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Dos.

Esto no puede estar pasándome, esto no puede estar pasándome. ¡No puede ser posible!

Estaba a punto de conocer a otro de mis posibles pilotos favoritos (si no fuera porque siempre le gana a Charles), y para mi malísima suerte, estoy desarreglada.

Giré la cabeza para no ser descortés y me topé con la mirada del chico.

—Hola, soy... —comenzó Max con la clara intención de presentarse, aunque ya sabía quién era.

—Max Verstappen, lo sé —reí levemente.

Aunque me moría por hablar con el piloto de Red Bull, también tenía muchísimo miedo por la situación en la que estaba: del otro lado del mundo, con un inglés medio, sin señal para contactar a mi madre o a mis amigas.

Conociendo a mamá, seguro ya habría denunciado mi desaparición a la Interpol.

—Creo que ya es hora de que aclaremos todo —dije, mirando a Charles.

—Claro —respondió él. —Luego iré con ustedes, tenemos que resolver algunas cosas.

Verstappen me inspeccionó de arriba a abajo y luego me miró con una sonrisa maliciosa.

Oh no, no es lo que estás pensando.

El atuendo que llevaba dejaba mucho a la imaginación, pero ni siquiera tengo ropa extra. Solo este pequeño vestido.

—Está bien, resuelvan sus "asuntos" —Max imitó unas comillas con los dedos antes de marcharse.

Me quedé sola con Charles.

—¿Puedo ir al baño?

—Claro, está en la... —no lo dejé terminar y fui casi corriendo hacia el baño.

Dentro, aproveché para arreglarme un poco: me lavé el rostro, los dientes, acomodé mi cabello y usé un poco de maquillaje del bolso.

Por suerte, no estaba tan mal.

Salí del baño y me senté en uno de los sillones donde Charles ya me esperaba

—¿Cuál es el problema? Creí que te irías después del Gran Premio —me dijo.

Ay, ¿por dónde empiezo? Primero, creo que le mentí sobre mi edad. Puede que esté algo mareada, pero no pierdo mi astucia. Así que lo más probable es que me mate cuando le diga que en realidad tengo diecisiete.

Segundo, prácticamente perdí la memoria, si hablamos metafóricamente.

Y tercero, estoy sola en Mónaco, sin dinero, sin ropa, y sin poder contactar a mi madre o amigas sin que me castiguen por un año.

—¿Abigail? —Charles llamó mi atención.

—Y-yo... —va a matarme. —Antes que nada, déjame contarte toda la historia sin interrupciones. Quizá te enojes por algunos detalles mínimos, pero no me interrumpas, ¿ok?

Su expresión era de confusión total.

Respiré profundo y empecé a contarle todo desde el principio.

Punto de vista de Abigail.

Domingo 15 de marzo de 2020.
São Paulo, Brasil.

19:07 horas.

Maldito tour, malditos guías, maldita página de internet.

—¡No puedo creer que contratáramos al peor tour de Brasil! No volveré a dejarme llevar por anuncios baratos jamás —chillé.

Planeé durante dos años este viaje junto a Luna y Sol para poder asistir al Gran Premio de Brasil. ¿Quién rayos iba a imaginarse que por un simple descuido terminaríamos perdidas en medio de una favela? Así es, hace casi cuatro horas que estamos caminando.

Fue muy estúpido lo que ocurrió: las tres entramos a una tienda de regalos en el centro de São Paulo, pero al salir, nos dimos cuenta de que el grupo con el que estábamos recorriendo la ciudad ya no estaba. Tampoco la guía, y mucho menos el bus que nos trasladaba. Así que decidimos caminar de vuelta al hotel, pero en lugar de llegar, terminamos perdidas en algo parecido a una favela. Y lo peor es que aquí no hay ni un policía a la vista.

Pero eso no es lo peor. ¡Lo peor es que no llegamos al Gran Premio! Esta era la oportunidad de mi vida para conocer a los chicos de Ferrari y ver, por primera vez, una carrera de Fórmula 1.

