V : Luna Madre
Un rayo del sol de la tarde iluminó el húmedo rostro de la pelinegra, que apenas cruzó la puerta de su habitación se recostó de la puerta, deslizándose por esta hasta quedar sentada abrazada a sus piernas contra su pecho.
La voz de su hermano seguida de algunos toques tras ella la hicieron esconder su rostro entre sus manos temblorosas, trayéndola de vuelta a lo que acababa de descubrir.
Su vida entera había sido una completa mentira y ella había sido la ultima en enterarse.
Cuan tonta se sentía y que poco sentido tenía su vida su ahora. — Minari... — Volvió a llamarla Jin con preocupación.
Era curioso que aún luego de saber que no eran hermanos por completo, el Omega continuara llamándola tan suavemente, quizá era su naturaleza, no lo sabía, lo que si sabia era que sin importar lo que supiera ahora, necesitaba un abrazo que la ayudara a volver a darle sentido a todo.
— Dejame entrar, por favor pequeña. — Suplicó el chico una vez más, y Mina no sabía como, pero podía oler sus feromonas de preocupación a través de la puerta, algo que si le llamo la atención pues eso era imposible si sus sentidos aún seguían dormidos ¿No?
— Vete de aquí Oppa... — Dijo con más lágrimas bajando por sus mejillas, apretando sus manos, casi lastimando sus palmas con sus uñas, en busca de calmar el dolor que quemaba su interior. — No quiero verte.
Escucho un suspiro desde el exterior y podía imaginar el rostro afligido de su hermano, y aunque lo último que deseaba era lastimarlo a él, no tenía ganas de verlo porque sabía que sería peor, sabía que apenas y sus ojos se encontraran lo recordaría todo y la verdad la golpearía con mas fuerza.
¿Que era lo que había hecho mal? Siempre se había esforzado por ser una buena hija, hermana, amiga, siempre actuando como era debido y como todos esperaban de ella, la señorita perfecta, con una vida de Omega perfecta esperando por ella.
Una vida perfecta que ahora parecía tan lejana. — No digas eso Minari. — Volvió a decir Jin. — Se que necesitas un abrazo, y no me importa lo que pase, sigues siendo mi hermanita. — Una lágrima que Mina no pudo ver se deslizó por su mejilla mientras luchaba por mantenerse fuerte, pero quizá su Omega estaba siendo mas afectado de lo que quería mostrar. — Por favor. — Su voz salió como un suave susurro que el viento casi no la deja escuchar.
Y casi accede a dejar entrar al mayor, hasta que otra voz se escuchó tras la puerta, una voz femenina que si no hubiera estado tan afectada, habría reconocido.
— Minari, soy yo por favor dejame entrar ¿Si? — Habló Nayeon luego de dejar un par de toques en la puerta.
Su voz era casi tan suave como la del Omega segundos antes, pero ella seguía insegura en si abrir, pues sabia que al hacerlo vería a su hermano esperando por ella, y no se sentía lista. Quizá era una cobarde por no querer enfrentar aquella situación de una vez por todas, pero nadie tenia idea de cuanto le dolía la verdad.
— No... — Sollozó, recordando las palabras de aquella Alfa una y otra vez. — ¡Vayanse los dos! — Gritó, con su voz siendo amortiguada por sus brazos y la puerta que la separaba de los mayores.
Pero si conocía bien a ambos, ninguno cedería antes de asegurarse de que realmente ella estuviera bien. — De acuerdo, no me importa si no quieres verme, no me iré ¿Entiendes? — Habló el pelinegro con seguridad, aclarando su garganta. — Eres mi hermanita Mina, y nadie cambiará eso jamás. — Agregó, con un nuevo suspiro saliendo de su boca.
Nayeon amplió sus párpados, era sencillo atar cabos para descubrir el porque de la actitud de la japonesa, y aunque aún era confuso para ella, la conclusión a la que llegó no estaba muy alejada de la realidad.
— Dejame verte pingüina. — Volvió a hablar dedicándole una mirada de comprensión al mayor. — Abre la puerta ¿Si? — Pidió mordiendo su labio con preocupación al no obtener repuesta, sabía que Mina no era capaz de haber una locura, pero aún así se preocupó. — ¿Minari?
Quizá un abrazo de su Unnie la ayudaría, quizá negarse la posibilidad de desahogarse en los brazos de alguien que jamás le engañaría era una tontería de su parte.
Por eso se encontró limpiando su rostro y levantándose para abrir la puerta, encontrándose como supuso con los coreanos mirándola con preocupación. — Minari. — Susurró la castaña, mientras el chico jadeaba y apretaba los labios conteniendo sus sollozos al ver su rostro lloroso.
Jin nunca quiso que ella llorara, desde que eran niños, el siempre se encargo de que la sonrisa de su pequeña hermanita se mantuviera brillando en su rostro, iluminando sus días y conquistándolo con sus ojitos al convertirse en dos pequeñas medias lunas.
Y aunque cuando se entero de lo que sus padres les habían ocultado por tantos años, supo que aquello sería inevitable, su corazón se sintió demasiado dolorido al verla así. — Hablemos pequeña, por favor yo...
— No digas nada Oppa, no quiero hablar sobre eso. — Lo detuvo levantando su mano, con una mirada que fue capaz de congelar su sangre y hacerlo sentir tan culpable, un completo traidor, aun cuando él mismo sabía que no lo era.
