XVI : Mimadas, Fuertes y Celosas (I)
Este capítulo está muy Opening Sequence...
El camino que debió recorrer Jeongyeon junto a las dos pequeñas coreanas había sido completamente silencioso, ni siquiera una de las canciones de su reproductor o los susurros que intercambiaban las menores de forma discreta cuando estaban en una situación similar se escuchaban en el interior del vehículo.
Sin embargo lo que sí sentía la Omega, eran las miradas de ambas sobre ella mientras que la suya se mantenía fija en el camino. Estaba segura de que las chicas no habían visto lo que ella por lo que no tenían forma de saber que pasaba por su cabeza, mas había olvidado que una de ellas era perfectamente capaz de percibir las emociones que dejaba expuestas en sus feromonas.
Por eso se decidió a enfrentarlas una vez estuvieron frente al edificio al que le habían pedido el favor de llevarlas. —¿Que ocurre? — Preguntó sin rodeos, manteniendo su expresión serena mientras se volteaba a mirarlas, a expectativa de su respuesta.
Y las pequeñas se sorprendieron ante su repentina pregunta, incluso se miraron entre sí comunicándose con la mirada, y Jeong sólo suspiró, teniendo ante ella la conexión más grande y sólida que deseaba tener alguna vez con alguien. —¿Estas bien? — Cuestionó finalmente Chaeng de vuelta, con el nerviosismo brillando en sus ojos avellana, lo que le daba un aspecto aniñado y la hizo sonreír sin poder evitarlo.
Definitivamente no podía molestarse con ella. —Seguro Bro ¿Porque? — Respondió volviendo a su posición correcta detrás del volante recostándose de su asiento con los ojos cerrados intentando controlar los pensamientos que estaban atormentándola desde que dejaron su residencia.
Por eso no vio como una vez más las menores iniciaban otra silenciosa conversación entre señas y muecas a sus espaldas. —Nada. — Contestó Dahyun esta vez, dejándole en evidencia que mentía gracias a la extraña seriedad en su voz.
Hubiera sido mucho más fácil dejar las cosas hasta allí, despedirse de las dos pequeñas y dirigirse a casa de sus padres aunque tuviera que conducir por dos horas seguidas para recibir el consuelo que su Omega necesitaba en ese momento, pero dejar las cosas a medias no era propio de Yoo Jeongyeon, por eso se volvió a ellas una vez más. —Hablen ya. — Pidió sin llegar a sonar exigente o intimidante, alentándolas a hablar con sinceridad, algo que en todos esos años habían trabajado entre ellas.
El problema con la extrema sinceridad era que a veces podía golpearnos donde menos esperábamos.
—Estas celosa del MiNayeon. — Habló una vez más Dahyun mirándola fijamente, no era una pregunta sino la más segura de las afirmaciones, y Jeongyeon debió hacer un esfuerzo por no permitir que su rostro sorprendido la delatara.
Pero por supuesto que aquello no era tan sencillo, después de todo ese era un secreto a voces en sus vidas. —No sé porque piensan eso. — Dijo apartando su mirada de la de la Alfa, forzando una sonrisa que pretendía parecer despreocupada para posteriormente trasformarse en una mueca.
—Lo vimos, y Dahyunnie es Alfa, tus feromonas no son sutiles Bro. — Contó Chaeyoung haciéndola mirarla, casi sintiéndose ofendida por el cinismo de la Omega al negar algo que estaba a la vista.
Mientras Dahyun terminaba de atar cabos en su cabeza y asentía confirmando sus palabras, percibiendo una nueva oleada de feromonas que la hicieron volver a hablar. —¿De verdad te gusta Mina Unnie de ese modo? — Preguntó sin vacilación alguna y Jeong no pudo evitar sentir que le robaban el aire de sus pulmones.
Por supuesto que le gustaba Mina, todo de ella le había enamorado desde el segundo que la vio por primera vez, algo que al compartir con ella tantos años y crecer a su lado, simplemente se había intensificado, pero no entendía porque todavía le era tan difícil de explicar en voz alta.
—Chicas... Mejor no hablemos de eso ¿Si? — Rogó, sintiendo como sus ojos empezaban a picar, pero se negaba a dejarse quebrar por las imágenes de la japonesa y Nayeon juntas, y mucho menos frente a las dos menores que no se tomaron de igual forma su respuesta.
Escuchó una suave despedida de parte de Dahyun antes de ver como esta bajaba del vehículo liberando feromonas de tristeza, no porque le gustara su Unnie sino porque sentía que esta no confiaba lo suficiente en ella como para abrirse y contarle lo que le pasaba cuando se suponía que era todo lo contrario.
—¡Dahyunnie! — Reaccionó Chaeyoung intentando detenerla, escuchando como respuesta el sonido de la puerta al cerrarse con fuerza. Para después volverse a mirar a una sorprendida Jeongyeon que no terminaba de procesar lo que ocurría. —No por evadir las verdades dejan de ser ciertas Unnie. — Le dijo dándole una palmada en su hombro antes de imitar a la Alfa y abandonar el auto, caminando rápidamente al interior del edificio en su búsqueda.