Años de ahorrar dinero para asistir a un GP, porque las entradas cuestan una fortuna.

Desde que tengo once años, sueño con caminar por una pista, sentir los motores rugir y, tal vez, taparme los oídos por el ruido ensordecedor.

—Deberíamos volver por donde llegamos, se está haciendo de noche —sugirió Luna.

Por suerte no estábamos vestidas de manera extravagante, pero aun así llamábamos la atención.

—Voy a sacar mi celular para ver el GPS —habló Sol, la única mayor de edad presente.

Ya habíamos intentado usar el GPS antes, pero en muchos lugares no había señal. Finalmente, el GPS de Sol funcionó, y estábamos a solo media hora del centro de la ciudad.

19:50 horas.

Justo cuando pensaba que nada podría empeorar este día, el cielo tronó, y a los pocos minutos, empezó a llover.

—Entremos a una tienda —dijo Luna.

—Oh, qué gran idea. No sé cómo no se me ocurrió antes —respondí irónicamente.

Corrimos por las desoladas calles de la ciudad, pero parecía que todo estaba cerrado. Lo único que encontré fue un hotel a una cuadra de distancia. Les hice señas a mis amigas para que me siguieran, y llegamos a la entrada del hotel, completamente empapadas.

—Disculpe, ¿podemos usar el baño? —preguntó Sol a un guardia, y él asintió.

Una vez dentro, dejé mi bolso sobre el lavabo, me quité el saco mojado y me lavé el rostro.

Aproveché para aplicarme un poco de maquillaje nuevamente.

—Esto es terrible —dije en voz baja, frustrada.

En ese momento, la puerta del baño se abrió y entró una mujer muy elegante, hablando por su celular.

Como el lugar estaba en silencio, no pude evitar escuchar su conversación, al igual que mis amigas, que intentaban secar su cabello.

—Sí, estamos intentando convencerlo de que asista a un evento por aquí, para atraer más atención. Su imagen se ha deteriorado últimamente

Se escuchó una respuesta distorsionada del otro lado de la línea.

—Es una exhibición de autos, nada importante para su carrera, pero sí para nosotros. Tal vez atraiga algún inversionista.

¿Estaba hablando de alguien importante? ¿Quizás alguien de la Fórmula 1?

Me volteé hacia Luna para hacerle una señal, refiriéndome a la conversación de la mujer.

¡Aouch! La mujer se dio cuenta y nos lanzó una mirada extraña.

Después de unos minutos, dejó de aplicarse polvo en el rostro y salió del baño.

—¿Escucharon eso? —dijo Sol, emocionada—. ¡Tenemos que ir a esa exhibición!

Hice una mueca de desagrado, y ella lo notó.

—Podría ser tu oportunidad de conocer al menos a un piloto de Fórmula 1, si es que estaban hablando de uno.

—No quiero otra decepción, gracias —contesté.

—¡Abigail, por favor! Debemos ir —Luna se unió al entusiasmo.

Suspiré y dije un "Ok". Ellas saltaron de la emoción.

—Pero no tenemos ropa adecuada para ir a un evento así. ¿Vieron a esa mujer? Parecía salida de una revista de Vogue —me quejé.

—Estamos en el centro de una ciudad extravagante, debe haber tiendas con ropa elegante —respondió Luna, con razón, pero eso implicaba gastar más de lo planeado.

Las tres salimos del baño y nos dirigimos a la salida cuando logramos ver a la mujer que anteriormente se encontraba en el baño cruzando por la puerta de salida.

Mire a mi alrededor.

Este hotel es muy lujoso, no le había prestado atención al entrar.

Cruzamos la puerta de entrada/salida casi diez segundos después que la mujer rubia.

Si bien, Luna y Sol corroboraron en internet que la exhibición quedaba a unas cuantas cuadras de por aquí así que tomaríamos un taxi luego de comprar ropa apta para el evento.

