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✿ 20

[DÍA 001]

Lunes.

MinHo no era apático frente a los lunes, pero especialmente hoy no deseaba ir al colegio. No quería ver al irritante peliazul, se arrepentía de aceptar. Sólo iba a aprovechar sus 24/7 para molestarlo sin inhibiciones ¿Por qué no lo pensó antes? Si tan sólo no hubiera estado babeando mentalmente por pensar en golosinas, habría usado su completo raciocinio para negarse rotundamente.

Resopló resignado, tendría que ir. Ni siquiera deseaba abrir los ojos y salir de la cama, empezar el día era la parte más difícil de cada mañana.

—¡Lee Min Ho se te hará tarde! ¿Qué se supone que haces aun babeando? ¡ARRIBA! ¡ARRIBA! ¡Nuevo día, nuevas oportunidades! —la mujer azabache de menuda estatura arrasó cuál remolino, abriendo cada cortina que adornaba el cuarto de su único hijo. Apenas su habitación tuvo la iluminación suficiente para cegarlo, su progenitora abandonó el espacio para hacerle algo de desayuno.

MinHo suspiró, bien. Ahí iba.

Usualmente no iba por el mundo deseándole maldades a las personas, pero justamente hoy suplicaba porque JiSung pescara al menos un resfriado. Entonces faltaría a clases y se liberaría de su inocente trato, ingrata fue su sorpresa al toparlo leyendo al final del aula.

¿Siempre estaba leyendo? ¿Cómo es que no lo había notado? ¿Y por qué le toma atención ahora? Bufó, pasando de largo el flujo de sus pensamientos.

Ignoró olímpicamente su presencia al fondo, y fue a su pupitre; todos sus pensamientos negativos se fueron al desagüe cuando vió la bolsita con gominolas atada con un lazo color lila. Sonrió, mirando la nota.

Puedo ver galaxias
completas en tus ojos;
pero tu no puedes ver
ni una sola estrella en los míos❞
—014

La sonrisa del menor se desvaneció hasta quedar en una mueca confundida e inconforme. ¿Cómo esperaba su chico misterioso que mirara a sus ojos? Al menos que... ¿Lo conocía?

Su análisis se vió interrumpido por el típico rechinar de la puerta del aula, anunciando que su flojo profesor de aritmética había llegado.

El menor de la clase se limitó a disfrutar del regalo, mientras sentía un nudo en su estómago. Era dulce, y amargo.

Dulce en sus labios, y amargo en su corazón. Disfrazando la corazonada, en un simple malestar.

Los tortuosos segundos se volvieron minutos, y los minutos en horas. Horas que terminaron en un sufrimiento gracias a las tareas que el hombre les había dejado como si nada. El hombre abandonó el aula, mientras el resto se reunía para hacer sus planes de almuerzo. MinHo sólo pudo quedarse ahí, mirando la pizarra con plumón difuminado.

—¿Te piensas quedar ahí todo el día, rata? —una profunda voz, la cual comenzaba a alucinar, se burló de él a sus espaldas.

—Deja de... llamarme así. —gruñó, dentro de un bufido.

JiSung sonrió complacido de hacerlo refunfuñar, y le robó una de sus gomitas con el único objetivo de hacerlo enfadar. ¿Pues qué más si no?

—¡Hey! No toques —el azabache no dudó en dar un manotazo al peliazul ladrón, quien sonrió en grande.

—Sólo fue una. —la comió sin culpa alguna, ignorando su pobre advertencia. —Vamos a comer, y deja de enojarte o te saldrán arrugas a temprana edad.

—¿Eh? ¿Ir a comer...? ¿contigo? —la confusión fue palpable en su voz, desconcierto que no permitió al rubor en sus mejillas hacerse presente.

—Yep~ es parte de la apuesta, vamos. —despeinó su cabello en gesto juguetón, y salió del aula. El menor resopló, pero no tardó mucho en seguir sus pasos.

MinHo caminaba detrás de él, el peliazul había tomado la delantera apenas abandonaron el salón.

