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» Capítulo XXXV

Los ojos de JungKook caen inexpresivos en TaeHyung. No está arrepentido del todo, lo que dijo es cierto. El amor es innecesario, una manera autómata de hundirse y hundir a otra persona. Dolorosamente te hace cruzar por miles de situaciones insignificantes.

     El amor es inútil.

     El pecho de TaeHyung duele, duele un demonio. No entiende el mar de sentimientos en su estómago; esa ola de decepción incrementa y se agranda rápidamente, mientras sus ojos comienzan a picar. Soltará un mar de lágrimas que se harían uno con el océano de dolor que siente. No puede creer que alguien de quien no espera nada más que compañía termine decepcionándolo de esa manera. Ante el silencio de JungKook, TaeHyung se acerca unos pasos.

     El castaño aparenta tranquilidad y comprensión... Pero no es así, TaeHyung en serio sufre por dentro, pasa que no quiere derrumbarse demasiado pronto.

     — Dime que hay una buena excusa de nuevo —TaeHyung dice, con una voz que termina por hacer sentir mal a JungKook—. Vamos, dime otra vez que eres nuevo en estas cosas.

     La música de fondo sigue retumbando en los tímpanos del pelinegro, sin dejarlo concentrarse correctamente. Cada vez se siente más enfermo, más consumido, y su estómago duele; al igual que su pecho, en un extraño sentimiento que, ahora sí, jamás había sentido. Un vacío que arde. Está al borde del abismo y aun así no se arrepiente de sus palabras, aunque piensa que merecen una explicación concreta. Presta mucha atención en TaeHyung, ahí enfrente, con los ojos hechos lágrimas.

     A la mirada de Tae, el pelinegro está despreocupado, como si no le importase lo que dice. No puede estar más alejado de la realidad: a JungKook le importa. Sí. Sí le importa, más que nada.

     El menor de nuevo observa a TaeHyung con desdén, y quiere hablarle. Las palabras se las traga el viento, su mente y el hoyo que crece en su corazón. Tambaleándose en una cuerda floja, no queriendo caer pero tampoco deseando estar por los aires, no halla qué decir para aligerar el ambiente.

     De pronto, ve una lágrima deslizarse por esa mejilla tersa que cada vez parece memorizar mejor

     — No llores —pide de inmediato.

     La incredulidad del momento hace que TaeHyung se enoje. ¿Eso es lo único que quiere pedir? ¿Lo único que dirá?

     — ¿No vas a decir nada? —TaeHyung da unos pasos hacia él, soltando las palabras con rabia, como si estuviera viendo a su peor enemigo.

     Exacto. Jeon JungKook es su peor enemigo. Desde el día en el que le dijo que serían novios hasta que durara esa relación que se creó en un momento de locura. Demonios. Debió notar antes con quién se metía, de quién se estaba enamorando y a quién le estaba creyendo.

     Sí. Todos dicen "deja que la gente hable". Pero en una de esas, la gente dice la verdad, y así, sin quererlo pero con razones suficientes para hacerlo, comienza a pensar si JungKook realmente es el monstruo sin sentimientos que todos presumen; si, por una vez, la gente habló la verdad.

     ¿Por qué tuvo esperanza? ¿Por qué pensó que podía llegar a gustarle?

     — ¡Responde, JungKook! —grita TaeHyung, con la segunda lagrima deslizándose por su mejilla hasta llegar al borde de su mandíbula.

     La boca de Jeon está sellada. En realidad, no sabe qué decir, y tiene cómo defenderse... No tiene por qué defenderse, o, más bien, piensa tanto en que no debe hacerlo que difícilmente encuentra palabras para hablar con el chico y responder a sus cuestionamientos.

     Después de tanto esperar el futuro doloroso, ¿por qué ese sentimiento de vacío sigue golpeando su pecho y haciéndolo arder? De todas maneras, ¿no estuvo anhelando y pensando que ese momento llegaría?

     Porque así es el amor, ¿no? Eso es estar dando vueltas y repetir el ciclo hasta que uno de los dos se canse. Pero ¿quién se había cansado?

