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XXI : Consecuencia Destinada (II)

Para todos que esperaron el nuevo capítulo y la cita Sanayeon, gracias por la paciencia.

Disfruten su lectura.

Con respecto a Mina y Jeongyeon, mientras la Omega se había mantenido dormida en los brazos de la rubia, esta aprovechó el tiempo para responder los mensajes que recibió de su hermano, de quien no había tenido noticias en varios días gracias a su gira.

Y dado que había decidido no tener esa conversación con él por teléfono, Seokjin no tenía idea sobre la impregnación, o que ahora mismo se encontraba camino a casa de la familia de Jeongyeon para pasar unos días con ellos.

Lo que la hizo recordar lo diferente que hubieran sido las cosas si Sachiko no hubiera aparecido de la nada, si la relación con sus padres no se hubiera fracturado a causa de ese secreto, y si se hubiera presentado como Omega, aunque sabía que esa última posibilidad también habría sido desastrosa de algún modo, pues de haber ocurrido, ahora ella sería la Omega a la que impregnaría alguna de sus compañeras Alfas, seguramente Nayeon o Jeongyeon, quienes hubieran competido hasta demostrar cual era la más capacitada para ello.

Y el pensamiento la hizo sonreír y negar despacio, realmente la vida tenía formas curiosas de mover sus hilos, ya que ella no se presentó como Omega, pero tenía a dos tiernas y sensibles Omegas sobre ella que no solo llenaban sus días de sonrisas y cariño, sino de los dramas sin los que no estaba segura poder vivir.

Se había quedado tan sumida en sus pensamientos y las posibilidades del que hubiera sido, que no se dio cuenta de que habían llegado hasta que el Beta tras el volante habló. —Hemos llegado señorita. — Informó el pelinegro de mediana edad, ofreciéndole una sonrisa amable por el espejo retrovisor.

Y luego de parpadear un par de ocasiones y volver a la realidad, Mina lo miró observando a través del cristal de su ventana, la propiedad frente a la que estaban estacionados. —Gracias señor Lee ¿Puede ayudarnos con el equipaje? Me encargaré de despertarla. — Respondió, refiriéndose a la castaña, correspondiendo la sonrisa del hombre con la misma amabilidad, antes de ver como después de asentir, el Beta bajaba del vehículo dedicándose a sacar el equipaje, por lo que se dedicó a cumplir con lo que había acordado. —Jeongyeonnie. — Susurró, dirigiendo una de sus manos a la mejilla de la Omega para dejar una suave caricia en ella y un casto beso en su frente. —Hey. — Llamó suavemente al sentir como la Omega se removía.

Lo que menos deseaba Jeongyeon era alejarse del calor del cuerpo de Mina, y mucho menos de su olor que mezclado con el suyo había creado uno demasiado adictivo para ella y su lobo. —Mmm... — Musitó acercando su rostro más cerca del cuello de la rubia, negándose a abandonar aquella comodidad que encontraba en sus brazos.

Mina tenía que admitir que perder su cercanía con la Omega tampoco le agradaba demasiado, pero ya estaban frente a la residencia Yoo, y le preocupaba que los coreanos pudieran hacerse ideas erróneas sobre la relación que tenía con su hija. —Despierta ya linda Omega dormilona. — Insistió soltando una corta risita, admirando lo tierna que se veía la Omega con sus labios abultados cuando logró alejarla de su escondite.

Minari, no quiero. — Bostezó la castaña posando su cabeza en su hombro sin abrir los ojos, aunque extendió uno de sus brazos para estirarlo todo lo que el espacio en el vehículo le permitió.

Pero hemos llegado. — Contó Mina, pasando su mano por el largo cabello de la Omega esta vez, notando como esta se acercaba a su toque, antes de sonreír divertida debido a la idea que llegó a su mente y que a su vez la ayudaría a lograr su objetivo. —No querrás que tu papá venga por ti ¿Verdad? — Preguntó de forma juguetona, y como si de un detonante se tratara los ojos de la castaña se abrieron rápidamente.

—¡Ya estoy despierta! — Exclamó sentándose a toda prisa, provocando que su rodilla chocara con el asiento frente a ella debido a la rapidez del movimiento, mientras Mina solo reía en voz baja de su broma.

—Solo bromeaba, Unnie. — Aclaró ayudándola masajear la zona afectada, ganándose un nuevo puchero de su parte. —¿Estás bien? ¿Que tal dormiste? — Decidió cambiar el tema antes de escuchar alguna queja, observando como la expresión de la Omega cambiaba de inmediato.

A Jeongyeon le había parecido algo extraña aquella estrategia de parte de Mina para despertarla, pero lo dejó pasar al ver su amplia sonrisa frente a ella. —Dormí muy bien ¿Que tal tú? — Respondió sonriendo de vuelta, Mina podía mostrarse tan tranquila como quisiera, pero si había alguien a quien no podía engañar era a la chica frente a ella, que con solo mirar sus ojos podía leerla.

Además el que esta pudiera percibir su estado de ánimo en sus feromonas era una desventaja, o tal vez un enorme alivio pues significaba que con ella no tenía que ocultar su verdadero estado de ánimo por parecer fuerte. —Sigo nerviosa, pero puedo con ello. — Contestó, encogiéndose de hombros dispuesta a bajar la mirada, siendo detenida por la mano de Jeongyeon que la hizo mantener la vista en ella.

De acuerdo, solo recuerda que estaré a tu lado en todo momento ¿Ok? — Fue casi como una orden de parte de la castaña, que con el corazón enternecido por su honestidad y valentía le sonrió, consciente de lo difícil que era para un Alfa mostrarse de aquella forma tan transparente, sobretodo si esa Alfa era Mina, quien con la intensión de no preocupar a nadie, siempre se guardaba todo lo que le molestaba y preocupaba.

Pero el pensamiento de que con la otra podían abrir su corazón sin miedo a ser juzgadas, era mutuo, por lo que Mina se permitió disfrutar del cariño en la mirada de la Omega y de su sonrisa, que era solo para ella y que había tenido justo el efecto que necesitaba. —Ok. — Asintió acercándose a abrazarla sin poder evitar aspirar profundamente un poco de la dulzura de su olor, que la hizo sonreír automáticamente y dejó a su lobo completamente embriagado, dándole el último gramo de valentía que necesitaba para enfrentar lo que se avecinaba.

Cuando se separaron fue la primera en bajar del auto ayudando a la Omega ha hacerlo, a la vez que escuchaba como algunos pasos se aproximaban a ellas, mientras una mezcla de olores que iba de la intensidad de la Canela a la dulzura de un Helado de Vainilla llegaba a su olfato, haciéndola voltear para encontrarse de frente con quienes supuso eran los padres de Jeongyeon.

—Mi preciosa hija. — Exclamó el hombre cuyo tono de cabello era idéntico al de la Omega, abriendo sus brazos ofreciendo un abrazo que la ojiverde no dudó en aceptar cuando llegó hasta él, provocando que su sonrisa se ampliara y algo en la mente de Mina hiciera “clic”.

Se trataba de Yoo Changjoon, el padre de Jeongyeon.

La última vez que la japonesa lo vio fue en un evento de artistas de JYP, donde los padres de todas se habían reunido para festejarlas, y como aún no se presentaba no tenía idea de que olor tendría, pero ahora sabía que el intenso olor a Canela que la golpeó segundos atrás, indudablemente pertenecía a él. —Es increíble que incluso tus ojos sean diferentes ahora. — Señaló este provocando que saliera de su mente y notara aquel singular detalle, pues tanto él como la otra Omega que se acercó a ellos, tenían ojos ámbar.

Sigo siendo yo papá. — Se quejó Jeongyeon aún entre su brazos. Y eso no podían discutirlo ninguno de los que la escucharon, pues antes de su presentación, Mina jamás habría dudado que la ojiverde era su hija.

Tal vez el tratamiento también influyó en que ese cambio fuera posible, sin embargo seguiría sin dudar que aquel Alfa era el padre de la Omega, pues su sonrisa también era idéntica a la suya.

Y fue lo que más notó Mina cuando este volvió a hablar. —Lo sé, lo sé. — Aceptó el hombre, liberando finalmente el cuerpo de la ojiverde, antes de que un par de brazos más la rodearan.

—Mi bebé. — Mina tragó despacio el nudo que se formó en su garganta cuando escuchó como aquella Omega llamaba a Jeongyeon a la vez que liberaba sus feromonas maternales, por mero instinto de madre, pues no pudo evitar sentir como su corazón se arrugaba ante aquella escena frente a sus ojos.

