» Capítulo VIII
La primera vez que JungKook notó la presencia de TaeHyung, fue el día de la propuesta. Recuerda haber observado por medio minuto aquel cabello castaño, los orbes cafés y la gota de sudor que pasaba por su frente, debido a su apresurada acción, en el instante en el que se postró delante suyo, intentando llamar su atención. Aquel día fue desastroso: sin saberlo estaba aceptando algo que su cabeza no sería capaz de soportar.
Después de esos días, decir que TaeHyung era fácil de tratar no es una opción, y tampoco lo es admitir que es alguien a quien le gustaría conocer. El chico es frágil, mediocre, animado, feliz, risueño; demasiadas las características para describir un rayo de sol molesto que quema sobre tu piel. Lo saca de quicio. Siempre con una sonrisa plantada, y por más que lo alejara, lo ahuyentara, le dijera que no lo quería a su lado e hiciera todo lo malditamente posible por mantenerlo alejado, el chico parecía una hormiga que regresa con diez veces más ayuda por la pequeña migaja que reposa en la mesa después de comer pan.
¿La opinión de TaeHyung, por parte de JungKook? Probablemente, la persona más tediosa que haya conocido. Pero tiene que admitir que de vez cuando no es tan molesto estar a su lado, porque entiende que la distancia es necesaria. Ese podría ser un punto a favor, que, de todas maneras, no es suficiente.
— JungKook. —La mano de TaeHyung cae delicadamente sobre la puerta del chico que está durmiendo en su recámara. Toca unas cuantas veces antes de tomar entre sus manos el pomo, sin girarlo—. JungKook, vas a comer. Después me iré de aquí.
Tedioso, insistente, sonriente, amable, demasiado amable. Emocionado por todo. Una combinación de distintos tipos de sentimientos y adjetivos que son confusos entre sí. JungKook jamás conoció a alguien repleto de brillo y perseverancia. Es extraño tener a alguien así tan cerca suyo, mucho más extraño convivir con él y no odiar su cercanía. Y no es que TaeHyung no lo interesara del todo, es que aceptar que aguanta a alguien como él, es sucumbir ante sus propios ideales.
— ¿Tengo otra opción? —pregunta el pelinegro, mirando la puerta desde la comodidad de su cama.
— No, realmente no. Tienes que comer la sopa —dice el chico del otro lado de la puerta.
Kim TaeHyung le recuerda, de cierta manera, a su madre. Quizá por eso es un poco más difícil rechazarlo. La personalidad radiante es una copia casi exacta de aquella mujer tan cariñosa y especial; ese pensamiento simplemente lo hace detenerse cuando quería que se fuera.
JungKook se pone de pie, sin esperanzas de que la dichosa sopa tuviese buen sabor. La comería porque no quiere que el chico colocara aquellos ojos tan molestos que suele poner cuando algo no sale como lo quería, cuando sus expectativas no superan la realidad. Se lo imagina: aquellos ojos grandes, tornándose en nubes de lluvia, las hebras castañas cayendo como si fueran lejanas lianas, y sus manos jugando entre ellas.
Cuando el menor abre la puerta, nota que se hace ligeramente tarde debido a la luz tenue que entra por las persianas. Probablemente hayan pasado unas dos o tres horas desde que llegaron. Abre los ojos por un segundo, con la impresión cayendo por su rostro, ya que el tiempo durmiendo se pasó volando. La casa, como propusieron en un principio, está totalmente limpia. Es claro porque el piso brilla, sus zapatos están acomodados en la entrada, el cuadro de su madre está limpio y la casa huele a un extraño extracto de lavanda que ni siquiera sabía que tenía.
Sus ojos giran en su entorno y... Un momento.
— ¡¿Qué demonios haces con eso puesto?! —La voz de Jeon sale sorprendida y estupefacta. No llega a gritar, pero su tono es bastante gracioso.
TaeHyung, por otro lado, mira hacia abajo, examinando su cuerpo a la vez que sus cejas caen en un arco curvado hacia abajo y sus labios forman una línea fina. Entonces alza la vista hasta el pelinegro, mirándolo con confusión.
— Es un delantal, lo encontré por ahí. No quería ensuciar mi uniforme.
— No lo lleves puesto, es demasiado... No, simplemente se ve mal.
De todas maneras, claramente que no lo lleva para limpiar la casa. Es una broma, no más que eso.
A pesar de que Tae no encuentra nada extraño en lo que lleva puesto, se siente lo suficientemente cansado como para no discutir con el chico. Haciendo caso a lo que JungKook le dice, sus manos van hasta el hilo del ropaje, quitándoselo suavemente y dejándolo caer en alguna parte del sofá. Sus pasos se dirigen directamente a la cocina y, tomando un plato hondo recién servido, voltea a ver a JungKook con una sonrisa. Esta sonrisa es recibida con la mueca de disgusto que hace inmediatamente el pelinegro.
— ¿Dormiste bien?
— Tu preocupación me altera mucho. Actúas como una madre.
— Soy un novio preocupado —TaeHyung le alienta a sentarse con gestos—. ¿No es casi lo mismo?
Cuando JungKook se sienta, puede sentir el humito del caldo entrar por sus fosas nasales. Inmediatamente se siente obligado a pensar que hacía tiempo que la comida hecha en casa no hacía presencia en su departamento. Es que realmente vivía de fruta picada y sopas instantáneas; las cosas que aprendió a cocinar tomaban demasiado tiempo, o terminaban por salirle mal porque es un cocinero inexperto. Esboza una pequeña sonrisa, pero las palabras de TaeHyung le hacen borrarla.
— Te gusta mucho esa palabra, ¿no? —pregunta viendo a TaeHyung—. La palabra "novios".
