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» Capítulo IV

TaeHyung nunca ha sido alguien emocionalmente inestable. Carga día a día con una sonrisa reluciente, un manjar para quienes la aprecian. Como YoonGi, por ejemplo. Pero, en ese instante, TaeHyung puede resumir que su día es tan monótono como para cargar con una expresión aburrida, que es exactamente la que tiene plasmada en su rostro

     Pasados los días, Jeon JungKook intentó alejar al "molestoso" (aunque más que nada insistente) Kim TaeHyung. No lo logró, claro. Porque en ese momento, con algo de nerviosismo, TaeHyung espera en la esquina del portón. Desde su lugar, JungKook suelta un suspiro desganado, sintiéndose obligado a la vez de ir a dejar a su "novio" a la casa. Si bien no está enojado, la cosa comienza a ser demasiado larga, incluso hasta para sus propias expectativas. Estuvieron así toda la semana, repitiendo lo mismo: TaeHyung hablaba, Jeon escuchaba. De vez en cuando se quedaban callados por los comentarios simples de JungKook; otras veces simplemente se dignaba a dar respuestas banales, realmente poco interesantes o que consideraba lo suficientemente buenas para soltarlas.

     A pasos lentos, se acerca a TaeHyung y viéndole, sin que este dirigiera la mirada hacia él, menciona:

      — ¿Qué haces aquí? Es demasiado tarde ya.

     Ese día JungKook salió una hora más tarde de lo normal (le gustaría decir que a propósito, pero no era así). Está sudado, transpira cansancio; carga en su hombro la mochila con sus cosas. Alza una ceja en cuanto TaeHyung simplemente corre la vista y se cruza de brazos delicadamente.

      — Te espero, es todo. Nos vamos juntos a casa siempre —escucha la tersa voz de TaeHyung salir.

     ¿Puede descifrarla? No. No sabe si usa un tono enojado, molesto, melancólico, normal, feliz, o lo que sea. Y no es que tuviera un interés profundo por saber qué demonios le pasa al castaño; pero es preocupante; más bien, interesante. JungKook está sorprendido por esa insistencia y constante esfuerzo de parte del castaño.     

     JungKook de repente tiene algunos pensamientos estúpidos poco característicos de su altruista forma de ser, por ejemplo, la gran brecha que hay entre el carismático TaeHyung y las demás personas que fueron su "pareja".

     Por esto, se pone a su lado y truena los dedos enfrente suyo, llamando a sus ojos para que le preste su mirada. TaeHyung, ante aquel golpe de atención, le voltea a ver.

    — ¿Qué te sucede hoy, eh? —cuestiona JungKook con una ceja alzada.

     El de cabellos castaños se alza de hombros una vez, procurando dejar entendido que claramente él no tiene ni idea de qué hablaba. Por otro lado, la realidad es distinta. De hecho, TaeHyung sabe exactamente lo que tiene en la cabeza.

     — Nada, estoy normal. ¿Podemos irnos ya?

     JungKook no le presta la "atención" que debería, es decir, la actitud típica que esperan cuando se acercan así de la nada. Es seguro. Claramente, JungKook no es de las personas que observan las actitudes de alguien; o que entiende a la perfección los cambios de humor. O peor aún, no es de los que busca ayudar a los demás si no los conoce. Sin embargo, tratándose de aquel castaño, las cosas se complican un poco mucho: TaeHyung siempre habla, siempre está sonriendo, siempre mueve su cabello. Es sistemático; los cambios no suelen ser permitidos.

    — No me digas —vuelve a hablar el pelinegro. Le pone una mano en el hombro a TaeHyung, casi amistosamente y suspira—. Normal es que estés parloteando de tu día.

     Se sentía un tanto sentimental. Por no decir que quería, en realidad, vencerse de una buena vez por todas. Una semana más fue suficiente para darse cuenta de que JungKook era una roca imposible de romper. Aunque TaeHyung no está muy seguro de cuán difícil es entrar en la mente del chico, porque lo único que ha estado haciendo es hablar y hablar; pocas veces las preguntas salían de su boca.

