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XXIV : Sangre Mágica

IMPREGNACIÓN

La impregnación consiste en que la sangre de un Alfa cubra el punto de Olor de un Omega u otro Alfa, con la finalidad de neutralizar su olor para otros lobos y reemplazarlo con el suyo.

La duración de dicho efecto dependerá de la cantidad de sangre que caiga sobre la piel del Omega y el metabolismo de este, así como la intensidad de su olor.

Siendo esta una de las tres formas más conocidas de llevar a cabo este acto entre los cambiaformas.

Luego de aquel enfrentamiento con Insoo, los pensamientos de Jeongyeon se enfocaron en un nuevo objetivo, encontrar a Mina.

No tenía idea de a donde podía haber ido la japonesa, sobretodo transformada y sin conocer la zona, pero como ella si la conocía y tenía la ventaja que le brindaba su olfato así como la familiaridad con su olor, estaba dispuesta a buscarla en cada rincón de la ciudad, después de todo un lobo blanco de más de dos metros de altura no tenía demasiados lugares en los que esconderse ¿Cierto?

Pero por supuesto que no estaba contando con los argumentos de sus padres ante aquella decisión que había tomado en silencio.

¿Que es lo que estás planeando Jeongyeon? — Le preguntó Changjoon, parado en el marco de la puerta con Sunjin a su lado, mirándola con preocupación y algo de temor por el extraño presentimiento que estaba removiendo su interior.

La ojiverde sabía que los mayores solo estaban preocupados por ella, que el instinto protector de sus lobos estaba al límite, después de todo se trataba de una de sus hijas.

Y también sabía que debido a lo ocurrido recientemente con su hermana y aquel Alfa que trató de marcarla a la fuerza, estos seguían sensibles con respecto a aquel tema, pero se trataba de Mina perdida en la noche con quien sabe que pensamientos atormentando su mente gracias a Insoo, y por quien su Omega había empezado a llorar apenas vio los rastros que dejó en su patio.

Iré por ella, padre. — Respondió terminando de colocarse su segunda bota, dirigiéndose al armario por uno de sus abrigos, bajo la mirada de los mayores.

A ninguno de los dos le sorprendió la determinación en su voz, pues era una de las tantas cualidades que su hija poseía desde que era una niña, pero había algo que no podían pasar por alto. —No puedes tomar una decisión de esta magnitud tan precipitadamente hija. — Habló el Alfa con firmeza, adentrándose en la habitación manteniendo la calma. —No cuando... — Sus labios se apretaron cuando Jeongyeon posó su filosa mirada en su rostro, retándolo a terminar aquella oración que no sólo sería una bofetada para sí mismo, sino que además pondría todo el respeto que Jeongyeon sentía por él, en un hilo. —Apenas eres una Omega, no hay demasiado que puedas hacer. — Completó liberando un profundo suspiro.

Y tal como sospechó Jeongyeon, algo en su interior tembló al escuchar aquellas palabras viviendo de él, justamente él, quien le había enseñado que jamás se dejara guiar por aquellos principios, y ahora estaba siendo el responsable de que su corazón se llenara de decepción.

No dijiste eso. — Murmuró aún con la incredulidad marcada en su voz, negando antes de tragarse aquel nudo que empezó a formarse en su garganta. —Pues no tengo otra opción. — Dijo tomando su celular y una linterna que recordaba haber visto en su gaveta noches atrás. —Mina está perdida y no la dejaré sola. — Sentenció volviendo a enfrentar a su padre. —No quiero hacerlo. — Miró esta vez a ambos, adivinando que su madre quería decir algo para detenerla.

Pero Jeongyeon, no estás pensando con claridad. — Dijo la Omega mayor tratando de acercarse a ella, provocando que esta la esquivara. —Algo malo podría ocurrir. — Razonó, suplicando al cielo que la ojiverde decidiera escucharlos y no exponerse de aquella forma.

Yo estaré bien mamá, es Mina quien no conoce estas tierras. — Aseguró sin titubear, enfrentándolos mostrando sólo determinación en su mirada. —Y no debe estar lejos, pero cada segundo que paso aquí hablando con ustedes es uno perdido. — Enfatizó notando como la expresión de su padre era invadida por la resignación.

Dos pensamientos invadieron la mente de Changjoon en ese instante, el primero dirigido a lo importante que la Alfa japonesa era para su hija, y el segundo trataba sobre lo orgulloso que se sentía por su inmensa disposición para luchar por lo que quería, aún cuando eso no se trataba de algo que la chica no hubiera demostrado antes.

Fue por eso que luego de ver salir a la menor de su habitación, no dudó en seguirla, dispuesto a mostrarle todo su apoyo, no sin antes dedicarle una rápida mirada a su esposa, quien no pudo hacer otra cosa que asentir, entendiendo lo que aquello significaba.

Desde que Jeongyeon se había presentado, Sunjin vivía con el temor de que aquel día en el que su transformación saliera al mundo llegara, pues era consciente de lo mucho que un lobo llamaba la atención de los ojos curiosos y mucho más un Omega que solo con su olor era capaz de provocar la transformación de los Alfas a su paso, ya que era bien sabido que en su forma animal, la intensidad de sus feromonas era algo que no podía ser controlado.

Mas no tuvo otra opción que confiar en que Changjoon podría arreglarlo, él la protegería y podía apostar su vida por ello, aunque eso no ayudó a que su estado de nerviosismo mejorara.

