que me enamoró con con sus cuidados y ese cinismo que dejaba a los demás aturdidos.

Algunas veces, olvidaba cuánto tiempo había pasado desde que mis ojos se fijaban en los suyos, hasta que recordaba como respirar.

Y como la pequeña niña que había sido besada por primera vez en la habitación de un hospital me sonrojé al darme cuenta de que parecía desesperada, tal vez una hostigadora.

Bajé la cabeza de inmediato intentando esconder mi aturdimiento.

—¿En dónde estamos? —pregunté observando a nuestro alrededor, moviendo mi cabeza de un lado a otro, intentando estirar el cuello para tener una vista más detallada del lugar.

De inmediato lo supe.

El lago congelado.

—Pensé que tal vez te gustaría a salir a divertirte un poco —dijo sin que su sonrisa se borrara.

El día casi concluía, el cielo tenía los tonos naranja y violeta.

Me acerqué con cuidado. El hielo estaba limpio.

Normalmente se veía áspero a causa de la nevada. La nieve solía adherirse a la superficie dejando protuberancias; pero esta vez se veía completamente lisa.

—¿Qué pasó aquí? —pregunté algo confundida.

Realmente no visitaba ese lugar a menudo, el primer año después de que Sasuke-kun desapareciera había acudido a ese lugar con la esperanza de volver a verlo.

En verano lo imaginaba sentado sobre el puente, quizá lanzando rocas al agua; pero me daba cuenta de que frecuentar el lago me producía dolor. Hasta que decidí no volver más. Pero extrañamente, aquella noche —antes del reencuentro que tuvimos— no iba con la intención de toparmelo; sin embargo, él me encontró.

—Es increíble lo que puedes hacer con unos cuantos billetes y una máquina para pulir hielo —dijo con descuido mientras retiraba de su hombro la maleta con la que salió de casa de su madre.

—¿Tú lo hiciste? —pregunté ignorando sus movimientos, observando fijamente su expresión llena de satisfacción.

—Tal como hacerlo, realmente no. Pero sí supervise el trabajo.

Solté una pequeña risa.

—Vaya, jamás imaginé que podría ver este lugar así.

—Yo tampoco, jamás se me había ocurrido. Por cierto, ten.

De la gran maleta había sacado una caja, la sostenía con una mano sin problema alguno. Iba a tomar la caja pero en lugar de dármela la colocó en sus manos de una manera en que yo pudiera levantar la tapa.

Mis manos cubiertas por un par de guantes tomaron las orillas de la caja y la tiraron hacia arriba.

Las palabras no salieron de mi boca porque me había quedado bastante asombrada, con los ojos abiertos de manera inconmensurable.

—¿Te gustan? —preguntó Sasuke-kun cuando se dio cuenta de que me había quedado muda.

—Son hermosos —musité.

Metí las manos en la caja dejando la tapa en el olvido, unos bonitos patines para hielo estaban adentro. Eran de color rosa y tenían los dibujos de un par de conejitos a los costados.

—Sé que te gustan los conejitos, y el color rosa siempre me recuerda a ti.

—Muchas gracias —susurré.

Con la vista busqué una roca cercana y me senté para poder calzarme los patines de inmediato.

Iba a hacerlo, o eso pretendía porque Sasuke-kun ya se había agachado.

—Puedo hacerlo sola —dije como tantas ocasiones le había repetido ese día, y el anterior… Y los anteriores a ese; pero Sasuke-kun parecía querer hacer todo para hacerme la vida más fácil, para complacerme.

—Lo sé, pero quiero hacerlo.

Suspiré con fuerza, aún no me acostumbraba a ese tipo de atención, pero tampoco quería quitarle la buena intención.

Con cuidado me ayudó a quitarme las botas de nieve y me colocó los patines rosados. No se burló cuando se dio cuenta de que también portaba un par de calcetas de conejitos.

Sus dedos anudaron las agujetas y una vez terminó sonrió complacido.

—Solo patinaremos un momento, no quiero que los patines te vayan a lastimar.

Asentí.

Sasuke-kun se sentó junto a mí sacando al instante un par de patines negros. Yo no podía apartar los ojos de mis pies, jamás había tenido algo así.

La única vez que pretendí patinar fue aquella ocasión que Sasuke-kun me había arrastrado hasta ese mismo lugar. No sabía por qué, las lágrimas se acumularon en mis ojos; sin embargo no las dejé salir.

—Vamos.

Sasuke-kun ya estaba frente a mí extendiendo su mano para ayudarme a ponerme de pie. Sin dudarlo le di la mano y con cuidado nos introdujimos en el lago.

Esta vez no se aseguró de que el hielo estuviera firme, aunque suponía que si había pulido la superficie ya estaba seguro de ello.