—¿Pero que... — Murmuró Jeong parpadeando repetidamente para salir de su asombro. No esperaba aquella reacción de las menores, pero definitivamente tenía algo que aprender de ellas.
Nayeon por su parte, tenía una gran sonrisa en su rostro desde el instante que salió de su residencia, sorprendiendo a su madre Yoona que aunque amaba verla feliz y estaba acostumbrada a ver su tierna sonrisa de conejito, se dio cuenta de que tenía un brillo especial en sus ojos, uno que conocía bien. —¡Buenos días mamá! — Saludó Nayeon dándole un cariñoso abrazo y un beso en la mejilla que le hizo cosquillas.
—Hola cariño ¿Como estás hoy? — Preguntó poniendo el auto en marcha mientras una de sus canciones se escuchaba a bajo volumen en el interior del vehículo. —¿Algo especial que contar? — Tenían la confianza suficiente como para que se atreviera a preguntar aquello y Nayeon siempre había sido muy comunicativa con sus cosas. Pero por alguna razón la menor rió, negando sin intensión de responder aquello.
—Solo estoy muy feliz ¿No te parece que es un día hermoso? — Dijo Nayeon en respuesta, con una sonrisa divertida en su rostro y la mirada fija en el parque por el que pasaban.
Era claro que ocultaba algo, Yonna no le había creído su repentino desinterés, sin embargo decidió dejar el tema por la paz, quizá cuando menos esperara la menor le contaría y la sacaría de esa duda. —Por supuesto que sí. — Murmuró con los ojos entrecerrados preguntándose si la fragancia a Alfa que se mezclaba con la suya y que percibió apenas entró al auto tenía algo que ver con su felicidad.
Nayeon suspiró aliviada cuando su madre pareció conformarse con su verdad a medias y en cambio se concentró en el pequeño cachorro peludo que saltó a su regazo desde el asiento trasero, sosteniéndolo con todo el cariño que su corazón sentía por él. —Hola bonito ¿Sabes quien vino por ti? — Le habló escuchando como el cachorro soltaba un agudo ladrido en respuesta, moviendo su cola con verdadera emoción por volver a verla.
—También te extrañó, es demasiado gentil. — Comentó la mayor sonriendo al ver como Kookeu se quedaba rendido ante los mimos que le daba Nayeon, cuya sonrisa era tan amplia como cada vez que volvía a reencontrarse con el cachorro debido a los días que este pasaba en su casa, cuando su agenda se encontraba demasiado ocupada como para tenerlo a su lado.
—Lo sé, él es mi orgullo. — Afirmó la menor, cargando el pequeño cuerpo de Kookeu como si de un bebé se tratase, haciéndole muecas que el cachorro terminaría respondiendo con ladridos como si de una verdadera conversación se tratase.
La mayor rió. —Creí que tu belleza natural era tu orgullo. — Bromeó negando ante las payasadas que la pelinegra hacía.
—¡Mamá! — Se quejó Nayeon haciendo un puchero mientras devolvía al cachorro a la parte trasera del auto para que se sentara en su manta. Dándose cuenta de un detalle que llamó su atención. —¿Donde esta Kookie? Creí que lo vería hoy también. — Preguntó divisando el pequeño juguete con forma de Coocky que Jungkook le había regalado al pequeño Kookeu cuando lo conoció.
Tenía muchas ganas de volver a ver a su hermano, pues desde que se habían mudado apenas y había tenido oportunidad de hablar con él, pero cuando escuchó el suspiro de su madre se dio cuenta de que quizá tendría que esperar mucho más tiempo por eso.
—Estaba conmigo pero su padre lo llamó esta mañana. — Contó Yoona siguiendo la instrucción del GPS que le indicaba que girara, teniendo toda la atención de Nayeon sobre ella al segundo siguiente. —Llegó de visita a Seúl y quiere una de sus famosas reuniones. — Explicó recordando el desánimo del Omega menor cuando se enteró de eso.
No era un secreto que nadie podía estar frente al Alfa Jeon sin sentirse intimidado por su presencia, sobre todo Jungkook quien a pesar de no tener el cuerpo de un pequeño Omega seguía siendo uno y no podía ocultar el miedo que su padre le provocaba, una historia que Nayeon por supuesto conocía a la perfección. —Pobre de mi hermanito, tener que soportar un padre así. — Una risa sin gracia salió de sus labios a la vez que apoyaba su rostro en su mano con la mirada fija en el camino.
Y algo en el interior de la Omega mayor se removió incómodamente, pues reconoció que los sutiles rastros de tristeza en su dulce olor se debían a un tema que seguía siendo delicado para ambas. —Nay... — Habló intentando llamar su atención, esperando que la menor decidiera desviar el rumbo de la conversación, ya que le dolía verla tan afectada por algo que no tenía remedio, aunque se esforzara por ocultarlo cuando hablaban de ello.
