» Capítulo XX
Cuando el partido termina, TaeHyung siente preocupación en su corazón. Mientras algunos celebran que el partido fue ganado y otros se van a sus casas, Tae espera sentado en la misma banca a JungKook. Quiere hablar con él, y aunque su actitud es de lo más normal, hay algo que no le cuadra. Ya hemos visto que JungKook es totalmente desinteresado y habla en un tono que fácilmente se podría confundir con la más mera irreverencia y grosería. Realmente no tiene noción de lo que es herir y de lo que no, lo cual es una estupidez puesto que es un adolescente. A JungKook le importa poco el tono común con el que le habla al mundo. Él no nota cuál es su tono y en qué ocasiones es así; no tiene percepción de la gravedad con la que suelta algunas cosas. Pero TaeHyung sí.
En dos meses pudo aprender a distinguir cuándo JungKook se enojaba, irritaba o simplemente hablaba con un tono común, normal
Cuando TaeHyung gira la cabeza, JungKook se hace presente en su campo visual. El pelinegro, sudado, cansado y con un moretón en el brazo, camina hasta TaeHyung con la mirada pensativa que pocas veces deja salir. Cerca de él, toma su mochila del suelo y comienza a guardar sus pertenencias con tranquilidad. Tiene muchas cosas en la cabeza. Está feliz por el triunfo, pero se siente un tanto extraño debido a la escena poco satisfactoria por la que pasó. Además, añade a eso todos los rumores que se vendrían encima, y su malestar por sucesos irrelevantes. Está actuando como uno de esos niños molestos que tanto odia ver, y lo peor de todo es que es consciente de eso, pero no puede dejar de sentirse de esa manera.
El silencio es abrumador. Sencillamente molesto, ni siquiera entendible. La incomodidad va desde su espina dorsal hasta la punta de sus pies. Su cabeza da vueltas, queriendo hallar una respuesta lógica a todo lo que sucede. Cuando TaeHyung va a hablar, JungKook prefiere hacerlo.
— ¿Me estabas esperando?
El tono es interesado pero incrédulo. Es imposible para otro notarlo, porque el ruido del festejo hace que ese tono característico se desvaneciera y disimulara; sin embargo, a los oídos de TaeHyung es fuerte y claro. JungKook está enojado por algo o con alguien, e intenta ocultarlo de forma muy patética detrás de su fachada de chiquillo desinteresado.
— Yo, eh... Sí —responde con nerviosismo en su voz. JungKook lo mira de reojo y asiente un par de veces—. Mh... ¿Tú estás...?
— ¿Enojado? —cuestiona nuevamente con tono curioso. JungKook mira atento a TaeHyung y chasquea la lengua—. No, no estoy enojado.
Recuerda a la perfección que ese es el "tono común" que JungKook usa siempre, o el que todos suponen que usa. Mentira. Hasta para estados que denotan la poca atención o importancia, hay un tono característico. JungKook no siempre habla de la misma manera, y tampoco se muestra tan mal como solía pintarlo al inicio. Si bien su tono no es usual, tampoco es la cosa más horrible del mundo. Solo es su tono, es todo.
Con mucha sinceridad, Jeon tiene la cabeza en otras cosas. El sentimiento amargo sigue en su lengua y muchos pensamientos le invaden. Está enojado consigo mismo por su actitud, sus palabras y la forma en la que se mostró débil ante toda la escuela al ser golpeado de forma tan absurda por un balón.
— Pensaba que sí. Tu tono en la cancha fue algo duro, ¿eh?
— Lo sé —admite el pelinegro cerrando su mochila y suspirando—. En ese momento sí estaba enojado. Claramente, porque vi a un tonto dejando que alguien más tocara mis cosas.
Estamos hablando de la mochila. TaeHyung hace memoria, y sí. Algunas cuantas veces dejó que JiSoo o hasta YoonGi sacaran cosas (dulces y frituras) de la mochila de JungKook. Cosas que eran de la propiedad del chico. Si alguna vez JungKook le contó algo, fue que odia que tocasen sus cosas. Principalmente porque si perdía algo terminaba pensando que alguien más fue o se culpaba a sí mismo por ser tan descuidado. El pelinegro tiene cierto orden codificado en su cabeza, y que algo se saliera de su lugar es una culpa que se mete hasta el fondo de su anatomía. Fue educado para mantener las cosas en orden y para tener un lugar para todo y todos.
— Lo lamento.
— Claro que lo haces —dice serio. Da media vuelta sobre sus pies y se sienta al lado de TaeHyung.
El ambiente de nuevo es pesado, más asfixiante para TaeHyung. La actitud del pelinegro es imposible de descifrar. Está demasiado serio, con esa cara de amargado. Sus cejas arqueadas hacia abajo, y sus labios atrapados en sus dientes, porque los está mordisqueando. JungKook mueve impaciente el pie, provocando que su muslo temblase. Es incómodo. No se puede soportar.
— Oye, TaeHyung. —la voz de JungKook suena por debajo del sonido de las felicitaciones fuera de la cancha.
