Capítulo XXIV
Luna
— Creo que no he oído bien. ¿Te mudas? ¿Con Theo?
— Sí — responde sonriente.
— ¿Pero no estabais enfadados? Lo habíais dejado.
— Este fin de semana Theo ha estado aquí — explica. — Hemos hablado, lo hemos arreglado y creemos que lo que nos pasa es que nos vemos poco. Mudarme a su fraternidad es lo acertado.
— ¿Estás segura? — Pregunto incrédula.
— Sí. Lo siento Luna, siento mucho dejarte sola pero he encontrado el amor y no pienso dejarlo escapar.
— Bueno, me alegro por ti — comento nada convencida. ¿Cenamos y lo celebramos?
— Me encantaría pero no puedo. Theo está ya de camino, iré viniendo poco a poco a recoger el resto de mis cosas y por la habitación no te preocupes, dejé pagada mi parte así que puedes seguir usándola el tiempo que quieras y puedes decirle a Derek que venga a hacerte compañía.
Cierra su maleta, me da un beso y se marcha. No doy crédito a lo que acaba de pasar. Menos mal que he llegado hoy sino me encuentro la habitación vacía y ni una sola explicación. Vale que no tiene que dármela pero, no sé, es mi amiga, un poco de comunicación por su parte no estaría nada mal.
Me doy una ducha y me meto en la cama. Mañana será otro día.
Cuando abro los ojos me siento descansada, he dormido del tirón y me estiro en la cama. Voy a darle los buenos días a Anna pero me freno en mitad de la frase, no me acordaba de que no está. Me siento en la cama y miro su lado de la habitación. Me parece todo tan raro. Primero, no me gusta que haya estado aquí un desconocido, será su novio pero yo no le conozco y a saber qué ha podido hacer por aquí. A parte, le conoce desde algo más de tres meses y la he visto más veces llorando y enfadada que feliz, no entiendo este cambio repentino de actitud.
Recibo un email de Elizabeth pidiendo que vaya a su despacho después de clase. Respondo y recibo un mensaje de MJ.
Buenos días pequeña exploradora. ¿Has descansado?
Buenos días jefa exploradora. Sí, me encuentro de maravilla. Aún alucinando por todo lo que he visto este fin de semana.
Es normal. La primera expedición siempre marca. Tómate libre esta semana y ponte al día con tus clases. Vamos a hacer otra expedición pronto y me gustaría contar contigo.
¡Sí! Cuenta conmigo para lo que necesites. Me pongo las pilas en clase y mantengo todo al día. Espero tu llamada.
Así me gusta ;)
¡Otra expedición! Esto pinta bien.
Al final de la jornada llamo a la puerta del despacho de Elizabeth.
— Hola Luna, pasa querida — me invita cuando abre la puerta. — ¿Qué tal el viaje?
— Genial, he aprendido muchísimo e incluso fui testigo de cómo desenterraban un pequeño fósil de la familia de los reptiles.
— Me alegro mucho, me encanta ver la emoción con la que cuentas todo. MJ me ha llamado y me ha comentado que volverás a irte de expedición.
— Sí, pero si supone algún problema...
— No, ninguno — me tranquiliza. — El decano y todo el equipo directivo está encantado con que te vayas. Es difícil encontrar a alguien con tus capacidades y creen que puedes dar buena publicidad a la universidad.
— Lo intentaré.
— Ya lo has hecho. Se ha publicado la primera parte de tu viaje en la revista de la universidad y la prensa ha ido esta mañana al museo. Han contado un poco lo que han hecho y han sacado una lista con fotos y todo de la gente que ha participado en este pequeño hallazgo. Tu foto estaba entre los protagonistas — explica sonriendo.
— ¿En serio? — Estoy alucinando.
— Sí, formas parte del equipo de MJ y ella te trata como un igual independientemente de que estés de prácticas, contratada o hayas desenterrado tú el fósil. No te dejará fuera y mucho menos si puedes beneficiarte.
— No sé qué decir.
— No digas nada, aplícate a tope y haz que esté orgullosa — me aconseja.
— Eso haré. Muchas gracias por todo.