—¿Que? Solo sigo la verdad. — Murmuró la pelinegra intentando defenderse, sintiendo sus ojos humedecerse, aún cuando su voz luchara por no quebrarse.
—De acuerdo, detente justo allí. — Advirtió la mayor apretando el agarre en el volante, con la impotencia invadiendo su interior al escuchar el suave sollozo de su hija. —Cielo... — Llamó con cariño dirigiendo una de sus manos al rostro de Nayeon, que se esforzó por sonreír, aunque la tristeza siguiera grabada en sus facciones.
—¿Has sabido algo de él? — Y allí estaba la pregunta que la castaña tanto deseaba evitar escuchar, precisamente porque no quería ver como su hija sufría por la ausencia del padre que prefirió su carrera por sobre su familia, uno de los que la inspiró a convertirse en una famosa IDOL, con el afán de tener un poco de su atención, para darse cuenta de que este simplemente prefería hacer como si ella no existía.
—Sabes que Sejun es... — Trato de decir, dejando un apretón en su mano, sintiendo un nudo en su garganta por la gran tristeza que su pequeña niña estaba experimentando.
Ni siquiera sabía que más decir o hacer para justificar a su primer Alfa, quien a pesar de lo mucho que la amó y la protegió, cuando llegó el momento de elegir no valoró a su familia y le causó el mismo dolor con el que Nayeon debió cargar toda su vida debido a su rechazo.
—Esta bien, perdóname por hablar de eso. — Dijo de repente la menor, limpiando todo rastro de lágrimas en sus mejillas, a la vez que intentaba sonreír como si nada hubiera pasado. —Mejor vamos al Spa, tengo todo reservado para la mejor mamá del mundo. — Agregó con un ánimo que de no haber visto lo rota que estaba segundos antes, la mayor habría creído sentía.
—Cielo no... — Intentó decir, estaba agradecida de la madurez de su hija era verdad, pero tampoco deseaba que se hiciera daño de aquella forma, ya que por más que esta le asegurara que se le pasaría, el verla reprimir su tristeza detrás de su radiante sonrisa le dolía mucho más.
—Nada de cosas tristes por hoy ¿Esta bien? — Insistió Nayeon, y por alguna razón su madre sintió que hablaba más para sí misma.
Por eso no continuó insistiendo sobre aquel tema, y suspiró profundamente. —Espero alguna vez puedas entenderlo cariño. — Musitó volviendo su vista al camino con la dirección que seguía indicándole el GPS.
—Siempre lo hice mamá, pero no por eso deja de doler. — Aclaró Nayeon sonriendo con amargura provocando que su corazón se encogiera, pues el dolor en su mirada fue capaz de apagar la poca alegría que estaba fingiendo sentir.
Y fue entonces cuando Yoona supo que si hubiera podido elegir y cambiar algo en su vida, habría elegido evitarle aquel dolor a Nayeon, escogerle un padre que si tuviera tiempo para ella, que si demostrara interés en ella y que no intentara enmendar su ausencia con costosos regalos que la menor terminaba ignorando y odiando.
Pero era consciente de que habían cosas que por más que intentara remediar, se salían de su alcance, y la ausencia de Lim Sejun en la vida de su hija quien ahora era una hermosa y valiosísima persona, era una de ellas.
Somi tomó una bocanada de aire tan pronto como estuvo frente a la propiedad de su madre, misma donde tenía bonitos recuerdos junto a sus hermanos, pero no con su padre.
Desde que era pequeña, la rubia siempre se preguntó porque el hombre al que consideraba su héroe era tan serio y poco afectivo, cosa que terminó por entender tan pronto ella y su hermana se presentaron como Alfas, y este empezó a transmitirle e imponerle sus enseñanzas.
El Alfa Jeon se mostró tal y como sus compañeros de clase describían que era, estricto, implacable e intimidante, cualidades con las que Somi al ser la hermana mayor y la primera de sus hijas en presentarse como Alfa jamás soportó del todo.
Fue por eso y por los ideales que intentó inculcarle, que al llegar a su adolescencia la relación entre ambos se fracturó mucho más.
Cosas que solo con el tiempo y las diversas experiencias que vivió con otros chicos de su género Somi entendió, en gran parte.
Sin embargo todavía había cosas en las que por mucho que se esforzara sabía que no lo apoyaría, y en las que le dejaría claro al gran Alfa Jeon su error, por más que este intentara aprovecharse de su posición como padre.
—¿Estas nerviosa por él verdad? — Escuchó la suave voz de su hermana a su lado, volteándose a mirarla a la vez que salía de sus pensamientos.
Y aunque pudo haber desviado el tema con una sonrisa para terminar con la incomodidad que inundaba la mirada de la Omega, terminó por aceptar su estado, asintiendo despacio mientras rascaba su nuca con nerviosismo.