Una oleada de calor que llevó a Momo a tomar una fría ducha, la había mantenido despierta, por lo que la sed también terminó por resecar su garganta y obligarla a dirigirse a la cocina por un vaso del vital líquido con un par de cubos de hielo incluidos.

Pero su caminata se detuvo justo al pie de la escalera, donde vio como una agitada Tzuyu que se apoyaba de la pared para no caer, se encontraba luchando por regular su respiración.

Su primera reacción fue de alarma, pues el olor de la Omega se había intensificado de tal modo que cuando llegó a su olfato la hizo sentir mareada, algo no estaba bien y lo dedujo por el color rosáceo en las mejillas de la menor, así como el atractivo brillo en sus ojos asemejando la reluciente plata.

—¿Chewy? — Llamó acercándose a ella una vez le pasó su aturdimiento, rodeando la cintura de la castaña con firmeza para que no cayera, que era justo lo que estaba por ocurrir.

Tzuyu sentía como sus párpados cada vez se volvían más y más pesados, así como el resto de su cuerpo y en un intento de sostenerse, su mano se cerró sobre la tela de la playera de la japonesa, con un indescriptible deseo de sentir más de cerca su calor empezando a crecer en ella.

No tenía idea de a que se debía aquel repentino arrebato, pero satisfacerlo parecía ser la única forma de acabar con el.

Momo Unnie, no me siento... Bien. — Murmuró con su cabeza escondida en el cuello ajeno, mientras una aturdida Momo procesaba lo que estaba sucediendo.

—¡Tzuyu! — Exclamó la pelinegra antes de sentir como la Omega caía desmayada sobre ella, tomando su cuerpo sin ninguna dificultad para levantarla al estilo nupcial, justo antes de que una tercera voz hiciera aparición en el pasillo.

—¿Momo? — La sorpresa y el desconcierto invadieron el rostro de Jihyo al encontrarse con aquella escena frente a sus ojos.

No sé que le pasó ella solo... — Intentó explicar la japonesa que luchaba por encontrar las palabras adecuadas, así como de controlar su propio estado pues por la ligera coloración en sus mejillas, así como el brillo en sus ojos zafiro, fue sencillo para la Beta deducir que no estaba del todo bien.

Es el efecto de la luna. — Murmuró en medio de un jadeo, sin poder creerse lo rápido que estaba ocurriendo todo. —Llevala a su habitación. — Pidió luego de un par de segundos en lo que se había mantenido en silencio bajo la curiosa mirada de la japonesa, que si bien se confundió por su actuar, no había interrumpido su debate interno, hasta ese momento.

—¿A que te refieres con el efecto de la Luna? — Cuestionó, conteniendo la respiración a la vez que rezaba para que la contraria no le diera la respuesta que cruzó por su mente. —¿Que significa? — Añadió con intensiones de ocultar su verdadero temor, pues si bien habían llevado las cosas con calma con respecto a sus lobos, era consciente de que si la luna decidía intervenir, nada podía contra su naturaleza.

A su mente llegó el caso de Mina, quien había debido enfrentar los diversos cambios que implicaba su género, no obstante debía admitir que el caso de la rubia japonesa era de delicada naturaleza, pues con dos Omegas a las cuales no podía negarles su atención sobre ella a diario, los detonantes eran muchos, caso contrario al suyo que apenas y había tenido que lidiar con la parte posesiva de su lobo por tener a Tzuyu a su lado prácticamente todo el tiempo.

Pero eso estaba por cambiar.

—¡LUNA LLENA, MOMO! Eso significa, y necesito que te mantengas cuerda ¿Me entiendes? — Respondió la Beta haciéndola reaccionar de inmediato, eso era justo lo que temía, pero Jihyo tenía razón, debía mantenerse firme y demostrar cuanto autocontrol tenía sobre sí misma y sus instintos, aunque tuviera la tentación entre sus brazos.

Sana se encuentra en el mismo estado que Tzuyu. — Contó provocando que las alarmas en su cerebro se encendieran, no quería imaginarse lo que estaba pasando su compañera ante la ausencia de cierta Omega de tierna sonrisa. —Y si ellas están reaccionando así, ni siquiera deseo imaginar como la están pasando las demás. — Agregó Jihyo suspirando pesadamente provocando que la Alfa volviera a enfocarse en ella.

La coreana peinó su corto cabello hacia atrás con una de sus manos, dejando en evidencia su frustración ante aquella situación, por lo que Momo decidió guardarse sus propias preocupaciones y apoyarla por cuanto pudiera.

Bien. — Dijo, aceptando sus indicaciones anteriores, viendo como la contraria asentía antes de continuar con su camino hasta la cocina, mientras ella empezaba a caminar con la Omega en sus brazos.

La sensación de la tierra bajos sus patas, la brisa chocando en todo su cuerpo cubierto de aquella espesa y brillante capa de pelaje tan plateado como la luna a la que seguía, habían logrado que la razón de Mina se apagara.

La loba recordaba haber tomado el control porque debido a lo agitada que se encontraba la chica, su único pensamiento era huir de todo aquello que la atormentaba, y ahora que sus pensamientos se habían quedado en calma solo seguía sus instintos, disfrutando de cada sensación, escuchando cada sonido y observando el mundo desde su perspectiva natural.

Pero lo que más maravillada tenía a la loba, era aquella brillante luz que atravesaba la espesura de los altos árboles a su alrededor y que no le permitía detenerse, con el ardiente deseo de alcanzarla en su incesante carrera.

Mina seguía en algún lugar en su interior, eran un solo ser después de todo, y sabía que llegaría el momento en que se entendieran, equilibrando sus emociones y creando una misma consciencia que les permitiera evitar aquel tipo de resultados.