     — Estoy bien, no te preocupes.

     El chico carga sobre su hombro la mochila, poniéndose justamente al lado de TaeHyung no sin antes mirarle seriamente y esbozar una sonrisa poco creíble.

      — No estoy preocupado por ti. —Los ojos de TaeHyung se abren un poco después de escuchar esto, pero los vuelve a su tamaño original mirando hacia otro lado.

     Lamentablemente, ese tipo de cosas le molestan. Siente que su corazón se retrae del dolor, y sus ojos amenazan con decir más que mil palabras ante un incesante mar de sentimientos confusos. De repente puede percibir su corazón golpeando contra las paredes junto con las esquinas rotas, pero la mayoría del tiempo, en esa semana, se oculta diciendo que está totalmente normal.

     Por otro lado, JungKook no tiene una reacción demasiado mala. No piensa que está hablando en un mal tono, simplemente dice lo que piensa y se sincera cuando es necesario. No puede tomar en serio algo que inició, más bien, como una broma repetitiva, añadiendo cierto grado de tensión y presión.

     — Vámonos, TaeHyung —vuelve a hablar JungKook comenzando a caminar—. No me gustaría que caminaras solo de nuevo.

     El chico se alza el suéter y camina por detrás de él. ¿Recuerdan eso de que nunca es tarde para conocer a una persona? Es cierto. Pero muy diferente es que la persona no se dejara conocer, al menos en cierta medida. Esto pasa con JungKook: no contesta, no dice nada, mucho menos daba alguna señal de interés. Para toda mínima pregunta la respuesta era: Deja de preguntarme cosas, ¿de verdad te importa? Realmente no interesa.

     Por algún tiempo TaeHyung se convenció a sí mismo de que tenía, de seguro, sus propias razones. Sin embargo, entre más averiguaba de poco en poco (muy poco), logró entender que más bien JungKook odiaba que los demás supiesen de él. Quizá es porque... 

      — ¿Es que ahora no vas a contarme de las cosas de tu día? —escucha la voz del pelinegro de nuevo.

     Tan neutra, con toques fríos y teñidos del poco entusiasmo que siempre carga; es molesto, y hasta le dan ganas de suspirar cuando lo oía. ¿Por qué tiene que sentirlo en la punta de su corazón? ¿Es necesario que hasta su estómago resintiera ese tipo de respuestas?

      El castaño tan solo le dedica una fugaz mirada. Aún va a unos pasos por detrás de él. 

     — No.

     Siguieron caminando por un momento. Un silencio abrupto e inconfortable los abrumó. JungKook iba bien con eso, hablar es un fastidio. Pero TaeHyung, así como en un principio, iba callado y pensativo: ¿Qué tanto deseas?

     Va perdido en sus pensamientos, viendo la acera, cuando su cuerpo impacta con el del pelinegro. Jeon había detenido su paso sin avisar; provocando el choque de ambos cuerpos. TaeHyung alza la vista confundido y se encuentra con el borde del corte de cabello de JungKook. El chico delante suyo no se mueve ni por un instante. El sol da sus últimos rayos de luz, el cielo se pinta de un naranja y rosa que da la impresión de una linda playa. Todo a su alrededor luce tranquilo, reconfortante. Pero la mirada confusa y fija de JungKook es una daga profunda que atraviesa el horizonte. Las palabras que suelta hacen a TaeHyung querer vomitar, incluso cuando no puede verlo a la cara.

     — ¿Por qué aún no terminas conmigo?

     La voz del chico sale, sin que el otro pueda verle. Tae no quiere buscar su rostro, y JungKook, que está de espaldas, parece querer lo mismo. El mayor se queda en silencio, esperando iluminación divina para una respuesta coherente. Quiere decir, discutir algo. Decirle que en realidad lo piensa, que lo quiere dejar porque sabe que nunca lo querrá. Y en cambio, el pelinegro recibe un silencio profundo, una mirada hacia la nada en el suelo. JungKook por fin se da la vuelta.