— A ti querida, a ti.
Salgo del despacho sonriendo y con el corazón bombeando de alegría.
Llamo a Derek de camino a mi habitación.
— ¡Hola preciosa! Esperaba tu llamada, ¿cómo ha ido todo?
— Hola amor, bien, ha ido todo genial. Anoche llegué reventada y me dormí según toqué la cama.
— Ya me imagino. ¿Has ido hoy a clase? — Me pegunta.
— Sí, no quiero faltar más, ya me perdí las clases del viernes. Además Elizabeth quería verme después de clase.
— ¿Para?
— Para felicitarme por mi viaje. Me ha dicho que han sacado un artículo en la revista de la facultad y que la prensa fue esta mañana al museo, me han incluido entre los protagonistas de la expedición y del hallazgo del fósil — explico.
— Lo he leído esta mañana. Todo el mundo está hablando de ello. Tu facultad ha enviado el artículo a todos los alumnos de las universidades del estado — dice feliz. — Estoy muy orgulloso de ti.
— Muchas gracias amor. Hay otra cosa que debo contarte.
— Dime.
— Anoche cuando llegué, Anna estaba haciendo las maletas, se ha mudado con Theo a su fraternidad.
— No me lo puedo creer — dice incrédulo. — ¿Estás hablando en serio?
— Sí. Yo tampoco puedo creerlo. Pero bueno si ella es feliz.
— Ambos sabemos que no lo es, o al menos no lo será si sigue con ese chico.
— Ya lo sé Derek, pero no podemos hacer nada. He hablado con ella varias veces pero al final termina cayendo en su red de nuevo — digo algo angustiada. — Sólo espero que haya cambiado y esta vez salga bien.
— Estoy preocupado nena.
— No te preocupes, si pasa algo lo sabré, y yo estoy bien. No pasa nada.
— Vale — no suena nada convencido. — Deberías llamar a tus hermanos. Han visto las noticias esta mañana y me han dicho que no querían despertarte, saben que volviste anoche y pensaban que estabas durmiendo.
— Ahora mismo les llamo. Te quiero amor.
— Y yo a ti. Llámame si pasa algo.
Cuelgo e inicio videollamada con mis hermanos.
— ¡Si es mi hermanita la famosa! — Grita Sam.
— No te pases, sólo he salido en las noticias, nada nuevo — digo riendo.
— Cuéntanos todo — me pide Tom.
Y eso hago, les cuento todo mi viaje con pelos y señales, les cuento también los mensajes de MJ y la reunión con Elizabeth y ambos están muy orgullosos. También les cuento la novedad de Anna y cómo me siento al respecto. Ambos se callan y puedo ver en sus ojos que quieren decirme algo pero no se atreven.
— Preciosa, sé que llevas poco en la universidad y, aunque tu residencia está pagada hasta final de curso, ¿por qué no te planteas otras opciones?
— ¿Qué opciones? — Pregunto.
— No estar sola — responde Sam. — Podrías mudarte con Derek.
— Me encantaría pero no puedo pagar un piso y no os lo voy a pedir...
— No tienes que pedirnos nada — me corta Tom. — Puedes vivir en nuestra antigua casa. Múdate con Derek. Ya has vivido la experiencia de la residencia y no me importaría que siguieras ahí si Anna estuviese contigo, pero para estar sola, mejor estar con tu chico, ¿no?
Lo pienso y me encanta la idea. Mudarme con Derek es un sueño y tienen razón. Ya he vivido la experiencia de la residencia, las fiestas y, aunque no lo he explotado del todo, quiero vivir con Derek.
— Sí, sí, claro que quiero. ¿Lo estáis diciendo en serio?
— Completamente en serio — responden al unísono.
— Venga, llámale y díselo — me apremia Tom.
Me despido de mis hermanos, llamo a Derek y le pido que venga a mi residencia, me responde que en veinte minutos está aquí.
Llama a la puerta, abro y le beso apasionadamente. Cuando nos separamos sonríe y sus ojos se iluminan.