Sabía que solo era una parte del mismo cuerpo y que la chica solo necesitaba tiempo para entender que sus emociones no estaban del todo desconectadas, que su parte animal también era capaz de sentir sus inseguridades y manifestarles de aquella forma, aunque esta vez haya sido por mero instinto y nada más.

No era cierto lo que decía aquel Alfa, ella no era capaz de lastimar a los que amaba, pero la chica no tenía como saber eso cuando apenas y se había dedicado a ver más allá de su miedo.

Eran muchas las cosas que podría hacer la joven si realmente se proponía dejar de lado aquellos pensamientos auto destructivos que la atormentaban, todo por algo que no era su culpa, pero mientras eso ocurría, la loba solo continuó corriendo tras la brillante luz que parecía darle más fuerzas a cada paso que se aproximaba a ella.

Una extraña inquietud en el pecho despertó a Nayeon de su profunda siesta, estaba soñando algo hermoso, sonrisas cariñosas, brisas de verano y el calor de un abrazo protector rodeando su cuerpo.

Pero cuando se incorporó y miró a su alrededor solo se encontró con la oscuridad de su habitación.

Le tomó un par de minutos ubicarse, pero recordó que estaba en la casa de su mamá, quien había pasado por ella esa tarde y que por alguna razón su lobo no estaba sintiéndose bien.

Su garganta y cuerpo dolían como si hubiera corrido una maratón, por lo que con pasos lentos salió de su habitación hasta llegar a la cocina donde encontró a su madre de espaldas, terminando de preparar la cena.

La Omega mayor volteó apenas escuchó sus pisadas en la entrada de la habitación, mirándola por sobre su hombro con una pequeña sonrisa en su rostro. —Ya despertaste, estaba por... — Empezó a decir antes de lavar sus manos y secarlas notando como la pelinegra se sentaba despacio, lo que provocó que su sonrisa se convirtiera en una mueca tan pronto como la dulzura de su olor golpeó su olfato. —¿Te sientes bien cielo? — Preguntó acercándose a ella llevando su mano a su frente sin poder ocultar su preocupación, mientras Nayeon jadeaba por la diferencia de temperaturas.

—Me duele todo el cuerpo, no entiendo porque. — Respondió, sintiendo como la fría mano de su mamá tomaba la suya buscando algo que no entendía.

No puede ser. — Exclamó Yoona logrando que todo rastro de somnolencia abandonara el organismo de la menor, que no tuvo tiempo de preguntar que ocurría cuando volvió a hablar. —Tus ojos. — Habló con la voz en un hilo, cubriendo su boca.

La primera reacción de Nayeon fue de alarma, después de todo la expresión de su madre no era la más alentadora. —¿Qué? ¿Qué tienen mis ojos mamá? — Inquirió levantándose rápidamente del comedor para correr hasta la sala, donde se miró en el espejo más cercano.

La sorpresa inundó su rostro en el instante que su reflejo le devolvió la vista, con sus ojos azules brillando cual llamas azules, como nunca había visto antes, mientras una extraña ola de calor recorría su cuerpo entero.

Volteó en dirección a su madre que no tardó en llegar a su lado y responder la pregunta que gritaba con su mirada.

Es tu lobo, está a punto de salir y algo me dice que no podremos evitarlo. — Contó intentando mantener la calma, aunque su instinto le advertía que algo estaba por suceder.

—¿Osea que voy a... — Un nudo se formó en su estómago cuando entendió las palabras de su madre, dejándole difícil la tarea de hablar siquiera. —¿Cambiar? — Cuestionó en un susurro, perdiendo el equilibrio por breves segundos debido al aturdimiento, teniendo que apoyarse de la pared para no caer.

Hey, está bien cariño. — Dijo la castaña acercándose a ella rápidamente, ayudándola a mantenerse en pie para dirigirla hasta el sofá, donde una vez estuvieron sentadas, volvió a hablar. —No hay nada que temer solo tómalo con calma y respira. — Nayeon ni siquiera se había dado cuenta de que estuvo conteniendo la respiración hasta ese momento, pero tras varias repeticiones logró estabilizarse. —Recuerda que tú y tu lobo son uno mismo, no tienes porque sentir miedo. — Añadió Yoona ganándose una mirada incrédula de la menor.

No es tan sencillo como suena ¿Sabes? — Intentó bromear, llevando su mano hasta su pecho sintiendo como su agitado corazón empezaba a calmarse.

Y la mayor lo entendía, por supuesto que había tenido que pasar por situaciones similares en su momento, cada efecto y emoción que implicaba una transformación, pero también era cierto que contaba con el apoyo necesario para aprender a sobrellevarlo.

Por eso también le brindaría el mismo apoyo a su hija. —Solo míralo de esta forma, lo que desea uno siempre lo querrá el otro, ustedes se complementan. — Le dijo esperando ver la tierna sonrisa de la menor, obteniendo en su lugar, una expresión de cachorrito que enterneció su corazón.

Mamá... — Puchereo Nayeon sintiendo como su labio inferior temblaba a la vez que sus ojos se llenaban de lágrimas, antes de lanzarse a los brazos de la mayor, quien la recibió con gusto.

Si bien era cierto que su género le permitía cambiar de formas, el tener la certeza de que estaba por experimentarlo le aterraba de formas que no podía explicar, porque no se había detenido a pensar en ello más allá de las ventajas que tendría su historia de amor. Porque había decidido enfocarse en todo menos en el equilibrio requerido entre su razón y su lobo.

