XIII : Palabras Demás
Más de 8K de palabras para ustedes chicos, espero valgan la espera.
Para Dahyun y Chaeyoung el camino a casa fue normal, quizá porque estaban suficientemente concentradas en la otra como para darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor, o por lo sutil que estaban siendo sus Unnies para mostrar sus verdaderas emociones.
La dos notaron la ausencia de tres miembros del grupo, lo que confirmaba que Jihyo efectivamente había decidido aprovechar los dos días libres que tenían para visitar a su familia, además de que estarían sin supervisión por ese tiempo, y la pequeña pelinegra ya tenía todo un plan para pasarlo bien.
Había pasado todo ese tiempo lejos de su mejor amiga, su inseparable cómplice y su Unnie favorita de todas, Dahyun. Así que con la mejor de sus sonrisas y expresión risueña se dirigió a la habitación de esta luego de darse una larga ducha que relajó sus músculos y mejoró su humor considerablemente.
Ya tenía su pijama puesta cuando una recién bañada Dahyun le abrió la puerta terminando de secar su cabello, mirándola con sorpresa y curiosidad. La Alfa estaba preparándose para irse a dormir, meterse bajo sus cobijas y no salir hasta el próximo lunes debido al agotamiento que había en sus ojos.
Pero ver la emoción en aquella mirada que le gustaba tanto, además de la sonrisa que le ofrecía, y que conocía bastante bien, le dejó claro que no podría escapar de lo que fuera que la pequeña Beta estuviera planeando, por lo que suspiró con resignación llevando su mano a su nuca antes de apartarse para invitarla a entrar.
Chaeyoung soltó un pequeño jadeo al encontrarse en el interior de la habitación, aunque era muy parecida a la suya y solo podía diferenciarla por el color de las paredes, seguía teniendo aquel toque de la Alfa en cada espacio, además del olor que percibió desde la entrada.
En su grupo todas intentaban mantener el orden en sus cosas, era un hábito que sus vidas como IDOLS requería, pues les facilitaba salir de emergencia en algún viaje de último momento.
Y aunque había sus excepciones, como lo era la siempre ocupada y dormilona Momo, o la Diva Nayeon, incluso la Alfa junto a ella, le agradó mucho notar que cada una se estaba esforzando por mejorar eso, aunque un poco forzado.
En el caso de Nayeon porque Jeongyeon le exigía que le dejara espacio por donde caminar y en el de Momo casi por el mismo caso, pues luego de haber sido Roomies por tanto tiempo la Omega castaña no podía evitar irrumpir en la habitación de la Alfa y obligarla a ordenar, sin importarle que esta pudiera sacarla a patadas de su lugar.
Chaeyoung suponía que se debía a que ambas tenían aquel fuerte lazo que se formaba sólo con la convivencia diaria y el compartir la misma cama por años. Pero en el caso de Dahyun, se preguntaba que había sido eso tan fuerte que la había motivado a mejorar aquel hábito ¿Sería su reciente cercanía con Mina como compañera de género? ¿O tal vez el tener su espacio propio? No lo tenía claro pero le agradaba mucho.
Escuchó la puerta a sus espaldas cerrarse y fue cuando se volteo a mirar a la Alfa que con sus pasos perezosos se dirigió a la cama, se veía cansada pero la pequeña Beta esperaba que resistiera un poco más. — No me digas que ya te dormirás. — Formuló dejando a los pies de la cama lo que había traído consigo.
Dahyun que ya se había acostado boca abajo en la cama, apenas y levantó el rostro para mirarla, encogiéndose de hombros, notando apenas lo que su amiga llevaba consigo. — Creo que terminé por hoy. — Contestó soltando un largo bostezo que no alcanzó a cubrir con su mano.
— ¡Vamos! ¡No seas así! Ni siquiera es tan tarde. — Se quejó la Beta, y sin perder tiempo se apresuró a acercarse a ella, arrodillándose a su lado en la cama. Con aquella expresión suplicante que sabía la Alfa no podría enfrentar.
Un suspiro salió de los labios de Dahyun. — No lo se tigre, en verdad... — Musitó con vacilación, lo que Chaeyoung no perdió oportunidad de aprovechar.
Un puchero se formó en su boca, dándole un aspecto adorable y claramente difícil de contradecir. — Por favor. — Insistió tomando los hombros de la Alfa para sacudirla. —Es nuestra primera noche juntas luego de una semana del régimen Park y solo quiero que veamos una película. — Terminó de decir, esperando que su broma fuera suficiente para convencer a la mayor.
Y entonces las comisuras de Dahyun se elevaron levemente a la vez que se volteaba, recostando su cabeza en su antebrazo y pasándose la mano por el rostro. — Que no te escuche Jihyo Unnie o las Omegas no serán las únicas con acceso restringido por aquí. — Habló dejando a la vista su rostro, que se esforzaba por esconder su sonrisa.
Sin embargo, fue válido para Chaeyoung, que se apresuró a celebrar. —¡Ya sonreíste eso significa que yo gano! — Exclamó dando por terminada aquella batalla. Rápidamente se levantó de la cama para tomar su laptod y su peluche favorito antes de ponerse cómoda con la computadora en las piernas, esperando que la mayor llegara a su lado.
— Pero ni siquiera... — Intentó hablar Dahyun en cambio, se había quedado en un pequeño shock al ver la velocidad con la que la pequeña se movió y ordenó todo para dar inicio a su noche de películas.
Chaeyoung había llevado incluso su pequeña manta con estampados de tigres bebé y recién se daba cuenta de ello.
Mas al verla congelada en su sitio, la Beta empezó a impacientarse, rodando los ojos, viéndose aún más adorable de lo que ya le parecía a la Alfa en ese momento. — Ven pronto Dubu, ya iniciará. — Sus ojos brillaban y su sonrisa emocionada bastó para que la nombrada suspirara derrotada, terminando por acercarse a ella y recostarse a su lado.
Esperaba que fuera como las veces anteriores cuando se acostaban lado a lado, con sus hombros chocando y cada una en su propio lugar, quizá Chae terminaría con una de sus piernas sobre las de Dahyun, pero eso no le molestaría ni sorprendería a la mayor. Por eso el repentino movimiento de la Beta la dejó sin palabras. — ¿Uhm? — Tarareó, tragando con dificultad al sentir como Chaeyoung recostaba su cabeza en su hombro con una naturalidad que la abrumó.