TaeHyung mira directamente a JungKook. Reconoce esa expresión. El tipo de expresión confusa que deja versus cuestiones, tal vez las únicas muecas que permiten ver la frustración contenida en sus pensamientos y todo aquello que nunca quiere decir. A Tae le resulta, por más que unos segundos, increíble darse cuenta de que podía saberlo que JungKook pensaba viendo sus ojos, esos ojos profundos y fríos que de vez en cuando te dejaban entrar en su interior.
— ¿Qué?
— ¿Hasta cuándo vamos a seguir haciendo esto?
Kim TaeHyung jamás ha sentido ese dolor en su pecho, que es más como la verdad golpeando la puerta de la esperanza con una bola gigante de nieve, o una piedra tal vez. En ese momento, su corazón da una punzada. Tiene el impulso de querer tomarlo entre sus manos, pero no lo hace. Solamente se queda callado mientras su respiración se hace agitada, sin llegar a ser muy obvia. Está preocupado porque no tiene ni la más mínima idea de qué responder a esa pregunta.
Pensar en el final de las cosas suele ser duro. El final solo tiene dos opciones: desgarrador o satisfactoriamente desgarrador. No hay un intermedio. O una anotación feliz. Podías poner puntos suspensivos que te dejaran con un primer final feliz, pero el punto final sería totalmente triste. Imaginar que en algún momento alguno de los dos se hartaría de correr en círculos, es desgarrador.
— No lo sé. —La voz de TaeHyung es baja, triste, probablemente perdida y ahogada.
JungKook piensa en el final de todo, como un punto de retorno a su amada, preciada, sin problemas, triste y solitaria vida. Porque le gusta estar solo en casa, y llegar temprano. Le gusta dejar sus cosas encerradas en los vestidores o en su casillero. También extraña no tener a nadie a quien acompañar a casa, salir y sentirse con frío cuando nadie lo espera después del entrenamiento; o simple y sencillamente escuchar que gritan el nombre de los demás en los partidos, no el suyo.
Sí, qué "gran" sentimiento de pertenencia comienza a hacerse.
— ¿Por qué te pones así? —cuestiona JungKook—. Sabías que en algún momento iba a pasar. Te lo advertí.
Por más que comenzara a tenerle cariño, todo tiene un final.
— Por nada —responde TaeHyung—. Realmente sé que no puedo gustarte de la manera en la que tú me gustas.
JungKook abre la boca, y segundos después la vuelve a cerrar. Lo que iba a decir se queda encerrado en sí mismo. Porque es estúpido sincerarse en una situación como esa, cuando se habla del final que alcanzan todas las historias de este mundo.
Las pisadas aceleradas de alguien hacen que los dos chicos volteen. Hong JiSoo entra corriendo con una sonrisa, viendo a ambos chicos. El aura de Jeon JungKook cambia, haciendo el ambiente un poco menos tenso, pues se recarga sobre sus codos al estar sentado en las bancas. Tae mira de reojo a su novio, y observa cuánta incomodidad hay en sus ojos y cómo pretende disimularla mirando neutro a JiSoo. Además sus cejas están sumidas en un poco de confusión.
— TaeHyung, ¿no quieres ir a bailar? Hay una fiesta en el auditorio porque el equipo ganó. —La sonrisa de Joshua cae directamente sobre TaeHyung. El castaño lo observa por un momento.
Kim TaeHyung no es un gran bailarín. Pero es divertido hacer el ridículo mientras se ríe. Nunca tuvo miedo a hacer ese tipo de cosas. Mientras fuera divertido y no dañara a alguien, está total y completamente bien.
Pero en ese momento, con JungKook al lado, simplemente observa al pelinegro.
— ¿Y tú? ¿No quieres ir a bailar, JungKook?
— No —responde el pelinegro—. Si quieres ve tú a bailar, te espero aquí hasta que quieras ir a casa.
El momento es incómodo y JiSoo quiere aligerarlo, intentando hablarles a los dos y entablar una conversación tranquila. Los ojos curiosos de JungKook lo detienen: estos lo observan con cuidado, de arriba abajo sin llegar a ser intimidantes, tan solo buscando algo en su persona, con cuidado y mucha atención. Joshua no sabe qué hacer, así que opta por hacerle señas a TaeHyung de que va a estar allá. Cuando el chico sale de la puerta, TaeHyung escucha a JungKook susurrar: "Qué tipo".
— Le gustas a ese chico.
El castaño no sabe qué hacer. No lo notó antes, pero ya escuchó eso de YoonGi hyung. En realidad, JiSoo es muy amable con él.
— Ya entiendo.—TaeHyung está algo ido por las palabras.
No, no entiende.
— No lo digo por molestar. Me causa gracia lo nervioso que se pone cuando me ve, como si le fuera a hacer algo.
— Es algo tímido.
— ¿Y no te gusta él a ti?
— Me molesta que hagas eso, ¿no entiendes? Si estoy contigo por más que me dices y pides que me aleje, es porque tú me gustas. No soy tan tonto.
JungKook chasquea la lengua.
— Debes de salir con alguien a quien le gustes —vuelve a hablar JungKook—. ¿Por qué no entiendes eso?