Había actuado como una niña deseosa de una historia de amor, ignorando todo lo que debía aprender sobre su propia naturaleza y la voz en su cabeza que había estado evitando desde que se presentó.

—Descuida cielo, todo estará bien. — La arrullo la mayor intentando reconfortarla, acariciando su espalda y dejando uno que otro beso en su cabeza, mientras lo único que podia hacer ella era aferrarse a su existencia sintiendo como sus inseguridades disminuían, quizá debido a las feromonas que esta liberó para calmarla.

Pero su momento de calma se vio interrumpido por el sonido de su celular.

De haberse tratado de su teléfono de trabajo, Nayeon lo habría dejado pasar, sin embargo, se trataba de su teléfono personal, y eso solo podía significar que había algo que requería su atención urgente.

—¿Jihyo? ¿Está todo bien? — Contestó tan pronto vio el nombre en la pantalla, sin sorprenderle que fuera precisamente la coreana menor quien se encargara de darle cualquier noticia.

Debido a que seguían sentadas en el sofá, su madre seguía dejando caricias sobre su espalda, subiendo a su cabello de vez en cuando, manteniéndose en completo silencio mientras la conversación se desarrollaba.

“Es justo lo que quería preguntarte, ¿te encuentras bien?”

Desde que Nayeon conocía a la Beta, esta siempre se había preocupado por cada persona cercana a su corazón de formas que un verdadero amigo haría, pero esa ocasión había algo más allá de su voz temblorosa y su aparente llamada rutinaria.

Por lo que tomando en cuenta su estado actual, no pudo evitar alarmarse. —¿Porque? ¿Le pasó algo a una de las chicas o a ti? — Preguntó sin rodeos, notando como su madre a su lado alzaba las cejas en evidencia de su sorpresa.

“No, al menos aún.”

Nayeon sintió como su respiración se congeló en ese momento, tal fue su impresión que de un movimiento se levantó del sofá, sorprendiendo a su mamá y sintiendo como su boca se secaba. —¿Como que aún? ¿A que te refieres? — Exigió tras tomar una bocanada de aire que la ayudó a mantener la poca calma que le quedaba.

“Recién me enteré de que esta noche habrá luna llena y me preocupan todas.”

—Jihyo, ¿que estás tratando de decir? — Insistió, sin tener realmente la intención de sacar conclusiones apresuradas, aunque la respuesta de la Beta era bastante evidente.

“Incluso intenté contactar a Jeongyeon y Mina, pero sus teléfonos están apagados y...”

—¡¿Y QUE JIHYO?! — Presionó, a este punto no solo su voz se había elevado, la inquietud en su interior se había intensificado a tal punto que sus manos empezaron a temblar, mientras Yoona hacía todo por ayudarla a controlar su respiración.

Y antes de recibir alguna respuesta del otro lado de la línea, escuchó como la Beta suspiraba, con una pesadez que la desesperó.

“Es que Sana y Tzuyu ya empezaron a sufrir los efectos de la luna.”

Bastó con escuchar el nombre de la japonesa para que su mundo entero se viniera abajo, para que su alrededor desapareciera y para que perdiera todo control sobre sí misma y cada una de sus acciones. —¿Sana? — Murmuró con una expresión pasmada en su rostro.

El teléfono cayó de su mano y de no ser porque su madre actuó rápido, se habría impactado contra el suelo, pero poco le importaba lo que le ocurriera a su celular y mucho menos a su alrededor, donde la mayor se despedía de Jihyo dejando el aparato sobre la mesa de centro.

El único pensamiento que pasaba por su cabeza era el de ver a Sana, necesitaba comprobar que la Alfa se encontrara bien, siendo esa motivación la que la hizo salir de casa ignorando el llamado de su madre y la forma en que su cuerpo empezó a cambiar como había estado temiendo minutos atrás.

La brisa fría golpeó el rostro de Jeongyeon en cuanto cruzó la puerta de la cocina, con la determinación plasmada en su mirada verde, que tan pronto fue iluminada por la luna, brilló y dejó encantado al alto Alfa que apareció tras ella con sus pies descalzos. —No me detendrás padre. — Se apresuró a aclarar antes de que el mayor intentara hacerla cambiar de opinión, siendo sorprendida cuando Changjoon caminó por su lado adelantándose un par de pasos.

No planeo hacerlo cariño, por el contrario. — Empezó a decir quitándose su chaqueta antes de lanzarla a un lado, haciendo lo mismo con su franela de pijama dejando su definido torso a la vista. —Yo mismo te ayudaré a encontrar a tu luna. — Agregó sonriéndole cuando se volteó a mirar su aturdida expresión, con sus ojos asemejando el brillante sol de verano, mientras tomaba una profunda respiración con la intensión de preparar sus músculos para el cambio que estaban por enfrentar.

Una de las formas que tenían los lobos de comunicarse, era en su mente una vez se transformaban, una conexión telepática que se limitaba a los lobos con algún tipo de parentesco y que ocurría si al menos uno de ellos estaba en su forma animal.

Jeongyeon lo descubrió en el momento que, luego se ser iluminado por la luz de la Luna un Alto lobo marrón reemplazó el lugar de su papá, y parado en sus cuatro patas la miró permitiéndole escuchar la voz de su progenitor en su mente.

No tengas miedo cachorra.

Los ojos de Jeongyeon se ampliaron al escuchar como esa áspera y profunda voz resonaba en su mente mientras el lobo frente a ella la miraba con tanta intensidad. —¿Papá? — Cuestionó tragando con dificultad en el momento que el alto lobo avanzó en su dirección.