—¿Sabes? Detesto tener que ir pisándote los talones. —se quejó el menor, esta vez sin intenciones de alcanzarlo. Incluso si sólo un par de pasos los separaban.

JiSung se detuvo de golpe, haciendo chocar al azabache contra su espalda. MinHo descubrió que era más fuerte de lo que lucía, mientras aquella embriagadora fragancia lo envolvía nuevamente; algo dentro de él ronroneo, regocijándose con el fresco aroma.

—Auch~ —se quejó, haciéndose a un lado mientras le miraba con sumo enfado.

—Vamos —el peliazul retomó el paso, sin adelantarse ni un sólo centímetro al caminar del menor. Avanzaron a la par hasta llegar al lugar que MinHo ocupaba junto a Chan en la cafetería, ambos chicos tomaron asiento apenas compraron su almuerzo.

—¿Y éste qué hace aquí? —Chris hizo presencia unos segundos más tarde, dejando su charola junto al azabache y mirando desorientado al intruso.

—Está comiendo. —respondió el menor con obviedad, sin desear explicar nada relacionado con la humillación que debía pasar toda la semana.

Humillación que nadie le obligó a aceptar, pero JiSung no iba a recalcarle eso.

El rubio entornó los ojos ante la cruda respuesta, dándole un zape a su amigo antes de tomar asiento e ignorar el tema como si fuera nada. MinHo se quejó, pero fue vilmente ignorado.

JiSung miraba la interacción con diversión, mientras categorizaba minuciosamente sus vegetales. ¿Zanahorias? Sí. ¿Lechuga? Meh. ¿Brócoli? ¡No!

—¿El chico lector de vida perfecta no consume vegetales? —interrogó con ironía, escupiendo veneno en sus palabras. —Creí que los masones llevaban dietas balanceadas. —canturreó, mofándose del peliazul.

Chan no pudo evitar una pequeña risa ante la broma, siempre le era divertido ver al dúo de bobos pelear. Ahora lo era el doble, siendo conocedor de los sentimientos ocultos de JiSung.

—No soy masón, rata prejuiciosa. —le señaló con sus palillos, tentado a clavarlos en sus ojos —Y detesto el brócoli, esas cosas son verdes y asquerosas. Probablemente te comerán por dentro igual que una solitaria. —el azabache no pasó por alto su genuina aberración, pero nada iba a impedirle burlarse. No, señor.

—Oh vamos~ no seas llorón. —MinHo no dudó en carcajearse, su bully personal era un niñato que odiaba los vegetales... —¿tus padres nunca te dijeron que los vegetales son buenos para tu salud, pequeño Han?—cuestionó, hablándole como si fuese un pequeño bebé.

—Ja~ ja~ muy chistosito, conejito —bufó, incluso si se merecía la burla. —Y estoy hablando en serio, ¿no has pensado que el brocolí puede ser un arbolito venenoso o que puede seguir creciendo como un amate en tu interior? —cuestionó, genuinamente asustado. Y es que en serio los vegetales le jodían y asqueaban. ¿Quién había inventado esa cosa del demonio? Oh, pues el demonio. Estúpido Han.

MinHo soltó una carcajada de diversión pura que probablemente resonó en toda la cafetería, eso era lo más gracioso que había escuchado en su vida; y eso contando que sus primos con 5 años creían que los frijoles germinaban en tu interior.

La carcajada era burbujeante, dejando ver sus dientecillos de conejito, mientras su alegría llegaba hasta sus ojos donde diminutas arrugitas se formaban. Y JiSung juraba estar viendo la octava maravilla del mundo, sintiendo fuegos artificiales brillar en sus ojos.

Christopher quién usualmente se mantenía en silencio para analizar a los individuos que lo rodeaban, pudo percatarse de eso.

¿Quién diría que JiSung había caído tan profundamente enamorado de MinHo? A Chris le parecía absolutamente curioso ver galaxias brillar en sus ojos.

¿Cómo pasó? ¿Cuándo? Y lo más importante...