El castaño se alza de hombros y, antes de hablar, sentado delante de JungKook, recarga la barbilla en su puño, suspirando; así TaeHyung analiza al chico, que con algo de temor y vergüenza comienza a cucharear la comida. JungKook se siente incómodo teniendo aquellos ojos encima suyo, como si no pudiera comer en paz.
— Supongo que es la única palabra que puedo usar contigo —admite en voz alta. El pelinegro le mira con una ceja alzada, provocando que Tae se cubra el rostro con ambas manos—. No es lo que quise decir.
JungKook odia que TaeHyung fuese de esos chicos extremadamente nerviosos. Habla sin pensar, después se retracta. Las personas así lo sacan de quicio, pues nunca sabe en qué momento están hablando sinceramente, si lo que sienten es claro, si sus pensamientos no son esporádicos y banales. Las personas decididas valen por mil. TaeHyung no está seguro ni decidido de sus opiniones ni pensamientos. Y si él no puede confiaren sus propias palabras, ¿cómo confiaría en las de los demás?
JungKook da otra cucharada antes de notar cómo TaeHyung tiene la mirada perdida en algún punto del lugar. Piensa en lo rica que ha quedado esa cosa; sin embargo, no lo dice. Todavía tiene un ligero dolor de cabeza, aunque no quiere actuar como si estuviera muriendo. Es decir, no está muriendo. Pronto estaría mejor y en cuestión de horas, al día siguiente, podría ir de nuevo a la escuela con ese chiquillo.
— ¿Entonces qué querías decir? —pregunta intentando sacar a TaeHyung se su trance.
Sin embargo, aquel ser puro mira a otro lugar, contestando al mismo tiempo.
— En realidad, JungKook, no tengo otra manera. No puedo darte apodos o esas cosas, porque hasta donde sé, yo no te gusto.
Jamás lo ha escuchado hablar en serio. Esa vez, tiene razón. De todas maneras, no se lo va a recalcar porque sería ser demasiado cruel. Y, a pesar de todo, aquel día el chico lo acompañó hasta casa y estuvo ahí toda la tarde. No recuerda con exactitud la última vez que alguien lo visitó cuando estaba enfermo, la última vez que su padre cuidó de él, o cuándo tomó una sopa como método de curación con tanta hambre. Eso lo hace retener palabras que podrían ser perjudiciales. No para él mismo, sino para TaeHyung.
— No me gustan los apodos cursis —vuelve a hablar el menor, dando otra cucharada y bebiendo de su agua—. Realmente, ni siquiera me agrada la palabra novios.
— Lo lamento, no tenía idea.
— Pff, seguro que no. TaeHyung, no me lo tomes a mal... —Oh, no. La crueldad no debe salir de él. Pensó un momento lo que diría, antes de gesticular con sus manos—... Mira, cuando alguien te gusta, lo que debes hacer es actuar seguro.
¿Le está dando consejos para conquistarlo? No, no. Aquí hay una cosa. JungKook sabe cómo actúan los demás; sin embargo, no es como los demás. No sabe qué esperar, no quiere esperar nada. Su vida está tranquilamente compuesta por ir a la escuela, jugar básquet y regresar a casa, tener novios por aquí y por allá, no desarrollar sentimientos lo suficientemente fuertes como para morir.
Realmente, no sabe qué es lo que podría llamarle la atención de alguien más. No ha pasado por esa fase y está muy bien, gracias. No le molestaría tener a alguien a su lado, pero no quiere a alguien vacío, hueco; y si es sincero, mejor no tener a nadie. Es lo que le molesta de todas las relaciones actuales: se dejan llevar, más que todo, por la popularidad y el físico, y, de vez en cuando, la personalidad. Está bien hasta ahí. Pero el tiempo es problema. Dos días de conocerse, un mes, seis meses... Es muy poco tiempo, a su parecer.
El querer estar con una persona te lleva demasiado tiempo. De otra manera, ¿qué tan mal la conoces?
— No me funciona nada contigo —escucha de nuevo a TaeHyung. Su voz cada vez se apaga más—. De verdad lo estoy intentando.
JungKook se siente mal. ¿Por qué demonios se parece tanto a esos chicos de los libros que terminan por hacer sentir mal a todo el mundo? Eso no es para nada bueno. Creyó, por un momento, que hasta es un problema. Baja la vista, comiendo de nuevo, sin saber qué más decir o hacer. No quiere seguir aconsejando a TaeHyung, tampoco darle una base firme para seguir intentando lo que se supone que quiere lograr.
— Lo sé —dice, para no darle más rollo al asunto.
— Pero no veo avances —insiste TaeHyung—. Ni siquiera sabía cómo hacer una sopa, tuve que buscarlo, creo que soy patético.
Apiádate del alma de un pobre chico, actúa con tus sentimientos y déjate llevar.
— Todo esfuerzo tiene su recompensa —dice JungKook.
Los ojos de TaeHyung se alzan, con una pizca de emoción, recobrando aquellos ánimos con los que llegó. Él vuelve a recargar la mandíbula en su mano y mantiene los ojos fijos en los de Jeon JungKook. Soporta todo, menos esa estúpida mirada risueña. Es como ver una flor crecer desde pequeña: te maravilla y asombra el color, el largo del tallo..., y, cuando muere, simplemente lo has disfrutado.
La palma del pelinegro cae sobre la cara de TaeHyung con delicadeza mientras que suelta una risa, una risa que parece una burla ante la expresión tan profunda y sincera que dejó salir.
— No me mires así. Pareces un idiota enamorado —JungKook dice, alejando lo más posible a TaeHyung de él—. Ahora, come. Comer sin compañía me hace sentir más enfermo.
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