Prometí ayudarte a encontrar a tu luna, y lo cumpliré.

Pero estás... ¿Hablándome? — Logró formular sin salir de su aturdimiento, mientras el animal ladeaba ligeramente su cabeza en un acto de confusión.

Es la telepatía familiar, eres mi cachorra después de todo.

—¿Como es posible? — Siguió preguntando, a pesar de que no sentía temor era cierto que la impresión por descubrir aquello seguía presente en su organismo.

Es la magia en nuestra sangre.

Fue una respuesta corta y directa, no la que Jeongyeon esperaba, pero quizá sí la que necesitaba para volver a la realidad y recordar porqué estaba ocurriendo aquello en primer lugar. —¿Podrás llevarme con Mina? — Lo miró esperanzada por alguna respuesta, más allá de su incertidumbre sobre el paradero de la rubia, realmente confiaba en que su padre podría ayudarla.

El lobo la miró por algunos segundos, como si intentara comprender sus palabras, hasta que elevó su hocico, adoptando la postura altiva propia de un Alfa.

No tendré que hacerlo yo, pequeña.

¿Eh? pensó Jeongyeon, arrugando ligeramente su entrecejo a la vez que tomaba la iniciativa de acercarse al lobo para encararlo. —¿Como? — Cuestionó realmente interesada en su respuesta, pues si el no lo haría, como cumpliría su palabra de ayudarla a encontrar a Mina.

Pero a cambio solo obtuvo un ronco gruñido que no solo la tomó por sorpresa, sino que provocó que un intenso calor se extendiera por su anatomía, iniciando en su pecho y estremeciendo su sistema, hasta que cayó sobre sus rodillas con el corazón golpeando fuertemente en su caja torácica y su respiración empezando a volverse irregular.

No tardo en convertirse en un desastre de jadeos, mientras apretaba sus dientes por el dolor que atacó sus músculos y la presión en su cabeza, algo que no entendía, pues si su padre se había transformado frente a ella sin demostrar ningún signo de dolor, ¿porque ella tenía que sufrir?

Una de sus manos se dirigió a su pecho sintiendo como la cantidad de ropa que usaba empezaba a sofocarla e intentó quitarla de un movimiento, pero una nueva oleada de calor y la adrenalina que aceleró sus latidos volvió a golpearla, provocando que esta vez no pudiera evitar soltar un grito de dolor, mientras el lobo simplemente la observaba, esperando porque todo ocurriera.

Tranquila pequeña, solo respira y dejate guiar por la madre luna.

Fue todo lo que dijo el alto lobo, antes de que aquellos brillantes ojos verdes se posaran en su imponente figura y un lobo de menor tamaño sustituyera el estilizado cuerpo de su hija menor, justo frente a él.

Te encontraré Minari, fue el pensamiento que la impulsó a adentrarse en el bosque, siguiendo el tenue rastro de olor que su olfato había captado de la Alfa japonesa, seguida del otro lobo que tenía como objetivo, guiarla y protegerla.

Luego de despedirse de la madre de Nayeon, con la promesa de que esta se encargaría de velar por su seguridad, Jihyo, ajena a lo ocurrido con la mayor de sus compañeras Omegas, decidió concentrarse en la siguiente que requería su atención; no estaba segura de que unas cuantas compresas de agua fría ayudaran a Sana, eran los efectos de la Luna los que estaban provocando sus malestares después de todo.

Pero necesitaba que la chica continuara ignorando la realidad de los hechos, para que se mantuviera tranquila con el fin de que fuera más sencillo evitar su completa transformación, algo de lo que se notaba aún necesitaba aprender.

Había dejado a la japonesa en el baño, y mientras ocurría lo de Tzuyu y la llamada con Nayeon, asumió que era el tiempo suficiente para que la Alfa estuviera fuera de la ducha, ya vestida y cambiada, razón por la cual no se sorprendió al encontrarla sentada en la cama, secando su cabello húmedo y otro cómodo conjunto de pijama cubriendo su cuerpo.

—¿Te sientes mejor? — Le preguntó dejando la bandeja que llevaba en sus manos, en la mesita a un lado de la cama.

Actuando lo más natural que podía para no alarmar a la contraria, pues con lo susceptibles que eran los Alfas ante el más mínimo cambio a su alrededor, debía ser lo suficiente convincente, como si se tratara de otra de sus conversaciones de rutina, u otra de las ocasiones en las que cuidó de alguna durante sus resfriados.

Y su actuación pareció funcionar, pues Sana ladeó una pequeña sonrisa antes de responderle. —No creí que realmente lo necesitara, pero gracias por recomendarlo Ji. — El ligero rosa en sus mejillas le daba un aspecto demasiado adorable a los ojos de la Beta, que no pudo evitar corresponder su sonrisa con sinceridad.

Durante los primeros minutos todo estaba marchando bien, Sana se mantuvo en silencio mientras ella cambiaba las compresas de su frente a sus muñecas y tobillos, hasta que por mantenerse concentrada en sus labores, la Beta pasó una cosa por alto.

La sensibilidad del olfato de la Alfa.

—¿Porque siento el olor de Tzuyu tan fuerte? — Jihyo detuvo todo movimiento que estaba realizando en ese instante, buscando una respuesta lo suficiente creíble para que la contraria no sospechara.

Salió a jugar con Momo, de seguro es eso lo que... Lo provoca. — Contestó forzando una sonrisa, sin darse cuenta de que había perdido la calma o de que sus manos empezaron a temblar.

