Uno.
¿Desde cuándo mis sábanas son tan suaves y huelen a coco?
Extendí un brazo, buscando el acolchado. Tenía frío y quería seguir durmiendo un poco más.
Intenté volver a dormirme, pero fue inútil.
Mejor me levanto... además, tengo hambre.
Abrí los ojos lentamente, con un ligero dolor de cabeza.
¿Qué carajos...?
Esta no es mi habitación. Ni la de Luna. Ni la de ninguna de mis amigas. Y definitivamente no es la de Diego.
Me encontraba en una habitación enorme y lujosa, con un televisor que parecía tener el tamaño de cinco de los que tengo en casa.
¿Acaso salí de fiesta y terminé en la cama con un desconocido por despechada?
Nah, eso solo pasa en las películas.
—¡Ay! ¡¿Pero qué...?!
Ahora sí, casi entro en pánico cuando me di cuenta de que solo estaba en ropa interior, blanca y de encaje. Mi vestido estaba del otro lado de la habitación, sobre un mueble de cajones. Los zapatos, al pie de la cama.
Hace un minuto tenía frío, pero ahora el pánico me calentaba la piel al darme cuenta de que no tenía idea de dónde estaba. ¿Me secuestraron? ¿Estoy soñando? ¿Dónde están Luna y Sol?
Un rayo de sol se colaba por la habitación. Giré la cabeza y vi unas cortinas enormes bloqueando la mayor parte de la luz.
Al menos sé que es de día.
Me levanté de la cama y caminé hacia mi vestido, sintiendo el aire frío en mi piel. Al vestirme de prisa, recogí los zapatos, pero no me los puse. Si algo raro pasa, correr con tacones no es una opción.
¿Dónde está mi celular? En la mesita de noche solo había una lámpara y un... ¿papel de la Escudería Ferrari? Un flash me golpeó de repente: no llegué a tiempo al Gran Premio de Brasil. Tal vez compré un souvenir... pero el texto no estaba ni en inglés ni en italiano. Lo único que hablo además de español son esos dos idiomas.
Caminé hacia el ventanal y abrí las cortinas. La luz me cegó por un momento.
—¿Eh...?
Estaba en un piso altísimo, en una ciudad hermosa... pero no tenía idea de dónde. Intenté no entrar en pánico y caminé por el espacio. ¿Qué pasó anoche?
De pronto, ¡bingo! Mi cartera estaba en uno de los sillones. Fui directo hacia ella y saqué mi celular.
—Mierda...
No tenía señal. Pero, ¡la WiFi! Encendí el WiFi, pero todas las redes estaban protegidas con contraseña.
Un aroma a café llegó hasta mí. Mi estómago rugió.
¿Cuánto tiempo llevaba sin comer? Fui hacia la cocina, donde el aroma del café fresco llenaba el aire.
Al parecer alguien había dejado la cafetera encendida o programada debido a que acababa de hacer café y la jarra se encontraba llena.
Sirviéndome una taza, empecé a beber, hasta que, por supuesto, me atraganté.
Necesitaba agua así que abrí el grifo y llené un vaso que se encontraba por allí para luego llevarlo a mi boca y comenzar a tragar como loca.
—¿Estás bien? —Una voz masculina me sobresaltó, en perfecto inglés, con acento marcado.
De milagro no volví a atragantarme por los nervios.
Tarde como cinco segundos en voltear con aún el agua contenida en mi boca.
Me giré lentamente y...
¿Qué carajos...?
¡Charles Leclerc y Sebastian Vettel estaban ahí!
El agua salió de mi boca en un chorro directo hacia la cara de Charles. Sebastian, a mi lado, estalló en carcajadas. ¡Acabo de escupirle a Charles Leclerc en la cara!
Sebastian trataba de limpiar la cara de Charles con un trapo mientras seguía riéndose. Yo, por mi parte, no podía sentirme más idiota.
—Lo siento muchísimo, de verdad... —mi voz apenas salía, tartamudeaba como una niña.
¿Qué está pasando? ¿Es real esto?
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó Charles, todavía con el ceño fruncido, pero esbozando una pequeña sonrisa. Incluso enojado es... lindo.
—Y-yo... me asusté
Los dos intercambiaron miradas confundidas, y con razón. Acababa de hablarles en español.
—Quiero decir... que me asusté —intenté enmendar en un inglés más claro, aunque seguía temblando un poco.
Sebastian no paraba de reír, mientras salía de la cocina con el trapo en la mano.
Genial, ahora soy el chiste del día.
—¿Por qué te asustaste? —insistió Charles, esta vez con una sonrisa más amplia, mientras me miraba con curiosidad.
¿Por dónde empiezo...?
—Pensé que estaba sola y... solo quería tomar agua antes de irme —dije, desviando la mirada hacia el suelo.
¿Cómo se supone que le explique todo esto sin sonar como una completa loca?
Charles levantó una ceja, visiblemente divertido, pero luego su expresión cambió cuando dijo:—¿Y cuándo compraste los boletos de avión?
Sentí cómo el color desaparecía de mi cara. ¿Boletos de avión?
—¿Perdón? —balbuceé.
—¿No recuerdas nada de anoche? —me miró extrañado.
—N-no... ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? —las palabras salían atropelladas de mi boca— ¿De verdad no estás jugando conmigo?
Él pareció notar mi confusión y dio un paso hacia mí.
—Tranquila, estás en Monte Carlo, en Mónaco. Ayer dijiste que conocer el circuito era uno de tus sueños y...
No lo dejé terminar.
—¿¡Monte Carlo!? ¡¿Qué carajos hago en Mónaco?! —me tomé la cabeza con ambas manos, incapaz de procesarlo—¡¿Qué pasó ayer?!