¿Cómo es que MinHo no lo notaba?

Las siguientes clases del azabache fueron más digeribles, había dejado a un lado el asunto del admirador y solamente podía soltar sonrisas tontas al recordar el acontecimiento de la cafetería. Y es que en su cabeza no cabía cómo JiSung podía pensar algo así.

El timbre resonó por los pasillos, seguido por los suspiros de alivio que los estudiantes soltaron al unísono. MinHo se encontraba guardando sus cosas cuando sintió la colonia del peliazul llegar a sus fosas nasales, deseaba tanto confesar en voz alta lo delicioso que olía.

—Estuve pensando acerca del proyecto y...

—Nop~ —MinHo no dudó en interrumpirlo, dejando su asiento y encarando a un peliazul confundido —Tenemos planes diferentes. Iremos al centro comercial. —sonrió, volviendo finas lunas sus orbes avellanados.

—¿Eh? ¿Para qué? —le miró, confundido.

—Me apetece helado de yogurt, y ya que debo estar pegado a ti todo el día. Irás conmigo. —sentenció, sin molestarse en esperar una respuesta. Él realmente quería helado.

JiSung le vió medio saltar hasta la salida, sonrió. Era tan herm...

—¡Vamos, Han! Se hará tarde. —lo apuró mientras se asomaba al aula para apresurarlo. JiSung asintió sin rechistar, y lo siguió.

Ambos chicos decidieron tomar un taxi hasta su destino, pues varias cuadras los separaban del cometido. El silencio reinó entre los dos, hasta que unas cuadras más tarde MinHo decidió romperlo.

—¿Cuál es tu comida favorita? —cuestionó mientras miraba por la ventana, grabando el trayecto en su mente. Cada árbol, arbusto y casa colorida. Incluso si lo sabía de memoria.

—Pizza. —respondió sin dudar, sonriendo de medio lado al ver como MinHo formaba una mueca. —Sí sí, ya sé que no te gusta.

—Sólo la que lleva piña. —corrigió, incluso si evitaba comerla en general. —¿Y cómo sabes que...?

—Sólo lo sé —lo interrumpió, al notar que había metido la pata.

—Eso ni siquiera Chan hyung lo sabe. —murmuró, confundido. Dejando en segundo plano su labor de mirar el paisaje, y concentrándose en el chico junto a él.

—Llevo casi 12 años conociéndote. —respondió, como si eso aclarara sus dudas. Incluso si sabía que no debió lanzar ese dato al azar.

—Pero...

—Nada, deja de hacer tantas preguntas. —le interrumpió, fingiendo cansancio.

—Yo no hice ninguna...

—Estás exasperándome. —canturreó, mirando su pulgar como si fuese lo más interesante del mundo.

MinHo entornó los ojos, bufando.

—Eres odioso, Han Ji Sung —musitó con molestia. El mencionado no respondió, aliviado de que el tema muriera ahí.

Minutos más tarde llegaron al centro comercial. MinHo se sentía más relajado, sumido en el aroma a tiendas departamentales y aire acondicionado. Incluso el impacto de los tacones de aguja y zapatos costosos contra el suelo perfectamente pulido le hacía sentir mejor. Caminaron en total silencio, yendo a la par. JiSung también parecía cómodo con el ambiente, mirando todo con admiración pese a estar seguido ahí. Le gustaba ver la ropa, accesorios... todo. JiSung era un secreto amante de la moda.

Si le preguntaran cual era su época favorita del año, definitivamente era invierno. No por las festividades, luces brillantes o el clima. Él a diferencia de muchos, amaba el marketing y gastar su dinero en cosas innecesarias. No se avergonzaba de admitirlo.

El mismo magnetismo que lo llevaba hasta MinHo para molestarlo, lo dejó babeando frente al aparador de aquella ostentosa tienda GUCCI. La cual conocía de memoria, y visitaba constantemente.

—¿Te gustan los abrigos? —cuestionó el azabache, mirando con cierta curiosidad la forma en que JiSung parecía niño en dulcería. Pegado al aparador que mostraba la colección para este invierno.