Y aunque no dijo nada los primeros segundos, por su expresión seria y su ceño ligeramente arrugado, Sana demostró que no le había creído.

Pero decidió no pensar en que Jihyo le mentía, sino en las razones que esta tenía para hacerlo, para atreverse a romper una de sus reglas más preciadas.

Y al ser conocida por su transparente personalidad, decidió cambiar su pregunta. —¿Que ocultas Jihyo? — Preguntó directamente sin cambiar su expresión seria.

Su intensión no era poner nerviosa a la contraria aprovechándose de sus sentidos, pero si ese era el camino para llegar a la verdad, entonces lo haría. —Puedo escuchar tus latidos acelerados y veo la forma en la que tus manos tiemblan, aunque quizá no te hayas dado cuenta. — Relató provocando que los nervios de la pelinegra solo aumentaran. —Además, ¿sabes cuál es el mito más antiguo y favorito de los lobos? — Cuestionó suavemente, mirando directamente sus ojos y deteniendo su muñeca justo cuando iba a colocar otro paño en su frente.

Jihyo tragó con dificultad al sostenerle la mirada, sintiéndose pequeña por primera vez desde que la contraria se había presentado, y podía sentir como su corazón se aceleraba y su rostro se calentaba, lo cual empeoró cuando la japonesa se acercó quedando a pocos centímetros del suyo.

El de la inmunidad de un Beta. — Susurró ladeando una divertida sonrisa mientras Jihyo salía de su agarre y se levantaba de la cama mirándola sorprendida.

Sana la había descubierto y ni siquiera había seguido la recomendación de sus mánagers de darle un calmante para evitar que se transformara, pero ya era tarde. —¿Como es posible? — Atinó a preguntar, aturdida por la sonrisa que la contraria mantenía en su rostro.

Ya te lo dije, no eres tan inmune como todos dicen. — Contestó Sana relajando su expresión antes de suspirar y apoyar sus codos en sus rodillas. —Quizá no tengas las feromonas o la subordinación de un Omega, Jihyo... — Dijo elevando una de sus cejas sin apartar su mirada. —Pero tu cuerpo delató tus mentiras, y no entiendo el porqué, tú que eres nuestra templanza. — Terminó de decir ladeando su rostro con inocencia.

Y quizá ella no se había dado cuenta, pero sus ojos se habían convertido en dos atractivas llamas que provocaron escalofríos en el cuerpo de la Beta, pues sentía como la juzgaban y le exigían la verdad, aunque las palabras de la pelirroja hayan sido otras.

La estaba haciendo ceder solo con su mirada y no entendía el porqué, no se suponía que fuera de ese modo, era Sana quien la miraba, no era una extraña para ella, pero de igual forma no podía evitar sentir que le reprochara algo, ¿se trataba de su orgullo acaso?

La fiebre te está haciendo delirar. — Comentó aún negándose a ceder, tomando una bocanada de aire intentando controlar los nervios en sus cuerpo, sintiendo que funcionaba, cuando fue sorprendida por los rápidos movimientos de la Alfa.

Sana se levantó de la cama y en un segundo acorraló su cuerpo entre su figura y la pared tras ella, volviendo a unir sus miradas como si deseara averiguar todos sus secretos y fue cuando Jihyo entendió que ninguna de ellas funcionaba con mentiras, por mucho que tratara de convencerse de que era por su bien.

De acuerdo, tienes razón, te mentí. — Admitió rápidamente con sus ojos ampliados, apartando su mirada de aquel brillante par, ignorando la sonrisa de satisfacción en el rostro contrario. —No tienes fiebre y todo lo que está ocurriendo es a causa de la Luna Llena. — Confesó sintiendo como el agarre que no había sentido en sus antebrazos se aflojaba.

Sana dio un paso atrás cuando la escuchó hablar porque tenía todo lo que quería, y se alegró de no tener que gruñir pues estaba segura de que la Beta la habría golpeado. Sin embargo su atención se había inclinado hacia otra dirección. —Tzuyu está con Momo ¿No es así? — Preguntó mirando la puerta, provocando que el rostro de Jihyo girará bruscamente en la misma dirección.

La Beta temía lo peor, de pronto recordó lo ocurrido en la residencia Beta y el miedo invadió cada una de sus facciones, pues aunque ni Nayeon ni Jeongyeon estaban cerca de la Alfa, Tzuyu lo estaba, y con la presencia de Momo, que estaba segura no dejaría que otro Alfa se acercara a ella, el desastre era inminente.

Está dormida. — Respondió tragando el nudo en su garganta. —No se enteró de lo que ocurre porque se desmayó tan pronto como salió la luna. — Explicó analizando la expresión de la Alfa, se veía demasiado tranquila para su propio bien, como si reflexionara sobre algo. —Momo ayudó a llevarla a su habitación. — Agregó respondiendo la pregunta inicial de la pelirroja.

Entonces Sana sonrió ampliamente antes de negar despacio y mirarla. —Justo como deseabas hacer conmigo ¿No? — Cuestionó dejando a Jihyo sin palabras. —Nunca lo esperé de ti Ji. — Comentó con decepción en su voz.

Pero estaba equivocada, por supuesto que Jihyo planeaba que durmiera, pero era para evitar que saliera lastimada o en consecuencia lastimara a alguien más, y necesitaba entenderlo, sin embargo cuando estaba por aclarar las cosas, la pelirroja cayó sobre sus rodillas quejándose de dolor.

