Capítulo XLII
Derek
A las nueve en punto estamos ya con el coche cargado. Hablamos con Anna y Aidan para ir juntos en un mismo coche y él se ofreció a llevar el suyo.
— ¿Listos? — Pregunta Aidan sentándose frente al volante.
— Listos — respondemos.
— En marcha.
Arranca el coche y ponemos rumbo a la gasolinera donde hemos quedado con los demás.
— ¿Alguien quiere pasar al baño? — Pregunta Alan cuando llegamos al punto de encuentro.
— No, pero voy a pasar a la gasolinera a comprar bebidas — responde Luna. — ¿Queréis algo?
— Espera, voy contigo — dice Anna.
— Nos esperan dos horas de viaje — comenta Aidan.
— Se van a pasar volando. Os va a encantar la casa — dice Katy emocionada. — Tengo muchas ganas de llegar. Os echo de menos, hermanito.
— Yo también a ti — abrazo a mi hermana y beso su cabeza.
Me encanta vivir con Luna pero miento si digo que no echo en falta a mi familia. Ver a mi madre todos los días, ver los partidos con mi padre y oír las locas conversaciones de mi hermana, sus locuras y tenerlas a ella y a Luna juntas en su cuarto cotilleando, estudiando o viendo una película... Fueron buenos momentos. Hemos vivido mucho.
— Ya estamos aquí — anuncia Luna.
— ¿Habéis dejado algo en la gasolinera? — Pregunta Aidan riendo.
Han cogido latas de refresco, botellas de agua y bolsas de patatas y chucherías.
— Es un viaje largo, hace calor y tengo hambre — dice Anna.
— Venga vámonos ya — dice Justin. — Alan, te seguimos.
— ¿Quieres montarte delante con Aidan? — Me ofrece Anna.
Miro a Luna, a lo mejor quiere que vaya con ella en los asientos traseros pero asiente con una sonrisa.
— Claro, muchas gracias — respondo.
Nos montamos en el coche y pasamos el viaje más ameno de lo que pensaba. Escuchamos música, comemos, bebemos y las chicas cantan algunas canciones.
Cuando quiero darme cuenta estamos aparcando ya en la casa de Alan.
No podía ser de otra manera y es que la familia Brown lo hace todo a lo grande. La casa es enorme, podría decirse que es una mini mansión.
Lo primero que hacemos es guardar la comida y después Alan nos da un pequeño tour por la casa mientras asigna las habitaciones. Tiene una cocina enorme, un salón gigante, varios cuartos de baño repartidos por la planta baja y en la planta de arriba tiene dos baños independientes y varias suits. Todas tienen baño privado y balcón con vistas al mar. A parte de una gran piscina y una zona con tumbonas y barbacoa.
— De mayor quiero ser como él — comenta Luna mientras deshacemos la maleta con la poca ropa que hemos traído.
— Algún día, pequeña — respondo.
— Ni es un millón de años cobraremos lo suficiente como para tener una casa como esta. Y tener otra en la ciudad, otra en la montaña... Pero me da igual — dice pasando sus brazos por mi cuello — lo que me importa es tener un hogar contigo.
Agacho la cabeza y beso sus labios. Son suaves y adictivos.
— Ey parejita, ¡vamos a la piscina! — Grita Katy tocando nuestra puerta.
— Qué morena estás — dice Luna. — El crucero te ha sentado bien.
— Y a ti la isla — comenta mi hermana entrando en la habitación. — Estás morenita también. Venga, vamos a coger un poco más de color que el invierno es muy largo.
Cierra la puerta de nuestra habitación al salir y sacamos los bañadores.
Luna entra en el baño a hacer pis y sale ya cambiada. El bikini naranja que lleva le queda de vicio y hace contraste con su piel bronceada. Sabe que me la como con los ojos y por eso se pasea por la habitación moviendo las caderas, se agacha a coger la crema solar poniendo su culo muy cerca de mi polla. Lo hace a posta, lo sé. Y para rematar se masaje y muerde su labio cuando se echa crema por el pecho.
Ya está, no puedo más. La cojo en brazos mientras ella se ríe, la tumbo en la cama y deshago los lazos de su braguita mientras la beso. Ella no pierde el tiempo y baja mi bañador. Me coloco entre sus piernas y lentamente la penetro mientras ahogo sus gemidos con mis besos. Alza las caderas y se empieza a mover a mi ritmo.