Además mentir frente a Jeon Evelyn era absolutamente imposible.
—¿No estoy siendo demasiado obvia cierto? — Cuestionó confiando en que la sinceridad de su hermana la ayudaría a relajarse, ya tenía suficiente con lo ocurrido con Jihyo como para tener que estar lidiando con aquellos nervios.
La Omega sonrió con cariño tomando sus manos para rodearlas con las suyas, una imagen que enterneció el corazón de la Alfa, pues la diferencia de tamaños le causó más ternura que otra cosa. —Tranquila, todo saldrá muy bien, y si estás en aprietos te prometo que yo te cubriré. — Contestó con seguridad, lo que hizo sonreír a Somi. —Soy muy fuerte. — Una expresión de suficiencia se dibujo en su rostro y esta vez la Alfa no pudo contener su risa.
Si algo debía aprender de esa pequeña Omega que tantas veces sostuvo en sus brazos cuando estaba más pequeña era precisamente esa determinación para afrontar las situaciones incómodas y esa capacidad para sacarles una sonrisa cuando todo parecía perdido.
—Siendo así, puedo sentirme segura a su lado Omega musculosa. — Dijo dejando sus dientes a la vista antes de darle un medio abrazo y bajar a su lado del vehículo.
Sus escoltas se encargaron de acompañarlas hasta la puerta de la mini mansión, mientras un par de sirvientes les abrían las puertas antes de que tuvieran tiempo siquiera de llegar a ellas, y Somi sentía como las emociones empezaban a acumularse en su estómago.
Era cierto que hablaba casi a diario con su madre por teléfono y las ganas de verla en persona eran grandes, pues finalmente sacaba un espacio dentro de su apretada agenda para volver a sentir uno de sus abrazos, siendo lo mismo que ocurría con sus hermanos igual de ocupados que ella, Jungkook y Heejin.
Pero no podía negar que la simple idea de encontrarse de frente con su padre y sus inoportunos comentarios sobre el estilo de vida que llevaban los tres, agregaba un toque amargo a su estadía en aquel lugar.
Algo que siguiendo los concejos de la pequeña Omega a su lado, decidió dejar de lado y concentrarse en su madre y hermanos.
No se sorprendió de que al llegar a la sala, todos se encontraran atentos a la plática del pelinegro mayor, tampoco de la emoción en el rostro de su madre que pareció iluminarse al verla, y mucho menos de la alegría de la Omega menor que en un segundo estaba a su lado y al otro ya estaba en los brazos de un sonriente Jungkook que se había levantado con los brazos abiertos para recibirla con un efusivo abrazo, era de admirar la fuerza en los músculos del pelinegro para no caer con ella colgada a su cuello.
Mientras ella seguía de pie en la entrada con una de sus manos en el bolsillo de su abrigo y una pequeña sonrisa aparecía en su boca ante la emotiva escena, hasta que se encontró con el rostro de su madre a menos de un metro de ella y el magnetismo de su amor la impulso a rodear su anatomía con la necesidad y las ganas que había estado sintiendo todo ese tiempo.
—Mi bebé. — Murmuró su madre en medio del abrazo envolviéndola con feromonas maternales que relajaron su cuerpo entero antes de separarse a mirarla tomando sus mejillas con cariño.
—Hola. — Saludó Somi sintiéndose tan tímida y pequeña ante aquella mirada verde cargada únicamente de amor que siempre la consolaba de niña y que ahora siendo una Alfa, seguía teniendo en ella el mismo efecto de paz y serenidad.
—Estas tan bonita mi amor. — Habló Sunhee sonriendo ligeramente, al borde de las lágrimas mientras acariciaba su mejilla como si no creyera que estuviera allí, y eso rompió el corazón de la rubia.
No era que no deseara pasar tiempo con su familia, no era que no extrañara a su madre o su hermanita, que era la única hija del matrimonio Jeon que vivía con ella y su padre, el problema era el mismo por el que una vez se presentó como Alfa empezó a sentirse presa en aquel lugar, las incontables reglas del Alfa Jeon.
—También tú Omma. — Contestó forzando una sonrisa pues su labio inferior temblaba y sus ojos picaban por las lágrimas, decidiendo volver a abrazarla y embriagarse con su olor a Frambuesas, que había sido el único olor de una Omega que no le incomodaba de ningún modo. —Te he extrañado mucho, pero perdóname por no pasar tanto tiempo contigo. — Agregó inhalando un poco más de aire para no ceder al llanto.
Una nueva sonrisa apareció en el rostro de su madre, que volvió a acariciar su mejilla esta vez secando la lágrima que no sabía bajaba por ella. Mientras un suave olor a Cítricos se acercaba a su dirección, pero se concentró en su madre una vez más. —Esta bien mi amor, aunque también me haces falta te he visto mucho en la televisión estos días. — Contó la Omega logrando sonrojarla, por más años que pasaran sabía que siempre sentiría algo de vergüenza de saber aquello.