No tenía idea de que tan rápido ocurriría su transformación, pero escuchar como la pelirroja jadeaba, mientras las venas de su cuello se marcaban cada vez que apretaba sus dientes, y entre su desesperación lo único que pudo hacer fue arrodillarse a su lado tomando su rostro entre sus manos buscando mantenerla en sus cinco sentidos antes de que la ayuda llegara.

—¡Sana! ¡No te atrevas a cambiar! ¿Me entiendes? — Suplicó en forma de orden, notando como la japonesa luchaba por mantenerle la mirada. —Por favor resiste un poco más. — Pidió, mientras la japonesa luchaba por controlar su respiración.

Sana sentía como su cuerpo entero ardía, cada uno de sus músculos dolía y como ese dolor era capaz de extenderse hasta sus huesos, lo que provocaba que fue insoportable, pero necesitaba mantenerse consciente, no podía transformarse sin tener noticias de su Omega.

Nayeon había sido la razón por la que se había despertado en primer lugar, el anhelo de tenerla y la tristeza por verla irse fue lo que provocó que su lobo se sintiera tan inquieto, y estaba segura de que esa era la razón por la que sentía tantas ganas de salir al mundo, ir tras ella.

Y si alguien le preguntaba a Sana, ella también lo deseaba, pero antes necesitaba saber algo. —¿Dónde está? — Logró formular entre quejidos, sintiendo como su corazón parecía latir más rápido tras cada segundo.

—¿Qué? ¿Dónde está quién? — Cuestionó Jihyo que entre los nervios no entendía a quien podría llamar en un momento así.

—¡NAYEON! JIHYO ¿DÓNDE ESTÁ MI OMEGA? — Gritó Sana sin intensiones de desquitarse contra la preocupada Beta, algo que no pudo evitar tomando en cuenta el dolor que azotaba violentamente su sistema.

En otro momento Jihyo se habría detenido a pensar en las palabras de la japonesa, había llamado suya a Nayeon con tal naturalidad que cualquiera se lo hubiera cuestionado, pero ese no era el momento, y su mirada flamante se lo recordó. —Está bien, ya hablé con ella, y está bien, concéntrate en ti ¿De acuerdo? — Pidió con la ansiedad recorriendo su rostro.

No estaba preparada para ver a una de sus compañeras cambiar otra vez, y mucho menos si era de aquella forma tan violenta.

Pero por supuesto que ese no era el plan de la Alfa, quien pareció recuperarse de todos sus malestares, incluso sonrió sin apartar su mirada del blanquecino techo. —Omega... — Susurró con su voz de Alfa, desde lo profundo de su garganta, pero sin escucharse molesta o agitada, algo que Jihyo no entendió, pero no pudo evitar agradecer luego de tomar una profunda respiración.

Lo que fuera que la hubiera calmado necesitaba que se mantuviera de ese modo, ya que sería más fácil lidiar con ella si no estaba retorciéndose con el dolor que anunciaba su cambio.

No obstante su momento de tranquilidad se vio interrumpido por el sonido de la puerta abriéndose abruptamente. —¡Señorita Park! — Uno de los agentes cuyo apellido Jihyo no podía recordar en ese momento fue el primero en entrar, encontrándose de frente con la escena de ambas chicas en el suelo.

—¡Jihyo! — Llamó la mánager entrando tras el primer Beta, dirigiéndose justo a su lado frente a una tranquila Alfa, que apenas y notó sus presencias.

O fue lo que creyó la menor, pues tan pronto como un tercer intruso apareció, los brillantes ojos de la japonesa recorrieron sus rostros, siendo entonces cuando lo que tanto había estado evitando Jihyo, sucedió.

—¡Sana! — Gritó la pelinegra siendo sostenida por la mánager que la levantó del piso mientras la transformación iniciaba.

Y lo último que supo la líder del grupo sobre la japonesa, fue que un alto lobo de pelaje rojizo sustituyó su figura y se paró en cuatro patas justo frente a sus ojos y de los otros tres Betas que observaron la escena pasmados, antes de soltar un aullido que provocó que cubrieran sus oídos, creando la distracción perfecta para huir, rompiendo el ventanal a un costado de la cama en el proceso.

Corriendo en busca de algo que ninguno podía entender, pero que al ser la última que la escuchó hablar, Jihyo pudo deducir que era.

La intensa mirada azul de Momo seguía sobre el rostro dormido de la menor del grupo, pese a lo ocurrido momentos antes, Tzuyu parecía estar en un sueño tranquilo y que había logrado relajar todos sus músculos, o era la impresión que tenía la Alfa.

Debido a que la habitación más cercana era la suya, ambas se encontraban en ella, aunque había decidido acostar a la Omega en su cama mientras ella se mantenía a su lado, solo observando la hermosura de sus rasgos simétricos y empezaba a relajarse con en sonido de su pausada respiración.

La pelinegra no tenía forma de sospecharlo, pero todo aquello no estaba siendo más que un fugaz respiro, pese a que su inquietud y calor habían disminuido desde que tuvo a la Omega en sus brazos, era cuestión de tiempo para que su tranquilidad terminara.

Y se dio cuenta de ello, cuando un fuerte aullido se escuchó proveniente de la habitación de Sana, y la mano de Tzuyu apretó la suya a la vez que sus ojos semejantes a la plata, se posaban en su aturdida expresión y no tardaban en causar el efecto que ambos lobos deseaban.

Alfa. — Pronunció Tzuyu sin aflojar el agarre en su extremidad, ajena a los efectos que la luna estaba teniendo sobre ella.