El movimiento empezó lento, él me guiaba sobre el hielo. La forma en que él se deslizaba se veía demasiado fácil, pero a mí me estaba costando grandemente poder mantener el equilibrio.

Nuestras manos estaban entrelazadas, en ningún momento me soltó. Veía el agarre que manteníamos, sus dedos envolviendo los míos.

No había indicio de que alguien  estuviera alrededor, solamente estábamos Sasuke-kun y yo.

—Tenía años sin hacer esto —dijo con tono tranquilo sin voltear a verme.

No pude decir nada al respecto, parecía como si los papeles se hubieran invertido. Yo solía ser una chica parlanchina, y él un poco más seco.

Pero ahora era Sasuke el principal que comenzaba nuestras conversaciones, y la mayor parte del tiempo él mismo las seguía.

Aunque de ninguna manera su ánimo decaía.

—¿Tu hermano te enseñó a patinar en hielo? —pregunté intentando seguir la conversación.

—Por supuesto que no —dijo divertido —. Mamá estaba traumada con las patinadoras de las olimpiadas, así que me metió en clases particulares cuando tenía unos ocho años.

—¿En serio?

—No era muy agradable andar en mallas —dijo dejándome algo perpleja. Pero después de eso soltó una risa —. Estoy jugando Sakura, solía patinar con Evan en la banqueta de afuera de su casa con patines en línea como cualquier niño inquieto.

—Oh… —Mi cabeza descendió un poco y él se detuvo.

—¿Qué pasa? —preguntó tomando mi barbilla. Sus ojos buscaron con insistencia mi mirada —. ¿Está todo bien?

Quería que las cosas fueran como hace tres años, que la misma facilidad con la que podía hablar con él apareciera… Pero me resultaba tan difícil fingir que nada había sucedido.

—Lo lamento, imagino que ha de ser difícil tratar con alguien en mi condición.

—¿Tu condición? —preguntó como si no entendiera.

—Hablo de que no puedo ser más abierta contigo todavía.

Los ojos de Sasuke-kun pasaron de reflejar sorpresa a mostrar comprensión, una vez más sonreía con dulzura.

Sus dedos se habían enganchado a mi cuello y su pulgar acariciaba la línea de mi mandíbula.

—No te disculpes por ello. Entiendo perfectamente, estoy consciente de todo el dolor por el cual pasamos y no voy a dejar que eso no separe. No importa cuánto tiempo tenga que pasar. No voy a descansar hasta que vuelvas a sonreír como el día cuando te conocí.

Sasuke-kun unió su frente con la mía.

—Algunas veces quisiera despertar y olvidar —dije refiriéndome a las situaciones traumáticas que había vivido.

—No pienses en ello. Te ayudaré a olvidar.

Eran las mismas palabras que me había dicho aquel maldito, pero sabía que Sasuke-kun lo intentaría con arduo empeño, que está vez sus promesas no eran vacías.

No tenía miedo de alejarme de él porque me había demostrado todo el amor que seguía guardando para mí.

—Te amo tanto, cielo —dijo con tanta naturalidad y yo me estremecí ante sus palabras.

—¿Cielo?

Sasuke-kun se separó ligeramente de mí.

—¿No te gusta cielo? Podría ser cariño, ¿quizá pastelito?

No aguanté, me había causado tanta gracia la manera en la que me nombraba que reí de ello. Jamás en mi vida hubiera imaginado que Sasuke Uchiha utilizaría adjetivos tan dulces para referirse a alguien.

De igual manera no se molestó de que me estuviera riendo.

—Cielo está bien —dije sin dejar de sonreír.

—Me gusta tanto escucharte reír.

Sasuke-kun sonreía.

—Vinimos a patinar, ¿no? —cuestioné jalando de él para que ahora me siguiera a mí.

—Vamos señorita entusiasta.

No hicimos gran cosa, simplemente nos deslizamos por la superficie con suavidad. Nuestras manos se mantuvieron unidas, de vez en cuanto trastabillaba un poco pero una vez agarre el ritmo me dedique a vivir ese momento.

Estaba sonriendo.

Estaba viviendo.

Después de tantos años estaba disfrutando de hacer algo tan simple sin importarme nada más.

De a momentos mi vista se dirigía a Sasuke-kun, a su sonrisa.


En cuanto estuvimos de regreso en su casa —cuando salí del hospital— Sasuke-kun se deshizo de su motocicleta. Si bien le daba una apariencia que me derretía, él mismo decidió que era lo mejor para mí.

Que antes de pensar en su imagen, quería mi seguridad.

Así que se había dado a la labor de comprar una camioneta.

Itachi intentó convencerlo de que el podría comprarle un auto sin necesidad de vender la motocicleta, pero Sasuke-kun no aceptó.

Tal vez no había comprado una de agencia, era una Ford Ranger del noventa y dos que tenía una bonita pintura azul cielo.