— Siempre tan húmeda, siempre tan lista — susurro en su oído. — ¿Te gusta que te folle?
— Sí — gime en respuesta.
— ¿Así de duro? — Pregunto aumentando mis embestidas de forma salvaje.
— ¡Sí! — Grita y se tapa la boca.
— No nena, quiero oírte gemir.
Sus uñas me arañan la espalda pero no me importa. Aumento el ritmo tanto que parece que a ella la voy a partir y a mí se me van a desencajar las caderas pero no me importa. Empieza a temblar debajo de mí y coge mi cara entre sus manos para besarme y ahogar el grito que conlleva el orgasmo que la hace temblar. Es lo que necesito para dejarme llevar yo también y dejarme caer a su lado.
— ¿Dónde quedó el romanticismo? — Pregunta riendo.
— Yo soy muy romántico. Te he asaltado con mucho amor — respondo riendo.
Me da un beso y se levanta para ir al baño.
— ¿Sabes una cosa? — Pregunta al salir. — Me encanta el sexo rápido y guarro — dice dándome un beso.
— Eso yo ya lo sé — respondo sonriendo. — Y puedo hacerlo más guarro aún — susurro en su oído y veo cómo junta las piernas.
Sonrío, nunca tendré suficiente.
Pasamos el rato en la piscina, tomando el sol y bañándonos de forma tranquila. El agua está fresquita y viene de lujo porque hace un calor mortal.
Aidan, Christian, Alan y yo nos ofrecemos a hacer la comida. Vamos a hacer hamburguesas en la barbacoa, ahí salen mucho mejor, y ya si les sumas el queso, bacon, patatas y salsa ranchera es un manjar.
Por la tarde cogemos unas motos de agua que tiene Alan y por parejas montamos en ellas.
Nos separamos para ir un poco a nuestro aire y recorro parte de la costa con Luna hasta que nos adentramos mar adentro. Cuando estamos ya un poco lejos, paro la moto y contemplo el mar.
— Ahora entiendo por qué te gusta tanto el mar — comento. — Tanta calma es agradable.
— Sí, cuando el mar está en calma es un lujo. Te pones a pensar y pensar y se te pasa el tiempo volando.
— ¿En qué piensas tú? — Pregunto.
— En ti, en mí, en nosotros. En mis hermanos, en nuestros amigos. En nuestro futuro — concluye.
— ¿Te preocupa algo? — Hay algo en su voz que me dice que no está bien.
— No, todo está bien. Soy feliz de estar aquí contigo y con los chicos. Les echo de menos. He hecho buenas amigas en la universidad y en el museo pero nadie se compara a ellos.
— Muy cierto. ¿Te acuerdas de cuando le gastaste la broma a Justin poniéndote esa careta tan fea en Halloween? — Me río al recordarlo.
— No podré olvidarlo jamás — se ríe ella también.
— En ese momento supe que eras la persona indicada para mí. El amor de mi vida — confieso. — Tu inteligencia me eclipsó y tu sentido del humor me enamoró.
— ¿De verdad?
— Sí. Ese día me reí tanto... Hacía mucho que no lo pasaba tan bien. Y después de ese momento llegaron muchos más.
— Y seguirán llegando, crearemos nuevos y bonitos recuerdos.
Apoya su cabeza en mi espalda y vemos el atardecer.
— ¿Os apetece cenar en la playa? — Propone Justin y todos aceptamos.
Volvemos a la casa a hacer unos bocadillos, cogemos unas bolsas de patatas, una nevera con hielos y bebidas y unas toallas.
También cogemos una lamparita recargable para poder tener algo de luz. Nos sentamos a cenar y vemos el reflejo de la luna en el agua.
— ¿Un bañito? — Dice Katy levantando las cejas.
— No sé... — Dice Luna.
— Venga, no seas aguafiestas. ¡En esta vida hay que hacer locuras! — Coge a Anna de la mano y la lleva corriendo a la orilla.
Justin, Alan, Christian y Aidan las siguen y yo me levanto para ir a bañarme también.
— Espera — me pide Luna.
Coge mi mano y caminamos a la orilla. Vamos entrando poco a poco, el agua está fría pero no me importa. Tener a Luna a mi lado me calienta de tal forma que ardo.
