» Capítulo XLII
Estar harto no abarca su sentir, y tampoco lo es decir que está medio muerto. Yace sentado sobre su cama, viendo fijamente la puerta, pensando en tonterías e intentando distraerse de su propia perdición. Fue el último día de clases, pues las vacaciones de invierno ya están en la puerta. Ya no tiene deberes ni nada que hacer, y, justo después de decirle a su madre que no desea ver a nadie, se encerró en su habitación.
Lleva así unas cuantas semanas, en un estado de evasión hacia el mundo externo, enojado con la vida, enojado con Jeon JungKook por ser tan inmaduro y poco expresivo. Odia que sea así, odia estar corriendo en círculos con el pelinegro aunque no aclaren nada, aunque no desee más una explicación y aunque no se vean. ¿Por qué tiene tan presente a ese chico incluso cuando ni siquiera hablan?
De pronto, algo se le viene a la cabeza así que se pone de pie y abre su laptop, inmediatamente buscando a NamJoon entre sus contactos e intercambiando algunos mensajes con él. Su primo, a quien rara vez ve, habla sobre los deseos que tiene de poder pasar la Navidad y el cumpleaños de TaeHyung en casa de sus tíos, pero que se ve imposibilitado a causa de la escuela a la que asiste.
— TaeHyung —habla su madre detrás de la puerta. Luego toca cuatro veces y abre.
La señora Kim está más que preocupada por su hijo. TaeHyung se ve ligeramente deprimido, con ojos llorosos de vez en cuando y rara vez come, cuando antes era el que más llenaba su plato; incluso le quitaba comida a su padre. Sin embargo, a pesar de incitarlo a comer lo suficiente, no es que pueda hacer mucho cuando TaeHyung se niega a hacerlo y termina cenando cosas que no son saludables ni le brindan sustento alguno.
TaeHyung lleva los ojos a su mamá, sonriéndole pequeño para que no se preocupe, antes de voltearse de nuevo a la computadora.
— Dime, mamá.
— ¿Quieres comer pastel? —pregunta ella esperanzada.
No obstante, TaeHyung se limita a negar con la cabeza y decirle que está bien, que tal vez comería más al rato. Es más que obvio que pretende pasar sus vacaciones encerrado porque no quiere ningún tipo de contacto fuera; piensa que eso solo lo deprimiría más. No quiere ver la nieve caer por la casa, ni escuchar la molesta canción de "Feliz Navidad" que las luces del arbolito repiten una y otra vez con ese pitido chillante que revienta el tímpano. Pero, lo más importante, no quiere que su papá le pregunte por JungKook o por su estado de tristeza.
Su cuarto es la mejor cueva anti-padres/preguntas que existe.
— ¿Seguro? No has estado comiendo bien. ¿Tienes algún problema?
No es que no confíe en sus padres. Pasa que lo que menos quiere es darles una preocupación más, una preocupación adolescente y amorosa. Si lo supera pronto, entonces todo volverá a la normalidad y sencillamente las cosas tomarán su rumbo inequívoco.
— No, mamá. Estoy bien. Comeré más al rato, te lo prometo.
Todo estaría tan bien si JungKook no fuese un idiota, es lo que piensa TaeHyung mientras ve a su madre asentir y sonreírle para salir de su cierto y dejarlo solo.
Faltan unos pocos días para su cumpleaños. No son más de siete.
A diferencia de años pasados, su alma no tiene emoción y nadie en la casa parece estar animado para celebrarlo. En otro momento de su vida le hubiese gustado ir a una gran fiesta y celebrar su nacimiento como si en serio tuviese relevancia alguna para el mundo entero. ¿Pero ahora? No. Ni siquiera tiene ganas de salir de su cuarto, así que una fiesta sería la peor opción.
YoonGi insistió unas cuantas veces en salir con los demás chicos, ir al karaoke porque ama el karaoke, comer hamburguesas, cosas dulces, helado... Su mejor amigo realmente no quiere verlo encerrado en un día tan especial. TaeHyung esperaba su cumpleaños con tanto deseo y felicidad. Sin embargo, su corazón está tan decaído que no aceptó la propuesta y en cambio prefirió simplemente estar en casa.
TaeHyung suelta un suspiro, tumbándose en la cama y pataleando.
Una vez más, TaeHyung escucha que llaman a su puerta con tres toques lentos. Él se levanta un poco exaltado por la insistencia intensa de su madre para que comiera algo cuando acababa de decirle que no quería hacerlo. Pero no se molesta con ella a sabiendas de que solo está preocupada por su situación y que lo único que quiere es verlo feliz.
— Pasa —le dice a su madre.
Cuando la puerta se abre, JungKook entra de lleno y cierra la puerta por detrás suyo.
— Bien, ya logré llegar hasta acá, así que ahora vas a escucharme.