Y buscó alguna forma de entretenerse, de no darle tanta importancia al calor en su rostro que de seguro estaba rojo de la vergüenza, miró el techo algunos segundos, observó de reojo a la pelinegra dándose cuenta de lo concentrada que estaba en la película, completamente ajena a lo que sucedía en su interior, terminando por posar su atención en la pantalla del portátil, con su labio atrapado entre sus dientes en un vano intento de calmarse.
—Nunca entenderé estas películas. — Comentó algunos minutos después, con el ceño fruncido, queriendo olvidar la atención de su mente hacía aquel tema para que la suavidad de la mano de Chae sobre su antebrazo no empeorara su nerviosismo, escuchando un suave “Shh” de la menor, lo que la hizo rodar los ojos con aburrimiento. —De verdad me frustra la trama. — Se quejó una vez más, obteniendo la misma respuesta de la menor. —Deja de callarme. — Puchereo teniendo la mirada de la contraria sobre ella al segundo siguiente.
—Entonces deja de hablar. — Le dijo Chaeyoung dulcemente, dejando un par de toquecitos en su nariz para verla quejarse cual niña pequeña.
Aunque Dahyun estaba acostumbrada a tener aquella confianza con sus compañeras, las mayores más que todo las japonesas, tenían esa manía de estar sobre ella y sobre todas cada vez que se le presentaba la oportunidad, demostrando su cariño y “reforzando” su amistad con alguno que otro toque en la primera zona de su cuerpo que encontraran.
Pero la Alfa no tenía claro si era porque se trataba de Chaeyoung que su corazón se aceleró y sus sentidos se agudizaron de tal modo que aún con lo tenue que era el perfume natural de la pelinegra la embriago haciendo temblar su interior.
Y aunque el contacto de su mano en su rostro no duró más que una milésima de segundo, todavía podía sentir un hormigueo en aquella zona que se extendió todo el tiempo que sus miradas se mantuvieron conectadas.
Debido al ángulo en que se encontraba la menor, únicamente la mitad de su rostro se encontraba iluminado por la luz de la pantalla, todo lo contrario a Dahyun que no había tenido que moverse demasiado para mirarla de frente, pero con todo y eso pudo notarlo.
Si que notó el brillo en aquellos ojos ahora dorados, una pequeña chispa que iba más allá de la alegría que caracterizaba a la menor, una chispa capaz de detener el tiempo y cautivar al corazón más distraído. La Alfa jamás había entendido aquella metáfora de las polillas y la luz, no lo hizo cuando su hermano se la explicó de niña, y jamás le presto atención de mayor.
Pero ahora, con aquella mirada que irradiaba esperanza, vida y alegría, no sólo la entendió, sino que además la sintió como su historia, se concentró en ella como si fuera su faro, pues así la hicieron sentir aquellos ojos, como una pequeña polilla pérdida en un bosque de oscuridad que era salvada por esa radiante luz enviada de quien sabe donde solo para ella.
Y no entendía nada, no lograba encontrar una explicación lógica en su cabeza que le aclarara aquello, se suponía que Chaeyoung era su mejor amiga, casi su hermana, que el lazo que la unía a ella era casi fraternal, y que tras su presentación se había solidificado, ella siempre protegería a Chaeyoung como una hermana, siempre la querría como una hermana, siempre la apoyaría como a una hermana, porque eso era, se suponía que así la veía.
Pero no pudo seguir con su reflexión cuando sintió la mano de la Beta, esta vez cubriendo gran parte de su mejilla, devolviéndola a la realidad, a su mirada. —Oye Dubu ¿Como crees que se sienta enamorarse? — Le preguntó Chaeyoung mirándola atenta.
Había logrado sorprenderla, por eso parpadeó un par de veces, tragando con dificultad mientras procesaba la información, tratando de encontrar un contexto en el que ubicar aquella duda de su amiga. —¿Por qué me preguntas eso tigre? — Cuestionó de vuelta, y como Chaeyoung seguía con su mano sobre su rostro lo único que le quedo por hacer para evitar que se notara su nerviosismo, fue evadir su mirada.
Chaeyoung ni siquiera se inmutó por su actitud, parecía tan cómoda en aquella posición que incluso sonrió ligeramente, disfrutando de aquel tono rosado en sus mejillas, encontrándola más adorable que nunca. —Mmm curiosidad. — Respondió mordiendo su labio de forma divertida para luego dejar un par de toquecitos en su mejilla. —Ahora no te duermas. — Pidió volviendo a su posición original, con su cabeza en el hombro de la Alfa.
Fue cuando esta suspiró con alivio, sintiendo como sus hombros de relajaban. —No prometo nada. — Rió dejando de lado su incomodidad, aunque con varias preguntas en su mente, preguntas que iban más allá de la película que se reproducía frente a ella y que estaba segura jamás lograría entender.
Entre el par japonés y el par de coreanas mayores, la situación había sido diferente, por alguna razón ninguna había mencionado otra palabra después de ingresar, Sana porque quería refugiarse en su habitación y terminar con su cansancio de una vez por todas, Mina porque esperaba ansiosa la respuesta de la castaña, quien se ofreció a hacer algo de comer para todas, y Nayeon porque se había mantenido en su mente, incapaz de calmar sus inquietudes sobre el estado de la japonesa del medio.
Y fue eso lo que invadió su mente mientras caminaba escaleras arriba decidida a tomar un largo baño de burbujas que la ayudara a despejar sus pensamientos.
Mina por su parte, necesito una fracción de segundo para entender la incomodidad de su compatriota y la Omega mayor, las feromonas de Nayeon golpearon su nariz cuando pasó por su lado sin siquiera voltearse a verla, lo que ya era extraño en sí, y lo confirmó cuando en el pasillo que debía recorrer hasta su habitación, el débil rastro del olor de Sana demostraba que no estaba bien.
Pero conociendo perfectamente el carácter de la japonesa mayor, detuvo su mano en el aire antes de llamar a su puerta, pensando que lo mejor era darle su espacio. Tal vez si se hubiera tratado de Momo habría entrado sin pensar, consciente de que la japonesa mayor lo hubiera hecho primero, sin embargo ahora todo era diferente con Sana y ella sabía el porque.
Por eso se giró sobre sus talones caminando hasta su habitación, despojándose de sus prendas para ponerse algo más cómodo. Aún tenía cosas que esperar de esa noche y pensar en el rostro emocionado de Jeongyeon la hizo sonreír sin poder evitarlo. Le había entregado la nota a la Omega con tanta ilusión que de recordarlo la emoción le llenaba el pecho y hacía sentir más que contento a su lobo.