— Date la vuelta — me pide y lo hago. — Ahora, cógeme.
— ¿Caballito? — Pregunto.
— Sí — se ríe.
La cojo a caballito y vamos entrando en el mar.
Sé que la da miedo bañarse a oscuras. En Tenerife lo hicimos pero bueno, el alcohol le quitó el miedo. No ver lo que hay bajo el agua la pone nerviosa, sobre todo sabiendo que hay criaturas marinas que sólo salen por la noche.
Pasamos un buen rato disfrutando de la calma del mar por la noche hasta que Katy grita.
— ¡Algo me ha rozado! — Dice trepando por la espalda de Alan.
— Define algo — responde él riendo.
— No sé, algo. Un alga, un pez, un tiburón... ¡No sé lo que era!
— Vale, vale — Alan sigue riendo y Anna por si acaso se sube a la espalda de Aidan.
Salimos del agua y nos relajamos un poco en las toallas.
Al volver a casa subimos a la habitación y me quito el bañador.
— Voy a quitarme la sal del mar — anuncio entrando en el baño.
— Dirás que vamos a quitarnos la sal — dice Luna metiéndose en la ducha conmigo.
Gira el grifo y el agua empieza a caer sobre nosotros. Observo cómo las gotas recorren su maravilloso cuerpo y me pongo duro al instante. Sus pezones me llaman y me agacho a lamer uno. Su gemido es instantáneo. La arrincono contra la pared y la beso.
— Quiero repetir — digo mordiendo su oreja.
— Ya estás tardando — responde rodeando una pierna sobre mi cadera.
Sonrío, la cojo en brazos y la penetro.
Me despiertan besos por toda la cara. Abro un ojo y veo a Luna sonriendo.
— Hace un día precioso.
Alzo los brazos y la estrecho contra mí.
— Más preciosa eres tú — la beso los labios y la frente. — Buenos días princesa,
— Buenos días amor. Quiero ir a nadar — dice feliz.
— Vale, pero primero necesito un café.
Me levanto de la cama mientras Luna se pone el bikini. Me pongo el bañador y me lavo la cara cuando su móvil vibra en la mesilla.
— Es Tom — me dice.
— Da recuerdos de mi parte. Te voy preparando un café.
— Gracias amor — me da un beso y bajo a la cocina mientras ella habla con su hermano.
Me asomo por la ventana y hace un día estupendo. Cojo mi café y salgo al jardín con los demás.
— Quiero pasar todo el día en la playa — dice mi hermana.
— Yo también — confirma Anna.
— Pues no hay más que hablar — comenta Aidan.
— Voy a sacar unos colchones inflables y unas raquetas — dice Alan.
— Yo he traído cartas — aporta Christian.
— Pues recogemos y nos vamos. Voy a por las toallas — dice Katy.
— ¿Luna no baja? — Pregunta Anna.
— Sí, está hablando con Tom. Voy a subirla un café y ahora bajamos.
Preparo su café y subo a la habitación. Abre la puerta justo cuando agarro el pomo y cojo su mano. Entro en la habitación, dejo el café en la mesilla y acuno su cara entre mis manos. Ha llorado.
— ¿Estás bien? — Pregunto.
— Sí, está todo bien, no te preocupes.
‹‹No te he preguntado eso›› pienso. La abrazo y noto cómo respira profundamente.
— Gracias por el café.
Lo coge de la mesilla y da un sorbo.
— ¿Coges la crema solar? — Pregunta.
— Claro — respondo.
Baja a la cocina y cojo la crema. Ha dejado sobre su mesilla una foto suya con Dory. La echa mucho de menos. Seguro que en el viaje a Tenerife estuvo triste por eso. Dory se habría venido con nosotros si estuviera aquí. Ha sido un palo muy grande y no han tenido tiempo de disfrutarse como debe ser. Es normal que llore.
Paso el resto del día observándola, buscando indicios de derrumbe, de tristeza o algo en su mirada que me diga que necesita ayuda, pero no encuentro nada. Se distrae, habla todo el rato, hace bromas, se baña, juega con los demás... Es como si no hubiera pasado nada. Quizá ella lo prefiera así.
Por la noche se duerme entre mis brazos y me quedo tranquilo. Parece que ha sido un pequeño bache emocional pero ella está bien y es lo que me importa.
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