Por eso decidió apartar la mirada y ayudar al Beta que se encargaba de su equipaje para no sentirse como una intrusa en la vida de su Unnie, para que no doliera tanto el recordar su propia situación familiar, aunque pudiera seguir oyendo todo claramente.

—Hola mamá. — Jeongyeon suspiró y sonrió de felicidad cuando aquellas dulces feromonas la rodearon, pues su lobo se sintió mimado y querido por alguien más que su Alfa, era el amor de su primer hogar, su familia, su madre, a quien sentía por primera vez desde su presentación y que logró hacerla sentir como una pequeña cachorra otra vez.

De modo que sin darse cuenta, las emociones en su pecho la abrumaron a tal punto que terminó liberando un par de lágrimas mientras seguía abrazada a su mamá.

Mismas lágrimas que la mayor luchó por retener cuando acariciaba su cabello con cariño, hasta que se separaron y dirigió sus manos a las mejillas de Jeongyeon para limpiarlas. —Estás tan bonita. — Dijo mirándola con cariño.

Jeongyeon estaba segura de que debía verse horrible en ese momento, con los ojos ligeramente hinchados debido al sueño y la nariz enrojecida por el corto llanto, pero era su madre quien le hablaba, y ella siempre le creería a aquella mujer, aunque esta le contara la más absurda de las metáforas.

Gracias mamá. — Respondió sorbiendo por la nariz antes de volver lanzarse a sus brazos. —Te extrañe mucho. — Murmuró escondida en su cuello, su lobo arrullaba en s interior por las caricias que recibía en su cabello y espalda, y la Omega mayor no podía estar más que feliz por eso.

Había pasado un largo tiempo desde que Yoo Sunjin abrazaba a la menor de sus hijas, por lo que tenerla tan cerca en ese momento fue un refrescante bálsamo para su corazón. —También yo cariño, fue una terrible agonía no poder estar a tu lado este tiempo. — Señaló, con algo de culpa reflejándose en sus ojos y voz, lo que a su vez afectó a Jeongyeon.

La misma Mina se dio cuenta de lo mucho que aquello le pesaba a la Omega mayor, sin embargo una vez más Jeongyeon demostró lo puro que era su corazón. —Esta bien mamá, todo salió bien y es lo que importa ¿No? — Le dijo a la mayor y tanto Mina como Changjoon sonrieron orgullosos al escucharla.

Si mi amor, pero... — Intentó refutar la mayor, deteniéndose al separarse y mirar por sobre el hombro de Jeongyeon a una sonriente rubia que terminaba de ordenar el equipaje a su lado. —¡Oh! Viniste acompañada. — Señalo y como si lo hubieran planeado, los tres voltearon en dirección de Mina al mismo tiempo, lo que provocó que esta se sorprendiera, pero manejó bien la situación.

Buenas tardes señores Yoo. — Dijo haciendo una impecable reverencia frente a la familia, siendo correspondida por los mayores al instante, mientras la ojiverde se dirigía a su lado.

Era cierto había asegurado estar aterrorizada por encontrarse con los mayores, pero la forma en la que la Omega se acercó a ella y rodeó su brazo con sus manos le dio un poco más de seguridad. —Mamá, papá ¿Recuerdan a Mina? — Cuestionó Jeong, y el que los coreanos no le miraran con recelo, definitivamente fue un punto a su favor.

—Es una de tus compañeras ¿No? — Interrogó Sunjin detallando las facciones de la rubia, intentando recordar de cual de ellas se trataba exactamente.

Pero Changjoon fue más preciso. —La que sería la Omega perfecta. — Recordó el Alfa posando su mirada en sus brazos unidos, sin ninguna expresión en su rostro.

Y mientras Mina empezaba a alarmarse por la expresión del mayor, Jeongyeon soltó una risita que la hizo mirarla desconcertada. —Si, resulta que no fui la única que sorprendió a todos, Mina resultó ser...

Una Alfa Pura. — Completó una voz proveniente del interior de la casa, una voz que pertenecía al dueño de aquel olor a Roble y Manzanilla que le provocó náuseas a Jeong y alertó al lobo de Mina, pues en su tono se notaba lo pedante que era, algo que confirmaría en ese mismo instante.

Los más peligrosos e inestables de los géneros. — La japonesa intentó recordar su rostro en aquel encuentro que había tenido con la familia Yoo años atrás, pero no logró asociar aquella mirada avellana con ninguno de ellos, a pesar de que tenía el mismo color de cabello que todos.

Quizá por eso la desconfianza y el recelo de su lobo hacia él incrementaron, ya que se trataba de un Alfa desconocido que no parecía tener buenas intenciones, quedándose bajo el mismo techo que la Omega.

—¿In Soo? — Finalmente la confundida voz de Jeongyeon rompió el silencio y le dio nombre a aquel rostro, del que Mina no había apartado la mirada sino hasta ese momento que volvió a mirarla, frunciendo ligeramente su ceño.

—Hola pequeña Jeong. — Respondió el Alfa dando un par de pasos más que le permitieron llegar junto a Changjoon y Sunjin, con una confianza bastante cuestionable. —Es un gusto volver a verte, a ti y a tu... Alfa. — Agregó dando un rápido vistazo a la rubia que por mucho que intentó ocultarlo, odió aquella acción.

Insoo no solo estaba siendo borde y maleducado, además estaba ganándose su odio con su actitud de superioridad, su sonrisa socarrona y su mirada cargada de malicia, o fue lo que dedujo Mina, que se sintió asqueada al notar que este no veía a la Omega solo como una sobrina.

Ella no es... — Volvió a hablar Jeongyeon, cayendo en cuenta de algo que no había tenido oportunidad de procesar. —¿Que haces tú aquí? — Preguntó sin rodeos, sorprendiendo a Mina pues no había usado ningún tipo de formalismos que demostraran su parentesco con él.

Sin embargo, muy lejos de molestarse por ello, el mayor sonrió divertido, disfrutando de la poca tolerancia que su sobrina tenía de su presencia. —He venido a pasar algunos días con la familia. — Respondió con simpleza, fingiendo inocencia, algo que la rubia no se creyó pues dudaba que el mayor conociera siquiera esa palabra. —Una buena oportunidad para compartir con mi nueva sobrina Omega ¿No te parece? — Agregó ampliando su sonrisa, guiñándole un ojo con un cinismo que terminó de enfurecer a Mina.

Provocando que Jeongyeon tuviera que apretar el agarre en su brazo para que no se lanzara sobre él, pues por la forma que su olor se intensificó y su cuerpo se tensó, estaba claro que su única intensión era borrar la sonrisa de su rostro a golpes y definitivamente la entendía, pues si no fuera consciente de la desventaja que tenía contra él, ella misma se habría atrevido a enfrentar al de mirada avellana y sonrisa socarrona.

Algo que por suerte sus padres, quienes se ofrecieron a ayudarlas con sus maletas, no notaron, hasta que la silenciosa guerra entre ambos Alfas se hizo evidente.

Mina intentó mantenerse a raya después de esa peculiar bienvenida que les había dado el de ojos avellana, sabía que tenía que comportarse por respeto a Jeongyeon y a sus padres, además de que no tenía ninguna intensión de darle la razón a Insoo.

Pero aquella tarea se le dificultó en cuanto el mayor volvió a provocarla, usando sus gruñidos y su intenso olor con el objetivo de intimidarla, sin esperar que ella por mero instinto y orgullo le respondiera, provocando que el mismo Changjoon tuviera que intervenir.

Él Alfa de ojos ámbar siempre había sido un Alfa tranquilo, integro y decente que se encargó de que sus hijas no crecieran con estereotipos sobre la fuerza de los Alfas, inculcándoles únicamente el instinto protector para con los suyos, luchando por mantener sus instintos posesivos, intimidantes y agresivos en equilibrio con el amor que sentía por ellas y su madre.

Siempre había sido tan cariñoso, comprensivo y pacífico, evitando a toda costa la violencia que los demás categorizaban como normal en un Alfa, que algo como un enfrentamiento de olores bajo su techo era una falta de respeto para él y sus valores.

Sin embargo era consciente de que cuando se trataba de Insoo sus objeciones eran en vano, pues este era todo lo contrario a él y mientras sus valores se basaban en una igualdad entre todos los miembros de una familia, los de Insoo iban orientados por los ideales Alfistas que desde que eran niños profesaba sin importarle los enemigos que dejara en su camino.

Y tomando en cuenta que su visita había coincidido con la de su hija, Changjoon sintió que la impotencia lo consumía pues no podía dejar sola a Jeongyeon en un momento como ese, pero tampoco podía deshacerse de su hermano siendo consciente de que los de su apellido tenían por tradición realizar aquellas visitas, con el fin de compartir y practicar ritos que las generaciones actuales poco a poco dejaban en el olvido.