—Corrección, me gustan los abrigos Gucci —dijo mirando, sin alarmarse ni un poco ante los elevados precios que MinHo ni siquiera se atrevía a curiosear.

—¿Quieres entrar? —ofreció el menor, enternecido por su actitud.

—Pero...

—Vamos, no perdemos nada con mirar. —ofreció, pero al ver el rostro indeciso del peliazul tomó su muñeca y lo arrastró dentro de la lujosa tienda. JiSung se dejó llevar, encantado por el cálido toque sobre su piel.

Apenas pisaron el lugar, el peliazul se deshizo del agarre para perderse entre todas las prendas que decoraban la tienda. MinHo rió al verlo actuar así, como si buscase el juguete ideal que pedirle a Santa Claus.

¿Ese era el idiota Han? ¿Por qué lucía alguien diferente a quien lo molestaba? Tan... dulce.

—¡Es bellísimo! —exclamó el peliazul entre un susurro. Había encontrado muchas prendas que no podía evitar imaginarlas puestas en el chico que le acompañaba. Definitivamente MinHo sería un modelo perfecto de su marca favorita en ropa.

Su compañero sólo lo miró con paciencia, divertido de su actuar. Era como un niño. Aunque también parecía todo un elegante crítico de moda cuando daba su opinión acerca de algo. MinHo no alcanzaba a entender la dualidad del peliazul.

—Esto es como el paraíso, MinHo. —lo llevó hasta el maniquí que portaba una chaqueta de cuero café, la cual JiSung miraba encantado. MinHo recordaba como sus primos le invitaban a su habitación para enseñarle sus juguetes y darle golosinas. No encontraba ninguna diferencia a esta situación. —Bien, podemos irnos.

Cuando abandonaron la tienda, lo próximo que MinHo escuchó hasta la heladería fue a un JiSung muy emocionado por el más diminuto hilo hasta cada tela estampada. Se dedicó a escuchar atentamente, no recordaba haber visto a JiSung hablar tanto.

La forma en que hablaba de algo que le gustaba era... genuina. Él no estaba hablando sobre los precios o la ostentosidad. Él realmente apreciaba los pequeños detalles de cada prenda.

JiSung guardó silencio cuando estuvieron en la heladería, bien, tal vez se había excedido un poco en sus palabras. Se sentía más liviano, aunque ligeramente avergonzado.

—¿Qué voy a darte, bonito? —cuestionó el sujeto tras el mostrador, dándole una sonrisa coqueta al azabache apenas fue su turno para comprar.

MinHo enarcó una ceja, bien, en ciertas ocasiones solía ser timido y no era bueno recibiendo halagos pero aquel sujeto le pareció sumamente vulgar. Haciéndole sentir incómodo.

—Un servicio decente, por favor. —interfirió el peliazul. —Llevaremos dos de frutilla, uno con gomitas agridulces.

MunHo le miró sorprendido, literalmente había pedido exactamente lo que quería y le había defendido de aquel sujeto. El chico rodó los ojos, limitándose a entregar el pedido tras conseguir los dos conos que habían pedido.

—Que lo disfruten. —mencionó con una sonrisa forzada. JiSung ni siquiera se molestó en agradecer, no se lo merecía.

Cuando MinHo obtuvo su helado, prefirió dejar el tema atrás. Tomando asiento junto al peliazul, quien probaba su helado tranquilamente.

—Emmm~ Gracias. —murmuró el azabache, desviando su atención hacia su helado.

—¿Eh? ¿Por qué? —cuestionó, confundido.

—Sólo acepta el agradecimiento. —murmuró, no iba a decirle: "Gracias por salvarme de ese acosador".

Sería vergonzoso. JiSung se encogió de hombros, disfrutando de su postre y de las expresiones de alegría que daba el menor tan sólo de comer algo dulce. El menor daba golpecitos al suelo con sus pies, emocionado de lo mucho que disfrutaba ese helado. Lo había deseado todo el día.