Y con esa misma emoción se dirigió a la cocina, usando su pijama dos tallas más grande y sus pantuflas de pingüino, encontrándose con la espalda de la Omega, sintiendo unas terribles ganas de abrazarla que llevó a cabo celebrando cuando la mayor solo rió al sentirla.
—¡Minari! — Dijo Jeongyeon entre risitas, sintiendo como su lobo hacia una fiesta en su interior, estaba entre los brazos de la Alfa, y se sentía tan bien, tan natural y correcto. Con sus cuerpos encajando tan perfectamente como piezas de uno de sus rompecabezas.
Cuan agradecida estaba la japonesa de su nueva estatura pues esta le permitió refugiarse en el cuello de la mayor embriagándose de su olor, disfrutando de la calidez de su cuerpo y la paz que la invadió.
—Unnie... — Murmuró rozando su nariz en aquella zona. Fue como estar abrazando su lugar seguro, una nube de tranquilidad que la hizo sentir lo que era la verdadera paz, y la plenitud.
Pero a su vez aquella cercanía fue peligrosa, pues teniendo tan cerca el punto de pulso de la Omega sus dientes dolieron por las ganas que tuvo su lobo de clavarlos en su blanquecina piel, de reclamarla como suya para siempre, y Jeongyeon debió darse cuenta de lo que pasaba por su mente pues se tensó bajo su agarre y se volteó sin alejarse de ella.
—Oye, tengo que terminar esto. — Le dijo suavemente acariciando su mejilla con delicadeza, logrando relajar a la rubia con sus feromonas tranquilizantes. —No querrás que Jihyo nos asesine cuando vuelva por arruinar la cocina ¿Verdad? — Rió y al ver su mirada igual de cariñosa que firme, Mina supo que no tenía caso luchar.
—Bueno. — Le costó aceptar aquella batalla perdida, pero suspiró con sus labios formando un tierno puchero que de no haber estado en la cocina, donde cualquiera podría entrar y verlas, Jeong habría besado.
Conformándose con juntar sus frentes y dejar en su mejilla una ligera caricia con su pulgar. —Hey, no te pongas así. — Susurró cerrando sus ojos, sintiendo las manos de la japonesa rodear su cintura y acercarla a su cuerpo, creando su propia burbuja de amor, embriagada por la mezcla de sus olores. —Además ya tengo una respuesta para ti. — Agregó llevando sus manos a los antebrazos de la Alfa, en un intento de calmar sus deseos de besarla y recuperar su espacio personal.
Inmediatamente Mina sintió la ausencia de su calor en su cuerpo, pero al escucharla se emocionó. —¿De verdad? — Preguntó sonriendo con un entusiasmo que hizo reír a la castaña, pues aquella franja de encías que adornaba su sonrisa y le daba un aspecto aniñado y angelical a su rostro, quedó a la vista.
—Así es, pero te la diré después de comer. — Jeongyeon también estaba ansiosa, pero conocía los límites de su autocontrol y decirle a la Alfa lo que planeaba hacer podría interferir en ello de forma negativa, y no estaba dispuesta a arriesgarse, aunque tuviera que esperar un poco más.
Pero Mina no estaba de acuerdo con sus condiciones, pues se sentía al borde de la desesperación, creyendo que con tantas evasivas la mayor se negaba a estar a solas con ella. —No se vale, me prometiste que... — Se quejó con un puchero, siendo detenida repentinamente con un beso en su mejilla y una mirada cargada de cariño, Jeongyeon mordía su labio con un sonrojo casi invisible en su rostro, que aumentó cuando Mina la cargó y le dio un par de vueltas. —Esperaré, por supuesto que esperaré. — Habló con rapidez al soltarla, con sus feromonas invadiendo la habitación, sin poder contener la emoción en su cuerpo.
—Me parece bien. — Apoyó Jeongyeon esbozando una encantadora y ladeada sonrisa antes de voltearse y seguir en su labor.
Ofreciéndole a Mina y a su lobo una imagen que conservarían por siempre en su mente, con su rostro concentrado y sereno, luciendo tan relajada y hogareña bajo aquel delantal, moviéndose de un lado a otro con una naturalidad que la hizo suspirar.
No podía dudar de la perfección de la Omega aunque quisiera, pues en cada aspecto de la vida, en cada proyecto que empezaba y en cada meta que la castaña tenía, siempre lograba dejarlo claro, era una buena compañera, buena amiga, buena hermana, buena artista, excelente persona y a sus ojos...
La Omega perfecta.
Fue así como luego de algunos minutos que la japonesa pasó revisando su teléfono mientras la coreana terminaba la comida, a la cual solo la acompañaron Sana y Nayeon pues las Maknaes se quedaron en la habitación de la Alfa coreana, el momento de la cena llegó y con ello la emoción de Mina creció en su interior.
Extrañamente Nayeon se mantuvo callada durante toda la cena, concentrada en su comida como si fuera lo más interesante del mundo, sin atreverse siquiera a mirar a la rubia ni oponerse a ayudar a la Omega menor a lavar la loza.
Mina se dio cuenta del aura que las rodeaba a ella y a la pelirroja, que tampoco se atrevió a decir gran cosa en todo el transcurso de su comida, y gran parte de ella se preocupó, las dos chicas más habladoras de la casa tan calladas no podía significar nada bueno.
Pero era tal su ansiedad por la respuesta que Jeongyeon le daría luego de terminar de comer, que de forma inconsciente las ignoró sin apartar su mirada de la relajada castaña a solo unos asientos de ella.
Hasta que el momento que tanto había esperado, finalmente llegó. —¿Entonces? — Cuestionó entrando a la cocina luego de ver a Nayeon dirigirse escaleras arriba directo a su habitación, después de darle un suave buenas noches que de no haber sido por su sensible oído, no habría escuchado. Encontrándose con una tranquila Jeongyeon que secaba sus manos con calma.
Una ola de culpa golpeó el cuerpo de la Omega al verla tan ansiosa y expectante, se veía realmente atenta a cualquier respuesta que ella tuviera para darle, y eso la enterneció de tal modo que decidió terminar con su tortura. —Elijo la noche de juegos Minari, aunque no especificaste que tipo. — Contó sonriendo de forma jovial, lo que a su vez provocó un violento sonrojo en el rostro de la rubia.