Cuando TaeHyung escucha esa voz, por instinto se pone de pie encima de su colchón. Es tan surreal que le cuesta creer que está sucediendo. Su corazón se acelera, el miedo crece y las ganas de gritar se incrementan de forma desmedida. Puede sentir la mirada de JungKook sobre él. Esos orbes oscuros están indecisos y su dueño está recargado en la puerta con el pie moviéndose de lado a lado. Es fácil darse cuenta de que ni siquiera JungKook puede creer que ha llegado tan lejos.
A causa de la impresión, el castaño toma una almohada y se la avienta con todas sus fuerzas al pelinegro. JungKook cubre su rostro con las manos, evitando el golpe para después ver a TaeHyung confundido.
— ¡¿Quién te dejó entrar?! —le grita aventando otra almohada.
JungKook la toma antes de que impacte en él y la tira al suelo con una expresión ligeramente confusa debido a la acción tan poco usual del otro.
— Tú me dejaste entrar.
— ¡A mi casa!
— Al parecer le agrado a tu madre.
El mayor sigue sobre su cama, examinando impaciente a JungKook con una expresión enojada y curiosa. Lo que más quiere es darle un golpe a JungKook porque lo tiene harto. ¿Por qué no le dice que mejor se vaya? ¿Es necesario estar dando tantas vueltas si no llegan a nada?
— No quiero que estés aquí.
Baja impaciente de la cama dispuesto a sacar al pelinegro de ahí; camina hasta él, cauteloso ante cualquier movimiento que pudiera hacer y sin quitarle los ojos de encima. JungKook sabe que TaeHyung está más que molesto, especialmente por la forma en la que sus cejas se juntan cercanas al inicio de su nariz y sus labios forman una línea ligeramente curvada. Es entendible, sabe que no hizo las cosas especialmente bien tratándose de Tae.
De hecho, ni siquiera medio bien.
JungKook sabe que echó a perder todo.
— Déjame hablar antes.
TaeHyung sonríe burlándose de las palabras del chico. La escena le trae un recuerdo poco gustoso del origen de aquel problema: la primera vez que le habló a JungKook para pedirle ser su novio, ese momento cuando TaeHyung fue el que pidió hablar. Pero aquí hay una gran diferencia: TaeHyung sí quiere que JungKook hable y se explique a sí mismo, por más confuso que eso fuese.
Solo para entenderlo.
Quizá para entenderlo y entenderse.
Tal vez porque es curioso, porque lo quiere o porque tiene esperanzas. Quién sabe, ni siquiera TaeHyung desea explicarse eso a sí mismo y buscar una buena razón.
— ¿Para qué? Si luego me vas a pedir que me vaya —pelea TaeHyung con un poco de incomodidad.
— Un momento, tú fuiste el que empezó ese problema.
— ¡Ah! Claro, ¡ahora soy yo el que causa los problemas!
— ¡Pues sí! Tú dijiste que no te estaba diciendo nada y no pudiste esperar un maldito minuto.
— ¡No es mi culpa que tú te tardes tanto!
De por sí JungKook no puede soportar el ataque de nervios que tiene, y TaeHyung diciendo esa clase de cosas, reviviendo algo que ya pasó, lo hace aun más complicado. Cuando está a punto de responder, decide quedarse callado y no seguir la discusión. No es precisamente el momento para tontear y perder tiempo con cosas que no son relevantes. Tiene que arreglar el problema y explicarse a sí mismo antes de que el día termine. De lo contrario, la valentía y positivismo en sí mismo daría las últimas y todo sería un poco más imposible.
Aún tienen un largo camino.
— Está bien, aceptaré la culpa sobre eso —se rinde JungKook a duras penas—. Pero ¿vas a escucharme?
Aunque el castaño no halla en él razones ocultas, no puede evitar dudar un poco. Quiere creerle, decirle que sí y escuchar lo que tiene que decir... No obstante, como es de esperarse, tiene miedo y su corazón le dice a gritos que lo saque a patadas de una vez. ¿Cómo creerle a alguien que te hizo tanto daño? Y, peor aún, ¿cómo creerle a JungKook si no se ha retractado de sus palabras? Ni una sola maldita vez, ni siquiera ha hecho el intento de hacerlo.
— Dame una buena razón para que pueda escucharte —habla TaeHyung con seguridad—. Una buena razón para que confíe en ti y en tus palabras.
El menor está satisfecho con eso, pues es lo que claramente estuvo practicando: palabras, explicarse a sí mismo y sacar sus pensamientos por muy tontos que fuesen. A punto de hablar, se ve interrumpido por el dedo de TaeHyung enfrente de su rostro, además de su fuerte y exigente voz.
— ¡Espera, JungKook! —grita—. Esto es en serio, dame una buena razón. No me digas cualquier cosa, ni te excuses con frases baratas. Un sabio de cabellos negros y actitud exasperante me dijo que si alguien te gustaba debías demostrarlo... Así que te espero.
Algo le causa tal gracia al pelinegro que no puede evitar hacerse una idea de lo que TaeHyung tiene en la mente. Sin pensarlo mucho, dejándose llevar, JungKook suelta una frase extraña que, de hecho, es más una bofetada para el otro.
