Y fue entonces que el mundo se le vino abajo.

Lo abrazó con fuerza aunque ya no fuera correspondido, le besó la frente aunque su piel ya estaba fría. Y le dijo que lo amaba, le gritó que lo perdonará pero no obtenía respuesta.

Estaba muerto.

Estaba muerto con los ojos abiertos, sin brillo y mirando a la nada, con las ojeras bien marcadas bajo sus ojos y los músculos rígidos por el tiempo que llevaba tirado en el piso del departamento.

¿Días?

Siguió llorando sobre el cadáver, y Yuri no entendía.

¿Quién había muerto? 

Tenía a Otabek entre brazos y estaba frío y estaba rígido.

Pero no entendía.

Él no estaba, Yuri no estaba.

No entendía.

No quería entender.

Suicidio doble

No... No era eso, un homicidio, un suicidio.

Estaba muerto, estaban muertos.

Pero estaban vivos también, él lo sabía.

¡Mierda, lo sabía!

Volvió a llorar sobre el cadáver de Otabek, tenía un cuchillo enterrado en el corazón y sangraba, el piso estaba manchado en un gran charco rojo que se extendía por las manos frías de Yuri.

¿Quién estaba muerto?

¡Lo había matado!

¡Se había matado!

Y no entendía, no quería entenderlo.

Yuri le enterró un cuchillo en el pecho a su novio, a la persona que amaba y...

Y se tiró del balcón, sí. Su cuerpo estaba abajo y él estaba llorando sobre el cadáver de Otabek.