Mientras bajábamos los escalones del lobby, varios fotógrafos comenzaron a tomarnos fotografías, igual que lo que hicieron con la mujer rubia que, por cierto, la perdí de vista.

—Creen que somos famosas —comento Sol entre risas. —Hagamos de cuenta que somos unas Rockstar

Las tres posamos de forma graciosa saludando a las cámaras tratando de disfrutar nuestros segundos de fama y luego nos alejamos riendo del lugar.

Narrador omnisciente

Con el tiempo llegaron a una tienda, el lugar no era tan grande, pero tenía vitrinas decoradas con estilo vintage y un aire acogedor. Nada de lujo extravagante, pero las prendas parecían de buena calidad.

Entraron y una vendedora, con una sonrisa amable, las recibió.

—¿En qué puedo ayudarlas? —preguntó.

Abigail fue la primera en hablar.

—Estamos buscando algo elegante, pero no demasiado caro. Es para un evento de autos que empieza pronto.

La vendedora asintió con una sonrisa y las guió hacia una sección al fondo de la tienda.

—Tenemos algunos vestidos de marcas como Maje, Sandro y Reformation. Están en oferta porque son de temporadas pasadas, pero siguen siendo perfectos para una ocasión especial.

Abigail recorrió las perchas con atención hasta que uno de los vestidos llamó su atención: era un vestido negro, con un ligero brillo satinado y un corte sencillo, pero elegante.

—¿Cuánto cuesta este? —preguntó, girando el vestido entre sus manos.

—Ese está a 400 reales —respondió la vendedora— Solía costar el doble, pero ahora está en descuento

Abigail hizo cuentas rápidas en su mente. Cuatrocientos reales eran alrededor de cuatro mil pesos argentinos. Un poco más de lo que había planeado gastar, pero considerando la situación, no estaba tan mal.

—Lo llevaré —decidió con una sonrisa.

Mientras tanto, Luna había encontrado un vestido rojo corto con encaje en el escote. Lo levantó y le mostró a Abigail.

—¿Crees que esto me quede bien?

Abigail la observó de arriba a abajo.

—Definitivamente te verás increíble —respondió, sincera—¿Y los zapatos?Luna mostró un par de tacones rojos con moños en el talón.

—Estos me encantaron. Valen 250 reales —dijo, orgullosa de su elección.

Sol, que había estado curioseando en otra sección, llegó con un mono al estilo blazer en color blanco.

—Yo no necesito zapatos —dijo levantando una ceja— Estos que traigo puestos van a aguantar hasta el final de la noche.

—Suertuda —comentó Abigail—. Vas a gastar la mitad que nosotras.

Después de que cada una había elegido su atuendo, fueron a la caja a pagar. La suma final fue considerable, pero las chicas estaban decididas a verse bien esa noche

—¿Podemos probarnos la ropa aquí? —preguntó Luna a la vendedora.

—Claro, tienen el probador al fondo. Si necesitan ajustar algo, solo avísenme —respondió la mujer, amablemente.

Las tres se cambiaron rápidamente en el pequeño probador, riendo y compartiendo cumplidos sobre cómo se veían. En pocos minutos, estaban listas para el evento, luciendo como si acabaran de salir de una revista. Salieron de la tienda y llamaron un taxi para dirigirse al evento.

Exhibición de autos.
21:27horas.

Abigail, Luna y Sol finalmente llegaron al evento después de cambiarse en la tienda vintage.

Las tres caminaban nerviosas, pero emocionadas, intentando mantener la compostura mientras subían los escalones del lugar, que parecía aún más majestuoso de lo que habían imaginado.

El lugar estaba lleno de luces brillantes, coches de lujo y personas elegantemente vestidas. El ambiente era de alta clase, algo que hacía sentir a las chicas fuera de lugar, a pesar de sus nuevos atuendos. Abigail llevaba su vestido corto de Zara, que había sido una gran ganga. Luna lucía el vestido rojo de encaje que había encontrado, y Sol, fiel a su estilo práctico, vestía su mono estilo blazer que le daba un aire sofisticado.