Estaba en un verdadero dilema, la lucha más grande que había experimentado entre su amor de padre y el ADN que compartía con su hermano.

Por lo que en un intento de mantener la armonía entre todos, acudió a Jeongyeon en busca de ayuda, obteniendo una mirada de compresión antes de verla subir las escaleras tras la rubia que había perdido toda la paciencia gracias a Insoo.

Desde que se habían presentado, la castaña no había vuelto a sentir el olor de Mina tan intenso como en ese momento, y agradecía que se tratase de uno tan fresco como la Menta que inundó cada espacio por los que esta caminó, pues no se creía capaz de soportar el olor de Insoo por sobre el suyo.

Y es que era tan fuerte y lo sintió tan claro que estaba segura que aunque no conociera el camino que la rubia había seguido aún así la habría encontrado gracias a sus intensas feromonas.

Minari... — La llamó, cerrando la puerta de la habitación en la que su madre le había indicado que podían dejar sus cosas, su antigua y recientemente remodelada habitación, donde se encontraba una silenciosa Mina sentada en la orilla de la cama con la mirada fija en el piso y los puños apretados, tomando profundas bocanadas de aire con el objetivo regular su pesada respiración.

Sin percatarse de la presencia de la Omega hasta que esta se acercó a ella y se agachó a sus pies. —Oye, tranquila. — Le dijo la castaña suavemente, posando una de sus manos sobre la suya, viéndola parpadear rápidamente para salir de su trance.

Entonces Mina no tardó en ofrecerle una pequeña sonrisa cargada de sorpresa y nerviosismo, pero finalmente una sonrisa. —Estoy tranquila Unnie. — Contestó dándose cuenta de que tenía sus manos apretadas solo cuando Jeong empezó a abrirlas con las suyas. Sintiéndose descubierta y a vez desconcertada, pues una parte de ella no entendía el porqué de su actuar.

Y provocó que un bufido saliera de los labios de Jeongyeon. —Y yo soy rubia natural. — Habló con un marcado tono de sarcasmo y una de sus cejas levantadas.

Lo que a su vez hizo que la rubia frunciera el ceño y le dedicara toda su atención. —Eso no es... — Iba a contradecir cualquier idea que la mayor pudiera estar formulando en su mente, pero al notar la manera en la que Omega la observaba suspiró con resignación y se encogió de hombros, formando un tierno mohín con sus labios. —De acuerdo, lamento mi comportamiento, es solo que...

—No confías en Insoo. — Completó Jeong con obviedad, decidiendo sentarse a su lado sin soltar el agarre en su mano, al cual dirigió su vista antes de volver a su rostro. —Te entiendo, yo jamás lo he hecho. — Confesó la castaña segundos después, y Mina no pudo evitar recordar la interacción que la mayor había tenido con el Alfa en la entrada.

—¿Él siempre ha sido así? — Cuestionó mirándola expectante, si aquel castaño se había la desconfianza de la ojiverde, quien a su parecer era de las personas más bondadosas del mundo, entonces su personalidad era peor de lo que imaginó.

No era del agrado de Jeongyeon hablar mal sobre alguien, la vacilación en su rostro le confirmó eso a Mina, pero aún así la escuchó hablar segundos después. —Si, de hecho tengo que confesar que él era una de las razones por las que deseaba ser alfa, para ponerlo en su lugar de una vez. — Aclaró negando despacio, definitivamente no entendía porque todo había resultado de ese modo.

Mina estuvo a punto de preguntar algo más, las interrogantes sobre el de ojos avellana eran cada vez mayores, sin embargo decidió no continuar hablando sobre el tema asumiendo que no sería cómodo para la Omega, y tampoco quería parecer entrometida.

Si tenía que descubrir otra razón por la que su lobo se ponía a la defensiva alrededor de Insoo, además de su encantadora personalidad, lo haría de otra forma que no perjudicara su relación con la familia Yoo, y mucho menos con Jeongyeon.

Por lo que asintió despacio, concentrándose en la posición de sus cuerpos al lado de la otra. —Bueno, no sé si sea correcto que diga esto, pero siendo así, me alegra estar aquí para protegerte. — Confesó, sintiendo su rostro calentarse a la vez que dejaba un ligero apretón en la mano de Jeongyeon.

Mientras la Omega no tardaba en sonreír al sentir como su corazón se aceleraba por aquella simple acción. —A mí también me alegra, Pingüina. — Respondió, atrapada en la sonrisa y la mirada que la Alfa le dedicó, tan cariñosa y sincera que sus dulces feromonas no tardaron en rodearlas a ambas.

Pues aunque no tenía idea de lo que se aproximaba con respecto a Insoo o a su impregnación, estaba segura de que si Mina estaba a su lado, estarían bien.

Tener una piel tan blanca como la nieve en un mundo de reflectores y cámaras listas para hacer la mejor toma era considerado un don divino, sobretodo si podías sacarle un provecho a eso.

Pero a Dahyun aquello siempre le había parecido de lo más estresante, pues a medida que crecía y luego cuando se preparaba para su vida de IDOL había tenido que pasar por cada etapa incómoda que implicaba mantener su pálida piel tan sana como se veía.

Etapas que iban desde más sensibilidad de la normal a la luz solar hasta los hematomas que aparecían en su piel ante el más mínimo descuido.

No obstante, era algo a lo que había aprendido a acostumbrarse y sobrellevar, pues tan pronto como aquellas marcas aparecían en su piel, con el cuidado adecuado también desaparecían.

Sin embargo quienes no habían podido acostumbrarse a ello eran precisamente sus compañeras de grupo, y en especial aquella que insistió en atender su “herida” tan pronto como despertó y se enteró de su accidente junto al par desastroso.

No era que le molestara recibir un poco de cuidado de parte de su mejor amiga, solo creía que Chaeyoung le estaba dando más importancia a aquel hematoma de la que realmente tenía, pero claro que por nada del mundo se atrevería a decirle eso de ese modo, mucho menos cuando esta la regañaba por su descuido y la trataba como si tuviera una herida abierta que requería atención inmediata.

—¡Es increíble, son increíbles! ¿Como van a descuidarse de ese modo? ¡Pudiste lesionarte! ¿Sabes cuanto nos perjudicaría eso justo ahora? — Hablaba la Beta, dirigiéndose al pasillo de las habitaciones de las Alfas, mientras ella seguía sus pasos con una mirada resignada y expresión aburrida en su rostro.

Esta bien, solo fue un pequeño accidente. — Repitió por enésima vez en lo que iba de noche, pues Jihyo también les había dado el regaño de su vida a las tres cuando notó la marca en su hombro, aunque en ese momento seguía siendo de color rojizo.

Y había tenido que repetir una y otra vez aquella oración para que la Beta mayor se convenciera de que todo seguía en orden, lo que funcionó para que ella y Sana se libraran de su castigo. —Ni siquiera me duele. — Agregó moviendo su hombro para probar su teoría, aunque la Beta seguía de espaldas a ella caminando hasta que entraron en su habitación.

¿Y eso le resta importancia acaso? ¡No! Porque pudiste lastimarte en serio, tonta. — Dijo Chaeyoung mirándola con fingida molestia, aunque la preocupación en sus ojos era real.

Y solo por eso Dahyun no tuvo más opción que suspirar rendida y aceptar su culpa, pues la líder del grupo también mencionó la suerte que habían tenido de que el golpe resultara en eso y no en una fractura. —De acuerdo, soy una descuidada y todo lo que quieras pero ya pasó. — Insistió dirigiéndose a su cama mientras la Beta la observaba desde la puerta cruzándose de brazos. —Y mírame estoy perfectamente, no te preocupes. — Aseguró quitándose la chaqueta que usaba sobre su franela de pijama, extendiendo sus brazos para imitar el vuelo de un ave sin problema alguno.

Y aunque Chaeyoung se esforzó por no reírse de sus payasadas, no pudo aguantar demasiado sin que una suave carcajada saliera de sus labios. —Tengo las Unnies más irresponsables del mundo, es definitivo. — Comentó suspirando a la vez que negaba y se dirigía al lado de la Alfa quien celebró al darse cuenta de que el regaño había llegado a su fin.

Que bueno que casi nunca me llamas Unnie. — Celebró una sonriente Dahyun que se sentó a su lado, tomando una de sus almohadas entre sus brazos mientras la Beta la observaba con el ceño ligeramente fruncido.

En este momento eso te incluye, Alfa tonta, me preocupé por ti. — Aclaró Chae, agregando a su reclamó un leve empujón que solo hizo reír a la mayor.

—Es porque el corazón de nuestro tigre bebé es muy suave. — La molestó Dahyun, apretando su mejilla antes de que su mano fuera alejada con un golpe y que la Beta se levantara recorriendo la habitación con la mirada.

—¡No hables! Ahora dejame curarte. — Exigió continuando con su silenciosa búsqueda, sin percatarse de la expresión aturdida de la Alfa.

—¿Que? — Cuestionó Dahyun tragando con dificultad ¿A que se refería exactamente con curarla? Se suponía que ya estaba convencida de que su hombro estaba bien. No tenía porque curarla.

Pero evidentemente el pensamiento de la Beta era muy diferente. —¿Tienes pomada no? — Preguntó al no tener éxito en su búsqueda principal.

—Si, pero... — Fue la respuesta de la Alfa que señaló uno de sus cajones, mismo del que la vio sacar su pomada para hematomas, sin mostrar ningún signo de duda sobre su objetivo.

Bien, entonces quítate la camisa. — Le pidió la Beta y por algún motivo Dahyun se puso tímida, lo que la sorprendió. —¿Que? Vamos, no me digas que estás avergonzada ahora. — Se burló, enarcando una ceja y sonriéndo con picardía, provocando que el hoyuelo en su mejilla se marcara y el orgullo Alfa de Dahyun se impusiera sobre su timidez.

El ceño de la ojigris se frunció a la vez que apartaba la vista de su rostro. —¿De que hablas? — Replicó cruzándose de brazos, soltando un bufido que aumentó la diversión de la menor. —Solo me parece demasiado, ya te dije que...

—¿Ya viste nuestros vestuarios de la presentación cierto? — La interrumpió Chaeyoung sin dejar de sonreír. —Porque el tuyo si no me equivoco tiene un escote bastante pronunciado en los hombros y no creo que ese golpe te combine ni un poco. — Señaló con obviedad, haciéndola mirarla y suspirar, dejándola sin otra opción que obedecer.

Bien. — Cedió finalmente, quitándose su franela y dejando a la vista, su golpe, el top deportivo que usaba, su marcado abdomen y su delgada cintura.

Siendo en ese instante cuando la tensión entre ellas empezó a crecer.

Incluso Chaeyoung dejó de sonreír mientras se acercaba a ella abriendo el producto en su mano para tomar un poco entre sus dedos.

Y era cierto que fácilmente podía aplicarle la pomada sentada a su lado, después de todo la Alfa seguía en la orilla de la cama sin nada que le dificultara su tarea, pero claro que eso no habría sido tan cómodo como lo fue su regazo. —No digas cosas extrañas ¿Okey? — Exigió sintiendo como sus propias mejillas ardían, negándose a verla a los ojos mientras sus piernas quedaban a los costados del cuerpo contrario.

Sin percatarse de que no era la única con aquel ligero rubor en su rostro, pues solo con sentirla sobre ella, la mente de Dahyun y su lobo se agitaron violentamente. —¿Porque diría... — Volvió a suspirar decidiendo voltear su rostro al lado opuesto del que estaba la Beta, sintiendo como el ligero olor a Fresas de su cuerpo llegaba a su olfato.

Y sin entender porqué, de un momento a otro la crema que al principio estaba fría, empezó a quemar sobre su piel aunque eran más bien los dedos de la pelinegra los que estaban teniendo ese efecto en ella.

Tal vez era la extraña posición en la que se encontraban, quizá era lo cerca que tenía su cuello, cuan extrañas son las cosas que ocurren fuera de las cámaras, pensaba en un intento de distraerse. Sin esperar que el sonido de un corazón que no era el suyo la sacaría de sus pensamientos.

Para Chaeyoung no era la primera vez que tenía aquel tipo de acercamientos con la Alfa, en el pasado habían compartido momentos que cualquiera pudo considerar más comprometedores y que a ella misma le parecieron normales dada la amistad y el cariño que sentía por la mayor.

Sin embargo estar tan cerca de ella en ese momento, sintiendo su mano sosteniendo su cintura con firmeza, mientras sus dedos acariciaban la piel de su redondeado hombro, con su blanquecino cuello tan cerca de su rostro, una extraña sensación la invadió.

Sensación que la hizo perderse en sus pensamientos y continuar moviendo su mano sobre el hombro contrario, aún cuando no quedara rastro de crema en su extremidad. Hasta que la propia Dahyun la sacó de su mente.

—¿Lo ves? N-ni siquiera me duele. — Comentó la Alfa aclarando su garganta, forzando una sonrisa que por la forma en la que sus comisuras temblaron, Chaeyoung dedujo era producto de los nervios.

Mas eso no la ayudó a calmarse. —Si, yo... Me alegra mucho que sea así, entonces... — No tenía idea de lo que le ocurría, ni a que se debía la calidez que se originaba en su pecho y la extraña sensación en su estómago, pero empezaba a creer que la cariñosa mirada que le estaba dedicando la Alfa tenía mucho que ver en eso.

Tigre bebé... — Susurró Dahyun y la Beta sintió como su corazón dio un vuelco por la forma tan dulce en la que su voz la llamó.

—¿Si? — Murmuró en respuesta, sintiéndose hipnotizada por la mirada ajena, rogándole a su cuerpo que reaccionara, solo para darse cuenta de que se había quedado paralizada, totalmente entregada a las manos de Dahyun en su cintura.

Por la cercanía de sus rostros, sus narices estaban a pocos centímetros de rozarse y sus ojos recorrieron cada rasgo del rostro contrario, siendo los de la Alfa los primeros en detenerse en los labios ajenos. —¿Tú? — Formuló sintiendo como su boca se secaba de repente mientras aquellos carnosos labios la tentaban a probarlos como su lobo tanto estaba rogándole en ese instante.

El tiempo pareció detenerse para ambas, ningún otro sonido, olor, o color que no perteneciera a la otra parecía existir, era así como lo estaba sintiendo Chaeyoung, que dejó un ligero apretón sobre el hombro de Dahyun, aferrándose a ella, a su cuerpo y a aquel momento que parecía ser mágico. —¿Yo? — Cuestionó en un susurro, imitando la acción de la mayor que no había apartado su mirada de su boca.

Mientras Dahyun empezaba a deshacerse de la distancia que las separaba, no sabía el porque, no entendía ninguna otra razón que no fuera el deseo que estaba sintiendo su lobo por terminar con la sed que le provocaba sentir aquellos labios, totalmente presa de sus instintos. —Me preguntaba si... — Musitó sintiendo como sus narices se rozaban, a tan solo un paso de terminar con su ansiedad, de cambiar para siempre su relación de amistad, de salir de la duda de lo que se sentiría probar los labios de la que era hasta ese momento, su mejor amiga.

Sin embargo, la voz de la razón, misma que ambas sintieron como una señal del universo, las interrumpió. —¡HORA DE COMER NIÑAS! ¡VENGAN AQUÍ AHORA! — Gritó Jihyo desde la cocina, provocando que la Beta bajara a toda prisa del regazo de la Alfa y esta se vistiera rápidamente para obedecer sus palabras antes de que la líder decidiera ir por ellas.

Llegando en menos tiempo del estimado al comedor, donde se sentaron en un completo silencio, una frente a la otra, con el corazón igual de agitado y guardando solo para ellas lo que estuvo a punto de ocurrir en el interior de aquella habitación.

La torre Namsan, esa había sido la primera parada que eligió Sana para su salida con la pelinegra, cuyos ojos miraban con emoción cada lugar, como si fuera la primera vez que estaba allí, lo que en teoría era así pues desde su presentación apenas y habían tenido tiempo de disfrutar de aquel tipo de actividades.

La pelirroja sabía sobre el gusto que la Omega sentía por visitar las tiendas y las compras de cualquier tipo, por eso aquella sugerencia rápida de su amigo Yoshinori le había parecido tan oportuna y adecuada.

Podía percibir la felicidad de la coreana en sus feromonas y eso no hacía más que sacarle sonrisas, mientras intentaba seguirle el ritmo pues en un momento la chica se encontraba en un lugar y al siguiente ya estaba en otro preguntándole al vendedor a cargo sobre el producto que llamaba su atención.

Y eso no hacía más que hacerla sentir orgullosa de su elección pues lo único que quería era que la Omega la pasara bien, que disfrutara de los lugares que visitaran como si fuera la primera vez, que le sacara foto a todo lo que el lente de su cámara pudiera capturar y que probara todo lo que deseara, pues Sana estaría ahí para encargarse de eso.

Sin embargo había algo que empezaba a inquietar a su lobo y era el riesgo que corría la Omega al llamar la atención de otros Alfas a su paso, ya que estos la miraban como si de una presa se tratase, y eso le desagradó en sobremanera.

Fue entonces cuando como respuesta a sus instintos y su propio orgullo Alfa tomó la mano de la pelinegra entrelazando sus dedos sin pedir permiso, sorprendiendo a la Omega quien la miró en busca de respuestas y se encontró con sus brillantes ojos y su cariñosa sonrisa.

Nayeon creía que la Alfa solo trataba de llamar su atención debido a que todo el rato que llevaban en el lugar ella apenas y le había tomado en cuenta excepto para presentarle algún producto que probar, pero cuando sintió su olor intensificarse se dio cuenta de que algo más estaba sucediendo.

Sana intentaba cubrir su olor con el de ella, y eso unido al agarre de sus manos provocó que su rostro se calentara y su Omega se llenara de alegría, la japonesa definitivamente no dejaba de sorprenderla con cada una de sus acciones.

Es así como el tiempo pasa y luego de su recorrido llegan a uno de los lugares que por nada del mundo la Alfa perdería la oportunidad de disfrutar junto a la Omega. —Este definitivamente es un buen lugar para ver el atardecer ¿No te parece Unnie? — Pregunta Sana, aspirando profundamente el aire que las rodeaba, liberando por fin la mano de la coreana al no ver más que algunos Betas y Omegas acompañados de sus Alfas a su alrededor, para tomar la barandilla frente a ella.

Ciertamente a Nayeon le parece un lugar hermoso, una de las majestuosas vistas que Seúl puede ofrecer, un lugar donde cualquiera podía crear recuerdos muy especiales para su vida junto a sus seres queridos. —Seguro. — Responde con un suave asentimiento, cayendo en cuenta de que meses atrás no le habría prestado atención a esos detalles, y que ahora gracias a Sana y sus singulares encuentros había aprendido a apreciar.

No estaba segura de si era por la simplicidad y belleza del hecho en sí, o por que se trataba de que era Sana quien le había enseñado a valorarlos, pero estaba segura de que gracias a ello, ahora tenía otro motivo para mantener a la pelirroja en sus pensamientos a donde fuera que mirara.

Y el que la japonesa pareciera brillar bajo los últimos rayos de luz del día no tenía nada que ver, por supuesto que la forma en la que sus ojos hacían juego con los destellos que daban en su rostro e iluminaban su sonrisa, mientras la brisa mecía su cabello hasta desaparecer todo a su alrededor no influiría en eso.

Ella era una persona completamente capaz de sacar esa imagen de su mente en cualquier momento que quisiera, por supuesto, es lo que trataba de repetir una y otra vez en su mente con la esperanza de que se hiciera realidad.

Con la esperanza de que la sonrisa de la japonesa dejara de desarmarla mientras le hablaba de algo que no estaba escuchando.

E ingenuamente creyó que eso sería lo más especial que viviría esa tarde, sin saber que las sorpresas de la Alfa apenas iniciaban.

Cuando la noche cayó y las primeras estrellas aparecieron, Sana volvió a tomar la mano de la Omega para emprender su camino de regreso y partir a su siguiente destino, sintiendo como debido al frío de la noche la pelinegra rodeaba su brazo para tener algo más de su calor mientras conversaban de cosas triviales.

La incomodidad y los nervios debido a sus acercamientos cada vez eran menos, y la pelirroja lo agradeció pues eso le dio un poco más de confianza para lo que quería hacer en ese momento.

En innumerables ocasiones Nayeon había escuchado y había visto documentales sobre aquel famoso puente que llamaban el de la cerradura del amor, el mismo donde las parejas ponían candados que simbolizaban la eternidad de su relación. Y aunque le parecía algo súper romántico, nunca pasó por su mente el vivir aquello alguna vez.

Fue por eso que cuando llegaron al puente y vio el objeto en forma de corazón rosa que la japonesa sacó de uno de sus bolsillos sus ojos se ampliaron y sus manos cubrieron su boca.

Eso no podía significar lo que ella creía ¿Cierto? —¿Que haces? — Cuestionó dirigiendo su vista al objeto antes de ver la confundida expresión de la Alfa.

Sana tarda varios segundos en entenderte lo que ocurre, pero gracias a que sigue la mirada de la Omega hasta su propia mano, lo logra. —¡Oh! ¿Esto? — Pregunta de vuelta sonriendo nerviosa, levantando el objeto para obtener un asentimiento de parte de la Omega lo que tomó como una señal para seguir hablando. —Es que una de las Betas que nos vio entrar me lo dio. — Contó obviando una parte de la historia, dejando a la Omega más sorprendida y sin palabras. —Ella mencionó algo sobre hacer duraderas las relaciones y me pareció lindo que Unnie y yo lo hiciéramos porque... — Se detiene, dedicándose a pensar en lo siguiente que dirá sin dejar en evidencia su desespero. —Siempre nos querremos ¿No es así? — En su boca se forma una sonrisa inocente, y sin poder evitarlo, sus ojos brillan con la picardía propia de Minatozaki Sana.

Y Nayeon no tiene idea de como asimilar eso. —¡Oh! — Es lo único que puede decir, llevando una de sus manos a su pecho sintiendo su órgano vital acelerarse ante la idea de llevar a cabo lo que la japonesa propone, pues aunque su explicación le parece tierna y hasta cierto punto razonable, no puede evitar que el verdadero significado de aquella costumbre coreana la abrume.

De forma inconsciente su labio inferior queda atrapado entre sus dientes, y se pregunta si en verdad la japonesa no tiene idea de todo aquello pues ella apenas y puede procesarlo.

Obteniendo de parte de la pelirroja, una reacción equivocada. —No puede ser ¿Es que acaso hice algo malo? — Cuestiona Sana con preocupación, su mirada antes brillando con diversión ahora es empañada por algo de culpabilidad, desilusión y hasta tristeza.

Lo que a su vez funciona para que la Omega salga de su mente. —No, no, no. — Se apresura a responder Nayeon, acercándose a ella, acunando su rostro para hacerla mirarla. —No se trata de eso, yo... — Aclara sin apartar su mirada de la contraria, convencida de que lo siguiente que dirá será lo correcto. —Si te quiero, te quiero muchísimo Sanake. — Más de lo creí, piensa ofreciéndole una cálida sonrisa a la japonesa, misma que cuando esta corresponde, enternece su corazón, aunque se niega a rendirse ante ese sentimiento.

Mientras el lobo de Sana aulla en su pecho al escuchar las palabras de la Omega, reconociendo lo bien que se ha sentido aquello a pesar de la situación en la que se encuentran, a pesar de que esta segura que para Nayeon tienen un significado diferente. —¿Entonces si podemos cerrarlo juntas? — Insiste, negándose a darlo todo por perdido ahora que ha descubierto el efecto que tiene su mirada suplicante en la Omega.

Nayeon parece pensarlo por varios segundos, mordiendo su lengua para evitar que el “Si” que resuena en su cabeza, logre salir de sus labios, cosa que se le dificulta más cuando se da cuenta de que su mano sigue sobre el rostro contrario, y no tiene ningún deseo de alejarla de allí, —¿Estás segura de que quieres hacerlo conmigo? — Pregunta con cuidado, sintiendo que debe aclararle las cosas a la Alfa para que esta sea capaz de entender la historia del mismo modo que ella, sin embargo, ver como sus ojos brillan con ilusión y su sonrisa emocionada la ataca, hace que las palabras mueran en su garganta.

Notando como la Alfa asiente con euforia, antes de responderle. —Tú tienes un lugar muy especial en mi corazón Unnie ¿Por que no querría hacerlo? — Un razonamiento lógico al parecer de Sana, pero que sigue llenando de dudas a Nayeon, que siente se ha quedado sin palabras.

La verdad era que la japonesa conocía perfectamente el significado de aquel ritual de la cultura coreana, entre las muchas ideas que su amigo le había dado, aquella leyenda estaba incluida, pero la Omega no tenía porque enterarse de eso ¿Verdad?Incluso me atrevería a jurar que, el cariño que siento por ti es especial. — Admite Sana avanzando el paso que la separa de la Omega para quedar con sus rostro a centímetros de rozarse.

Y nota la forma en la que Nayeon contiene la respiración ante su cercanía, entonces el universo parece reunirse en sus ojos pues es todo lo que existe para ella en ese momento, en el que gracias a la proximidad de sus cuerpos, sus alientos se mezclan y sus manos se posan en diferentes zonas del cuerpo contrario, encajando como si pertenecieran allí desde hace mucho tiempo. —¿Como puedes asegurar eso? — Pregunta Nayeon y Sana percibe el nerviosismo en su voz y olor, además hay ansiedad en su mirada azul, un silencioso deseo oculto detrás de las dudas que nublan su pensamiento y que a su vez logra contagiarla de el.

—¿Y como podría no hacerlo? — Susurra ella dominada por el anhelo, con los sentimientos apretando su pecho y las palabras atoradas en su garganta. Sintiéndose mareada por sus deseos de besarla, de sentirla como nunca y descubrir de una vez por todas porque su lobo la adora con tal intensidad.

No obstante, lo que ocurre a continuación, la hace detenerse antes de siquiera atreverse a intentarlo, ve confusión en la mirada de la Omega, incertidumbre y algo que no puede identificar de inmediato, pero que se siente como un insoportable peso en su pecho.

Quizá se trataba del mismo sentimiento que la embargó al instante siguiente, el mismo que le impidió continuar hablando, el mismo al que todos los enamorados temen enfrentarse, rechazo.

Mas se siente algo hipócrita por tener un miedo de ese tipo, aún cuando la Omega frente a ella no ha parado de demostrar que su interés esta enfocado en otra Alfa, que como si no fuera suficiente es una su mejores amigas y nada de culpa tiene por ganarse primero que ella, su corazón.

Se siente una perdedora incluso antes de iniciar el juego.

Por eso decide alejarse de ella, de su calor y de sus manos en sus hombros, forzar una sonrisa que no llega a sus ojos ahora enfocados en cualquier lugar fuera del rostro contrario, antes animarse a continuar. —Unnie es muy especial, tiene sentimientos tan hermosos como su sonrisa y siempre se está preocupando por otros aunque no lo parezca, por eso y más, es digna de admiración y cariño. — Agrega llevando una de sus manos a su nuca, sintiendo la culpa por la mentira carcomiendo su interior, aún cuando sus palabras son sinceras.

Logra escuchar un suspiro de parte de la Omega, y no puede asegurar de si se trata de su imaginación o no, pero por la forma en la que esta guarda silencio y sus feromonas cambian ligeramente tiene la impresión de quizá aquella no era la respuesta que esperaba. —Supongo que es lógico que pienses de ese modo, después de todo eres una Alfa y yo una Omega ¿No? — Comenta Nayeon intentando cubrir con una suave risa vacía, la falta de credibilidad en su tono.

Y Sana tiene que morder el interior de su mejilla para no girarse y rodearla con sus brazos como había venido haciendo en las ocasiones anteriores.

En ese preciso instante ha tomado una decisión y no va a retractarse, no cuando ya sabe que es Nayeon quien debe ponerle nombre a sus sentimientos, aunque eso signifique arrojarla directamente a los brazos de Mina, aunque eso implique su propio sufrimiento.

Un sufrimiento que se vuelve asfixiante cuando se voltea hacia la coreana, pues ahora todo esta claro y se puede palpar en el aire.

Seguirá junto a Nayeon y esperará por ella, pero guardará sus sentimientos hasta que la Omega pueda entender los suyos. —Puede ser... — Apoya sus palabras dirigiendo su vista a su mano recordando el porque de su estadía en aquel lugar, sintiendo como aquel objeto parece pesar más ahora. Antes de volver a sonreír, ahora con algo de nostalgia y resignación en su mirada. —Pero no por eso mis razones dejan de ser válidas. — Agrega levantando la vista para encontrarse con la contraria.

Nayeon también le sonríe ahora, con menos incomodidad y con más sinceridad, y cuando se acerca hasta estar frente a ella de nuevo, para tomar su mano y dirigirla junto a la suya al lugar donde dejarán en objeto, entonces Sana siente que aquel definitivamente es un buen comienzo. —Ahora nuestra relación será así de duradera. — Dice la Omega sorprendiéndola y sacándole la boba sonrisa que había estado guardándose toda la noche, y que solo podía tener su nombre en ella.

Igual de protectora. — Proclama Sana, con un brillo de esperanza iluminando su mirada, misma que esta posada en Nayeon y la forma en la que le devuelve la sonrisa con cariño.

Menos posesiva. — Continua diciendo la mayor sin titubear, ya no hay rastro de incertidumbre en su voz y eso, en una mínima medida, se siente como un bálsamo en su corazón pues significa que no todo está perdido.

Su burbuja de amor vuelve a crearse a su alrededor antes de que alguna pueda percibirlo o detenerlo, y los sentimientos en ella brillan del mismo modo que las luces sobre sus cabezas. —Y más segura. — Susurraron al unísono, perdidas en los ojos de la otra y lo único que pudieron hacer luego de ampliar sus párpados fue reír como niñas que recién ejecutaban con éxito una travesura.

Pues aunque decidida, Sana se permitió perderse en aquella sonrisa y en cada pequeña arruga que aparecía en la nariz de la coreana al hacerlo, mientras esta empezaba a sentir cada vez más natural la calidez de su mano sobre la suya.

Por lo que luego de una última sonrisa y un vistazo al candado cerrado, decidieron retomar su camino y volver a moverse con sus brazos entrelazados y con las estrellas como únicas testigos de su conversación.

Momo no era torpe, no solía caerse con facilidad, al menos no caminando pues por lo general ese era un mal hábito de la japonesa del medio.

Sana tenía una extraña habilidad para tropezar, ya fuera por estar distraída o por un mal cálculo de sus pasos, que a veces era preocupante.

Por eso cuando la menor del grupo bajó a la cocina por su acostumbrado vaso de leche nocturno, doblando las mangas de su pijama a la altura de sus antebrazos, tarareando una suave melodía que no había salido de su cabeza en un largo rato, y la vio tendida en el piso sobando con pereza el lado derecho de su frente con los ojos cerrados y un tierno mohín en su boca, se preocupó.

—¡Momo Unnie! — Ni siquiera se dio cuenta de como llegó tan rápido, pero solo pasaron unos segundos cuando tenía la cabeza de la mayor sobre sus piernas mientras revisaba su frente, con el miedo de ver alguna herida, empañando su bonita mirada grisácea. —No puede ser ¿Estas bien? — Preguntó escuchando como la mayor solo se quejaba sin apartar su extremidad de su frente, llevándola casi al desespero. —Responde por favor. — Exigió, lo que con su suave voz se escuchó como una suplica.

—¿Chewy? — Cuestionó Momo, entre abriendo sus ojos, reaccionando finalmente ante el dulce olor achocolatado de la joven Omega. —¿Porque sigues despierta pequeña? — Quiso saber, restándole importancia a que seguía en el piso de la sala con un posible hematoma en la frente y con una preocupada Tzuyu mirándola como si estuviera a punto de romperse.

—¿Yo? ¿Pero que me dices tú? — Interrogó de vuelta la Omega en modo de reclamo, aunque su angustia era más fuerte, por lo que Momo no se molestó en darle importancia a aquel “regaño”. —Bajo las escaleras y estas aquí... — Añadió deteniendo sus palabras en cuanto la mayor empezó a sentarse, suspirando aliviada cuando la vio lograrlo sin presentar ningún signo de mareo o desorientación. —¿Que te pasó? — Preguntó una vez más, decidiendo alejar sus manos del cuerpo de la Alfa para ponerlas en sus rodillas apoyadas en el piso, con el fin de mantener su corazón tranquilo, pues entre la preocupación y la cercanía con Momo este había acelerado considerablemente sus latidos.

Notando como la japonesa dirigía una de sus manos a su nuca haciendo una mueca de sonrisa. —Bueno, puede que me haya caído. — Respondió en modo de broma, sin embargo la Omega fue capaz de notar el nerviosismo en su tono y también en sus feromonas, por lo que una de sus cejas se elevó, dejando claro lo poco creíble que había sonado aquello y lo pésima que era mintiendo. —Lo sé, lo sé, pero prometo que la mesa apareció de la nada. — Intentó aclarar evitando mirarla, provocando que las sospechas de la castaña aumentaran.

Ella no deseaba ser invasiva, todos sabían que le gustaba respetar los límites de las demás para que los suyos propios fueran respetados también, pero por alguna razón, era diferente cuando se trataba de Momo, tal vez porque esta jamás le reclamaría nada ni la llamaría entrometida.

Y definitivamente en ese momento, no estaba contribuyendo a que su inquietud disminuyera. —Unnie... — La llamó viéndola pestañear un par de veces antes de tener toda su atención sobre ella. Conteniendo la respiración en cuanto sus miradas chocaron y se encontró con la misma chica que siempre la había acompañado, protegido y mimado esos años y no a la Alfa fría y fuerte que deseaba aparentar ser invencible. —¿Recuerdas cuando me dijiste que siempre podría confiar en ti? — Cuestionó viendo como la contraria ladeaba su rostro, con la confusión dibujada en cada una de sus facciones, mientras sus manos se cerraban sobre sus rodillas, apretando sin llegar a ser doloroso del mismo modo que lo hizo la extraña sensación que ardía en su interior, pero que no la detuvo. —¿Que podría contar contigo para todo lo que se me ofreciera? — En ningún momento su mirada o voz titubearon, y al igual que la serenidad de su rostro, se mantuvieron firmes.

Brindándole a la Alfa, la oportunidad de cambiar el tema, o de intentarlo. —Es porque yo seré la más feliz de poder ayudarte pequeña. — Contestó tratando de esconder su nerviosismo con una cansada sonrisa, y aunque Tzuyu no dudaba de aquellas palabras, era consciente de que el tono que las acompañó en ese instante no era el correcto, faltaba algo más que la sonrisa brillante y la mirada cálida de la primera vez.

Sin embargo, tomando en cuenta la delicadeza del tema y el gran esfuerzo de Momo por ocultar algo que era evidente, decidió dejarlo pasar. —Lo sé Unnie. — Admitió, y una sonrisa apareció en su rostro antes de que un corto suspiro brotara de su boca. —Sin embargo, ahora yo soy quien se lo dice.

Sus ojos no se apartaron de los ajenos y en medio de la sorpresa, la confusión reflejada en una tierna mueca, se dibujó en el rostro de Momo. —¿Eh? ¿Que dices? — Cuestionó con la voz temblorosa, sus manos habían empezado a temblar ante la idea de ser descubierta, por lo que las empuñó con fuerza, tragando el nudo que repentinamente se formó en su garganta.

Mientras Tzuyu solo le sonreía con una comprensión que la abrumó. —Que puedo percibir sus inquietudes Unnie. — Contó la Omega, provocando que su aliento se congelara.

No era posible que haya sido tan obvia ¿Cierto?

Se había esforzado en ser la Alfa que todos esperaban que fuera, la Alfa que tanto presumía y de la cual ella misma se sentía orgullosa, pero entonces ¿Porque Tzuyu podía asegurar eso con tal firmeza? Como si hubiera leído su mente y hubiera encontrado el miedo que la agobiaba ¿De que tenía tanto miedo? Se preguntó antes de que la voz de la Omega la sacara de su mente.

—No sé como, y tampoco sé porqué, pero... Lo siento claramente y es doloroso. — Continuó hablando Tzuyu y una de sus manos tomó la de Momo para posarla sobre su pecho, donde su corazón había empezado a volverse pesado y sus latidos más desesperados.

Sus miradas se mantuvieron conectadas por varios minutos, minutos en los que no solo la Omega vio a través de aquellas orbes zafiro, Momo fue capaz de encontrar cariño y empatía en sus ojos grises, una profunda calidez que en cuanto llegó a su corazón lo rodeó siendo tan gentil que pudo llorar ahí mismo. (∞)

Mucho antes de presentarse como lo que era ahora, Momo sabía que sería Alfa Pura, lo presumió siempre, era verdad, sería ante todos la más fuerte, valiente, y tendría ventajas sobre muchos gracias a su género.

Pero había una parte de los Alfas de sangre Pura que nadie mencionaba, algunas veces por orgullo y en muchos casos por ignorancia, y era la profunda necesidad que estos tenían de cariño una vez alcanzaban un desarrollo completo, porque si bien era cierto que tenían habilidades envidiables, al crecer en ambientes donde ambos padres eran Alfas luchando por el dominio y la autoridad completa, las muestras de cariño eran escasas.

Y aunque Momo tuvo la suerte de crecer con padres que se esforzaban por darle el amor que podían, la verdad era que siempre cargó con ella la sensación de vacío que las fuertes feromonas de sus progenitores no llenaban, un vacío que mejoró mucho cuando conoció a Sana, Mina y posteriormente al resto de sus compañeras de grupo, aunque seguía sin ser suficiente.

Hasta ese instante que sintió como únicamente con mirarla, la Omega llenaba y rebosaba cada espacio vacío en su ser, haciéndola revivir cada momento a su lado como una hermosa película, cada sonrisa, cada abrazo, cada silenciosa muestra de apoyo y afecto.

Demostrándolo cuando su característico y dominante olor a Café Amargo fue superado por la dulzura de frescos Melocotones, a la vez que una sonrisa menos forzada y tensa se formaba en su boca. —Supongo que Jeongyeon tiene razón en que por mucho que nos cueste aceptarlo, creciste. — Comentó girando su rostro para posar su mirada en la foto grupal que se encontraba a algunos metros de ellas, colgada por la misma Jeongyeon en uno de sus ratos libres, en ella todas sonreían y mimaban a la Maknae cuya sonrisa era la más brillante de todas y las miradas de Jihyo, Jeongyeon y Momo eran las más orgullosas.

Tzuyu no recordaba que día había sido tomada con exactitud, aunque el pequeño pastel en sus manos daba un claro indicio de pertenecer a alguno de sus cumpleaños. Y no entendió porque la Alfa decidió hacer referencia a aquello tan de pronto.

Parecía que incluso estaba evadiendo el tema, pero viniendo de ella para quien los temas sentimentales se habían convertido en prohibiciones, ese era un gran avance, así que luego de suspirar se permitió relajarse también. —Creo que son las únicas que no lo han visto aún. — Rió suavemente teniendo la mirada de la Alfa sobre ella otra vez.

—¿Y sin embargo ibas por tu vaso de leche hace un momento no? — La Momo bromista había vuelto, y esa era una buena señal, eso era sinónimo de miradas cariñosas y sonrisas coquetas, la detonante combinación que lograba desarmarla cuando estaba a su alrededor.

Y que en ese momento, junto con sus palabras, logró sonrojarla y hacerla sonreír, pues una suave y corta risa escapó de los labios ajenos. —Esta bien pequeña, ahora también quiero un poco. — Admitió antes de levantarse y extender su mano para ayudar a la Omega a hacerlo también.

Entonces Tzuyu se alegró de que algunas cosas nunca cambiaran.

Como todas sabían de aquel hábito de la Maknae de tomar un vaso de leche antes de dormir, Jihyo, Jeongyeon y la misma Momo siempre se encargaban de que en su refrigerador nunca faltara aquel producto, por lo que encontrar el envase que contenía el blanquecino líquido no fue difícil para la Alfa que luego de tomar un par de vasos, vertió el contenido en estos, en un tranquilo silencio.

En todo momento Tzuyu se dedicó a detallar los movimientos de la japonesa, analizando sus expresiones, intentando descifrar que le estaba robando sus horas de sueño, teniendo cuidado de no ser atrapada en el acto, hasta que la japonesa se sentó frente a ella dándole un primer trago a su bebida.

—¿Ya me dirás porque seguías deambulando por la sala a esta hora Unnie? — Preguntó directamente y su ceño se frunció al ver la forma en la que la mayor sonrió divertida luego de escucharla, como si de pronto le hubiera contado un gracioso chiste.

Pero no podía estar más equivocada pues Momo no sonreía por eso, sino porque conocía lo suficiente a su menor como para saber que esta no se daría por vencida hasta obtener su respuesta, una respuesta que luego de la forma en la que Tzuyu la había mirado no tenia sentido continuar guardándose sus verdaderas emociones. —¿Puedo contarte un secreto? — Cuestionó, entrecerrando sus ojos a la vez que se inclinaba hacia adelante, provocando que la Omega retrocediera instintivamente, pues se sintió intimidada aunque había una mesa de por medio.

Pero Momo no le prestó atención a aquel detalle, pues estaba más concentrada en asegurarse de que nadie escucharía lo que diría luego de verla asentir despacio. —Yo... — Empezó a hablar mirando a todos lados antes de suspirar y morder su labio con vacilación. —Es que puede que tenga un poco de miedo por... Ya sabes. — Confesó rápidamente liberando en aire que guardaba en sus pulmones de forma inconsciente, sintiendo como un peso desaparecía de sus hombros.

Y aunque tardó varios segundos en comprender que se refería a su próxima impregnación, cuando lo hizo Tzuyu se sintió más confundida. —¿Miedo? — Cuestionó con incredulidad pues no era capaz de procesar que precisamente Momo estuviera confesando una cosa así, sin embargo por una parte se alegró de confirmar que esta ocultaba algo.

Mientras la japonesa desde su lugar se apresuraba a cubrir su boca con una de sus manos, como si de pronto estuviera diciendo algo prohibido. —¡Shhh! No lo digas demasiado fuerte. — Pidió mirando a todos lados y Tzuyu no pudo recordar la última vez que la había visto actuar de aquella forma tan paranoica.

—Pero es que no lo entiendo Unnie ¿Porque? — Logró decir apartando la mano de la Alfa con cuidado de su boca, mirándola con genuina preocupación.

Y pese a que las palabras amenazaron con quedarse atoradas en la punta de su lengua, la preocupación en los ojos contrarios obligó a Momo a liberarlas. —Solo, estoy nerviosa ¿Bien? — Aclaró dejando a una Tzuyu que amplió sus ojos pero no tuvo tiempo de decir algo más al respecto, pues Momo no lo resistió más y se levantó de su lugar,  empezando a caminar en el reducido pasillo de la cocina en el que se encontraba, sacando de su interior todo lo que la estaba oprimiendo. —Y sé que suena como algo difícil de creer, que justo yo, Hirai Momo, quien presumía de su género como Alfa Pura tenga miedo de algo tan simple como una impregnación. — Exclamó, dando la impresión de que ya no le importaba quien la escuchara, lo único que era evidente era el terror en sus ojos Zafiro que cuando volvieron a posarse en Tzuyu se encontraban ligeramente cristalizados. —Pero te juro que mientras más lo pienso yo no...

No esta mal que sientas nervios Unnie. — La interrumpió la Omega rápidamente, sintiendo que su corazón se encogía al verla tan afectada, sustituyendo el abatimiento en su rostro con una sonrisa cargada de admiración, pues se preguntó ¿Durante cuánto tiempo la pelinegra había estado atormentandose con aquellos pensamientos destructivos?

Y como sabía que esta jamás la perdonaría si la miraba con algo parecido a la compasión que le generó imaginar la respuesta. —Por el contrario, me alegra mucho saber eso, porque yo también lo siento Unnie. — Contó sintiendo sus mejillas calentarse de repente, sin entender exactamente el porqué.

No obstante sus palabras bastaron para que Momo volviera a sentarse frente a ella. —¿En serio? — Cuestionó mirándola esperanzada, como si se tratase de una deidad y la menor no pudo hacer más que asentir animándose a expresar sus propios temores luego de tomar una profunda respiración.

Esta no es una de nuestras presentaciones. — Empezó a decir, sonriendo al recordar lo mucho que disfrutaba sus momentos en el escenario, e imaginando lo diferente que sería todo si ese fuera el caso. —No se trata de una actuación para Once, no hay una coreografía o una letra que interpretar, sólo se tratará de nosotras siguiendo los instintos de nuestros lobos. — Explicó bajando la voz al final, empezando a jugar con sus manos en su regazo. —Y es aterrador desde donde quieras verlo. — Agregó con la mirada fija en sus dedos, escuchando el jadeo que salió de los labios de la japonesa.

Justo las palabras adecuadas. — Comentó Momo, mirándola con orgullo antes de apoyarse del respaldo de su asiento. —Es gracioso ¿Sabes? — Sonrió levemente por lo irónica que le parecía la situación. —Que algo como esto haya logrado intimidarme, tan absurdo. — Sus labios se apretaron en una delgada linea y Tzuyu frunció el ceño una vez más.

—¿Porque lo crees de ese modo? — Inquirió sin entender porque a la mayor le era tan difícil aceptar que el miedo era tan válido como cualquier otra emoción humana, aunque por supuesto que desde su razonamiento había algo que estaba pasando por alto. —Ya te dije que no esta mal que...

No se trata de eso. — Aclaró Momo con dureza, mirándola de una forma que Tzuyu jamás había esperado, aunque no tardó demasiado en darse cuenta ella misma de su error y suspirar, para después susurrar un suave “Lo siento” antes de volver a levantarse y darle la espalda pasándose las manos por el cabello con frustración.

Tzuyu tenía que admitir que por un segundo se había sorprendido de ser tratada de ese modo, pero el arrepentimiento en el rostro de la japonesa la ayudó manejarlo. —¿Entonces? — Insistió tomando una respiración.

Esto no es lo que se espera de los Alfas Chewy. — Respondió Momo más tranquila, y aunque no la estaba mirando directamente, Tzuyu sabía que admitir aquello estaba siendo una odisea para ella. —Mucho menos de un Alfa puro. — Había decepción en su voz, pero también hay algo más, entonces lo dijo. —Puedes llamarlo orgullo si deseas. — Soltó con una amargura que influyó directamente en su olor.

Y honestamente esperaba que la Omega le reclamara algo, que le hiciera ver lo equivocada que estaba por tener aquellos pensamientos tan Alfistas y anticuados, que le gritara, que le dijera lo decepcionada que estaba de ella, que hiciera cualquier cosa.

En cambio Tzuyu volvió a quedarse en silencio, simplemente observando su expresión aparentemente dura, su mirada determinada, rodeada de su olor, que por un segundo se torno más amargo de lo que había percibido minutos atrás.

Antes de esbozar una pequeña sonrisa que marcó los hoyuelos de sus mejillas cuando decidió volver a hablar. —Eso sería lo correcto ¿Verdad? — Cuestionó dejando claro que no esperaba respuesta, mientras Momo apretaba su mandíbula evitando mirarla, pues no deseaba que la menor notara lo patética que ya se sentía, o fue lo que asumió Tzuyu que sin dejar de sonreír se dirigió hasta ella. —Pues yo prefiero llamarlo, sensibilidad. — Aclaró, tomando entre sus manos el rostro de una sorprendida Momo que la miró con sus párpados ampliados y los labios entre abiertos ya que no había previsto aquel movimiento de su parte. —Una que no poseen todos los Alfas. — Agregó y su sonrisa se amplió, pues lo que jamás había creído posible estaba ocurriendo justo frente a sus ojos, Momo se había sonrojado.

Y en cualquier otro momento la pelinegra habría tomado aquello como un motivo más para sentirse patética, no solo estaba actuando como una Alfa blanda, sino que lo estaba haciendo frente a una Omega, a quien se suponía debía proteger y ante quien debía imponerse.

Pero era evidente que tratándose de Tzuyu, su pequeña Chewy, quien siempre había sido de sus más queridas y cercanas compañeras, quien jamás la había juzgado por muy cuestionables que fueran sus decisiones y comportamientos, y que unido a eso le miraba con una calidez y cariño que estaba derritiendo cada pedazo del orgullo en su interior, suspiró rendida ante la dulzura del olor de Tzuyu y su calidez, ignorando lo que eso provocaría en su Omega. —Me haces parecer una cursi sin remedio, Chewy. — Suspiró encorvando los hombros, aunque había algo de diversión en su voz, un brillo que llegó a sus ojos cuando le sonrió ligeramente, pero con sinceridad.

Y eso bastó para que la Omega, quien no se negó el privilegio de disfrutar del color rosáceo aún presente en sus mejillas, se sintiera satisfecha al menos por esa noche. —Y me alegra mucho que sea de ese modo. — Aprovechándose de su cercanía, sus labios fueron a parar en la mejilla de la Alfa, que debido a la impresión solo pudo reaccionar cuando la Maknae había retrocedido un par de pasos, posando una de sus manos en la zona con los ojos ampliados, las mejillas enrojecidas y la boca abierta. —Buenas noches Momo Unnie. — Dijo antes de salir a toda prisa de la cocina, con su vaso de leche en la mano y una sonrisa en su rostro ante el estado de shock en que había quedado su Unnie.

No es que no hubieran tenido un momento como ese en el pasado, muchas veces Momo se había jactado de ser la favorita de la Maknae precisamente por que sus muestras de cariño eran correspondidas, más de lo que lo serían con otra, a excepción de Sana, pero ese era otro tema.

Ese había sido diferente por varias razones, y el que Tzuyu fuera la responsable de ejecutarlo y que Momo terminara mostrándose sin ninguna máscara de Alfa frente a ella, eran algunas de ellas.

Había sido un gran avance de parte de Momo, y quizá por eso se había animado a actuar de aquella forma, que si bien había sido atrevida a su parecer, logró disfrutarla de modo que incluso cuando entró a su habitación y se acostó en su cama su corazón no paró de latir emocionado.

Mientras en la cocina, una sonriente y embobada Momo suspiraba cual niña enamorada. —Buenas noches pequeña Omega. — Susurró a pesar que la Omega no estaba ni cerca de oírla, negándose a apartar su mano de su mejilla pues todavía sentía sus suaves labios sobre su piel.

Y aunque no sabía que había motivado a la menor a actuar de ese modo, lo agradeció pues con esa pequeña acción, esta había cambiado su opinión sobre más de una cosa, entre ellas, lo que creía sentir por ella.

Well... ¿Que les pareció?

¿Valió la espera?

A los que me dieron sugerencias en el capítulo anterior, les agradezco mucho por su aporte, en el siguiente habrá segunda parte de la cita Sanayeon.

Gracias por sus comentarios y votos.

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