Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

» Capítulo VII

Los dos permanecen sentados en la enfermería, esperando que el termómetro avise que ya pueden verificar la temperatura. La enfermera se mantiene observándolos, como intentando averiguar qué sucede. De un momento a otro, el aparato da dos pitidos, haciendo que JungKook lo entregue.

     — Mm, 38 grados. Es bastante —menciona la enfermera algo alterada. Mira de inmediato a JungKook con impaciencia—. ¿Sabes el número de tus padres?

     TaeHyung se queda callado un momento, mirando de reojo la calidad con la que Jeon JungKook le brinda una sonrisa a la señora Min (demasiado amigable) antes de que suelte un suspiro. Durante un segundo supone que la pregunta no sería sencilla de responder, y está preparado para dar explicaciones por si JungKook se niega a responder de la forma correcta.

     — Disculpe. Mi padre no está en casa, ha salido. Y sobre mi madre, bueno... Tampoco.

     El castaño pasa los ojos por el pelinegro y por la señora Min algunas veces antes de apegar el pequeño traste donde guarda la, aún caliente, comida que hizo para JungKook aquella mañana. Suspirando, porque lo más probable es que el pelinegro se retirase y sería imposible continuar con su plan, guarda silencio con una expresión vaga. Básicamente, la idea de TaeHyung es pasar más tiempo con JungKook. Esto, para que el menor al menos le agarrara algo de cariño. Con eso se daría bien servido. Es cierto eso de "la costumbre es más fuerte que el amor", y aunque TaeHyung a duras penas comienza a hacerse la idea y razón de que esa frase es para personas egoístas que simplemente no pueden pensar en los demás, poco a poco la entendía.

     Pero el plan aquella mañana, fracasaría por completo. Gracias Sr. JungKook, por ser una persona que se cuida el doble que los demás.

     — Bien... JungKook —dice la castaña, anotando en la ficha el pase de salida del chico—. Como tus padres no están, tendrás que irte a casa solo. Debes de tomar esto, aunque te recomendaría una sopa de pollo. ¿Sabes cocinar? De todas maneras, la venden en las tiendas.

     Las miradas de las dos personas de cabello castaño corren hasta Kook, quien, tomando la ficha de salida, niega lentamente. Alguien (o sea, Kim TaeHyung) no perdería aquella oportunidad. Agradece mentalmente a su padre por llevarlo hasta la cocina y preparar los alimentos de vez en cuando, pues quién diría que aquellos dotes culinarios de papá ayudarían en un momento de conquista como aquel.

     — ¡Yo sé cocinar! —La mano de TaeHyung se alza por los aires.

      — Una maravilla, qué niño tan listo —dice la enfermera tomando la mejilla de TaeHyung entre sus dedos. Mira a JungKook por un momento y vuelve a ver al chico—. Cuando llegue a su casa, asegúrate de mantenerlo fresco. Podrían servir unos paños de agua en su cabeza y que por ninguna razón vaya a tomar más de ese medicamento. Y que coma bien.

     El menor de hebras negras no pierde las ganas de gritarle, desde el fondo de su estómago, a la señora Min que no era necesario. Pero es imposible. La ironía de todo aquello: el pelinegro le tiene cierto cariño a la enfermera, incluso por un tiempo la consideró su abuela. Aunque no son cercanos del todo. Más bien, era la señora que lo arropaba cuando las clases de básquet no iban bien, le daba agua cuando no llevaba su botella o lo dejaba dormir si estaba muy cansado. La señora Min es una señora amable, delicada y alegre.

     Por otro lado, una más de las tantas razones por las que JungKook no quiere a TaeHyung en su casa... Si algo odiaba el pelinegro es que lo vieran indefenso. La terrible gripe está consumiendo su cabeza, y su nariz se siente asquerosamente congestionada. Sus pulmones están pesados y el hecho de verse en esa terrible situación envuelto con cierto mocoso asustadizo y exagerado, además de paranoico, solo empeora las cosas.

     — Sí, sí. Lo cuidaré con mucho amor, enfermera Min.

     Así pues, salen de la oficina de enfermería, dirigiéndose específicamente a la sala de salida para que sellaran sus pases. TaeHyung lo lleva en la mano, cargando todavía la mochila y la caja con el desayuno, pegado a JungKook, casi queriendo abrazarlo. El pelinegro guardó el pase en el bolsillo de su suéter, y, observando la cercanía de TaeHyung, le arrebata el pase

     — ¡Hey! ¡Cuidado! Si a eso le pasa algo, ya no voy a poder ir contigo.

     JungKook abre en compás sus piernas para observar con más detenimiento al pequeño castaño.