—Quisiera que todos los días fueran así —comentó Sasuke-kun al cerrar la puerta de su camioneta.

Había bajado la puerta de la caja para que nos sentaramos, hasta una manta llevó para cubrirnos del frío.

Me encontraba sentada, dejando que la manta me cubriera desde los hombros. Los patines yacían en la esquina más lejana. Giré levemente la cabeza para verlo acercarse con un par de termos en las manos.

Su peso en la caja se vio reflejado de inmediato cuando tomó asiento junto a mí.

—¿Qué es eso? —pregunté cuando me extendió un termo de color rosa.

—Le pedí a mi madre que nos preparara algo para el frío, creo que el tuyo es alguna bebida dulce y el mio café. —Abrió la tapa de su termo y bebió —. Sin azúcar, justo como me gusta.

La temperatura del envase calentaba las palmas de mis manos poco a poco. Hice lo mismo que Sasuke, quité la tapa y bebí.

Era tan dulce, pero no era chocolate ni café.

—Está delicioso —musité —. Aunque no estoy segura de lo qué es.

Volví a beber a ver si podía adivinar qué ingredientes contenía.

—Creo que tiene canela. —Puse mi dedo índice sobre mi barbilla.

—¿Puedo probar? —preguntó Sasuke-kun de manera simple.

—Adelante. Quizá tú ya hayas…

Me había quedado con las palabras escapando de la boca, siendo interrumpidas en su fuga porque los labios de Sasuke-kun se habían posado sobre los míos obstruyéndoles la salida.

Tenía sabor a café, tostado y amargo.

Sus labios se encontraban tibios.

No era amante de las cosas amargas, pero era un sabor exquisito. Beber café de sus labios se convertiría en una adicción para mí.

Fue él quien después de unos segundos deshizo el contacto que manteníamos.

—Es su favorito —habló a escasos milímetros de mis labios —. Una infusión de canela, clavo, leche y miel. Creo que podría convertirse en mi favorito también.

El calor de la bebida humeante que sostenía bajo mi rostro se me había sido hasta el inicio del cuello cabelludo.

Como si me hubiera vertido todo el líquido en ese momento, no soportaba ni siquiera el calor que me proporcionaba la manta sobre mis hombros.

No dije nada, la curiosidad de saber sobre la bebida ya no se encontraba en mis pensamientos.

Solamente podía pensar en por qué sus labios no estaba sobre los míos.

Con cuidado cerré el contenedor y lo dejé a un lado. Sin darme cuenta mis labios ya estaba sobre los suyos nuevamente, buscando de manera desesperada ese contacto anhelado.

El sabor del café, la canela y la miel se mezclaban entre nuestros besos. No entendía cómo había vivido todo ese tiempo alejada de sus labios.

Sus manos estaban aferradas a mi cintura con fuerza, de una forma bastante estática, mientras la mías revolvían su cabello ejerciendo presión, porque no era suficiente.

No tenía la más mínima idea de si lo estaba haciendo bien, pero me sentía extasiada. Porque había esperado tanto para poder estar con él, para sentir como sus besos me llevaban a visitar las galaxias más lejanas. Y por un instante, pensaba que los ruidos que escapaban de mi boca eran vergonzosos pero no podía alejarme de él. No quería volver a vivir lejos de Sasuke-kun.

—Debemos… Detenernos —articuló con dificultad entre los espacios que podía respirar.

Sus palabras lograron que me detuviera espantada.

—¿Hice algo mal?

Me quedé aún cerca de él, observando su expresión. Sus ojos estaban tan profundos, como si quisieran  llevarme dentro de un abismo en donde no existía salida; sus mejillas se encontraban rojas y su respiración era dificultosa. El vaho escapaba de manera pausada de su boca.

—No es eso —dijo regularizando sus tomas de aire —. Si no te detienes podrías terminar sin ropa en este mismo lugar. No creo que quieras eso, moriríamos congelados.

Sasuke-kun sonrió y yo me ruboricé todavía más.

Desde aquella ocasión él no me había tocado de esa forma. Y para ser sincera, quería experimentar nuevamente algo como aquella vez, estando en mis cinco sentidos, por supuesto.

Consciente de que él me amaba.

—Lo lamento.

Regresé a mi lugar y me arrebujé acomodando nuevamente la manta.

—No te disculpes —dijo levantando la manta para introducirse también él.

El silencio de la noche me animaba a hablar más abiertamente con él.

—Me he preguntado —comencé, su atención era completamente mía —. ¿Por qué no me has tocado?

Las palabras poco a poco fueron adquiriendo un tono más bajo conforme formulaba la pregunta. Sí, definitivamente me había dado vergüenza preguntar pero si nuestra relación
Iba a avanzar tenía que aprender a expresarme igual que cuando lo conocí.

—¿Te trae malos recuerdos?