De repente Mina se sintió intimidada por la chica frente a ella, muy feliz por la respuesta que obtuvo, pasando de ser una segura y ansiosa Alfa a una nerviosa cachorrita que se intimidó con la mirada hambrienta que la Omega le dedicaba mientras se acercaba a ella. —T-tengo damas, legos, videojuegos y... — Contó siendo callada por el índice de la castaña que no había dejado de sonreír en ningún momento, tragando con dificultad y sintiendo como su cadera chocaba con el borde del mesón de granito en medio de la habitación, de donde se sujetó buscando algo de fuerza para controlarse.
Jeongyeon se sintió satisfecha al verla en aquel estado, si alguien se enteraba que había logrado poner de los nervios a aquella Alfa Pura de seguro la habría llamado mentirosa, pero no le importaba, solo deseaba disfrutar de aquel momento lo mas que pudiera. —¿Ninguno de los anteriores? — Cuestionó viendo como la rubia fruncía el ceño, ladeando su su rostro claramente confundida.
—¿Eh? Pero en verdad quiero... — «Pasar tiempo contigo» Intentó decir, siendo sorprendida una vez más por las acciones de la Omega.
Jeongyeon se había abrazado a su torso, aprovechando de su perplejidad para esconderse en su cuello y tomar una profunda respiración, sintiendo como sus pulmones se llenaban de aquella fresca Menta que con la Almendra creaba una mezcla perfecta al combinarse, sintiendo como sus músculos se relajaban mientras los de Mina se tensaban.
—Quiero cambiar la noche de juegos por una larga noche en tus brazos, Alfa. — Aclaró, rozando la piel expuesta de su cuello con la punta de su nariz, erizando los vellos de su nuca con su aliento.
—U-unnie. — Tartamudeó la rubia cerrando sus ojos con fuerza, sintiendo como sus piernas temblaban ante las feromonas que liberaba la omega, completamente atrapada entre sus brazos y el mesón, incapaz de hacer cualquier cosa. Aunque no tenía ni la mas mínima intensión de separarse de ella, mucho menos después del ronroneo en modo de protesta que soltó la coreana por la forma en la que la llamó. Lo que la hizo sonreír en medio de un suspiro de alivio, rodeando su cuerpo para corresponder finalmente su abrazo. —Omega. — Susurró imitando su movimiento y enterrando su cabeza en su cuello, embriagándose con su dulce olor a Chicle y Vainilla, con sus instintos a flor de piel y sus ganas de crear su lazo amenazando con dominarla.
—¿Aceptas Minari? — Inquirió la Omega segundos después, subiendo sus manos a su cabello rubio, enredando sus dedos en aquellas sedosas hebras, con su rostro adherido a su punto de pulso, deseando que un beso fuera lo mínimo que compartiesen al escuchar el suave tarareo de la Alfa en respuesta.
Mina tomó una profunda respiración antes de salir de su escondite, con una brillante sonrisa en su rostro, perdiéndose en la profundidad de aquellos ojos verdes que la veían con anhelo, con cariño y algo más, algo que su lobo entendió mucho mejor que ella. —Estaría loca si rechazara ese privilegio Jeongyeonnie. — Respondió su parte racional, abrazando una vez más el cuerpo de la castaña antes de tomar su mano para dirigirla directo a su habitación, donde tenía la seguridad de que nadie las interrumpiría.
Esa misma noche, en otro lugar de la ciudad una Alfa guiaba a una silenciosa Omega por lo que parecía un interminable jardín.
Tzuyu miraba en todas direcciones sin comprender que tramaba su Unnie, rogando al cielo porque no les ocurriera nada malo, ya que estaba segura de que a la distancia de la que se encontraban de sus gerentes, estos no las escucharían si gritaban.
Al menos sabía que Momo no la soltaría, pues desde que salieron del camerino no lo había hecho ni siquiera para bajar o subir del auto. Y aunque la puso nerviosa, al mismo tiempo la hizo sentir a salvo.
Como caminaba a la par de la Alfa, por momentos se quedaba absorta en su perfil buscando algún indicio de aquella sorpresa que le había asegurado darle, encontrando nada mas que tranquilidad en su rostro, lo que la hacia suspirar con frustración, pequeños resoplidos que Momo apenas escuchaba por estar concentrada en seguir el camino correcto.
En su mente repasaba una y otra vez las indicaciones del guía que le hablo del lugar, aprovechando su olfato para rastrear mas allá del olor de la Omega el aroma de lo que esperaba por ellas al otro lado.
Fue así como luego de un par de minutos más de caminata, sus ojos azules captaron la imagen que buscaban y su paso se apresuró, arrastrando con ella a la confundida Omega que por su timidez no se atrevía a protestar.
—Y... ¡Llegamos! — Exclamó en alto, soltando la mano de la menor para extender sus brazos y señalar lo que las rodeaba, un acogedor y organizado espacio en el que solo faltaba quien lo disfrutara. —¿Te gusta Chewy? — Preguntó sonriendo de oreja a oreja, notando como la contraria se tomaba su tiempo para analizar y asimilar todo.
Los párpados de la morena se ampliaron mientras detallaba el lugar, su tenue iluminación, las mantas sobre el césped y el resto de las cosas que había allí. — Momo Unnie... ¿Que es todo esto? — Cuestionó cubriendo su boca, observando como la japonesa le regalaba una pequeña sonrisa y un movimiento de hombros con el que pretendía restarle importancia a su pregunta.
— Me dijiste que uno de tus sueños era ver las estrellas de este modo. — Respondió con calma dirigiendo su mirada al cielo estrellado por un segundo mientras Tzuyu la admiraba a ella, antes de que sus ojos se encontraran y el corazón de la Omega se acelerara gracias a las emociones en aquellos Zafiros. — Así que investigue mucho y encontré que este es uno de los mejores lugares para ello, por lo que aproveche para venir aquí contigo ahora que tenemos un descanso y están por iniciar las nuevas promociones. — Contó encogiéndose de hombros una vez más, rascando su nuca con nerviosismo, sin prever el efusivo abrazo que la Omega le dio al segundo siguiente. — ¿Te gustó? — Preguntó sintiendo como la mejilla de la castaña reposaba en su hombro y sus manos se cerraban en su espalda.
— Me encanta Unnie, gracias. — Respondió Tzuyu separándose para mirarla, con una pequeña sonrisa que enterneció el corazón de la Alfa, incapaz de esconder su felicidad. — Aunque se que no te gustan mucho estos temas. — Agregó bajando la mirada haciendo ademán de separarse del medio abrazo que aún mantenía sus cuerpos unidos, siendo detenida por la japonesa.