—No te preocupes, todo está bien —Charles trató de calmarme, acercándose más. —No es tan raro como parece. —¿No es tan raro? Estaba perdida en Brasil hace unas horas y ahora estoy aquí, hablando con Charles Leclerc.—Ayer dijiste que te habías perdido el Gran Premio —me explicó— Y luego... bueno, estabas bastante emocionada. Todo el equipo te ayudó a venir aquí
Me quedé en shock, mirando el paisaje por la enorme ventana. Esto no puede estar pasando...
—Abigail, cálmate —dijo suavemente, poniendo una mano en mi hombro.
¿Cómo sabe mi nombre? ¡¿Cómo demonios Charles Leclerc sabe mi nombre?! Me senté en el suelo, intentando recordar algo, lo que fuera, pero todo era un borrón en mi mente.
—¿Quieres desayunar? —se agachó hasta mi altura—Comamos algo y luego aclaramos todo, ¿te parece?
Levanté la vista y me encontré con sus ojos. Dios, es hermoso. Sin pensarlo mucho, asentí.
Me senté frente a la ventana, aún tratando de digerir todo lo que estaba pasando.
Frente a mí, Sebastian y Charles charlaban mientras el desayuno llegaba.
La mesa se llenó con una variedad impresionante de alimentos: café, jugo de naranja, frutas frescas, tostadas con mermelada... ¿Estos tipos desayunan lo que yo como en una semana?
Sebastian, siempre tan simpático, sirvió un poco de café en mi taza mientras me miraba de reojo, como si no pudiera contener la risa por el incidente de antes.
—Ten —me dijo, deslizando una pastilla hacia mí— Esto te ayudará con la resaca
Le di vuelta al empaque y me di cuenta de que era un analgésico. Aunque no me sentía tan mareada, lo tomé con un trago de jugo de naranja. No me viene mal, considerando que no entiendo nada de lo que pasó.
Mientras comía una tostada, mi mente viajó al momento en que desperté. Un segundo... Desperté en ropa interior, en una cama desconocida... Oh, no. Mis pensamientos dieron un giro oscuro y no pude evitar ruborizarme. ¿Tuve relaciones con Charles Leclerc? ¡¿O peor, con Sebastian también?! Dios mío, esto es un desastre.
Sentí el calor subir por mi rostro y bajé la mirada para que no notaran lo incómoda que estaba.
—Oye —Charles rompió el silencio— si te hace sentir mejor... anoche no pasó nada entre nosotros
Levanté la vista rápidamente, sorprendida y, aunque algo aliviada, aún no del todo convencida.
—¿De verdad? —pregunté con un ligero temblor en la voz.
—De verdad. Lo único que hiciste fue llorar... y repetir el nombre "Diego" en tus sueños. —Charles me miró con una mezcla de ternura y diversión.
¡Diego! ¡Mi ex! ¡Qué vergüenza!
Formé una mueca mientras daba una mordida a la tostada, sin ganas de entrar en detalles sobre Diego. Lo último que quiero ahora es recordar a ese idiota.
Charles debió notar el cambio en mi expresión porque cambió de tema.
—¿Recuerdas algo de la noche anterior? —me preguntó con suavidad.
Negué con la cabeza mientras tragaba otro sorbo de café.
No, no tengo ni la más mínima idea.
—Todavía no estoy segura de si estoy soñando o si todo esto es real —murmuré.
Charles se rió ligeramente y, por alguna razón, me hizo sentir un poco más cómoda. Es extraño estar aquí, pero al mismo tiempo... es Charles Leclerc, ¿Cómo no sentirme un poco encantada?
—Créeme, esto es la vida real —me dijo, y su sonrisa lo hacía todo más surrealista.
El tiempo pasó y terminé de desayunar. Al menos la comida ayudó un poco. Estaba por levantarme de la mesa cuando noté algo que me hizo congelarme.
¡Dios! ¡Estoy sin maquillaje! No me había dado cuenta hasta ahora. ¿Cómo no me vi en un espejo al despertar? ¡Parecía un desastre total y estaba sentada frente a Charles Leclerc y Sebastian Vettel!
Como si la situación no pudiera empeorar, escuché el sonido de una puerta abriéndose. Me giré lentamente hacia la entrada, y allí estaba, justo frente a mí, el último golpe de realidad.
—¡Max! ¿Cómo estás? —dijo Charles con una sonrisa.
¿Max? ¡¿Max Verstappen?! ¡No puede ser! Max se acercó, dándose cuenta de mi presencia, y levantó una ceja.
—¿Tienen compañía? —preguntó, mirándome con curiosidad.
Sentí que me hundía en el asiento, deseando desaparecer de la faz de la Tierra. Max Verstappen estaba ahí, mirándome como si fuera una extraterrestre en medio de un desayuno de campeones... o mas bien, campeón y futuros campeones.
Sebastian, que hasta ahora había estado más calmado, soltó una risita contenida mientras se levantaba para saludar a Max. Mientras ellos charlaban, intenté hacerme lo más pequeña posible, aunque ya era demasiado tarde. Estaba atrapada en esta locura.
Max, al notar mi evidente incomodidad, se acercó a Charles y, en un tono apenas audible para mí, preguntó:
—¿Quién es ella? ¿La nueva estrella de Ferrari? —dijo en tono burlón.
Charles soltó una carcajada.
—Algo así —respondió, guiñándole un ojo a Max.
Yo, por mi parte, me quedé sin palabras. ¿Estrella de Ferrari? ¡Si ni siquiera entiendo cómo llegué aquí!
Esto no me puede estar pasando.
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