— No me voy a andar con rodeos — digo cerrando la puerta. — Quiero pedirte una cosa. ¿Quieres vivir conmigo? No aquí — le corto cuando abre la boca. — En mi antigua casa.
— Estaba deseando que me lo pidieras — responde feliz. — Vivir contigo es lo único que quiero pequeña.
Me coge en brazos, da vueltas conmigo mientras nos reímos y caemos sobre mi cama.
— ¿Cuándo nos vamos? — Pregunta emocionado.
— En cuanto hagamos las maletas — respondo y me besa.
Los días siguientes aprovechamos que no tengo que trabajar y lo dejamos todo colocado. Dory nos ayuda con la compra y empezamos a escoger pequeños detalles para nuestro nuevo hogar como figuritas, sábanas y lámparas nuevas para la habitación.
El domingo por la noche ya estamos completamente instalados y hacemos videollamada con nuestros amigos para contarles la noticia. Anna es la única que no responde.
— ¡Qué gran noticia! — Gritan.
— Es lo mejor que podíais hacer, vais a ser muy felices — aplaude Katy. — Eso sí, pobres vecinos.
— Oye, no digas eso, que mi vecina de enfrente es mi abuela — rechisto.
— Pues ya puedes comprarle tapones — responde riendo.
— ¡Oye! — Decimos Derek y yo a la vez y nos reímos.
— Me alegro mucho por vosotros — sonríe Justin. — Ya estamos todos viviendo con nuestras parejas.
— Sí, eso parece — respondo.
— ¿Anna también? — Pregunta Katy.
— Sí, está viviendo con él... Bueno, con el chico que conoció hace unos meses — responde Derek.
— Ah... pues me alegro por ella, no tenía ni idea — Katy arruga la frente, está enfadada.
— Chicos, me está llamando Christian, os dejo, me alegro de haber hablado con vosotros.
Nos despedimos de él y Katy me fulmina con la mirada.
— Cuéntame todo, ya — exige y le contamos todo. — No puedo creerlo. Pensé que Anna tenía más criterio, más amor propio.
— Tampoco vamos a crucificarla por esto, se ha enamorado y ante eso no podemos hacer nada nena — le pido. — A mí tampoco me gusta pero es lo que ella ha elegido, las formas no han sido las correctas y el chico no es el adecuado pero tiene que verlo por ella misma.
— Va a ser difícil — replica.
— Pero no imposible — comenta Derek. — En algún momento se dará cuenta de la gran cagada que ha cometido y nosotros como buenos amigos estaremos ahí para ayudarla.
— Cuenta con ello — responde Katy.
— Eso no lo dudes, estaremos siempre para ella — termino yo.
Me encanta volver de clase y ver a Derek, comer con él, hacer las tareas domésticas, estudiar, ducharnos... Es un sueño hecho realidad. Olivia se ha alegrado mucho y nos ha dicho que ha hablado con la universidad y le han devuelto el dinero del tiempo que no va a estar Derek en la residencia. Nos lo ha mandado a nosotros por si lo necesitamos.
El viernes salgo tarde del trabajo y, cuando se abren las puertas del ascensor en mi rellano, Dory abre su puerta.
— Cariño — me saluda y me abraza — te estaba esperando. Vienes hoy muy tarde.
— Sí, teníamos mucho trabajo y he decidido quedarme a ayudar.
— Haces muy bien, así es como se consiguen las cosas — me dice sonriente. — Quiero invitaros a comer mañana a Derek y a ti. Me encantaría probar tu famosa tortilla de patatas y yo voy a hacer carne en salsa. Recuerdo que de pequeña te encantaba.
— Y me sigue encantando porque no he probado nada igual de bueno desde entonces — respondo contenta. — Mañana te llevaré mi tortilla de patata. ¿A la una? — Pregunto.
— Perfecto, os espero con ganas.
Abrazo a mi abuela y entro en casa. Derek está preparando la cena y le cuento el plan de mañana. Acepta encantado, va a ser un festín y quiere ayudarme a hacer la tortilla.