Momo luchó por esconder su sonrisa llevando una de sus manos hasta el rostro contrario, tomando con su índice y pulgar el mentón de la Omega y de ese modo volver a tener sus ojos unidos a los suyos, suavizando su expresión al lograrlo. — ¿Que dices? Yo también quería... Ver las estrellas, contigo. — Confesó dulcemente, logrando que el sonrojo de Tzuyu llegara hasta sus orejas. No esperaba que su Unnie tuviera aquel tipo de detalles con ella, ni siquiera esperaba que recordara su pasión por las estrellas, y eso la hizo sentir muy feliz pues le demostraba que era lo suficiente especial en la vida de Momo. — De hecho, aprendí a usar el mira estrellas. — Volvió a decir la pelinegra, rompiendo el contacto de sus cuerpos y la conexión de miradas para dirigirse al instrumento ubicado junto a la manta del centro del lugar, arrodillándose frente a este para mirar algo por su lente.
— ¿Mira que? — Murmuró la omega sin entender a que se refería hasta que la vio manipulando el aparato. — ¡Oh! Hablas del telescopio. — Rió entre dientes mientras Momo se volvía a mirarla asintiendo suavemente abultando sus labios color durazno en un tierno puchero.
— Si, por alguna razón me cuesta mencionarlo aún, pero el mira estrellas es una maravilla. — Explicó permitiendo que su emoción fuera palpable al final de su oración.
Tzuyu lo pensó por algunos segundos pero luego de analizarlo, y teniendo en cuenta de que estaban allí para disfrutar de todo aquello, tomó asiento a su lado, sin apartar su mirada de su rostro mientras esta se concentraba en encontrar algo realmente interesante a través de aquel aparato. — La mejor maravilla. — Dijo sonriendo de forma inconsistente, agradeciendo que la japonesa se encontrara lo suficiente concentrada como para darse cuenta de que hablaba de ella.
De que gracias a su hermoso gesto se había olvidado de que se encontraban en medio de la nada a mitad de la noche y de que se sentía lo suficiente feliz y cómoda a su lado para liberar aquella feromonas que dejaban en evidencia la plenitud de su tranquilidad.
— Pero eso no es todo. — Le dijo Momo, volviendo a levantarse de su lado, tomando uno de los contenedores de mediano tamaño al otro extremo del lugar para llevarlo hasta ella. Tzuyu no creía que hubieran más sorpresas, pero se equivocó. — Imagino que tienes hambre, mira esto. — Habían varios tipos de comida en el interior de aquel contenedor, y Tzuyu no pudo evitar reír suavemente, eso no le sorprendió mucho, después de todo, sabía que Momo amaba la comida y honestamente si tenía algo de hambre desde que terminaron la sesión de fotos.
— Momo Unnie esto es demasiado. — Señaló, preguntándose durante cuanto tiempo la mayor había estado organizando esa salida, que tanto había gastado y lo que la había motivado a preocuparse por ella. Una pregunta que sin saberlo, Momo no tardo demasiado en responder.
— Nada de eso. — La contradijo la japonesa, encogiéndose de hombros mientras dejaba de lado el objeto entre las dos para mirarla fijamente logrando paralizarla. — Bueno, de hecho si tengo una segunda intensión con todo esto. — Confesó, tomando una de sus manos entre las suyas permitiéndole sentir su calidez a pesar del frío de la noche, con su rostro luciendo más hermoso gracias a aquella tenue luz, y la preciosa sonrisa que no se borraba de sus labios.
Eso bastó para que el rostro de Tzuyu volviera a calentarse. — ¿Segunda intensión? — Cuestionó con timidez, mirando a un lado para que la mayor no se diera cuenta del rubor en sus mejillas.
Pero fue en vano pues Momo no solo se dio cuenta, también disfrutó en sobremanera el ser la responsable de ello.
Volviendo a tomar entre sus dedos el delicado rostro de la menor para que la mirada. Cautivada por el hermoso brillo de sus orbes, aunque terminara por interpretarlo de forma errónea. — Claro que si, quiero que siempre recuerdes esta noche Chewy, así cuando algún Alfa baboso intente cortejarte, deberá superar todo esto, y si lo hace, entonces se merecerá el corazoncito de mi Omega favorita. — Contó provocando que el sonrojo de la menor aumentara, mismo que tuvo la oportunidad de esconder en el abrazo que volvieron a compartir. — Mi pequeña Tzu. — Suspiró acariciando su cabellera mientras disfrutaba de aquel contacto, completamente satisfecha de lograr que su Maknae favorita tuviera un momento de relajación.
Ignorando que la menor no olvidaría esa noche jamás, porque era de las más especiales que había tenido en su vida, y porque era ella quien se la había regalado. — Por supuesto, muchas gracias Momo Unnie. — Contesto Tzuyu, sintiéndose tan querida que cerro sus ojos y se hundió en aquel calor que la rodeaba y aquel olor que se había impregnado en su ropa y también en su alma.
— Eres la Omega más tierna del mundo Chewy. — Volvió a hablar Momo, atreviéndose a dejar un pausado beso en su cien, volviendo mas íntimo el momento. Como si la Omega no hubiera tenido suficientes muestras de afecto para desfallecer en ese mismo lugar. — Te prometo, que siempre te cuidaré. — Terminó de decir, retomando sus caricias en su cabello.
Ninguna calculó el tiempo que pasaron en aquella posición, pero estaban seguras de que algo empezó a formarse entre ambas, un lazo que tal vez ya estaba allí o tal vez no, pero que las hizo disfrutar como nunca de su compañía, de los momentos que compartieron esa noche y de los que estaban por venir.
Pasaban de las 2 de la madrugada cuando la Omega mayor se sentó en su cama incapaz de conciliar el sueño que al llegar a casa dominaba su organismo, no entendía6 a que se debía aquella inquietud de su lobo en su interior, era una pesadez similar a la que le provoco la triste mirada de Sana.
Y quiso asociarlo al hecho de que Jeongyeon no estaba durmiendo a su lado, de que era muy probable que estuviera con Mina en aquel momento, pero ni siquiera eso le importó lo suficiente como para hacerle olvidar aquella sensación en su pecho.
Su única opción era ir por un vaso de leche tibia, y si eso no la ayudaba a dormir definitivamente estaría en problemas, pues no quería parecer un mapache la mañana siguiente, justo cuando se suponía visitaría a su madre.