— ¿Y quién dijo que era sobre gustarme?
Molestar a TaeHyung era una de las cosas que más le gustaba hacer cuando estaban juntos; incluso en ese momento es divertido hacerlo. Ver las cejas de TaeHyung unirse en su entrecejo, junto con sus ojos furiosos hacen que JungKook sonría. En cambio, para TaeHyung eso es una señal equívoca de lo que sucedería si el chico sigue hablando.
— ¡Fuera de aquí, JungKook!
Al instante otra almohada cae directo sobre la ligera expresión graciosa de Kook, quien se queja por el golpe de una inesperadamente pesada almohada.
— ¡Es broma! —exclama.
Aunque TaeHyung se encuentra algo molesto por la broma y la infantil seriedad de JungKook, espera pacientemente la respuesta. Después de unos segundos, el chico delante suyo ha cambiado su expresión. Su rostro ya no refleja gracia ni diversión, más bien irradia nerviosismo y duda. Aprecia ver eso en él, porque entiende algo: lo que JungKook está por decir no cualquier tontería, no es sencillo para él y tampoco es que pueda expresarlo con toda libertad.
JungKook no es de los que te dicen lo mucho que te quiere, o aprecia, o cuánto le importas. Él es de los que te analizan cuidadosamente para alejarse sin decir nada; entonces tienes que adivinarle el pensamiento.
— Escucha, TaeHyung —JungKook pide su atención, y cuando el otro fija los ojos en él continúa—. No tengo buenas razones para pedirte que confíes en mí y tampoco te daré una gran explicación.
El mayor lo observa calculador. Los ojos de ambos están conectados con algún tipo de magia que los mantiene así. Enojados, el uno con el otro, tal vez consigo mismos por saber que lo que hacen es correr en círculos cuando saben que eso no es lo correcto. Ellos tienen en la mente que su intenso juego de persecución es un intento más por no soltar algo que tal vez no debería florecer; sin embargo, están ahí esforzándose de cierta manera y venciendo sus temores e inseguridades porque están casi seguros de que hay algo más después de una ruptura extraña en una fiesta de disfraces.
JungKook se repite que así es ese problema de querer a alguien por más que desees no quererle. Él se ha analizado a sí mismo los últimos días y averiguó que está dando más esfuerzo que nunca, por primera vez en su vida se siente exhausto de intentar e intentar cada vez con más ganas.
De eso trata el amor, por gusto propio das más de ti sin esperar nada.
— No te voy a decir cosas cur... No soy bueno en eso —JungKook de traba de repente pero halla la forma de continuar—. Pero soy sincero cuando te pido... Mm, esto es vergonzoso.
— Te juro que voy a aventarte agua, con todo y el vaso.
JungKook rueda los ojos ante la respuesta intencionada de TaeHyung, quien ya sostiene el vaso en sus manos y está a nada de tirárselo encima.
Así que... de eso se trata todo. Eso es de lo que escapó durante su adolescencia. El sentimiento de hundimiento, la garganta seca, el corazón latiendo a mil por hora y deseos interminables en el borde de tu pecho que golpetean hasta doler. Los ojos de TaeHyung viéndole, queriendo que todo se arregle para ya poder seguir con la rutina que amaba.
Sí. Cómo odia todo eso.
Odia estar enamorado, pero se siente tan bien que duele.
— Perdón, TaeHyung —dice por fin—. Por lo que dije ese día... Aunque aún tengo que explicar eso. Te pido perdón por herirte.
TaeHyung se tiñe de rojo, un rojo que cubre todo su rostro y parte de sus orejas; tiene una mirada jamás vista y su expresión no refleja absolutamente nada. Parece un tomate, es lo que JungKook piensa cuando los ojos del otro se quedan fijos en él. El castaño tiene varias cosas en la cabeza. No solo sentimientos nuevos, sino que los viejos comienzan a resurgir de dónde creyó ya ni existían. También hay una que otra idea estúpida, deseos que hacen que su corazón tiemble y lo haga sentir nervioso.
Los dos están con la nostalgia a flor de piel y los recuerdos en su interior. Ninguno habla, ni se mueve, ni tienen la intención de hacerlo por algunos segundos. Están como en un inicio: sin saber qué hacer, sin saber cómo actuar enfrente del otro. Así es su problema, y solo el de ellos; dan círculos hasta que uno de los dos rompe el esquema.
— ¿Es todo?
Aquella pregunta hace sentir inseguro a JungKook, que suelta un poco de aire y baja los hombros, decepcionado de sí mismo.
— Por ahora sí —responde—. Es solo que... quiero que vengas conmigo a un lugar, ¿bien?
Aunque lo duda por un segundo, TaeHyung accede a la invitación del chico. No lo ha perdonado del todo, pero va a escucharlo. Prestaría su atención a todo lo que quisiera decir. Le cree, por muy buena o mala que fuese esa disculpa.
Confía una última vez en Jeon JungKook.
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