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» Capítulo XXXI

TaeHyung no da para más en la escuela. Está reprobando gran parte de las materias, excepto las fáciles, como arte o música; pero de ahí en más... teme no pasar de año. Eso lo llevaría a un gran, gran problema. Se acerca la universidad y el crecer comienza a hacerse presente en su mente.

     Mira aterrorizado la boleta antes de soltar un suspiro pesado y rascarse la nuca.

     — ¿Qué tienes ahí, Poochie?

     Lo que menos desea TaeHyung es permitirle a JungKook ver la boleta con sus terribles calificaciones. Quedar mal ante el mejor promedio de toda la escuela es totalmente una vergüenza. Es más, JungKook es tan inteligente que lo exentan la mayoría de las veces. Todo el tema de la boleta resulta aún peor cuando tantas veces el pelinegro le pidió con calma que estudiara y se pusiera al corriente con las materias. No entiende cómo puede con una clase tan aburrida como historia.

     Sin pensarlo dos veces, TaeHyung guarda rápidamente la boleta en su mochila y la cierra.

     — Nada... Es... Es... Es una carta.

     — Ajá. —Los ojos de JungKook giran rápidamente, cayendo fijos en TaeHyung—. ¿Y puedo saber de quién?

     El castaño, nervioso, nota que JungKook no le cree; y si lo hace, seguramente se siente ligeramente engañado. Por otro lado, JungKook sabe con casi toda seguridad que han entregado boletas, pues también a él le dieron la suya y su carta de felicitación, como en todos los parciales. Engañarlo es más que difícil, sobre todo porque la actitud poco peculiar de Tae es como leer un libro que está delante de tus ojos con letra gigante. ¿Y qué es esa excusa además?

     Ni siquiera el rostro incrédulo de JungKook logra detener a TaeHyung, quien sin duda alguna sigue insistiendo con la supuesta carta.

     — Me la dio... ese chico del gimnasio con pines bonitos.

     — ¿Jung WooSeok? —JungKook alza una ceja.

     La pregunta hace que TaeHyung asienta sin siquiera procesar su expresión e inmediata reacción, pues cualquier cosa es mejor que tener a JungKook diciéndole una y otra vez que debería estudiar. El pelinegro es muy interesado y bueno haciendo que los demás estudiasen. Varias veces lo denominaron un buen tutor, quizá es a causa de su seriedad y la forma tan directa de explicarse; y aunque odia hacerlo, JungKook también admite ser dedicado a la hora de ayudar.

     Esta capacidad no es una casualidad: puesto que siempre tuvo a su padre cuando era pequeño, JungKook adquirió una manera única de aprender todo. No es sistemático ni memoriza, solamente lee y lee y lee. Cuando era niño y su papá no estaba se entretenía leyendo sus libros de matemáticas, a pesar de no entender nada; así que su habilidad de comprensión se agudizó. Su madre también tenía libros, y esos de vez en cuando los leía; eso porque la señora Jeon era una amante de comedias románticas. JungKook odia todo eso desde que tiene memoria. No es su estilo, su papá sí es más su estilo.

     Así que por eso, y porque se lo pasará molestando unas semanas, TaeHyung no quiere que JungKook vea la boleta.

     El rostro confuso del pelinegro no da muy buenas señales. En cuanto abre la boca, TaeHyung se encuentra rendido esperando el reclamo de JungKook por estar mintiendo y ocultar sus calificaciones, negándose a recibir ayuda. Sin embargo, no pasa. El reclamo que espera no llega y, en cambio, recibe una pregunta.

     — ¿Qué te dijo WooSeok ese día?

     — ¿Eh? ¿Por qué quieres saber eso? —cuestiona TaeHyung sintiéndose ligeramente salvado.

     — Porque él no suele hablarle a cualquier persona solo porque sí.

     El mayor le echa una mirada curiosa al pelinegro. Tiene la misma expresión que siempre. Tal vez es algo distinta por su ceja ligeramente arqueada y sus ojos fijos en algún punto del lugar, sin moverse demasiado. JungKook, a simple vista, se ve normal, aunque Tae puede sentir una vibra distinta.

     — ¿Lo conoces tan bien? —intenta evadir el tema. Coloca bien su mochila en el hombro y se acerca un poco a JungKook—. Además, yo no soy cualquier persona.

     Desde el día en el que la "cercanía" se volvió peligrosa, JungKook comenzó a ser más inteligente y cauteloso para que TaeHyung marcara la línea del espacio personal que requiere para mantenerse en orden, mental y físicamente. No obstante, es completamente imposible acostumbrar a TaeHyung a actuar menos cariñoso cuando no sabe la diferencia entre estar cerca y estar demasiado cerca e invadiendo el espacio personal. Tanto así que JungKook llega a hacerse pasos hacia atrás, o hacia los lados de manera inconsciente ante tales asfixiantes acciones.

     TaeHyung es tan impredecible que hasta hace que le duela la cabeza.

     Una vez más, el pelinegro percibe la cercanía, soltando un suspiro. Lleva su mano hasta el rostro de TaeHyung y lo cubre con toda la palma de su mano.