Con sus pies descalzos salió de la habitación en dirección a la cocina y encontró lo que fue a buscar, dando el primer sorbo a su bebida lista para volver a la comodidad de su cama y esperar que la leche hiciera efecto en su sistema, pero algo llamó su atención.
Jihyo les había dado instrucciones de cerrar bien cada puerta, incluso ella misma era un poco obsesiva con el tema de la seguridad, por eso fue que se percató de que a pesar de que cada ventana estaba asegurada y cada puerta cerrada, había una que a través de su rendija, dejaba entrar la luz de la luna.
Su primer instinto fue correr y gritar que alguien había irrumpido en su hogar, recordando que ya habían recibido visitas el día de su mudanza, pero había algo que le decía que se dirigiera a aquel lugar y averiguara lo que sucedía.
Ella siempre había sido curiosa, aunque fuera igual de asustadiza la mayoría del tiempo, sin embargo en aquel momento no era el miedo o la curiosidad lo que la tentaba a asomarse por la puerta, que era la que daba a la terraza, sino algo más.
No entendió porque el rostro de Sana llegó a su mente, pero cuando su lobo se alarmó en su interior, ante la simple idea de que la japonesa estuviera del otro lado, expuesta a los peligros de la noche, sus pies se movieron por si solos encontrándose con una escena que la dejo sin palabras.
Sana estaba allí, de espaldas a ella, con su pijama puesto y una chaqueta que hacía su función de cubrirla del frío nocturno.
Y cuando la tristeza en su olor llegó a su olfato, Nayeon entendió porque no había podido pegar un ojo en toda la noche, su inquietud venía directamente de su lobo, aunque jamás admitiría algo como eso en voz alta.
Por lo cautelosa que había sido, creyó que la pelirroja no había notado su presencia, pero se equivocó pues apenas esta percibió su olor, la miró por sobre su hombro ofreciéndole una pequeña sonrisa ladeada que no llegó a sus ojos.
— ¿Tampoco puedes dormir pequeña Omega? — Su voz se había tornado ronca y profunda, casi como si fuera su propio lobo el que hablara y no ella, y no sabe si fue por naturaleza o la confianza que tenía en la japonesa pero Nayeon se sintió extrañamente cómoda con eso, aunque no pudo evitar dar un pequeño salto en su lugar.
— Sanake... — Susurró llevando su mano a su pecho, dejando sobre la pequeña mesa del lugar su vaso a medio terminar, ajustando mejor el delgado abrigo que había elegido al salir de su habitación sobre su cuerpo.
— Lamento haberte asustado. — Volvió a hablar Sana suspirando con pesadez, con la nostalgia atravesando su mirada e invadiendo su expresión. Aunque se esforzó por ocultarlo. — Creo que cuando Jihyo se entere de que rompí su regla terminaré metida en muchos problemas. — Rió suavemente, elevando apenas una de sus comisuras en un intento de sonrisa.
— O sin orejas. — Apoyó Nayeon, abrazándose a si misma para mantener el calor de su cuerpo, intentando descifrar las emociones que experimentaba gracias a su lobo y las feromonas de la Alfa.
Había pasado un largo rato desde que Sana había salido a tomar aire, luego de despertar debido a una pesadilla, con el cuerpo sudoroso y la respiración agitada, asumiendo que todas en la casa estarían dormidas cuando decidió subir a la pequeña terraza donde un firmamento la recibió. Por eso no esperó ver a la castaña allí, y mucho menos para bromear con ella.
Sabía de los sueños de belleza de la coreana, de sus masajes faciales y todo lo que le ayudara a mantener su rostro hermoso y fresco cada día, así que no entendió el porque de su guardia a mitad de la madrugada. — Si. — Musitó esbozando una imperceptible sonrisa, para después dirigir su mirada verdosa a la Omega. — ¿Que haces aquí? — Preguntó de forma seria, aunque sin sonar tajante u hostil, sabía perfectamente lo sensible que era ESA Omega en especial.
Mientras Nayeon ampliaba sus párpados al escucharla, sospechaba que si la japonesa estaba en aquel lugar era porque deseaba privacidad, que no tenía forma de saber que estaba allí por ella y lo mucho que le afectaba su tristeza, pero por alguna razón tampoco estaba preparada para decírselo. — Salí por leche y...
— No fuera de tu cama. — La interrumpió la pelirroja suspirando pesadamente, intensificando su mirada sobre ella. — Aquí conmigo, Nayeon. — Dijo con una hostilidad que erizó la piel de Nayeon.
Nunca imaginó que Sana le hablaría de aquel modo alguna vez, que la mirara de aquella forma escrutadora, tan fría que congeló su sangre y la hizo sentir pequeña y tonta. Tan indefensa que no pudo evitar encogerse en su sitio. — Honestamente, no lo sé. — Respondió atrapando su labio entre sus dientes, sintiéndose tan cobarde por no ser sincera, consciente de que no era justo para la menor y mucho menos para ella el seguir sintiéndose así.
Esperando porque la Alfa hiciera algo mas, que hablara que se marchara o que la corriera de su lado con alguna estúpida excusa, obteniendo en cambio un silencio que la abrumó y solo empeoro su estado de nerviosismo.
— Recuerdas que soy hija única ¿Cierto? — Empezó a decir la Alfa al cabo de unos minutos envueltas en silencio, con la mirada lejos de ella, concentrada en lo que salía de sus labios, sintiendo cada palabra atravesarla, o era lo que observaba Nayeon que veía como el viento movía ligeramente un par de mechones de su rostro, añadiendo a la imagen toda la melancolía que requería el momento.
Sintiéndose incapaz de interrumpir el relato de la chica, ni de entender a que se refería. — Aunque tengo muchos amigos, sé lo que es la soledad, ese vacío que sientes en ti cuando estas a solas, la ausencia de ese lazo de sangre con el que aprendes sobre emociones, promesas, y protección sin esperar nada a cambio. — Explicó la japonesa.
Ella conocía el significado de hablar sin filtros, y Nayeon lo estaba comprobando en primera fila. En la mirada de la Alfa seguía palpado el hecho de estar concentrada en todo y a la vez en nada, mientras que el teléfono en su mano estaba por ceder a la fuerza de su agarre, su voz estaba completamente invadida por la amargura y el dolor, y unido a sus feromonas, más allá de sus propios conflictos, Nayeon entendió su suplica.