     — ¿Nunca sentiste algo por mí, JungKook?

     JungKook, por primera vez en la noche, dirige la mirada hacia los ojos del castaño. Sigue sintiéndose mareado; su estómago le molesta cada vez más. Culpa al maldito mundo de causar esos problemas. De todos los seres humanos disponibles en el planeta, Kim TaeHyung tuvo que llegar a él. Fue él. TaeHyung fue el que hizo sus estupideces y lo envolvió con su insistencia hasta llegar a aquel momento.

     ¿Por qué no pudo ser alguien más? ¿Por qué le tocó alguien tan malditamente difícil de alejar?

     TaeHyung está más cerca de lo que nunca ha estado de JungKook. El pelinegro, mirando hacia abajo, no despega la mirada de él, haciendo sentir al castaño juzgado y un tentó engañado; como si a propósito JungKook hubiese tomado su corazón y lo botara hacia el suelo una y otra vez... Tal cual pelota que es inquebrantable. Sí. Siente que JungKook bota su corazón y lo alza en los aires, al mismo tiempo que lo lastima fríamente.

     — No éramos nada —dice TaeHyung con su tono de voz cada vez más alto, consiguiendo la mirada de algunos presentes en el jardín—. Ni siquiera te quise presionar.

     El menor da pasos hacia atrás, pues distingue a TaeHyung cada vez más cerca, lo que lo hace sentir incómodo y presionado en totalidad. Es extraño querer gritarle todo lo que siente y saber que no tiene el derecho... Pero que tampoco puede hacerlo. No está enojado, su expresión y sus emociones más bien lo hacen permanecer incrédulo y anonadado. Se dedica a recibir los gritos y la culpa, cargándola en su hombro sin miedo alguno, y es que tiene algo en claro: lo hirió. TaeHyung está sufriendo el peor dolor por su culpa: querer y no ser querido.

     — Nunca te pregunté cosas que fueran personales. Ni te reclamé nada —continúa el castaño, dando de toques en el pecho del chico—. Te creí cuando me dijiste que te gustaba. ¿Y qué hiciste tú, JungKook?

     TaeHyung alza la vista hacia él, analizando su expresión y posición: Jeon no se mueve, respirando intranquilo pero con la misma expresión que muestra siempre. Eso le molesta más de lo que debe, pues si él no se defiende entonces tal vez nada fue real. Todo fue parte de su imaginación; desde el apodo, hasta los helados, los desayunos, la estúpida bufanda roja que nunca recibió, las caminatas y la misma actitud cambiante y voluble. Jeon JungKook se esmeró tanto en mentir que le creyó ciegamente.

     A pesar de que el chico se lo advirtió, solo queda más que claro que Jeon JungKook no es alguien capaz de enamorarse.

     — ¡Me mentiste! —grita TaeHyung con rabia—. ¡Y me mentiste de la manera más cruel posible!

     Mentir.

     Mentir es una palabra muy fuerte, o es lo que piensa JungKook. Le resulta imposible no querer vomitar al ver aquellas lágrimas corriendo por esas mejillas. Está ahogando cada uno de sus malestares procurando prestar atención y no perderse en su mente. Sin embargo, lo que más le preocupa es que se siente tan culpable que no halla la forma para concentrarse.

     De pronto un recuerdo se le viene a la memoria, regresando a su niñez y teniendo una imagen poco agradable en su cabeza. Entonces ve en TaeHyung a su propio padre llorando por la pérdida de su madre. ¿Acaso es un monstruo? ¿Acaso está arruinándole la vida a alguien más? De nuevo mira los ojos de TaeHyung y sabe la respuesta: estás jodido, JungKook.

     Cuando TaeHyung da media vuelta sobre sus talones, por fin reacciona. En su interior se liberó de lo que sea que le mantiene pegado al suelo como un idiota y apresura sus pasos para alcanzarlo. Dado que TaeHyung se echa a correr en ese momento, se le dificulta encontrarlo, por más que se mueve con rapidez por todo el lugar. Lo siente igual que perder la luz que te lleva de regreso a casa, pero aún más solitario y preocupante.