Además, decepcionar a su madre era algo que la destruiría.
Pero su momento no duró tanto como hubiera deseado pues cayó en cuenta de que la mayor ocultaba algo y fue solo dar un rápido vistazo por sobre su hombro y ver la sonrisa de su padre lo que le bastó para deducirlo. —¿Estas bien? — Artículo mirándola con preocupación, recibiendo solo una evasiva por parte de la Omega que no tuvo tiempo de responder.
Un brazo rodeo sus hombros y de no ser por el delicado aroma a Lavanda y Frutos Cítricos que llegó a su olfato se habría desecho del dueño de aquella extremidad de un solo movimiento. —Mi Unnie favorita. — Le dijo Heejin recostando su cabeza en su hombro pese a que su diferencia de alturas no fuera tanta, distrayéndola lo suficiente como para que su madre lograra alejarse de ella dejándola con la incertidumbre carcomiendo su interior. —¿Que tal estás? — Preguntó la castaña con su amplia y seductora sonrisa a la vista, y Somi se preguntaba cuantos Omegas y Betas habrían caído ante sus encantos.
—Hola Heekki. — Sonrió abrazando a la menor de vuelta, rodeando su cintura y dejando un par de palmadas en su cabeza antes de alejarse. —Estoy bien, pero ¿Que me dices tu? — Preguntó detallando los músculos que habían empezado a marcarse en sus brazos gracias a su camiseta. —¿Sigues siendo una rompecorazones? — Bromeó sonriendo divertida. —Apuesto a que le dices eso a todas tus conquistas. — Terminó de decir revolviendo su cabello obteniendo una queja de la contraria.
—¡Hey! Tu no cambias ¿Cierto? — Se quejó la castaña, dando un paso atrás para peinarse un poco, bufando cuando la rubia solo rió suavemente por su acción. —Para tu información en este momento estoy portándome mucho mejor que tú. — Se cruzó de brazos abultando sus labios cual niña pequeña, justo como Somi recordaba que hacía cuando eran niñas y no aceptaba perder en los juegos. —En serio. — Agregó al ver como la mayor levantaba una de sus cejas dejándole claro que no le creía, pues conocía mejor que nadie su largo historial amoroso.
—Eso lo dudo mucho conejita enamorada. — Afirmó Somi quitándose su abrigo y colocándolo sobre el perchero, antes de volver a acercarse a ella. —Pero ven aquí, también te extrañe. — Volvió a abrazarla sin darle tiempo de escapar, apretándola con la suficiente fuerza para fastidiarla un poco.
—¡Yah! — Chilló otra vez la de cabellos castaños, alejándola con la fuerza suficiente para liberarse de ella mientras escuchaba sus risas. —Tan pegajosa. — Se quejó arreglando su ropa, que en primer lugar no estaba arrugada.
Somi solo podía reír a la vez que subía las mangas de su camisa oscura hasta sus codos, reconociendo lo mucho que había extrañado aquellos momentos junto a su hermana, olvidando por completo que no estaban solas hasta que una gruesa voz provoco que detuviera su risa.
—¿Y para tu padre no hay abrazo Somi? — Preguntó el pelinegro que se dirigía hacia ellas con una de sus manos en el bolsillo de su pantalón y la otra en el botón de su saco, luciendo tan imponente como la rubia recordaba.
—Padre... — Habló con la voz tornándose tan seria como la del mayor, llamando la atención de Jungkook y Evelyn que hasta ese momento se habían mantenido en su propio mundo, mientras la propia Heejin se limitaba a observar su interacción en silencio.
Somi solo quería que tuvieran una reunión tranquila y sin problemas, y aún con la tensión que paralizó sus músculos al tener en frente a su padre, esperaba lo lograran.
Mina negó despacio reprimiendo una suave risita al darse cuenta de que las dos mayores se habían quedado dormidas a su lado. No sabía cual era la película que veía actualmente, si la cuarta o la quinta, la cuestión era que a diferencia de las mayores dormir se le hizo imposible.
Tenía demasiadas cosas en la cabeza y la poca atención que le puso a la pantalla mientras las imágenes se reproducían era la prueba de ello. Tal y como les había contado a sus compatriotas ser Alfa le estaba resultando demasiado cansado por el simple hecho de que no podía con dos Omegas tras ella.
Cuando se presentó creyó que sería al revés, que sería ella la que se pelearía por la atención de alguna Omega, que se enfrentaría a quien fuera por su amor, pero ahí estaba, en medio de un dilema y un enredo que no sabía como había iniciado, ni como salir de el.
Sabía que las chicas a su lado tenían el sueño pesado, por lo que salir de sus brazos sin llegar a despertarlas no fue difícil, lo que si le fue complicado y casi imposible fue no reírse al ver como en medio del sueño, Momo abrazaba a la pelirroja como si de uno de sus peluches se tratase, mientras esta se quejaba un segundo hasta que se acostumbró a su calor.