     — ¿Crees que te dejaré entrar a mi casa? —pregunta con los ojos puestos en TaeHyung. Mantiene en alto el pase, porque no quiere arriesgarse a que el otro saltara hasta tomarlo—. La respuesta es no, por si no lo captas.

     Los ojos de TaeHyung se tornan en unas confundidas lunas, difíciles de distinguir para unos ojos ciegos y enfermos como los de JungKook. Y es que TaeHyung es el rey de las expresiones, siempre cambiándolas al punto de confundir a JungKook; ¿enojado, triste, confundido o furioso? Sus cejas se arquean con enojo, y, antes de que caiga en cuenta, sus labios descienden en un puchero. Al percatarse de tal escena, JungKook rueda los ojos y, apoyándose en la cabeza del otro, deja de abrir compás para erguirse bien.

    — Las caras de perrito triste no funcionan conmigo, Poochie —sentencia el chico—. Si te dejo ir a mi casa, todos se van a enterar. Los rumores corren muy rápido en esta escuela, créeme que será difícil para ti si haces este tipo de cosas muy seguido.

    TaeHyung reacciona, y piensa de inmediato "¿A quién le importa lo que digan?". Mira a JungKook por un ratito, aunque el chico está desinteresado en su expresión.

     — No se lo voy a contar a nadie. Además, estás enfermo. Soy tu novio, deja que te cuide.

     JungKook odia la palabra novio. Suena mejor amante. Y no en el sentido peyorativo, no como una persona que engaña a otra, sino como esa palabra que se desprende del verdadero amor. Es muchísimo mejor que la palabra amante sonara menos vacía ante la simpleza de novios o novio, o novia. Pero no le va a decir eso a TaeHyung, porque es una tontería y no está interesado en él. A pesar de querer comparar esas palabras y tener un pensamiento estúpido, la cosa no es relevante para su vida.

     De todas maneras, la cara de TaeHyung es de los mil demonios. No lo soporta: es tan insistente, caprichoso, tedioso y molesto. No se conforma con lo que todos sí. Incluso le había revuelto el cabello y no se quedó conforme. ¿Ven que tan difícil de complacer es?

     — Mmm, no. Dame una buena razón, quizá lo piense.

     — Puedo cocinarte lo que quieras.

     La sonrisa de JungKook se amplía: no, señores. No a todos los chicos o chicas se les enamora con comida. JungKook busca utilidad, no satisfacción. Acerca el rostro a TaeHyung, lo suficiente para sentir la cercanía de su nariz, y le sonríe falso, solo para convencerlo.

     — ¿Te parece si mejor me ayudas a limpiar la casa?

     Por favor, es lo más sencillo para librarse de un problema como el risueño castaño. JungKook en realidad solo quiere dormir, y preocuparse por nadie más. Cierta parte de él reconoce que TaeHyung está siendo muy amable (aunque no se lo ha pedido); también reconoce ese característico esfuerzo de su parte, que lo ha mantenido pegado a él por semanas. Pero estando enfermo, las cosas siempre terminan por ponerse extrañas, JungKook no trabaja bien de esa manera y no quiere estar preocupado por tener a, prácticamente, un extraño en casa.

     Ah. Dios. Pero, ¡cómo no lo puede entender! No está hablando con cualquier persona. Está hablando con el mismo chico que le pidió a gritos salir con él. JungKook se resigna seguido de pensar en eso y suspira ya casi prediciendo la respuesta.

     — ¡Sí!... ¿Promesa? —TaeHyung pone su dedo meñique para cerrar la propuesta de JungKook.

    Como es de esperarse, JungKook rueda los ojos, ni siquiera pensando en hacer la limpieza porque incluso hacer eso sería caer bajo. La ficha desciende del aire, JungKook observa con una ceja alzada el meñique que TaeHyung mantiene en alto, y suspira. ¿Por qué es tan infantil? Para que no molestara más, enrolla su meñique con el de TaeHyung. Sus ojos en blanco dan a entender que es una tontería. Claro que sí. Es JungKook, no debe de hacer ese tipo de boberas.

     — Como sea —Desenrolla el meñique y le entrega el pase de salida en las manos—. Vámonos.

[...]

— ¿Por qué demonios estás tan feliz?

     Los ojos de TaeHyung llegan hasta JungKook, algo enojados. No está acostumbrado a escucharlo decir palabras altisonantes con regularidad. De hecho, JungKook jamás ha dicho algo parecido en el tiempo que salían. No le molesta, es solo que la costumbre se ha quedado.

