Frustración.
Si había algo que me molestaba a Otabek era que no le dejaran terminar lo que había comenzado, entre esos que Yuri le dejara caliente porque su gato había interrumpido en la habitación en busca de mimos y alimento.
Ese estúpido gato. Siempre los interrumpía.
Había asociado al pequeño y peludo felino con el sentimiento de la frustración, y es que era cosa de verlo tan elegante y cariñoso como para que comenzara a planear como matarle, habían varias opciones que tenía en mente.
Pero claro, su frustración aumentaba cuando veía el amor con el que lo trataba Yuri, como si fuese su hijo, lo más importante en su vida, ese maldito gato eran los ojos de su pareja y estaba seguro que si desaparecía el felino Yuri se moriría en la pena.
Se cruzó de brazos sentado sobre la cama sin camiseta y con el pantalón a medio abrir y el cabello desordenado mirando como el ruso jugaba con Potya como si no tuviera una erección entre las piernas.
— Dos años de relación... Y aún siento que amas más a ese gato que a mi —comentó, Yuri lo miró por sobre el hombro y le sacó la lengua—. Maldición... Para la otra te llevaré a un hotel.
— Si no es cinco estrellas mejor ni lo pienses Altin.
Bufó aumentando su frustración y se levantó para ir al baño, tenía un asunto molestoso entre las piernas.
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