— Sana... — Susurró sintiendo aquel nudo crecer en su garganta, debatiéndose entre terminar de acercarse o no, convencida de que si no lo hacía, la Alfa no sería la única con un recuerdo triste en su memoria para siempre.
— Hoy más que nunca he estado deseando tener un hermano ¿Sabes? — Volvió a hablar Sana riendo secamente, dejando que la primera de sus lágrimas descendiera por su mejilla, sin apartar su mirada del cielo ni sus manos de su celular, ofreciéndole a Nayeon la imagen de alguien que más allá de la fama y las cámaras, era lamentable y estaba profundamente rota. — Hoy más que nunca he estado deseando tener al menos por un minuto esa otra parte de mi. — Continuó, mordiendo su labio algunos segundos para callar el sollozo que amenazó con salir de su boca. Tomando esa necesaria bocanada de aire que le hizo falta para tragar el llanto y seguir adelante. — Hoy más que nunca he estado deseando haber sido esa Omega que todos esperaban. — Confesó logrando con éxito recuperar su serenidad, negándose a quebrarse más de lo que ya lo había hecho.
Pero la Omega definitivamente no pudo contenerse. — No llores. — Suplicó terminando por acercarse a ella, recostando su frente de su hombro mientras sus manos rodeaban su brazo, incapaz de mirarla a los ojos por miedo de encontrar algo que la hiriera más de lo que ya lo hacía verla tan triste.
Sana sintió la calidez de sus palmas aún sobre su ropa y sonrió con nostalgia, era difícil entender que las caricias de esas manos jamás durarían más que un instante sobre su piel, que nunca serían completamente suyas, pero igual las disfrutó.
En silencio dirigió su mano hasta las de la pelinegra para apartarlas de su cuerpo, notando su inmediata reacción de nerviosismo, para después simplemente abrazarla dejándola sin palabras. — Lo digo porque de ese modo no tendría que pasar por esto, de ese modo sería más sencillo seguir adelante, podría seguir siendo la misma que todos conocen, podría seguir ignorando esto que me esta matando por dentro Nay. — Siguió hablando, usando la mano que no rodeaba los hombros de la Omega para acariciar su cabello. Refiriéndose a algo que a Nayeon, las lágrimas y la conmoción no le permitieron entender esta vez. — No tendría que contener lo que siento, no tendría que estar sin mi... — Su mentón tembló mientras tomaba aire una vez más, armándose de valor para completar aquella oración . — Omega. — Murmuró escondiendo la cabeza en el cuello de la contraria sintiendo directamente la dulzura de su olor de Omega, teniendo todo el respaldo de su lobo ante el pensamiento de que la pelinegra era su hogar.
— Sanake yo... — Empezó a decir Nayeon segundos después, ejerciendo más presión en el agarre alrededor de su torso, sin intensión de dejarla ir.
Mucho antes de que la Alfa tomara sus hombros y la alejara dando un paso atrás. Eso le permitió a Nayeon entender el mensaje oculto tras sus palabras, en sus feromonas, en su abrazo, e incluso en la mirada que se negaba a enfrentarla.
Y Sana se lo confirmo cuando dio otro paso atrás, evadiendo su mirada. — No digas nada Unnie yo... No es necesario. — Pidió levantando su mano cuando la vio abrir su boca para volver a hablar, dejando en evidencia su sufrimiento y su arrepentimiento. — Siento haber arruinado tu ropa. — Añadió, tomando una bocanada de aire que la hizo maldecir pues el olor de la Omega esparcido en el aire la embriagó, pero no fue suficiente para detenerla. — Será mejor que vuelva a dormir y...
— Por favor Sana. — Suplicó Nayeon rápidamente entre sollozos, sintiendo como la mano de Sana se alejaba de su brazo, y su calidez la abandonaba cuando se giró dispuesta a entrar a la casa. — Espera ¿Si? — Pidió una vez más, deteniendo su andar con un agarre en el borde de su chaqueta, empuñando la tela sin dejar de llorar, buscando su mirada para armarse de valor y lograr pronunciar la única palabra que sabía tenía el poder de llamar la atención de la contraria. — Alfa... — Pronunció tan afligida que Sana no tardó volverse a mirarla, intentando procesar lo que ocurría. — ¿Puedes abrazarme? — Preguntó pidiendo permiso con su mirada, sorprendiendo a la japonesa con aquella nueva faceta tan tímida.
En la mente de Sana todo era un enredo, demasiados pensamientos nublando su razonamiento, inundados de la amargura que desprendía el olor de la Omega y la atravesaba como una daga ardiente en su pecho. — ¿U-unnie? — Cuestionó incrédula sintiendo la humedad de sus lágrimas volver a bajar por sus mejilla, odiándose con todas sus fuerzas por haber provocado aquel estado completamente desconsolado de la Omega, que se negaba a apartar su mirada de la suya.
— Por favor Alfa, abrazame. — Suplicó una vez mas la pelinegra, y fue todo lo que Sana necesitó para envolverla en un nuevo abrazo, uno que esperaba fuera capaz de consolarla, de sanarla y de unir las piezas de su corazón que se habían roto en ese instante.
Mientras sentía como el cuerpo de Nayeon se sacudía violentamente a causa de su silencioso llanto, refugiándose en su cuello y cerrando sus manos en su ropa. — Lo siento tanto. — La escuchó decir, dándole un suave beso en su cabeza a modo de repuesta, pues su garganta se cerró en el momento que la escuchó tan abatida, rogando por un perdón que no necesitaba pues ella sabía que no tenía culpa de nada.
—No llores más pequeña, por favor no llores más. — Pidió suavemente, intentando consolar a la mayor, pero sus palabras tuvieron el efecto contrario pues los sollozos de Nayeon aumentaron igual que el agarre en su prenda.
Siendo ese el detonante para que las lágrimas que luchó por retener, ahora salieran libremente de sus ojos, pues cuando intentaba parar las feromonas de la Omega se lo impedían, haciéndola llorar más y estrecharla más contra su cuerpo.
Provocando que perdieran la noción del tiempo, que se olvidaran del frío de la noche y de que era bastante probable que el lugar estuviera completamente invadido por sus feromonas empeñadas de tristeza, hasta que la pelinegra pareció dormirse en su abrazo y sin dudar Sana la levantó para llevarla a su habitación.
Sintió como el agarre en su prenda se intensificaba a medida que caminaba, siendo liberada cuando llegó a su destino dejó a la Omega sobre su cama. No tenía idea de si se trató de un mal cálculo o una broma pesada de la vida, pero terminó por caer a su lado, temiendo haberla despertado, sin embargo cuando la escuchó suspirar con la misma expresión serena, jadeo con alivio.