Cenamos viendo la televisión, nos damos una ducha y nos metemos en la cama. Me abraza y me besa suavemente y yo me enciendo. Hace mucho que no lo hacemos y me muero de ganas de sentirle de nuevo. Me siento a horcajadas sobre él y profundizo el beso, tanto que le dejo jadeando. Sonrío y me muevo encima de él, restregando mi sexo contra el suyo, buscando mi punto y gime. Me levanto, me quito mi pijama y mi ropa interior y él hace lo mismo. Vuelvo a sentarme sobre él y dejo que me penetre lentamente. Gimo cuando queda plenamente dentro de mí y él contiene la respiración.
— Maravilloso — susurra.
— Mi lugar favorito — susurro yo.
Apoyo las manos en sus pectorales y empiezo a moverme. Él pone sus manos en mi culo y me ayuda a coger el ritmo mientras se mueve debajo de mí. Acelero y le monto con ansia, no paro de gemir, siento tanto placer que creo que voy a partirme por la mitad. Me quedo quieta jadeando intentando recuperarme pero Derek no me da tregua. Nos hace rodar hasta quedar encima de mí y me embiste sin piedad. Se agarra al cabecero de la cama y me penetra con ganas a un ritmo desorbitado. Un escalofrío me recorre la espalda y agarro sus brazos. Me coge las muñecas y las sujeta sobre el colchón embistiendo más ferozmente hasta que ambos culminamos y cae exhausto sobre mí.
— ¿Qué tal la primera vez en nuestro nuevo hogar? — Pregunta jadeando.
— Inmejorable — respondo recuperando el aliento.
— No nena, claro que se puede mejorar, y lo intentaré todos los días.
Sonrío y sella su promesa con un beso.
Me levanto pronto para hacer la tortilla, así después puedo ir a ayudar a mi abuela. Derek me ayuda y entre los dos pelando patatas tardamos menos.
— Voy a ayudar a mi abuela con la carne — anuncio antes de salir de casa.
— Vale, yo mientras me ducho. Así cuando termines te duchas tú y yo ayudo a tu abuela con lo que falte — me dice desde el baño.
— Vale amor, luego te veo.
Sujeto el plato de tortilla con una mano y con la otra llamo al timbre pero no abre nadie. Qué raro. Vuelvo a llamar y nada. No me dijo que tuviera que salir, a lo mejor tenía que hacer algo de última hora o está en el baño. Me dio una llave de su casa y decido usarla. Si está dentro no creo que le importe que pase y si se ha ido pues la espero en el salón.
— ¿Abuela? — Grito para asegurar si está o no en casa.
Nadie responde así que cierro la puerta y voy a ir a la cocina a dejar el plato cuando me freno en seco. Hay unas zapatillas tiradas y un jarrón roto. Voy despacio al salón y el plato se me cae de las manos al ver la escena. Mi abuela está tirada en el suelo.
— ¿Abuela? ¡Abuela! — Grito pero no me responde.
La zarandeo pero no reacciona. Ahogo un sollozo y cojo el móvil pero las manos me tiemblan tanto que no consigo desbloquearlo. Al final grito. Derek debe haberme oído porque llama al timbre y grita mi nombre desde el descansillo. Como no reacciono empieza a aporrear la puerta hasta que me levanto corriendo y abro.
— ¿Qué pasa? — Pregunta angustiado. — Te he oído gritar.
Coge mi cara con sus manos y empiezo a hiperventilar. Agarro su mano y le llevo hasta mi abuela.
— Mi... mi abuela... — no consigo articular palabra, no paro de sollozar.
Derek se pone pálido, coge su móvil y llama a emergencias. Se pone delante de mí y me abraza para tapar la visión tan horrorosa, intenta llevarme a la cocina pero en cuanto se descuida hablando con el médico de emergencias vuelvo corriendo al salón y me agacho junto a mi abuela.
— Abuela por favor despierta, respóndeme. He traído mi famosa tortilla de patatas y seguro que te va a encantar — digo llorando. — Y me muero de ganas de probar tu carne — agarro su mano pero está fría y siento que me ahogo. — Venga abuela, no me hagas esto, por favor, no hemos tenido casi tiempo para estar juntas... ¡Abuela!
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