Su olor se había intensificado de tal forma que Momo se sintió mareada por segunda vez en la noche, y agradeció encontrarse sentada en el piso pues de otro modo, habría caído sobre sus piernas, mientras su corazón bombeaba con fuerza en su pecho.

La Alfa reconocía aquellos síntomas, después de todo, había sido la más consciente de todas cuando se transformaron la primera vez, y fue por esa misma razón que se resistió a ello, conteniendo la respiración para que las feromonas de la Omega no continuaran provocándola a la vez que se alejaba de ella, dando un par de pasos atrás.

—No te muevas. — Alcanzó a decir cuando vio que la Omega se sentaba en la cama mirándola confusa y extrañada por la forma tan brusca en la que repelió su cercanía y su tacto. —Por favor, no te acerques más Chewy. — Pidió con la voz temblorosa y su mano extendida al frente en señal de advertencia para la Omega.

Tal era la concentración que mantenía en no perder el control de sí misma, que no se dio cuenta de la maliciosa sonrisa que se formó en el rostro de la contraria, aunque esta había desaparecido tan pronto como se puso de pie, siendo imitada por la aturdida Alfa. —¿Porque no Alfa? — Cuestionó dulcemente, haciendo una mueca que logró conmover lo suficiente a la japonesa para que la mirara sintiéndose culpable. —Solo quiero... — Agregó con un puchero que le recordó su estatus como Maknae del grupo.

No es nada ¿Si? — Se las arregló para responder, enderezando su cuerpo sin dejar de mirarla. —Solo necesito un poco de aire... — Se excusó rápidamente, tomando una bocanada de aire buscando reponerse, arrepintiéndose de su decisión cuando sintió aquel conocido ardor extenderse por todo su cuerpo, mientras la mirada de Tzuyu la devoraba con ansias arrebatadoras.

—¿Tienes miedo de mí? — Continuó preguntando la Omega sin detener sus pasos, celebrando cuando vio la espalda de la Alfa chocar con la puerta. —¿Ya no me quieres? — Una nueva expresión de falsa inocencia acompañó su pregunta y esta vez Momo evitar apretar sus dientes al sentir como su pulso se aceleraba erráticamente al verse acorralada por la menor.

Hey, no digas eso es que... — Aclaró, consciente de que era el efecto de la luna lo que estaba causando aquel comportamiento en la chica. —¡Santo Dios! — Exclamó cuando la menor finalmente estuvo a centímetros de su cuerpo. —Tu olor. — Sonrió a la vez que volvía a tomar una bocanada de aire para deleitarse de las feromonas contrarias.

Sabía que Jihyo la mataría cuando se enterara, pero no estaba pensando en nada más, Tzuyu no se lo estaba permitiendo y ya no tenía la fuerza para seguir resistiéndose.

Así que cedió y la Omega sonrió en grande por ello. —¿Que tiene mi olor Alfa? — Preguntó sintiendo como la japonesa rodeaba su cintura para atraer su cuerpo, enterrando su cabeza en su cuello, justo en su punto de olor, donde aspiró profundamente una vez más, antes de responder.

Es tan... — Empezó a decir sintiendo como la contraria rodeaba sus hombros para fundirse en un abrazo. —Delicioso. — Su voz ronca y rasposa provocó escalofríos en el cuerpo de la menor, pues significaba justo lo que sus lobos estaban deseando, tener el control.

Alfa. — Soltó la Omega en un pesado jadeo, apretando su agarre sobre sus hombros en cuanto sintió la lengua de la japonesa deslizarse por la piel de su cuello, tarareando de satisfacción antes de volver a mirarla.

Omega. — Dijo en medio de una amplia sonrisa, mientras sus miradas, Zafiro y Plata brillaban del mismo modo que lo hizo la luna en el cielo, justo antes de que sus labios, por primera vez, se encontraran.

Aunque Momo había perdido casi toda racionalidad en ese momento, de alguna manera estaba logrando que su contacto fuera lo suficiente gentil y tranquilo como ameritaba, mientras Tzuyu quien apenas y entendió lo que ocurría no dudo en corresponder, encargándose de profundizar el contacto como su Omega tanto deseaba, robándole el aliento a la Alfa, antes de que se alejaran y sus cuerpos empezaran a cambiar.

Apenas y tuvieron tiempo de reaccionar cuando uno de sus mánagers Betas abrió repentinamente la puerta y las obligó a huir, lo que fue posible gracias a los amplios ventanales en la habitación.

El alto lobo Alfa de pelaje negro fue el primero en salir, convencido de que sería seguido por el otro, cuyo pelaje asemejaba el más oscuro de los chocolates, tan puro como su olor, que en ese punto empezaba a ser empalagoso para cualquiera con un olfato sensible.

Convirtiéndose en otra de las preocupaciones que tendría que enfrentar el equipo de Betas, pues sin noticias de Mina y Jeongyeon, y con Nayeon y Sana de fugitivas, sus preocupaciones apenas iniciaban.

Perspectiva lobuna, beso MoTzu, transformación 2yeon, con esta actualización todos ganamos.

Espero no sea necesario dejar claro que todos los datos explicados en este capítulo salieron de mi imaginación, los conceptos de impregnación y su proceso, así como la telepatía entre familias de lobos, son netamente míos, y no los encontrarán en otro Omegaverse.

Cada autor maneja términos diferentes dentro del Omegaverse, conservando, en la mayoría de los casos, únicamente los conceptos de géneros y jerarquías, nada más.

Fin del comunicado, ahora voten y comenten, gracias.

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