—¿Ya no estas peleado con HyunJin?—cuestionó distraídamente el azabache, ansioso por eliminar ese estúpido silencio.

—Supongo que no, sigue enfadado porque le oculté algo. —respondió, usando su cuchara para robarle una gomita al menor. MinHo no se quejó esta vez.

—¿Eh? ¿Qué le has ocultado? —su curiosidad fue en aumento, recordando aquella conversación que se supone no debió escuchar.

—Sí se lo oculté a él, ¿qué te hace pensar que te lo diré a ti? —cuestionó desinteresado, sin intenciones de discutir con su dongsaeng.

MinHo resopló, prefiriendo no decir nada más. Su compañero sabía exasperarle cuando quería, y estaba muy cómodo comiendo helado como para eso.

Cuando el manto estelar planeaba cubrir al despejado cielo sobre ellos, supieron que era momento para volver. JiSung se ofreció en llevarle a casa, objetando que era tarde y le quedaba de paso. Incluso si no tenía jodida idea de donde vivía. MinHo no se negó. Ambos chicos caminaban con rumbo a la casa del azabache, yendo a la par mientras cada uno iba sumido en su propio mundo.

—¿Tus padres no te regañan por llegar tarde a casa? —cuestionó sinceramente preocupado el menor. Su madre se volvería loca si llegaba solo y tan tarde a casa.

—Ellos trabajan hasta muy tarde. —respondió simplemente, sin darle importancia. Era un tema zancado para él. se acostumbró a vivir técnicamente solo.

—¿Estás solo todo el día? —cuestionó, sorprendido.

—La mitad del día —corrigió —La otra mitad la paso en el colegio, ¿y tú?

—Mamá llega temprano del trabajo. —respondió —De hecho... mira, ahí va. —señaló a su madre quien llegaba a casa en su automóvil rojo. MinHo fue consciente hasta ese momento de que no iba solo, mierda, si veía al peliazul era capaz de invitarlo hasta dormir. Ella realmente amaba tener invitados.

—Es mejor que te vayas ahora. —murmuró tratando de alejarlo. De todas formas estaban a un par de casas, no corría ni el mínimo riesgo.

—Pero... —el mayor trató de replicar, pero no hizo falta. Los tacones de su madre resonaron detrás suyo.

—¡MinHonnie! —muy tarde, estaba yendo hasta ellos —¿No vas a presentarme a tu amigo?

MinHo respiró hondo. No se avergonzaba de su madre, tampoco de su compañero de clase. Solamente que temía de la reacción de su progenitora.

—Mamá, JiSung... JiSung, mi madre. —los presentó el menor, totalmente incómodo.

—Buenas noches, señora Lee —sonrió JiSung, proporcionándole una leve venia.

—Aww~ que agradable chico. —aplaudió emocionada, el peliazul no pudo evitar recordar a cierto azabache comiendo helado y pataleando discretamente debido a la felicidad. —¿Tu nombre es JiSung?

El mencionado asintió, siendo analizado de forma detenida por su suegra. Digo, la madre de MinHo, quien juraba haberlo visto antes ¿de donde?

—¿Nos hemos visto en otro sitio, JiSung? —cuestionó, sin molestarse en ocultar su análisis.

—He ido todo el colegio en el mismo grupo que MinHo, probablemente por eso —respondió, restándole importancia. Incluso si él sabía a qué se refería la mujer.

La azabache dió con el clavo de que lo recordaba castaño. Sí, definitivamente lo había visto antes.

¿Dónde?

—Hyung, será mejor que vayas a casa —interfirió el menor, aprovechando la distracción de su madre. Su mayor asintió de acuerdo, luchando contra un rubor que quería subir a sus mejillas cuando lo escuchó llamarle 'hyung'.

—Buenas noches —reverenció por última vez antes de dar vuelta e irse. La señora Lee sabía que lo había visto antes.

¿Dónde?

3/3
Y listop, ya acabó la maratón.
Espero la hayas disfrutado, lulu_t22 💛

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