     De pronto la cabellera castaña de TaeHyung hace presencia a lo lejos, apresurado, corre hasta él. Cuando se encuentra lo suficientemente cerca de él, habla fuerte para que le oiga.

     — ¡Espera un momento!

     Kim TaeHyung se detiene en su lugar, sin girar para verlo a la cara. Resulta increíble que se digne a hablarle en ese instante, a pedirle que esperara cuando, segundos atrás, no se dignó a decir ni una sola palabra.

     Más patético aún es que TaeHyung le hace caso.

     — Estoy harto de que esperes que vaya hacia ti como un perro. —La voz de TaeHyung es expresiva en totalidad.

     Cualquiera puede darse cuenta de que está sufriendo, que la decepción abarca su corazón. También quiere vomitar como JungKook. Es posible ver en toda su aura que sus ojos tristes van a la par de un alma que se sume en el estado más depresivo existente y por existir. TaeHyung está destrozado por la decepción... Y su corazón está roto e incompleto. Alguien más tiene esa pieza entre sus manos.

     — Tú no lo entiendes, TaeHyung.

     Ese tono frío da la impresión de que no le importa del todo la situación. TaeHyung se da media vuelta, rebasado de tristeza y enojo que lo obliga a actuar por inercia. La tranquilidad por un segundo se le viene encima, pero se va rápidamente.

     — ¡Por una vez en tu vida deja de tratarme como si fuera un extraño! —La garganta parece desgarrársele, sus puños se cierran a sus costados y las lágrimas comienzan a salir desfavoreciendo su expresión—. ¡Deja de hacerme a un lado y creer que soy un tonto! ¡Entiendo más de ti de lo que crees! ¡Te conozco más de lo que crees! ¡Deja de tenerme miedo! ¡No rechaces la manera en la que te quiero!

     Su respiración es agitada, mientras las lágrimas saladas recorren sus mejillas tal cual río con agua que recorre un trayecto en temporada de lluvia. El pecho le duele, tanto como cuando lloras por alguien a quien has perdido. Y sí... Perdió a JungKook. ¿Alguna vez, si quiera, lo tuvo? Por dentro todo está tan mal, y aunque no se siente utilizado, sí siente que lo han engañado tantas veces con actitudes que no son sinceras.

     JungKook no sabe qué sentir. No sabe si sentirse mal o sentirse muy mal. No obstante, tiene en cuenta algo: es un mal chico. Es el peor ser humano, porque habla sin pensar y actúa sin hablar consigo mismo. Todo es desprevenido, espontáneo y sincero, al grado de ser grosero y doloroso... Lo malo es que no espera más de sí mismo cuando siempre se consideró un hombre idiota al pretender alejar toda fuente de dolor de aquella manera, alejando a cada persona que quiso intentar algo.

     Oh, TaeHyung, tienes que ser tú.

     — No, no lo haces. No entiendes —insiste JungKook.

     Un momento de silencio es suficiente para que TaeHyung eleve su estado de enojo.

     — Deja de hacer esas cosas, sigues jugando. ¡Eres un idiota! —se atreve a decir sin detenerse—. Tú rechazas a todos. Me dijiste que te demostrara que me gustabas de verdad. ¡Lo hice! ¡Y lo hice mejor que todos! ¡Pero tú ni siquiera pudiste decirme que no te gusto de esta manera!

     Las lágrimas son inservibles.

     Eso piensa JungKook.

     Sin embargo, al ver las lágrimas en TaeHyung, cree por un segundo que las lágrimas no son tan inservibles. Sino que son melancólicas y dolorosas. Como una espina en el corazón que molesta hasta el fondo de tu alma. Odia verlo llorar.

     — Me enamoré de ti, JungKook. —TaeHyung se decide por sacar el dolor en su pecho. Sigue llorando. Deja ir más lágrimas de decepción—. ¿Y sabes qué fue lo peor de todo?