Aunque todas se sentían fuera de lugar, sabían que ya no había vuelta atrás.

—Chicas, estamos aquí. ¡Esto es increíble! —dijo Sol, tomando una copa de champán que un mozo le ofreció mientras paseaban entre los coches expuestos.

Abigail observaba todo a su alrededor, incapaz de procesar lo que estaba viendo.

Coches deportivos alineados, periodistas entrevistando a figuras importantes del mundo del automovilismo y personas que parecían sacadas de una portada de revista. Definitivamente, esto no era su mundo.

—¿Y ahora qué hacemos?—preguntó Luna, nerviosa, mientras ajustaba el tirante de su vestido.

Abigail miró a su amiga y luego al resto del lugar. No sabían con quién hablar, ni cómo actuar en un lugar tan exclusivo.

Entonces, algo llamó su atención. Cerca de uno de los coches expuestos, un pequeño grupo de personas parecía reunirse en torno a alguien que destacaba entre la multitud.

—¿Es él? —susurró Abigail, entrecerrando los ojos para ver mejor.

Al acercarse un poco más, el corazón de Abigail comenzó a latir con fuerza. Sí, era él. Charles Leclerc, vestido impecablemente con un traje negro, estaba allí, hablando con otras personas.

No podía creerlo.

—Es Charles... —murmuró Abigail, y sus amigas la miraron con asombro.

—¿Qué hacemos? —preguntó Sol, sin saber cómo reaccionar.

Abigail no respondió de inmediato. El instinto le decía que debía acercarse, pero al mismo tiempo, sentía que sus piernas no le respondían. Solo había visto a Charles en las carreras, en la televisión, y ahora estaba a unos metros de distancia. Todo parecía irreal.

—Creo que deberíamos acercarnos... —dijo finalmente Luna, empujando suavemente a Abigail hacia adelante.

Con el corazón en la garganta, Abigail comenzó a caminar lentamente hacia el grupo donde estaba Charles, mientras intentaba mantener la calma. Cada paso parecía más pesado que el anterior, y por un momento, pensó en dar media vuelta y correr. Pero no lo hizo.

Cuando estuvo a pocos metros de él, algo inesperado ocurrió. Una copa de champán se resbaló de la bandeja de un camarero, chocando contra el brazo de Charles, lo que provocó que la bebida se derramara sobre su impecable traje.

—Oh no...—pensó Abigail.

Charles, sorprendido, levantó la vista, y fue en ese momento cuando sus ojos se encontraron con los de ella. Un breve instante que pareció durar una eternidad.

—Lo siento mucho...—dijo Abigail rápidamente, aunque ella no había tenido la culpa.

Sin embargo, el momento la había hecho sentir como si hubiera causado todo el desastre. Charles, con una sonrisa incómoda pero amable, simplemente sacudió la cabeza.

—Está bien, no te preocupes... —respondió con su característico acento francés.

Sus ojos parecían evaluarla brevemente, quizás preguntándose si la conocía de algún lugar. Abigail no sabía qué decir, sus manos temblaban ligeramente.

Es ahora o nunca. Pensó.

Y, sin pensarlo demasiado, extendió la mano con su teléfono.

—¿P-podriamos... —se maldecia a si misma por balbucear y no hablar correctamente en un momento clave. —¿Puedo tomarme una foto contigo?

Charles la miró con curiosidad, pero antes de que pudiera decir algo más, una multitud comenzó a rodearlo, pidiendo fotos y autógrafos. Abigail retrocedió un paso, sintiéndose abrumada por la situación, mientras Charles desaparecía entre la multitud.

Dos horas después ...

Abigail se había separado de su amiga hace bastante tiempo, hace casi hora y media que había ido al baño y al regresar no encontró a Luna en la barra, esta estaba hablando junto a un muchacho a unos cuantos metros de distancia.

Por su parte, se quedó bebiendo en la barra mientras pasaba el tiempo con su celular. No tuvo que beber muchas copas para marearse o peor aún, no hubo necesidad de que beba tanto para que recuerde lo que había pasado con su ex novio y se ponga melancólica, además, su celular no ayudó mucho que digamos y comenzó a releer sus mensajes con Diego, ver las fotos juntos, los posteos en Instagram, etc.

Desafortunadamente ella continúo bebiendo hasta no tener consciencia sobre cuantos tragos llevaba.

—Ay, necesito ir al baño —hablo para ella misma.

La castaña se paró y comenzó a caminar en dirección al baño, pero para su mala suerte, ella no tenía ni la menor idea de donde se encontraba el cuarto de baño.

Abigail siguió dando vueltas por todo el lugar y al estar mareada no pudo percatar que alguien venía caminando distraído en su dirección.

—Perdona —se disculpó aquella persona y por la voz, Abigail dedujo que se trataba de un hombre.

Ella levanto la mirada y se encontró con los ojos de él.

Obviamente, ella no estaba en sus cabales y no se dio cuenta de que era el mismísimo Charles Leclerc quien acababa de derramar su bebida en su vestido.

—¿Acaso es un déjà vu? —pregunto sonriendo el chico ferrari.


Monte Carlo, Mónaco.
Actualidad.

Charles seguía mirando el suelo, y aunque la situación parecía estar calmada por fuera, en su mente probablemente estaba tratando de conectar todas las piezas.

—¿E-eres menor de edad? —preguntó, con la voz un tanto temblorosa, una mezcla de enojo y preocupación notoria en su tono.

Abigail respiró profundo, tragándose el miedo. Aunque estaba asustada, intentó suavizar la respuesta con un toque de simpatía.

—S-sí... pero solo por veintinueve días...—respondió en voz baja, con una leve sonrisa nerviosa, como si con eso fuera a aplacar lo que sin duda sería un caos interno para Charles.

El piloto se pasó la mano por el cabello, claramente frustrado. Se levantó de la silla y caminó unos pasos, manteniendo la vista fija en el horizonte a través de la ventana.

—No puedo creerlo...—murmuró, más para sí mismo que para Abigail.

Sus pensamientos estaban en un torbellino; la confusión y la responsabilidad se mezclaban, lo que hacía que la situación fuera aún más surrealista.

—Y... ¿cómo es que llegaste hasta aquí? ¿Dónde están tus amigas? ¿Tu familia?" —finalmente dijo, aún sin poder asimilar completamente la información.

Abigail bajó la mirada y suspiró. A pesar de que había decidido contarle la verdad, no estaba preparada para lidiar con el remolino de emociones que venía con eso.

—Todo fue un lío desde el principio... Salimos en un tour, pero nos perdimos en São Paulo, después de un malentendido... Luego, acabamos en esa fiesta... y... bueno, ahí fue donde todo se descontroló...—dijo, recordando el caos que las había llevado hasta allí.

Charles la miró de reojo, con una mezcla de preocupación y reproche.

Sabía que, aunque la historia sonaba absurda, era algo que perfectamente podría haber pasado.

—Necesito pensar...—dijo finalmente, sentándose de nuevo en el sillón, mientras se pasaba las manos por la cara.

Claramente, no estaba acostumbrado a lidiar con situaciones así.

Mientras observaba a Charles debatirse internamente, ella sentía una mezcla de culpa y pánico. Creía que todo era su culpa, y lo peor es que no había una manera sencilla de solucionarlo.

Por favor, que no me odie. Pensaba para sus adentros.

El monegasco parecía como si estuviera tratando de encontrar una solución, algo que, por el momento, ninguno de los dos tenía.










*-*-*-*-*

Bueno, hasta acá llega el segundo capítulo. ¿Les esta gustando la historia? :D

Por cierto, tengo pensado actualizar una vez por semana, todos los lunes tendrán una nueva parte 😘.

-Marilyn 💫

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