     — Deja de hacer eso.

     — ¿Qué sentido tiene estar saliendo si no puedo estar cerca de ti?

     JungKook sigue con la mano en el rostro del chico, importándole poco si está aplastando sus labios. La voz del castaño sale distorsionada debido a ello. JungKook siente ganas de vomitar y una vez más rueda los ojos.

     — Ya te dije que me pones nervioso. ¿Sabes lo que es el espacio personal? Pues tú sobrepasas la línea con esa molesta cara tan cerca de mí. —JungKook quita la mano de la cara de TaeHyung, cruzándose de brazos—. ¿Ya me dices lo de Jung WooSeok?

     TaeHyung no recuerda exactamente qué fue lo que le llevó a hablar en un principio con Jung WooSeok. Es decir, el chico se acercó, le dijo algo, siguió hablando y por alguna razón la conversación fluyó como un río en temporada de lluvia. No es nada anormal, menos tratándose de alguien tan sociable como TaeHyung, quien es capaz hacer amigos en menos tiempo que cualquiera. Es sociable: con sus temas de conversación variados e interesantes puede hablar de muchas cosas, y, como casi nada le desagrada, no tiene límites.

     A pesar de eso, TaeHyung no tiene la menor idea de cómo contar lo que sucede con Jung WooSeok. Menos comprende por qué a JungKook le interesa tanto.

     — No sé —admite TaeHyung restándole importancia—. Estaba sentado, se acercó a hablar, después vi sus pines y hablamos de pintura.

     JungKook guarda silencio un momento, con el dedo índice pegado a su barbilla, analizando la respuesta de Tae.

     — Parece poco tratándose de él. ¿No dijo nada más?

     TaeHyung rueda los ojos ante la pregunta , en un acto replicado del menor.

     — No.

     — Pues bien, Poochie.

     — Sí. Qué importa —dice TaeHyung, alzándose de hombros. De inmediato, gira la cabeza observando fijamente a JungKook—. ¿Por qué? ¿Celoso?

     El pelinegro no puede creer lo que escucha ni la incesante necesidad del mayor por saber esa clase de cosas, tanto así que le revolotea los ojos, harto de sus palabras. Le molesta tanto que TaeHyung hable así y pregunte tonterías como si nada. Quiere vomitar de nuevo.

     — Te gusta molestarme y eso me molesta más —apunta JungKook, dándose la vuelta al terminar para comenzar a caminar.

     El otro le sigue por detrás, riendo en voz alta. Su risa entra por las orejas del menor. JungKook cae en cuenta, entonces, de muchas cosas cuando está con Tae; nunca lo admite, pero sí se hace una idea de lo que pasa por la cabeza de TaeHyung. Al chico le gusta molestarlo y hacerlo tambalear entre sus costumbres y actitudes, pues le causa gracia ver reacciones nuevas y creer que de alguna manera ambos se vuelven más cercanos al paso del tiempo.

     — ¿De verdad estás celoso? —Tiene confianza para preguntarle eso a JungKook.

     Jeon no tiene ganas de responder. Sería demasiado largo... Mucho que decir y poco que entender.

     — No.

     Los celos son algo que JungKook no quiere sentir. Es como un paso más en una carrera que parece infinita, pero que en realidad tiene un final. Inevitablemente los sintió por pequeños obstáculos y no personas. Fueron otro tipo de celos, celos de niño o, como él los llama, celos infantiles. No son la gran cosa, ni calan hasta el fondo de tu estómago y te hacen arder el pecho. Tampoco es como si ande presumiendo que nunca sentiría celos; hasta sabe que, eventualmente, algo pasaría. Algo que lo haría sentirse celoso, sentirse mal con sus propias emociones y creyéndose un ser humano ligeramente irracional.

     Sin embargo, eso no sucede con Jung WooSeok, a quien conoce desde hace un tiempo atrás. No se llevan especialmente bien, ni siquiera lo normal, porque WooSeok tiene el deseo de superar a JungKook de alguna forma. Antes fueron amigos (el único amigo de JungKook, de hecho...). Después dejaron de serlo. Fue complicado, problemas de niños que discutían entre sí por tonterías sin sentido y que, en teoría, no deberían tener relevancia alguna en sus vidas. Ese problema fue suficiente para separarlos por completo, y no hablaron mucho después del problema.

     TaeHyung no sabe eso. Si JungKook quisiera contárselo, habría posibilidades de carecer de interés. Además no es una historia sencilla que se cuenta en dos minutos para dar contexto a la problemática.

     Van directo a la casa de TaeHyung, caminando por donde siempre. JungKook, como en los últimos días, debería llevar sobre su espalda dos mochilas: la de Tae y la suya. Pero sabe que Kim no dejará que toque su mochila porque lleva ahí su boleta de calificaciones... Quizá calificaciones degradantes y vergonzosas, características del chico.

     — ¿Ni un poco?

     — No siento celos por cualquier persona —admite JungKook. Le da una mirada de reojo a su acompañante y voltea de nuevo hacia el frente.

     Los ojos de TaeHyung se mantienen en el suelo, jugando con las líneas que lo decoran e intentando no pisarlas. Va un tanto distraído, procurando prestar toda su atención para no perderse ni un solo detalle.

     — ¿Has sentido celos por mí? —pregunta mirando al suelo. No quiere pisar nada.

     Llega un punto en el que a ninguno de los dos les sorprenden las preguntas como esa. Pasando tanto tiempo con TaeHyung, JungKook comienza a acostumbrarse y a dejar de pensar que algún día sería mesurado con sus palabras.

     El menor lo piensa cuidadosamente y termina diciendo:

     — Prefiero guardarme eso, Poochie.

     Ese tiempo juntos da frutos en muchos aspectos, así como TaeHyung presumía que sería. Por ejemplo, cuando escucha esa respuesta sabe que es mejor no insistir e incomodar a JungKook, por lo que opta dejarlo pasar.

     — Bien —acepta—. Voy a tomar tu brazo.

     — Está bien.

     TaeHyung lo observa dudoso, y de un momento a otro lo atrapa con sus manos y se apega a él. La cercanía de TaeHyung hace que JungKook se ponga rígido, pero se libera casi de inmediato. Al sentir la cabeza de Kim recargada, suelta un suspiro. El pelinegro percibe el aroma a shampoo entrando por sus fosas nasales: el cabello de TaeHyung huele bien, bastante bien. Es curioso que después de un tiempo, ese aroma se haya grabado en su sistema y ahora fácilmente lo identifica. Le agrada.

     Puede que no se note, pero entiende quién es Kim TaeHyung. ¿Y cómo no hacerlo? No hay nadie que le detenga la boca, y cada día es más difícil dejar de prestarle atención.

     Tae está feliz y su sonrisa lo demuestra. A pasos pequeños avanza con JungKook. Es divertido.

     — La verdad es que Jung WooSeok no me da buena espina.

     — Creo que eso son celos —propone TaeHyung.

     JungKook no quiere llamar celos a eso. Los celos, no son tan buenos. Es decir, puede que sean comunes, pero no le agradan. Esa clase de sentimientos generan problemas entre las personas, hacen que cambien y después es difícil volver a lo que eras antes. Y, ¿cuál es el sentido? Al final, todos se van. Así es y sería, es una regla infinita.

     Los celos son inútiles al final del camino.

     — Pues si lo son, realmente son desagradables —habla.

     A JungKook le recorre un sabor amargo en la boca, y suelta un suspiro desganado ante sus sentimientos.

     TaeHyung va a su lado, agarrado de su brazo con la yema de sus dedos tocando delicadamente la gabardina, el aire comenzando a correr. El mes está terminándose, Halloween se encuentra a tan solo la vuelta de la esquina, y por fin después de unos cuantos días vendría la festividad que más amaba... Navidad. Esas son las cosas en las que el castaño piensa, y no mucho más. El suspiro de JungKook es lo que lo transporta a sus pensamientos y por eso suelta una sonrisita que dura poco, como burlándose alegre de su situación.

     — ¡Tengo hambre! —exclama TaeHyung en voz alta—. Debo llegar pronto a casa para comer.

     Desde hace un tiempo que TaeHyung dice eso. Muy a diferencia de lo que cualquiera puede creer, no es un plan mañoso con intenciones ocultas, sino un comentario casual de su día a día. A veces es incómodo porque no quiere hacer pensar a JungKook que desea aprovecharse de su relación, o hacerlo creer que tiene la obligación de alimentarlo cuando no tiene el deseo de hacerlo. Por eso, para evitar problemas, siempre añade al final alguna frase que complementara su comentario; frases como "Mamá va a cocinar bien hoy" u "Hoy comeremos pasta, amo la pasta", solo por si JungKook piensa mal.

     El pelinegro siente frío en su nariz y estornuda. Sus estornudos peculiares son bastante agradables a los oídos del castaño. Acciones como esa se quedan grabadas en la mente por más inútiles que sean. TaeHyung ríe, extrañamente feliz, y recibe la mirada gélida de JungKook seguido de un revoloteo de ojos.

     — Podemos ir a comer algo.

     Ese comentario sale tan natural, que Tae no puede creer lo que escucha y hasta se piensa que es un espejismo. El mayor lleva los ojos hasta JungKook, sorprendiéndose y dejándolo ver con su expresión típica.

     A pesar de que JungKook ni siquiera lo está mirando, sabe que el castaño está delirando de emoción. TaeHyung suele emocionarse por pequeñas tonterías como esa. Tiene una forma muy específica de ponerse a saltar, gritar y después bailar como si tuviera gusanos encima suyo. Es odioso. El menor de reojo mira la gran boca de TaeHyung y, aunque quiere evitar sonreír, le rueda los ojos alzando las comisuras de sus labios solo un poco.

     — Creo que voy a llorar —dice TaeHyung, recargando la cabeza en el hombro de JungKook y apegándose más a él.

     — Qué exagerado eres.

     En ese momento diminuto y bello, a ambos los envuelve un sentimiento extraño, prácticamente nuevo.

     A pesar de esto, JungKook tiene muy en cuenta... que todo siempre tiene un final.

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