     JungKook ha decidido no escuchar más. Necesita detenerlo, decir algo y darse a explicar.

     — El amor es inútil —dice JungKook.

     Antes de decir lo que tenía en la punta de la lengua, TaeHyung cierra la boca y guarda silencio. Las palabras del pelinegro han causado, una vez más, que su corazón se desmorone de esperanza y no hay forma eficaz de repararlo; simplemente se encuentra destrozado, roto. Únicamente queda rastro del paso de Jeon JungKook.

     El pelinegro sigue siendo un lío en su propia cabeza. Casi sabe qué quiere decir, pero no tiene ni idea de cómo decirlo. Busca dentro de su interior el mayor esfuerzo que se le permite para expresar lo que siente. Piensa en su madre y en su padre, en sus deseos y sus anhelos.

     — El amor es un juego voluntario. Enamorarse es inútil porque al final este tipo de cosas suceden. Todos pierden y siempre es el mismo patrón: estás con alguien y caes, te duele la cabeza, tienes ganas de vomitar, comienzas a tener celos; lo repites una y otra vez para después, en algún momento, terminar.

     La mirada de TaeHyung es débil... Incrédula e inexplicable a la vez. Solo puede pensar en lo muy herido que está su corazón y en que lamentablemente desea terminar sus esperanzas, matar sus deseos y enterrar los sentimientos por él, porque sabe que si los tiene resguardados en su corazón es probable que el otro se aproveche de eso.

     Ya no le cree a JungKook.

     No cree que tuviera sentimientos. No cree que lo que esté diciendo sea verdad. No cree que alguien que dice "odiar y desconocer el amor" hable de él tan seguramente.

     — ¿Qué tiene que ver todo lo que dijiste? Me estás diciendo que el amor es inútil, ¿entonces por qué vienes y me detienes? Si lo que intento es cerrar este ciclo.

     — Lo lamento, TaeHyung.

     Una vez más, su estómago se hace una bola de emociones. No quiere desmenuzar esa disculpa, o no logra hacerlo... Está harto de una disculpa más sin sentido.

     — No te creo, JungKook —admite, con ganas de gritar—. Ya no más. No volverás a verme la cara.

     — ¡No lo entiendes! —exclama JungKook un poco irritado—. ¡Nadie lo hace! El amor es inútil, y siempre termina. El amor es la estupidez más grande del planeta y no debo permitirme sentirlo.

     — ¡Eres un idiota! —TaeHyung chilla en voz alta.

     El mayor se cubre más el rostro con sus manos, esperando detener las lágrimas mientras ellas siguen cayendo, una tras otra; son gotas saladas que su cuerpo desecha a causa del dolor incrementando en su corazón. El pecho le duele cada vez más.

     — Deja de llorar —es lo único que JungKook puede decir.

     — ¡No me trates así! —bufa TaeHyung—. Hazme y hazte el favor de olvidar todo. Olvida todo, desde el día en el que corrí hacia ti para decirte que fueras mi novio, hasta el momento en el que decidiste romper mi corazón por segunda vez.

     El pelinegro apenas entiende lo que sucede.

     Grita, se dice a sí mismo en un deseo intenso de gritar con toda la fuerza que tiene, pero no le sale. Su garganta adolorida no se lo permite, su cabeza duele y el alcohol del ambiente es tan fuerte que se siente ebrio.

     — TaeHyung.

     — ¿Sabes qué fue lo peor de todo, Jeon JungKook? Pensé que también podías enamorarte de mí.

     El pelinegro mira a TaeHyung, por última vez en la noche. No quiere decir nada... No puede decir nada.

     — Pero tú odias el amor. Y nunca te enamorarías de mí —termina el castaño, dándose media vuelta sobre sus talones, decidido a irse de una vez—. No me hables de nuevo.

     La última fase había llegado y toca directamente el corazón de JungKook, causándole el dolor más profundo que jamás sintió. Pero, si la espera desde hace tiempo y supo que eso pasaría, ¿por qué le duele el pecho y su corazón ruega por abrazar al otro?

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