La pregunta va en serio. JungKook tiene esa duda en su cabeza. No importa cuántas veces le dijeras a una persona que algo lo iba a lastimar, por su propio orgullo y las ganas de mantenerse cerca se mantendría firme. Así como TaeHyung, que sin importar qué, incluso cuando JungKook no es lo que esperaba y, en cambio, fuese una persona repleta de desinterés y poca atención, está a su lado, desechando la idea de divertirse porque hay un problema entre los dos que debía resolverse.
TaeHyung no quiere obligar a Jeon a estar enamorado de él, o a gustarle. Sería injusto. Obligar a alguien a hacer eso es como obligarle a alguien a no comer; va en contra de las necesidades que van y vienen. Está abrumado. Abrumado porque cada vez la opción de gustarle es más lejana.
¿Alguna vez le llegaría a gustar?
¿Está presionando mucho a JungKook? TaeHyung de pronto comienza a sentirse culpable. No quiere verse ejerciendo fuerza sobre algo que tal vez no florecería, poner encima de un botón una roca podría hacer que el botón se destruyera por completo.
— Si te sientes presionado porque siempre estoy molestando, a tu lado, o haciendo ese tipo de cosas, JungKook, puedes terminar conmigo.
JungKook suelta una risita que hace confundir a cualquiera, pero se siente extrañamente tranquilo al escuchar esa proposición; la cual, en vez de aceptar, es rechazada rápidamente. Se recarga sobre sus propias manos, echando el cuerpo hacia atrás. Suelta un suspiro, mirando el techo del lugar, las luces. Sus ojos se cierran, y, de inmediato, la imagen menospreciable hace que su estómago se sienta mal aparece. Es cuando las ganas de vomitar le hablan y se remueve incómodo.
Realmente no quiere lastimarlo, TaeHyung es una buena persona. De pronto se encuentra pensando en Joshua. Él sí que podría llenar ese espacio que falta. Hong JiSoo es un buen candidato.
— No lo hago por mí, lo hago por ti —dice JungKook, con los ojos aún cerrados—. Lo creas o no, vas a salir más lastimado de lo que piensas.
— ¿Qué es esto? ¿Una película? De todas maneras, no decidirías eso por mí.
— ¿Cierto? Tal vez. —La voz de JungKook es cálida, ligeramente, a diferencia de las demás veces. Abre los ojos y mira a TaeHyung—. JiSoo te está esperando.
El castaño se queda un momento callado. Recuerda a Joshua y que probablemente está esperándolo en el auditorio. Sus ojos caen de nuevo en JungKook, que ahora observa impaciente el aro de básquet. No sabe cómo; sin embargo, TaeHyung mira ese aro, buscando iluminación del cielo. Quiere indagar en JungKook y tomar a gusto y disgusto lo que quisiera para hacerse una idea clara del chico. De otra forma, las cosas seguirían un destino lineal: JungKook te decía lo que quería que tú supieras de él.
JungKook se pierde en su mente, y no deja escapar lo que hubiese querido decir, que sus sentimientos son tan volátiles como calmados.
— JungKook, ¿te gusta mucho el helado?
— ¿A qué viene esa pregunta? Sí, supongo.
La señora Jeon siempre le daba a JungKook helado cuando hacía algo bien. Principalmente cuando ganaba sus partidos, hacía años, partidos sin sentido de niños que corrían de ahí hacia allá, sin la necesidad de ganar.
— Entonces vamos a comer helado.
Los ojos del chico recaen en el castaño, que no hace nada más que permanecer quiero. Mira el techo con duda; no obstante, lo invade una tranquilidad que se transmite por el aire. JungKook, a diferencia de Tae, se siente bastante inquieto y no sabe el porqué.
— ¿Ahora?
— Sí, ahora —TaeHyung se pone de pie, cargando consigo aún el cartel que hizo. Se lo entrega a JungKook y le sonríe—. Eso es para ti. Cuando dejemos de ser novios, recuerda que al menos hubo alguien que te animó en un partido.
JungKook toma el cartel en sus manos, dudando de sus acciones. Lo dobla con cuidado y lo mete a su mochila. Se pone de pie y comienza a caminar, con Tae detrás de él. Espera un poco a que TaeHyung estuviera a su lado para comenzar a caminar de nuevo
— ¡Hey! —JungKook se detiene un momento y toma del cabello a TaeHyung con suavidad—. ¿No te dije acaso que no quería rimas con mi nombre?
TaeHyung ríe en su lugar y se cubre la cara.
— Solo hice una, Kookie-pookie. ¿Por qué no puedo decirte así? Tú me dices Poochie, y ni siquiera sé qué significa.
— No, es diferente —responde JungKook. Observa la mirada curiosa y poco intimidante de TaeHyung, quien está sonriendo con ojos brillosos. El pelinegro revuelve varias veces el cabello castaño y retoma su camino.
TaeHyung apresura el paso y cuando está a su lado lo sacude varias veces.
— ¿Puedo llamarte así, Kookie-pookie?
— Si lo haces enfrente de los demás, lo vas a lamentar.
Disfrutar eso hasta que el final desgarrador lo envolviera.
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