     — ¿Es tan necesario que digas malas palabras? —pregunta TaeHyung con los ojos medio burlones—. En este tiempo que venimos caminando has dicho muchas de ellas.

     — Lo lamento, mala costumbre. No estoy de buen humor. Es porque estoy enfermo.  

     Sonó como una disculpa, pero es más bien una excusa. La verdad es que JungKook no suele ser tan grosero. Al menos la mayoría del tiempo es callado, pero aquel día en especial ha estado hablando de más. Como él mismo decía, estar enfermo es como bajar todas sus defensas, aunque comienza a ser más llevadero; la enfermedad le impide mantener su ya característica forma de ser.

      — No te disculpes —vuelve a hablar el castaño, deteniéndose en la esquina. Dramáticamente, toma sus brazos como si una brisa de frío le revolviera—. Es tenebroso que un ser oscuro como tú haga eso.

     — Qué tontería. No soy un ser oscuro. —JungKook observa al castaño por un momento antes de dirigir su vista al semáforo de peatones—. ¿O sí? Si fuera así, no le sonreiría a todo el mundo cada mañana.

     La mente de TaeHyung vaga, pensando en que eso es inútil. Realmente lo es, porque si lo veíamos de esta manera, oculta aquella sombría, desinteresada y fría manera de ser detrás de una sonrisa falsa. ¿Porqué? Nadie sabe. Es tan fácil de ver y tan difícil de descifrar. JungKook es más raro de lo que aparenta, o menos, quién sabe. Un libro cerrado que tal vez tiene millones de palabras o un solo capítulo de tres frases. Hablando de rarezas, Tae en un momento se da cuenta de que esa es la conversación más larga que alguna vez tuvo con el pelinegro.

     — Que hables es raro, JungKook. Parece que estás muy enfermo.

     JungKook comienza a caminar, cruzando la calle, dejando a TaeHyung detrás.

     — No te acostumbres. Mañana por la mañana, cuando esté mejor, voy a seguir como siempre —admite el chico—. Disfrútalo hoy, que estoy siendo exactamente lo que quieres que sea.

     — O lo que en realidad eres.

     Esa frase hace que JungKook alce la ceja y mire a TaeHyung fijamente. Es notorio el carmesí de sus mejillas por la fiebre que tiene, pero, aun así, lo mira como si la frase que acababa de decir fuese una completa tontería, lo que hace que TaeHyung ruede los ojos y ya no le preste atención.

     El camino es largo. Está completamente en la dirección contraria de la casa de TaeHyung; probablemente JungKook debía hacer una vuelta tediosa para volver a su propia casa. Eso, en parte, hace que el mayor se emocione y aplauda en su lugar; aunque JungKook lo mira extrañado y termine rodando los ojos. En un momento, la cara TaeHyung se transforma en la pintura más tediosa, melancólica y deprimente. Totalmente rellena de una tristeza pura que no es comparable con ninguna otra emoción. ¿Por qué? JungKook hacía ese tipo de cosas, pero ¿lo hacía porque así lo quería o por la obligación de un título tan vacío como el ser "novios"?

     — Cambias demasiado rápido de expresión. Es tedioso —la voz del pelinegro le saca de sus pensamientos—. Ya llegamos, Poochie. Tres cosas: no toques nada de la mesa de trabajo de papá, ni se te ocurra entrar a mi habitación antes de tocar, y por favor, no toques el cuadro de mamá.

    Asintiendo, y con la mirada aburrida y enfermiza de JungKook sobre él, mira detenidamente la puerta metálica negra que en un momento se abre. El estado de JungKook parece empeorar, sinceramente. En cuanto sus ojos perciben el adentro de la pequeña casa de Jeon JungKook, sus orbes alucinan. A primera instancia, todo ahí es relativamente reservado: los muebles negros, las pinturas de manchas y en las paredes pequeños cuadros con fotos de la familia Jeon.

     Sus ojos van directamente al cuadro de la madre de JungKook, que al entrar está justo por derriba del sofá, colgado en la pared.

     — ¿Te vas a quedar afuera, Poochie?

     — Wah. —Entra TaeHyung algo temeroso, quitándose los zapatos de por medio. Da una vuelta sobre sus talones y se queda anonadado—. Tu casa es linda.

     — Sí, como sea. —La voz de JungKook se pone ronca. Estornuda unas cuantas veces y, cuando se siente cansado, simplemente le anuncia al chico—. Iré a dormir. Ponte cómodo, pero no toques nada importante.

     TaeHyung mira hacia donde el chico parece retirarse y con una sonrisa que el otro no nota, le responde.

     — Duerme bien. ¡Cocinaré algo!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro