Capítulo XXXVIII
Derek
Tom y Sam tenían razón. Son las ocho y media de la mañana, van a abrir ahora el parque y ya hay muchísima gente esperando para entrar.
— Me muero de ganas — dice Luna nerviosa.
Le encantan este tipo de sitios y se enamoró de este lugar cuando leímos que es una reserva donde rescatan especies enfermas y las cuidan hasta que se recuperen. Es un centro de recuperación.
Llega nuestro turno para entrar y, como no, nos dan planos. La cara de felicidad de Luna es maravillosa.
— Guarda tu plano, usaremos el mío — le digo para que lo conserve bien.
— Gracias amor.
— ¿Qué os parece si vamos por orden? — Pregunta Melissa.
— Vale, pero estad atentos al reloj, así podemos ir a ver los espectáculos cuando sea la hora.
Hay espectáculo de orcas, delfines, leones marinos... Me siento como un niño pequeño. Abro el plano y veo qué toca primero.
Lo primero que vemos es un estanque de carpas.
— ¡Qué grandes son! — Grita Melissa.
Las chicas también están como niñas pequeñas, se nota su emoción a kilómetros y Tom y Sam... No puedo describir lo felices que les veo. Me alegro mucho por ellos.
Lo siguiente que vemos son los gorilas. Tienen cuatro y son todos machos. Se llaman Aladín, Noel, Rafiki y Ubongo.
— ¡Mira! Como en la peli de dibujos — dice Luna.
Son preciosos e imponen muchísimo. Además, ¡son enormes! Uno está comiendo, otros duermen y hay uno que está delante del cristal mirándonos fijamente. Imponen mucho. Las chicas se quedan de piedra mirándole.
— Es un ser majestuoso — dice Sammy.
— Viéndole así, tan grande, tan serio, me recuerda a Kerchak, el padre gorila de Tarzán — comenta Luna con los ojos muy abiertos.
— Tienes razón — dice Tom — es muy parecido.
Pasamos un rato viendo cómo se comportan los gorilas, nos despedimos de ellos y continuamos nuestro camino.
— Siguiente parada ¡pingüinos! — Exclama Luna.
Los pingüinos están dentrode un recinto. Hay una cinta mecánica que nos va paseando delante de ellos.Tienen varias especies:
Pingüino Rey, es el pingüino más común, el que sale en los anuncios y en las películas. El Pingüino Saltarrocas es una especie más pequeña, con el pico más corto y parece que tiene cara de enfado. El Pingüino Barbijo es de color blanco y negro, se distingue de los demás por tener una línea negra bajo el mentón.
— ¡Mira! — Grita Luna. — Parece que están haciendo un nido.
— Seguramente vayan a criar — dice Melissa. — Los pingüinos bebés tienen que ser una monada.
— ¡Sí! — Exclama Sammy.
— ¡Qué gordo está ese! — Dice Sam señalando con el dedo.
— Es un Pingüino Papúa — digo mirando la guía que cogí en la entrada. — Es parecido al Pingüino Rey por su tamaño y el pico amarillo, pero son de color blanco y negro.
— ¿Y ese de allí? ¿El que acaba de saltar al agua qué especie es? — Pregunta Luna mirando la guía.
— Pingüino Humbolt. Tamaño pequeño, color blanco y negro y pico negro — explico.
— Es monísimo. Es el que más me gusta.
Saca su móvil y hace fotos y vídeos a todos los pingüinos. La verdad es que verles nadar es impresionante. Se mueven a una velocidad increíble, seguro que en libertad son unos grandes cazadores de peces y calamares.
— ¡Corred! — Grita Luna. — ¡El espectáculo de leones marinos está a punto de empezar!
Salimos del recinto de los pingüinos y vamos rápido al recinto de los leones marinos, está enfrente, pero sus puertas están cerradas.
— ¿Qué pone? — Pregunto. El letrero está en español.
— Está cerrado por mantenimiento, vamos, que está en obras — dice Luna decepcionada. — Yo quería ver leones marinos.
— Lo siento preciosa — dice Tom — otra vez será. Venga sigamos.
Al lado de los leones marinos están los monos. Me parecen graciosos pero prefiero no acercarme mucho, a ver si van a sacar la mano y nos intentan quitar algo, los monos sin impredecibles.
A continuación están los osos hormigueros y los chimpancés. No es una especie que me guste mucho pero sí me llama la atención su anatomía. Nunca había visto un oso hormiguero de cerca.
— Aquí se respira mucha paz — dice Sammy cerrando los ojos.
Estamos en una zona donde los pájaros cantan, hay loros de todas las especies, tamaños y colores. Sus cantos calan hondo y nos hacen bajar el ritmo del paseo.
— Ojalá viviéramos en un sitio así — dice Luna. — Estaríamos relajados todo el tiempo.
A parte de que la vista es preciosa, estar tan cerca de estas aves es alucinante.
Continuando nuestro recorrido pasamos por la zona de los Guacamayos. Son bastante grandes la verdad. Paseamos mientras les hacemos fotos y llegamos al recinto que a todos nos gusta: el de los leones.
— Pobres, deben tener mucho calor — dice Sammy.
— Hay dos hembras y un macho — cuenta Luna, — qué gracioso, se llaman Simba, Sarabi y Malika.
— Bueno gracioso depende de cómo se mire. Sí, mola porque se llaman igual que en los dibujos, pero teniendo que cuenta que es probable que este Simba monte a esta Sarabi... — se ríe Tom.
— Vale, le has quitado toda la gracia — se enfurruña Luna.
En parte Tom tiene razón. En los dibujos Sarabi es la madre de Simba. Los que les ponen los nombres tienen humor, desde luego.
Están los tres tumbados en la sombra, normal, deben estar muertos de calor. Estamos en pleno verano y hace un sol infernal.
Continuamos y vemos la zona de las suricatas. Son muy monas y hay dos de ellas que están de pie, a dos patas.
— Según he leído, las que están a dos patas son las encargadas de la vigilancia — explica Sam.
— Los roles están bien definidos — dice Tom. — Los animales son más listos de lo que pensamos. Algunos humanos deberían aprender de ellos.
— Pues sí — respondemos todos a la vez.
Lo siguiente son las tortugas.
— ¡Me lo pido! — Dice Luna quitándome la guía. — Aquí pone que tienen tortugas gigantes pero están en otra zona del parque. También tienen tortugas de espolones africana — dice señalando una tortuga más pequeña, pero que debe rondar los cien kilos. — Esa de ahí debe ser la tortuga de patas rojas, por los lunares rojos que tiene en su cuerpo. ¿Tortuga boba? — Pregunta mirando la guía. — Pobre tortuga, no se merece que la llamen así, quién haya nombrado la especie se ha lucido.
— Esa es la tortuga que seguramente vimos cuando hicimos snorkel — le digo.
— Y seguramente las veamos mañana cuando vayamos a hacerlo todos juntos — comenta Melissa.
La tortuga boba vive en zonas costeras y poco profundas, por lo que es más común verlas. Las que tienen aquí son pequeñas pero seguro que en el mar llegan a pesar mucho más.
— Y la última especie se llama tortuga pintada del bosque, pero no la veo.
Todos miramos dentro del recinto pero no vemos nada. Pasado un rato la encontramos. Es una tortuga muy pequeña y estaba camuflada dentro del agua.
— ¡Mirad qué hora es! Faltan cinco minutos para que empiece el espectáculo de orcas. ¡Vamos! — Dice Tom y nos apresuramos a ir al recinto.
Por suerte no está lejos. Cogemos sitio justo antes de que empiecen. Primero nos presentan a las orcas que viven aquí y nos cuentan un poco sobre ellas. Hay tres machos llamados Keto, Tekoa y Adán y una hembra llamada Morgan.
— ¡Son enormes! — Dice Luna y aplaude cada vez que hacen algo.
Cuando los cuidadores les llaman, las orcas se suben a una plataforma donde reciben comida y caricias.
— Me encantaría trabajar con ellas — dice Luna. — Aunque me dan mucho respeto, son muy grandes.
— Pero si las tratan bien, ellas te tratarán bien a ti — comenta Melissa, — es así.
El espectáculo dura bastante tiempo y cuando termina rompemos en aplausos. Verles saltar, nadar, salpicarnos... Ha sido increíble.
— Ya sé cómo voy a llamar a mi delfín — dice Luna cogiendo mi mano.
— ¿Cómo? — Pregunto.
— Morgan. Me ha encantado.
— Pues ya tenemos nombre. Bienvenida a la familia, Morgan.
Sonrío y me devuelve la sonrisa.
— Queda un rato para ver el espectáculo de delfines. Si queréis nos quedamos por aquí viendo más especies y cuando termine el espectáculo nos vamos a comer — propone Tom y nos parece bien.
Deshacemos el camino recorrido y retomamos donde lo dejamos. Toca ver los flamencos. Me alucina que sean de color rosa. ¿Qué tipo de pigmentación deben tener? Son tan tranquilos, me encanta verlos. Al lado hay un campo de orquídeas, son tan bonitas que les decimos a las chicas que se coloquen ahí para hacerlas muchas fotos. El color rosa de las orquídeas con el pelo rubio de Luna queda precioso y con el pelo negro de Melissa y Sammy hace un contraste muy bonito.
— ¡Me muero, qué bonitos son! ¡Mira cómo abren la boca! — Grita Luna cuando vemos los hipopótamos.
— ¿Te llevarías uno? — Pregunta Sam riendo.
— ¡Si! Jo es que son tan bonitos. Parecen peluches.
Vemos cómo comen y cómo se sumergen en el agua. Tiene razón, son muy bonitos, aunque más bonita es ella.
Al lado están los jaguares.
— Parecen gatos grandes — dice Sammy — mira cómo trepan por los troncos.
Su recinto está lleno de árboles y troncos en todas las posiciones posibles para favorecer que se muevan como si estuvieran en su hábitat natural. Ahora mismo tienen dos jaguares, una hembra de color negro llamada Naya y un macho de color amarillo llamado Gulliver.
— ¿Podemos tener uno? — Pregunta Luna juntando sus manos.
— ¿Un jaguar? — Pregunto asustado.
— ¡No! — Se ríe Luna. — Un gato.
— ¡Ah! — Me río yo también. — Claro que sí. Algún día tendremos muchos animales.
Me abraza y paso mi brazo por su espalda.
— Es increíble que un mismo animal pueda ser de varios colores — comenta Tom.
— Sí se aparean, ¿de qué color saldrá la cría? — Pregunta Sam.
— Imagino que depende del gen dominante — explica Sammy — puede salir negra, amarilla o con mezcla de colores.
La miramos y nos reímos. Quién sabe cómo saldrá.
Les están dando de comer y ambos saltan para coger el trozo de carne, lo muerden y lo despedazan como si fuera una presa viva. Debe dar mucho miedo encontrarse con uno en libertad, pero visto desde aquí son animales fascinantes.
Ahora vemos pandas rojos. Las chicas se mueren de amor, estos sí que son auténticos peluchitos. Unos pocos están comiendo y el resto están durmiendo. Según la guía pasan la mitad del día durmiendo.
— Mira, el espectáculo de loros — comento.
— ¿Lo dejamos para el final? Tiene sesión por la tarde también — propone Sammy.
— Vale — respondemos.
Pasamos al terrario, donde vemos muchísimos reptiles. Hay iguanas y todo tipo de lagartos, de varios tamaños y muchos colores. Hasta hay uno que tiene la lengua azul.
Continuamos y podemos ver a las nutrias nadando. Con el calor que hace normal que no salgan del agua, ahí deben estar fresquitas.
Como no, las chicas quieren llevarse una cada una, son muy monas.
— Podemos dejarla en la bañera — dice Luna.
— O podemos comprar una casa con piscina y tenerla ahí — comento.
— ¡Sí! — Aplaude como una niña pequeña y sus hermanos la miran con adoración.
Justo al lado tenemos las tortugas gigantes. ¡Qué pedazo de tortugas! Deben pesar doscientos kilos por lo menos.
Lo último que nos queda por ver antes de los delfines son los tigres de bengala. Podría decir que son mi especie favorita. Los tigres blancos me fascinan.
Tienen dos, una hembra llamada Yangyu y un macho llamado Linmao.
Es difícil verles ya que están resguardados a la sombra pero tras esperar un rato vemos como salen a beber agua y se vuelven a tumbar. Has sido breve pero intenso poder verles.
— Ahora sí — dice Melissa. — ¡Delfines!
Las puertas ya están abiertas así que entramos y cogemos un buen sitio.
Los cuidadores nos presentan a sus delfines, ya podemos verles nadar y esperar con ansia que les den comida. Tienen cuatro hembras llamadas Pacina, Luna, Ilse y Clara.
— ¡Se llama como yo! — Aplaude Luna emocionada y beso su mejilla.
— Eres mi lindo delfín.
Sonríe y continúa aplaudiendo.
Tienen también cuatro machos llamados Achille, Ulisse, Ebu y Paco.
El espectáculo es mucho más dinámico ya que hacen varios juegos, acrobacias, juegan con pelotas incluso los cuidadores se meten al agua con ellos y juegan.
Nadan rápido por los alrededores, saltan y nos salpican con sus colas.
Todos terminamos encantados de verles.
— Muero de hambre — dice Tom, — vamos a comer algo.
Estamos apurando el tiempo al máximo, no queda ya mucho por ver y eso me gusta porque significa que vamos a poder recorrerlo entero. Encontramos un puesto que tiene todo tipo de comida y cogemos perritos calientes, patatas fritas y refrescos.
Comemos sentamos en una mesa a la sombra y nos refrescamos, hace mucho calor. Pasamos por el baño cuando terminamos y seguimos nuestro camino.
— Podemos ir a Aquaviva y al jardín zen — propone Luna mirando el plano.
Asienten y vamos hacia allí. Aquaviva es un acuario que tiene muchas especies de medusas de todos los tamaños y colores. Hay unas que parece que brillan, que son fluorescentes. A parte tienen gran variedad de peces tropicales y hasta una especie de tiburón, se llama tiburón de puntas negras.
Lo siguiente que vemos son los perezosos. Me hacen mucha gracia y les hago muchas fotos.
Ahora tenemos que correr una parte del parque para llegar a los cocodrilos. Es alucinante cómo se camuflan en el agua. Luna no se acerca demasiado y coge mi mano, parece que le dan un poco de miedo y no me extraña. No sé qué tamaño pueden alcanzar en libertad pero los que tienen aquí son bien grandes.
— Nos queda por ver el acuario y terminamos con el espectáculo de loros — anuncia Tom.
— Jo — Luna pone cara de pena. Se nota que lo está pasando muy bien.
Yo tampoco quiero que el día termine.
El acuario es enorme, hay todo tipo de peces y corales. También hay rayas, peces luna, caballitos de mar, estrellas de mar y anguilas. Hay una raya pegada en el cristal que parece que nos mira y sonríe.
— ¡Mira! ¡Son Dory y Nemo!
Luna corre hacia el cristal del acuario donde están los peces y les hacemos fotos.
— Qué graciosos — dice Sam.
Pasamos por un túnel donde hay muchas especies de tiburones: tiburón gris, tiburón nodriza, tiburón bambú y el favorito de las chicas, el tiburón cebra.
Salimos y miramos la hora.
— Aún queda media hora, ¿queréis volver a ver algo — Pregunta Tom.
— Mira, aquí no hemos entrado, pone que es nuevo. Se llama La Gruta — dice Luna mirando el plano.
— Vale, vamos — dice Sam.
La Gruta es una cueva donde viven varias especies de murciélagos.
Ahora sí, vamos al espectáculo de loros.
Ya es lo último que vamos a ver porque el parque cierra pronto.
Cogemos sitio y las cuidadoras sacan a los loros.
Los hay todos los tamaños y colores.
Hacen varios números, hablan y vuelan sobre nuestras cabezas.
Es un espectáculo digno de ver.
Con mucha pena nos despedimos del loro parque.
Nos hacemos una foto en el cartel de la entrada y vamos al coche.
— ¿Lo habéis pasado bien? — Pregunta Tom cuando arranca el coche.
— ¡Sí! — Gritamos todos.
— Estoy agotada pero ha merecido la pena. Ha sido increíble — comenta Luna.