Me adelanté a cuestionar nuevamente antes de que el pudiera hablar. Su expresión era de sorpresa. Pero sonrió ante mí última pregunta.

—No es por esa razón —contestó sin dudar —. Sabes, creo que esa vez me dejé llevar por la ansiedad que tenía en ese momento. Tenía todas esas semanas evitandote, convenciéndome a mí mismo de que lo mejor era alejarme de ti, pero inconscientemente te buscaba cada vez que tenía la oportunidad. Haberte besado después de tantos años desató en mí una necesidad por tener mas de ti.

Sin saber por qué mi ánimo decayó un poco.

—Entonces fue la emoción del momento… —dije desviando la mirada.

—No. No fue así. Creeme que en este momento estoy haciendo uso de todo mi autocontrol para evitar que eso vuelva a suceder. Todo en ti me invita a volver a perderme en tu piel. No tienes idea Sakura, todos estos días he puesto barreras.

—Entonces, ¿por qué? —pregunté sin poder verlo a los ojos.

Sasuke-kun como siempre me obligó a verle directamente a él, a encontrar la verdad dentro de su oscuro iris.

—Porque tú te mereces una historia de amor como esas que te gustan. Igual a la de un cuentos de hadas.

No sabía qué decir ante sus palabras, era la razón de que actuara tan atento conmigo. Que me tratara como una princesa de cristal.

—Te amo como no tienes una idea y quiero hacerte feliz en todas las formas posibles.

—Ni siquiera me has pedido que sea tu novia —dije de manera arrebatada porque no sabía cómo actuar ante sus palabras.

Una de sus cejas se elevó.

—¿Y en qué momento rompimos? —soltó completamente confundido —. Jamás dejaste de ser mi novia.

Tenía razón, jamás había terminado conmigo, ni yo con él.

—Eres demasiado pretencioso.

Estaba completamente perdida, Sasuke-kun me había ganado una vez más.

—Y tú te ves tan bonita cuando te molestas.

Tomó mi mano. Pero había algo extraño, un material frío, parecido a un metal.

—Esto es…

Con un movimiento lento deshice nuestro agarre, sabiendo lo que iba a encontrar.

El relicario.

—Lo guardaste.

Me llevé una mano a la boca mientras veía ahora el collar colgando de mi otra mano. No quería volver a llorar, sin embargo mi garganta se sentía obstruida.

—Te regreso mi corazón —musitó Sasuke-kun con su voz profunda y tersa. La manta se deslizó de nuestros hombros. Con cuidado me quitó el relicario de la mano y sin preguntarme rodeó mi cuello con sus manos para poder atarlo —. Jamás dejó de pertenecerte.

En cuanto me lo puso se alejó, entonces vi el pequeño corazón en mi mano. La única imagen que me había acompañado durante tres largos años.

No pude más.

Estaba llorando, pero no eran lágrimas de dolor.

No era el mismo llanto silencioso que me acompañaba todas las noches cuando las pesadillas regresaban a arrastrarme a aquel mar profundo.

—Sasuke-kun —musité arrastrando las gotas saladas que bajaban por mis mejillas. Él me veía fijamente —. También te amo. Jamás dejé de hacerlo.

Una sonrisa enternecida de formó en sus labios, sus brazos me estrecharon.

—Lo sé.

Disfrutaba tanto poder ser abrazada por Sasuke, sus brazos eran fuertes. Podía ir más allá de ese contacto físico y no mantenía una barrera para marcar los límites de nuestra intimidad porque lo que quería decir, todo lo que quería demostrar podía hacerlo con palabras y acciones. Su aroma me traía de regreso a los días más felices de mi vida, el clima gélido me llevaba a recordar cada momento lleno de risas, de sueños y dicha.

El descenso de ligeros ampos hizo que me separara de él. La nieve estaba cayendo con delicadeza sobre nosotros.

—¿Te he dicho que me gusta la nieve? —hablé intentando que mi voz no se escuchara tan ronca.

—Todo el tiempo. Pero podría escucharlo por el resto de mi vida.

Sonreí.

Sasuke-kun tomó mi mano nuevamente. Mi cabeza fue a dar a su hombro y la suya de acomodó perfectamente sobre la mía. En ese momento, el único calor se sentíamos era el de nuestros cuerpos estando juntos, siendo envueltos por una manta. No importaba el tiempo, los minutos no estaban siendo contados.

Me sentía como si después de tanto tiempo por fin creyera que las cosas iban a estar bien, tenía la seguridad de ello. De que los años pasarían, de que mis visitas al hospital jamás dejarían de ser dolorosas.

Las agujas perforarían mi piel por el resto de mi vida. Pero mi corazón estaría a salvo y seguro. Porque Sasuke-kun era quien lo cuidaría, quien se encargaría de él por el tiempo que nos quedaba de vida.


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