     La mirada de JungKook es, no una enojada, más bien, una mirada suave que quiere ir un poco más allá de la verdad, pero siempre reflejando ese color tan helado que la caracterizaba.

     — Te pregunté algo —recalca el chico, tranquilamente—. ¿Por qué aún no terminas conmigo? ¿No te sientes mal? ¿No te da vergüenza que te diga ese tipo de cosas, que te deje hablando solo, que te ignore por completo? ¿Por qué aguantas a alguien que no te quiere?

    Los ojos de TaeHyung se llenan de lágrimas de pronto, sorprendiéndose a sí mismo. Desde su perspectiva, JungKook luce irritado, completamente inconforme con la situación, con deseos de no vivir ese instante. ¿Acaso él lo irrita? Parece molesto. ¿Él es la causa de su enojo?

     No emite palabra alguna. Su garganta está hueca, vacía, sus labios sellados. No posee tijera en manos para deshacer el nudo que tiene en su garganta y estómago. A pesar de no dar vueltas, su cabeza gira. Es difícil gustar de esa manera, sin poder avanzar incluso cuando pareces estar en la cima. Quizá ese fue su primer error, el no conocer antes de ir por todo.

     Siguiendo sus simples ideas, dejándose llevar por una barrera común.

     — Di algo, Tae —dice JungKook—. ¿Te gusta que las cosas sean así? Te lo dije, TaeHyung. Te dije cómo sería. Así son con todos: vienen a mí, consiguen salir conmigo y después me terminan. Todos creen que me conocen, pero simplemente es un interés común. ¿Qué sucede contigo? ¿Realmente te gusto?

     TaeHyung, tan ruidoso cuando se lo propone y, sin embargo, no puede responder de la forma correcta en ese momento. JungKook alza una ceja, mirándolo con desdén y un toque (muy, pero muy pequeño) de decepción al no escuchar respuesta alguna.

     El mayor lo llamaría impotencia, al sentido de gritar por dentro que todo es su culpa. Pero, bien, eso es lo correcto.

     — Solo di algo.

     La valentía. No es fácil hacerla salir, especialmente cuando, dentro de ti, siempre ha estado escondida. No es posible explicarle, de la manera ideal, cómo lo observa. JungKook no es una persona más; algo en él le hizo fijar su atención con especialidad. La forma en la que sonríe, o quizá su gusto en cosas extrañas, o su entrega al juego en básquetbol, sus buenas notas. Que todas la tardes en las que se iban juntos, siempre caminaba a su derecha, quién sabe. Quizá sólo es el hecho de ser él.

    — ¡Sí, realmente me gustas, idiota! —suelta el aire en sus pulmones. Siente descargar todo.

    — Eso lo supones, aunque tú a mí no... ¿Cómo te puede gustar alguien que no conoces, eh? Explícame. Explícame por qué te fijaste en mí... No me digas lo que todos dicen: eres guapo, coleccionas cosas interesantes, juegas bien básquetbol, eres bueno en la escuela. —Los ojos de JungKook se quedan fijos en los de TaeHyung. Da unos pasos hacia él, antes de inclinarse a su altura—. ¿Crees que eres diferente a todos? ¿Crees que puedes llegar a gustarme?

     TaeHyung observa la cercanía que hay entre ambos. Sus labios rojizos están a tan pocos centímetros de los suyos...; podría acercarse con un paso y plantar un beso. Siente la respiración, los ojos de JungKook cautivando los suyos, que están rojizos por las lágrimas de rabia que carga consigo y tornados en completa confusión por la actitud sincera del pelinegro.

     JungKook mira directo a sus ojos detenidamente, como queriendo descifrar algo más allá de una simple capa superficial, y, sin dejar de hacerlo, habla:

     — Entonces demuéstralo.

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