— Tienes razón, creo que no he visto nada parecido nunca — comento.
— Me alegro de que os haya gustado — dice Sam.
— Y aquí no termina la diversión — dice Melissa. — ¿Sabéis qué toca mañana?
— ¡Snorkel! — Grita Sammy.
Me muero de ganas.
— ¡Qué emocionante! — Aplaude Melissa cuando llegamos al lugar donde vamos a hacer snorkel.
Han detenido el barco y están repartiendo gafas y tubos. Los dan del mismo color para que las parejas vayan a juego.
— No os alejéis del barco. Nadad alrededor y estad atentos — explica el hombre. — Haré fotos y vídeos, si los queréis, a la vuelta os los mandaremos. ¡Importante! No intentéis tocar a las tortugas. Si veis una que nada cerca de vosotros, pegad los brazos al pecho, no alarguéis el brazo ni estiréis la mano porque os pueden morder.
— Nunca me ha mordido una tortuga — dice Sammy.
— Y mejor que no te muerda — responde Sam.
— ¿Listos? — Pregunta Tom y asentimos.
Nos sentamos y nos dejamos caer de espaldas, como los buceadores profesionales.
El primer impacto es brutal, el agua está helada. Llevamos trajes de neopreno pero son cortos, los brazos y las piernas las tenemos al aire.
— Creo que se me ha entumecido el cuerpo — dice Luna.
— Vamos a nadar, así nos acostumbramos a la temperatura.
Agarro su mano y nadamos juntos, acostumbrándonos al frío y moviéndonos al ritmo de la corriente. De momento está todo tranquilo, no hay animales porque el motor del barco les debe haber asustado. Saco la cabeza y veo que a nuestro alrededor, a una distancia prudente, hay más barcos con más grupos haciendo lo mismo que nosotros. Luna tira de mi mano y vuelvo a meter la cabeza. ¡Los peces han vuelto! Hay muchísimos y da impresión verles. Son grandes y de varios colores. Me encanta la fauna que hay aquí. Nadamos durante un rato pero no conseguimos ver ninguna tortuga.
— A lo mejor no tenemos suerte — dice Luna un poco triste.
— Vamos a seguir buscando, algún aparecerá.
— ¡Aquí! — Grita Melissa al otro lado del barco.
Vamos nadando y cuando nos ponemos a su lado nos indica que metamos la cabeza. ¡Ahí está! La tortuga se ha hecho de rogar pero ha aparecido. Y no sólo está ella, ¡hay dos más! Nadan a nuestro alrededor, se acercan, nos observan y hacemos lo que nos dijeron, pegar los brazos al cuerpo.
Parecen inofensivas así que nos atrevemos a nadar un poco con ellas.
Cuando se cansan, se alejan nadando.
Volvemos al barco y sonreímos.
— ¡Increíble! — Aplaude Melissa y abraza a su hermana, a Tom y Sam y a nosotros.
— Cuando lleguemos pedimos que nos manden las fotos y vídeos — pide Sammy — yo quiero tener estos recuerdos.
Tiene razón, todos estamos de acuerdo.
Volvemos al hotel, comemos y vamos a la playa. Volvemos a alquilar motos de agua y hacemos carreras. Dejo que Luna coja la moto y la maneja bastante bien.
Nos apartamos un poco de sus hermanos y vamos despacito por el agua. Para la moto y se sienta frente a mí, dando la espalda al manillar.
— Gracias por venir a este viaje con mi familia.
— No me lo perdería por nada del mundo. Gracias a vosotros por invitarme — le agradezco.
— ¿Lo estás pasando bien?
— Sí, increíblemente bien. ¿Y tú?
— Sí, también. Además, Melissa y Sammy cada vez me caen mejor. ¿Crees que mis hermanos serán felices con ellas?
— Es pronto para saberlo, no sabemos cómo es su convivencia en casa pero yo creo que sí. Las veo maduras, responsables y se preocupan mucho por ellos y también por ti. Eso es importante. Eres lo más importante para tus hermanos y si ellas te cuidan significa que les quieren mucho y también eres importante para ellas.
— Tienes razón. Te quiero mucho.