Pero logró finalmente salir de la habitación de la pelinegra soltando un aliviado suspiro cuando cerró la puerta, de donde se recostó algunos segundos para posteriormente ir a la suya y ver que lograba organizar para el medio día libre que le quedaba.
Era muy poco probable que su hermano estuviera disponible a esa hora por lo que llamarlo para pasar el rato no sería una buena idea, y llamar a sus padres no estaba en la cima de su lista por lo que esperar su encuentro con Nayeon mientras jugaba algun videojuego en su consola era aparentemente la única opción que le quedaba, pero no quería eso, no sin haber hablado con Jeongyeon antes.
Necesitaba que la castaña entendiera que todo había sido un mal entendido, que su único pecado era su falta de voluntad y carácter para detener las ocurrencias y acciones de la mayor del grupo, que aunque seguía confundida de algún modo sabía que el cariño hacía ella era diferente.
Sin embargo con la negativa de la chica para responder sus llamadas y mensajes, y su desconocimiento sobre su paradero, aquello se le hizo completamente imposible. —¿Porqué me odias universo? — Murmuró abrazando la almohada que había usado la Omega para dormir y que seguía con su olor impregnado en ella, dando una profunda respiración que ayudó a calmarla a ella y su lobo.
El pensamiento que más se repetía en su mente era el de que seguro Jeongyeon se encontraba odiándola en esos momentos, todo por un mal entendido que ni siquiera había tenido oportunidad de aclarar y eso era precisamente lo que le preocupaba, que aquellas imágenes se encontraran torturando la mente de la Omega, cuyo aturdimiento y tristeza aún podía sentir en su pecho.
Pero nada podía hacer ahora que ni Nayeon ni ella estaban en casa, y por un momento la idea de llamar a Jihyo resultó muy tentadora para que la ayudara, con Nayeon al menos, descartando la idea cuando recordó que era muy probable que la Beta no le contestara por estar disfrutando de su día libre.
Fue por eso que se propuso hacerlo también.
Las únicas presentes en la casa eran ellas tres y probablemente Tzuyu a quien no había visto en toda la mañana, por lo que supuso seguía durmiendo, así que no tuvo que avisar a ninguna de su salida una hora después.
No tenía un plan claro de lo que deseaba hacer, tan solo necesitaba aclarar su mente, preparar sus fuerzas y armarse de valor para enfrentase a la infinita debilidad que sentía por Nayeon sin involucrar a nadie más.
Pero con lo distraída que se encontraba terminó por perderse entre una calle y otra, creyendo que había caminado un par de cuadras cuando la realidad era otra. —Esta debe ser la cosa más estúpida que he hecho en mi vida. — Se reprochó buscando su teléfono en el bolsillo de su abrigo para ubicarse gracias a su GPS, no quería que nadie fuera por ella así que una vez descubrió cuan lejos se encontraba de casa y del centro continuó con su recorrido.
Agradeció haberse acordado de llevar una mascarilla con ella pues no se sentía capaz de enfrentar algún fan que la reconociera, como tampoco al hambre que la obligó a entrar en un restaurante de comida japonesa. El descubrimiento fue como un arrullo a su alocada mente y su confundido corazón, pues con lo mucho que extrañaba su país y sentir la cercanía de su familia, eso fue lo más reconfortante que podía pasarle y debía ser suficiente por el momento.
Y por supuesto que lo disfrutó, además de que logró pasar desapercibida mientras lo hacía, recordando las tardes que su hermano y ella recorrían las calles de Japón durante las vacaciones cuando eran niños, conversando sobre sus sueños de ser IDOLS y los muchos lugares que les gustaría conocer, sobre sus sueños y sobre sus propias familias, un pensamiento que la hizo suspirar.
El amable joven Beta que la atendió se había sorprendido cuando pidió suficiente comida como para alimentar a un grupo entero, pero igual se encargó de acatar su orden, organizando todo de tal forma que mientras viajaba en aquel taxi de vuelta a la residencia, no se le incomodara cargarlo.
El concepto de familia era tan borroso para ella en ese momento, más allá de lo que estaba viviendo con sus padres y su nueva madre Alfa, era la confusión con Nayeon y Jeongyeon lo que la hacía sentir de ese modo, pues se sentía como algo que jamás lograría llevar a cabo. No sin lastimar a una de las dos.
Pero se distrajo de esos pensamientos cuando el conductor le indicó que habían llegado, disculpándose por haberse distraído y dejándole una propina que el hombre agradeció antes de partir dejándola frente a la residencia.
Esperaba encontrar el lugar sumido en el mismo silencio que lo había dejado, con Sana y Momo probablemente dormidas aun, Tzuyu viendo alguna película en su habitación y el resto ausente disfrutando de su día libre mientras Jeongyeon la odiaba y ella se regocijaba en su miserable suerte.
Siendo recibida en cambio por los fuertes brazos de Sana enredándose en su cuello, envolviéndola en un abrazo lo suficiente asfixiante como para hacerla tambalearse y casi dejar caer las bolsas en sus manos, algo que se maniobro para no permitir. —¡Mina-chan! — Exclamó la de cabellos rojizos durante el abrazo, separándose para buscar algún rastro de daño en su rostro, antes de volver a abrazarla de nuevo. —¡Estás bien! — Agregó confundiéndola mucho más de lo que ver su preocupación lo había hecho ya.
—Sana, espera... — Dijo intentando alejarse de la otra Alfa empujándola sin llegar a ser brusca. —Claro que estoy bien ¿Porque estas... — Empezó a decir mirándola con el ceño ligeramente fruncido, siendo interrumpida por otra voz.
Ni siquiera tuvo tiempo de procesar lo que ocurría cuando aquel olor a Vainilla y Chicle golpeó su olfato y aquel cálido cuerpo se abrazó a ella como su hubiera pasado años sin verla. —¡Minari! — Habló Jeongyeon sin soltarse de su abrazo, con la voz reflejando lo aliviada que se sentía aún cuando en sus mejillas siguiera presente el rastro de las lágrimas que derramó anteriormente. —No vuelvas a hacernos esto ¿Entiendes? — Pidió tan pronto volvió a mirarla posando sus manos en sus hombros, provocando que aquella imagen disgustara al lobo en su interior.
—Jeongyeon Unnie ¿Pero que es lo que... — Trató de decir rogándole al cielo que alguien le explicara lo que estaba ocurriendo antes de que enloqueciera, siendo interrumpida por una tercera voz que provoco que tanto Jeongyeon como su toque se alejaran de ella.
—¡Mitang! — Llamó la japonesa mayor lanzándose sobre ella, con la voz al borde del llanto y los ojos cristalizados aunque Mina solo la vio por una pequeña fracción de segundo antes de ser envuelta en su fuerte abrazo. —Que bueno que estás viva, nos preocupamos mucho cuando te buscamos y no estabas. — Contó Momo sin soltarla y fue cuando Mina tuvo una idea de lo que ocurría. —Incluso subimos al segundo piso pero tampoco estabas allí. — Añadió la pelinegra decidiéndose a soltarla, procediendo a examinarla del mismo modo que lo hizo Sana momentos antes.
Y Mina no pudo evitar soltar una suave risita que llamó la atención de sus tres acompañantes. —Por supuesto que no estaba allí, solo salí a... — Empezó a contar deteniéndose cuando vio el atuendo que usaban las japonesas, como si estuvieran a punto de salir en una misión de espías, vestidas completamente con pantalones de cuero y suéteres negros, así como botas estilo militar. —¿Y porque visten de ese modo? — Preguntó haciendo una mueca observando como las cuestionadas intercambiaban una mirada.
Siendo Momo quien se apresuró a contestar rascando su nuca con nerviosismo. —Fue mi idea, íbamos a salir a buscarte junto al equipo de rescate que llamé... — Empezó a explicar mientras la mirada de la rubia se dirigía a la castaña que se veía menos agitada ahora, provocando que no solo el relato de Momo quedara en el olvido sino también el resto del mundo.
Si el universo le había dado la oportunidad de ser recibida por la Omega entonces aprovecharía para resolver las cosas entre ellas antes de que otra cosa las alejara más.
—Jeongyeon Unnie ¿Podemos hablar? — Las palabras salieron de sus labios sin pensarlo, provocando que la ofendida pelinegra guardara silencio de repente mientras las mejillas de la Omega se teñían de un lindo tono rosáceo que no se perdió en ningún segundo.
—Pero Mitang, no interrumpas mi discurso súper elaborado sobre... — Se quejó Momo cruzándose de brazos haciendo un puchero.
—Les traje algo. — Dijo Mina rápidamente, distrayendo su atención al señalar por primera vez las bolsas que llevaba en sus manos y que curiosamente Sana fue la primera en deducir lo que contenían.
—¿Es comida japonesa? — Preguntó la pelirroja con un brillo emocionado en sus bonitos ojos verdosos. Emoción que contagió a Momo en el instante que la rubia asintió con una pequeña sonrisa en su rostro.
—¡Aaaah! — Gritó la pelinegra lanzándose sobre ella una vez más haciéndola reír suavemente. —Mitang... ¡Eres la mejor Pingüina del mundo! — Exclamó antes de tomar la bolsa y dirigirse a la cocina seguida se una emocionada Sana que daba pequeños saltitos de alegría.
Mientras que por primera vez desde que había llegado, Mina se acercaba a la silenciosa castaña quien aunque no había respondido su pregunta, estaba dispuesta a escuchar las explicaciones que tenía para darle.
Y creyó que Mina empezaría a hablar una vez estuvo frente a ella mirándola tan intensamente que la hizo contener la respiración, pero la Alfa se limitó a sonreírle con cariño mientras dejaba una delicada caricia en su mejilla, absorta en su belleza y la dulzura de su olor.
Olor que no se dio cuenta estaba dejando en evidencia su nerviosismo hasta que percibió las feromonas relajantes en el aroma de la Alfa. —Minari no... — Trató de decir siendo detenida por un suave “Shh” de la japonesa que tomó sus mejillas para después presionar sus labios en su frente sin dejar de sonreírle o mirarla con el mismo cariño de siempre.
Sentía que la japonesa estaba jugando con su voluntad de la forma mas cruel que conocía, envolviéndola con su olor tan embriagante, seduciéndola con unas pocas caricias y un beso que pretendía hacerla sentir lo más especial de su mundo, algo que habría logrado de no ser por la persona que abrió la puerta de la entrada obligándolas a alejarse.
—¡Hola hermosas y maravillosas personas del mundo! ¡Ya llegó su fabulosa reina! — Anunció Nayeon cerrando la puerta tras de si luego de quitarse sus zapatos y dejar de lado las bolsas de compra que llevaba consigo.
Y aunque fue apenas un susurro, Mina alcanzó a escuchar las palabras que la castaña a su lado pronunció con un claro tono de fastidio. —No puede ser verdad. — Dijo Jeongyeon cruzándose de brazos apartando la mirada de su compañera de habitación que parecía desbordar de felicidad.
—Jeongyeonnie... — Llamó la rubia tratando de llamar su atención una vez más, alarmándose cuando un toque amargo se mezcló a su endulzado olor de Omega.
Amargura que aumentó en el instante que la pelinegra como si de un imán se tratase se dirigió hacia ambas. —¡Aveztruz! ¡Minari! — Saludó antes de colgarse del cuello de la japonesa del mismo modo que lo había hecho ella al principio. —Te extrañe tanto. — Agregó sin moverse un centímetro, enterrando su cabeza en su cuello consciente de la mirada de Jeongyeon sobre ellas.
Era justo lo que Mina deseaba evitar, otro malentendido luego de que las cosas parecían mejorar entre ella y la castaña, pero evidentemente la pelinegra no estaba contribuyendo con su objetivo. —Hola Nayeon Unnie. — Respondió tragando con dificultad a la vez que intentaba zafarse de su agarre, dedicándole una mirada apenada a la castaña quien mordió el interior de su mejilla para no lanzarse sobre ellas y separarlas endureciendo su expresión.
—Iré a asegurarme de que Momo no rompa nada en la cocina. — Habló de forma hostil, girándose rápidamente para salir de allí, asumiendo una vez más cosas que no eran entre la Alfa y la Omega que como si no fuera suficiente debía seguir viendo hasta en su propia habitación.
—Jeongyeon Unnie espera... — Dijo Mina una vez logro salir del abrazo de Nayeon haciendo ademán de seguirla cuando sintió los delgados dedos de la mayor envolver su antebrazo y detenerla antes de ver como la castaña desaparecía por el pasillo hasta la cocina.
—¿Que le pasa? — PreguntóNa Nayeon pretendiendo sonar inocente, algo que por estar sumida en su mente y la forma de resolver aquello una vez más, Mina no notó era fingido.
—No lo sé. — Suspiró pesadamente pasándose la mano por su larga cabellera en un acto de frustración. Era evidente la preocupación en su rostro y en sus propias feromonas, según lo que pudo deducir Nayeon. Sin embargo aquello no podía importarle menos, había logrado su objetivo de tener a la japonesa menor solo para ella y se encargaría de aprovecharlo.
—Bueno, no importa. — Habló entrelazando sus dedos con los de Mina, siendo esta la única forma de que la japonesa volviera a mirarla con un nerviosismo que la hizo sonreír ampliamente. —¿Que te parece si mejor disfrutamos de nuestra joven noche juntas? — Sugirió jugando con el cuello del abrigo de la rubia que no pudo evitar entrar en pánico teniéndola tan cerca una vez más.
—Pe-pero la comida se enfriará. — Logró articular esperando que aquella excusa fuera lo suficiente fuerte como para evitar estar a solas con la pelinegra por mas tiempo, sin embargo todavía tenía muchas cosas que aprender sobre la perseverancia de la chica frente a ella.
—Ya comí y estoy segura de que Jeong no permitirá que Momo devore todo. — Replicó Nayeon viéndose tan serena que Mina maldijo la razón en sus palabras, concluyendo que si Jihyo no aparecía pronto, no habría nada que la librara de estar a solas con ella. —Así que no te preocupes, luego pasamos por la cocina. — Terminó de decir la pelinegra antes de devolverle su espacio personal, solo para tirar de ella usando el agarre en sus manos y dirigirla a lo que según ella sería su maravillosa velada.
Y Mina solo pudo pedirle al cielo que el odio de Jeongyeon no durara demasiado, pues no sabría vivir con ello.
Lo que tiene que pasar nuestra Minari...
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