Verde.
Siempre le había gustado el verano, le tranquilizaba ver lo lleno de colores que estaba el jardín de su casa, pero sobre todo amaba el color verde dw las hojas.
Era algo extraño, una infinita alegría le invadía cuando veía las primeras hojas verdes salir y, por supuesto, todos sus días felices los había terminado por asociar al color verde.
Cuando descubrió el patinaje, con tan sólo ocho años estaba con una de sus playeras favoritas, verde, desde luego. Cuando había nacido su hermana la primera manta que le habían colocado había sido una verde. El primer regalo que recibió por parte de su hermana había sido un collar en forma de corazón verde, era uno de esos que se sacan de las máquinas pero aún lo conservaba como si fuera lo más valioso del universo.
El color verde jamás le había traído problemas, incluso era capaz de decir que el color le había salvado. No fue consciente de esto hasta que lo conoció.
Cuerpo delgado, cabello reluciente rubio, mirar firme y verde.
Los ojos de aquel niño prodigio de ballet era verdes, un tono diferente al que estaba acostumbrado querer pero no por eso menos encantador.
La Academia de verano, en Rusia, había sido una de las peores cosas que le había pasado en su estación del año favorita. No podía seguir el ritmo de los niños de su edad y, con muchísimo esfuerzo podía con las rutinas para novatos. El ballet no era para él y fue decepcionante para un niño de trece años saber que tu deporte favorito estaba tan ligado al baile que comenzaba a odiar con su vida. Y cuando estaba a punto de salir corriendo de la clase lo vió.
Era perfecto.
En ningún momento cruzaron la mirada y dudaba que alguien tan maravilloso como aquel niño se fuera a fijar en alguien que incluso la profesora de la clase ignoraban.
Pero sus ojos. Cuando vió los ojos verdes, ese tono especial que le dió vuelta el corazón lo entendió.
No estaba allí por el ballet, ni por el patinaje y, mucho menos, porque su entrenador lo haya inscrito a la fuerza. Estaba para conocer al que sería el gran Yuri Plisetsky.
Destino, casualidad. Prefería la primera opción, le gustaba pensar que había estado destinado a conocerlo.
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