— Y yo a ti nena.
La acerco más a mí y la beso.
— ¡Eh parejita! — Grita Sam. — ¡Vamos a cenar!
Levantamos los pulgares, admiramos el atardecer y vamos a dejar las motos de agua para volver al hotel.
Nos duchamos, nos vestimos y bajamos a cenar.
Después vamos a dar un paseo y encontramos una zona con varios locales y clubes. Hay música por todas partes y nos invitan a chupitos. Entramos en cada local aprovechando las invitaciones y hasta podemos echarnos unas partidas de billar.
Las chicas bailan mientras nosotros jugamos y vamos rotando para poder jugar todos contra todos.
Llegamos a un local que tiene muy buen ambiente y Tom y Sam nos invitan a unas copas.
Where them girl at suena por los altavoces y todos bailamos. Luna mira cómo sus hermanos bailan con las chicas. Creo que nos estamos dando cuenta de que ellos aún son jóvenes aunque hayan ejercido el papel de padres toda su vida. Se lo están pasando en grande, se sientes libres, felices y aplaudimos cuando bailan pegados a sus chicas al ritmo de El merengue de Manuel Turizo.
Me pego a Luna y bailo con ella yo también.
Sobre las tres de la mañana volvemos al hotel, vamos todos un poco borrachos y nos despedimos sonriendo cuando llegamos a las habitaciones.
— Mañana vamos a estar agotados — dice Luna.
— Ya — respondo — pero no me importa. Tenemos el resto del verano para descansar.
Luna me mira y en sus ojos veo tristeza.
— ¿Pasa algo? — Le pregunto cogiendo su cara entre mis manos.
— Nada, que el tiempo pasa muy rápido cuando lo pasas bien.
— Y lo podemos pasar mejor.
La atraigo hacia mí y la beso. Salimos a la terraza y todo está en silencio, todo está oscuro. Miro hacia las terrazas de mis cuñados y tienen las luces apagadas. Juraría que hasta oigo ronquidos. Miro a Luna y sus ojos grises brillan bajo la Luna. La beso y retrocedemos hasta que su espalda queda pegada a la barandilla. Bajo mis manos hacia sus pechos y me mira sorprendida.
— ¿No te pone hacerlo aquí?
— Sí, pero... pueden vernos — dice susurrando.
— Todo el mundo está dormido. Y las luces apagadas, espera.
Entro en la habitación y apago todas las luces. Está todo en penumbra y nosotros casi no nos vemos. Cojo su cintura y la aprieto. Estoy muy duro sólo de pensar en hacerlo aquí.
— La verdad es que... — coge su mano y la lleva a su centro.
Puedo notar lo mojada que está.
— Ven — la atraigo hacia mí y la beso.
Ella me empuja suavemente hasta que me siento en el sofá. Se sienta a horcajadas sobre mí y la masajeo los hombros, la espalda y levanto su camiseta para lamer sus pezones. Gime en silencio y ahoga un grito cuando meto la mano bajo su pantalón y toco su centro. Se levanta, se quita los pantalones cortos y la ropa interior y yo bajo los míos. Vuelve a sentarse sobre mí y lentamente baja sobre mi miembro. Joder, qué apretada está, pero no parece dolerle, al contrario, gime en silencio. Poco a poco se mueve y se agarra a mis hombros para coger el ritmo. Sus fluidos caen sobre mis piernas, joder está chorreando. Agarro su culo y aumento sus movimientos, cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás. Su interior empieza a contraerse y un escalofrío me recorre la espalda.
— Me voy a correr — gimo
— Y yo — gime ella también.
Aprieto su culo, me muevo debajo de ella aumentando la fuerza de las embestidas y juntos nos corremos en un orgasmo aplastante.
Cae rendida sobre mí y la abrazo, beso su cabeza y me río.
— Ha sido increíble — susurra.
— Lo ha sido — susurro sin aliento.
— ¿Nos damos una ducha? — Dice cuando se levanta y nuestros fluidos resbalan por sus piernas y las mías.
— Sí, vamos.
Nos damos una ducha y después nos metemos en la cama, me duermo abrazado a ella mientras acaricia mi cabeza.
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