Una vez más la culpa por haberla hecho llorar la golpeó, la imagen de una Nayeon devastada frente a ella a causa de sus inseguridades, la hizo sentir un nudo en su estómago, porque sabía que la pelinegra no merecía eso, no merecía ninguna pena en lo absoluto.
Lo que una Omega como Nayeon necesitaba era amor, ser adorada sin medida de tiempo o límite. Lo que una Omega como ella merecía era una buena Alfa, una que no estuviera llena de las inseguridades y los miedos que desde hace mucho tiempo la estaban ahogando.
Quizá Mina podía darle todo eso, quizá su lobo estaba equivocado y confundido, quizá lo mejor era dejar de ser una de preocupación para la Omega y buscar en otro lado lo que creía había encontrado en Nayeon. Pero de sólo pensarlo su aliento se congeló, pues aunque era lo mejor dolía como el infierno, y no se sentía capaz de soportar algo así, mas lo intentaría.
Y con ese pensamiento se sentó en la cama dispuesta a volver a su habitación, sintiendo un firme agarre en su muñeca que se lo impidió, dirigiendo su mirada del contacto hasta el rostro de la Omega, encontrándose con aquella mirada que solo le rogaba que se quedara, por lo que no lo pensó dos veces antes de acurrucarse a su lado dejando un tierno beso sobre su frente.
—Duerme ya pequeña Omega, aquí estaré. — Susurró sintiendo un suave tarareo de afirmación de parte de la mayor, quizá si era lo mejor mantener la distancia de aquella Omega, pero lo pensaría mañana. Cuando la dulzura de aquel olor no la tuviera completamente atrapada, embriagada y conquistada.
Dahyun juraba que luego de los primero 10 minutos de película sería ella quien se quedaría dormida, y que terminaría despertando por los quejidos de la pelinegra, pero para su propia sorpresa fue la menor quien terminó profundamente dormida.
Debió haberlo deducido por la forma en la que la respiración de la contraria se volvió tranquila, por como el agarre en su cobija se aflojo y como la cabeza quedó completamente recostada en su pecho, escondida en el hueco de su cuello y hombro, golpeando su piel con sutileza, sin molestarle ni un poco que fuera la fuente de su olor.
Sus ojos se desviaron de la pantalla del portátil, donde ya se había reproducido más de la mitad de la película, hasta el rostro de la pelinegra, o lo que pudo ver. Ver el rostro de Chaeyoung cuando estaba despierta, con sus ojos brillando cual soles era realmente maravilloso, cualquiera podía quedar fácilmente rendido ante ella si no tenia la fuerza de voluntad suficiente para resistirse a su mirada.
Pero para Dahyun ver su rostro dormido era un millón de veces mejor. Porque no había un personaje que la pequeña tuviera que interpretar, no estaba siguiendo guiones y mucho menos usaba un maquillaje que “resaltara” sus tiernas facciones.
Solo era Chaeyoung, la real, la vulnerable, la apasionada por las películas que ella no podía entender y a la que le encantaba acurrucarse mientras dormía, y eso no podía gustarle más, porque sabia que era afortunada de conocer a aquella chica.
A su mente llegaron las palabras que la menor le había dicho al inicio de la película y no pudo evitar sentirse inquieta por ellas.
“¿Como crees que se sentirá estar enamorado?”
En sus 23 años la Alfa no se había detenido a pensar en aquello porque el amor nunca le hizo falta, ya tenía el de su familia, el de sus amigas y el de sus fans, eso la hacia sentirse completa y agradecida con la vida, porque no había nada mas que deseara que eso.
Pero entonces ¿Porque aquella pregunta de la Beta la hacia sentir de aquel modo? ¿Porque hasta ahora era que se detenía a analizar aquello de aquel modo? ¿Sería porque venía de Chaeyoung? ¿Seria porque estaba equivocada y todos siempre querían más? No lo sabía y no tenía forma de descubrirlo pues lo más cercano que había sentido a ese tipo de amor había sido por un cantante cuando era más joven, sin embargo seguía siendo muy diferente.
Y si alguien se lo preguntaba estaba segura de que no tendría forma de responder ninguna de esas dudas porque recién caía en cuenta de que al menos en uno de sus razonamientos estaba equivocada pues en algún momento de su vida estaba la idea de tener una bonita familia como en la que ella había crecido, y para eso necesitaba enamorarse, o al menos tener una pareja que quisiera lo suficiente como para decidir dar ese paso.
Alguien en quien confiara, con quien pudiera ser libre y feliz, alguien con quien compartir sus miedos por absurdos que parecieran, alguien con quien el tiempo no fuera mas que números y momentos que recordar siempre. —Alguien como... — Sus mejillas se calentaron a la vez que sus párpados se ampliaban y su corazón se aceleraba cuando sus ojos se posaron en la chica a su lado, dándose cuenta del rumbo que estaban tomando sus pensamientos.
Era imposible, Chaeyoung no le gustaba de ese modo ¿Verdad? Era cierto que la Beta era todo eso que había pensado y más, que con ella era fácil olvidarse del mundo entero y sus problemas, que la libertad no se sentía como estar al aire libre sino ser auténtica sin miedo al rechazo, pero ella era sólo su mejor amiga ¿Verdad?
Un jadeo salió de sus labios y la simple posibilidad de que la respuesta no fuera lo que creía la asustó. No estaba prohibido que un Alfa decidiera emparejarse con un Beta, para nada, lo que no tenía sentido para ella era que tuviera sentimientos por su mejor amiga, no podía ser cierto que se hubiera enamorado sin saberlo. Además sentía que era una traición a su relación, a pesar de que su lobo no parecía para nada molesto con aquella situación.
Y eso la asustó mucho más pero prefirió dejar de pensar en ello, para moverse un poco y apagar la laptod, saliendo apenas del abrazo de la Beta antes de volver a acostarse sintiendo como ahora una de las piernas de la contraria se enredaba entre las suyas.
Así de grande era la confianza que tenía con la menor, y eso la hizo sentir muy estúpida pues recién caía en cuenta de que la idea de enamorarse de Chaeyoung no era tan descabellada o extraña. Después de todo la pelinegra era alguien fácil de amar.
Lo que la preocupaba era ser la última en darse cuenta de ello, porque no sabía si podría manejarlo.
Les prometo que no era mi intención hacerlos llorar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro