Como cada día, justo a la misma hora, cuando el reloj avanza con pasos pesados y le dice al mundo que la noche es oscura, que no han nada que ver, que los temores y miedos asechan en la penumbra, está él, esperando pacientemente a que llegue, esperando con impaciencia calmada el sonido de aquella voz hablándole al oído, espera a aquellas pálidas manos le rodeen la cintura con cariño, espera a ver solo ese par de ojos color de ocaso que tanto ama pero que es lo único que conoce de él.

Y las campanadas de la alta torre en el centro de la ciudad, esas doradas construcciones imponentes y grandes, anuncian la llegada de la ansiada hora; sonríe y el viento gélido que se cuela por la ventana y le enfría la cara, le dice, silenciosamente que ha llegado, que está ahí, cubierto por aquella penumbra nocturna que le resguarda de la vista de todos, que es su manto, su guarida, su refugio, su fortaleza.

Aiacos se gira para admirar ese par de ojos que le recuerdan al amanecer y al mismo tiempo al atardecer, ese par de ojos ambarinos que tanto ama le hipnotizan, le hacen querer lo imposible, porque a quien ama es algo más que solo ese par de ojos o esas pálidas manos y aunque ello no importa no se desvía de las preguntas que se han albergado en su mente y es que, siempre tiene que ser a media noche. Le da la espalda y aquellas manos lo abrazan mientras aquel mentón que desconoce, se posa en su hombro, aquella respiración en su cuello le hace suspirar.

—Déjame verte — intentó girar su rostro para verle al menos de reojo pero fue detenido, la fría y suave mano de su acompañante le cubrió los ojos.

—Lo que me pides es imposible, confórmate con saber que estoy aquí y que te amo — un sutil y cálido beso fue depositado en su mejilla.

— ¿Porqué? — su voz sale con un suspiro

—No deberías preguntarlo, es imposible.

Siente de nuevo como aquel al que ama tanto le cubre los ojos y deshace el abrazo, siente como camina lentamente y detiene su andar justo frente a él, lo tiene ahí, justo como siempre ha querido, pero no puede verle, aquella mano se lo impide pero tampoco quiere retirarla, el corazón le late con fuerza, se ha congelado, pero a la vez quiere, no, desea hacer algo, sus manos, torpemente suben hasta toparse con el rostro de Minos, cierra los ojos disfrutando de las caricias, pero pronto lo detiene.

—Eres muy apuesto — escucha aquella voz que es su delirio, no hay nada más que el último tacto de la noche, un apasionado beso que le ha robado el alma entera y quizá unas cuantas horas de sueño. — cierra los ojos — aquella orden es acatada y aquel ser de ojos ambarinos desaparece de aquella habitación, de aquella penumbra, amenazando en volver la noche siguiente y la siguiente de esa hasta que el imposible deje de serlo.

🐥🐦

Llegué tarde otra vez, una disculpa por eso. 

Como amo a estos dos juntos. 

Dioses, amo la imagen de la multimedia, amo a Minos 😘

Dan R.