Sin embargo, él no era conocido por rendirse aún con lo difícil que pareciera la situación. — Mina, por favor tan sólo dejame contarte como es que me enteré, soy tan inocente como tú ¿Sabes eso no? — Dijo, y aunque la menor sabia que era cierto, que su rabia contra él y el resto del mundo era infundada, su cerebro simplemente se bloqueó, llenándola de rabia contra todos los que se suponía eran su familia y sabían sobre aquella verdad.
— ¡No! — Su respuesta fue fría y contundente y el mayor trago con dificultad sintiéndose por primera vez en sus 25 años intimidado por la chica que se suponía era la misma niña que él siempre había cuidado como un tesoro.
Y como no tenía idea de que se suponía que debía hacer, tuvo que limitarse a observar como la japonesa invitaba a la chica a su lado a entrar a su habitación, recibiendo una silenciosa disculpa de la mirada de esta cuando cerro la puerta, sintiendo que él mismo había sido el que la había engañado toda su vida, pues ahora también la había perdido.
Solo esperaba que no fuera para siempre.
Nayeon no esperó mucho para acercarse a la pelinegra justo en el momento que estuvieron a solas.
Ofreciéndole su compañía en silencio y su apoyo al rodearla con sus brazos, sentada en su cama.
Sintió como las manos de la japonesa empuñaron su camiseta, mojando su hombro por sus lágrimas y sintió su propio corazón romperse.
La chica con la mayor fortaleza del grupo estaba rota frente a ella y no podía hacer nada para cambiarlo.
Las emociones de un lobo siempre se intensificaban con la proximidad de la Luna Madre, por eso no era extraño que en toda la residencia los Betas tomaran sus previsiones con respecto a los dos extremos de las jerarquías, ya que eran precisamente Alfas y Omegas quienes mas resultaban afectados por aquellos efectos.
Era lo que la doctora le explicaba a los otros adultos que se quedaron con ella en la oficina una vez la chica había abandonado el lugar seguida de su hermano.
El mismo que minutos después entraba al lugar limpiando su rostro lentamente, incapaz de aparentar que estaba bien cuando sentía que el rechazo de Mina lo mataba lentamente.
— Hijo ¿Que sucedió? — Akira fue el primero en hablar, acercándose a él que por primera vez en años, rechazaba el contacto de su mano en su hombro, clara señal de que al igual que Mina, él también estaba decepcionado y molesto con ellos, y en especial con él. — ¿Como está ella? — Le preguntó, con su orgullo de Alfa herido al ser rechazado de aquel modo, adoptando una postura que el chico pensaba no le servía de nada ya.
El Alfa amoroso y correcto que siempre había pensado era su padre, ahora le parecía uno mas del montón y aquello junto al rechazo de su hermana, fue suficiente para que su Omega se sintiera asqueado de estar en la misma habitación que él. — Odiandonos a todos por ocultarle esto, no quiere ver a nadie. — Se las arreglo para responder sin demostrar por completo su rabia, aunque la forma en la que apretó su mano dentro del bolsillo de su largo abrigo fue lo que dejo claro que no lo había logrado del todo. — Y solo me gustaría advertirles algo, a los dos. — Su mirada de falso Beta se posó en su padre y luego en su madre que lo miraba sin poder hablar, llorando en silencio. — Si llego a perder a mi hermana por culpa de esto... Nunca se los perdonaré. — Amenazó con firmeza, sin darle oportunidad a nadie de responder cuando abandonó la residencia subiendo al primer taxi que encontró.
La doctora vio desesperación en los rostros de los tres padres de la pelinegra, y aunque las feromonas de los Alfas empezaban a abrumarla un poco, se las agregó para mantener la calma que incluso el productor parecía que perdería en cualquier momento.
— Señores Myoui, si gustan yo puedo hablar con Mina, hacerla entrar en razón. — Ofreció el Beta con calma. — Mina es una de mis mejore artistas, siempre ha sido sensata y madura, así que...
La doctora sabia cual era el rumbo de aquella conversación, aunque JYP tuviera buenas intensiones, ella misma era consciente de que aquellos temas no eran algo que una chica deseara hablar con su CEO, por lo que supo que era su momento de intervenir.
— No creo que esa sea una posibilidad, señor Park. — Lo detuvo llamando la atención de todos. — Estoy segura de que ustedes son conscientes de la gravedad de esta situación ¿No? Digo ella no sólo se enteró de que el sol se ocultara en unas horas, necesitará tiempo para asimilar esta información. — Habló viendo como los rostros de los Alfas se tornaban serios, pero poco le importaba eso, lo primordial era Mina.
— Y no es que me este negando a que la vean ni mucho menos, pero como la doctora de nuestra pequeña Mina, que ahora no me queda ninguna duda sobre la sorpresa que nos dará, y la luna madre a la vuelta de la esquina, comprenderán que querré su bienestar y el de mis enfermeros antes que nada ¿Verdad? — Explicó viendo los rostros rendidos de todos.
O casi todos. — Comprendo esto Jessica pero...
— Doctora Jung, señor Park. — Corrigió viendo al Beta directamente a la cara, sin ceder a su mirada.
— De acuerdo, doctora. — Volvió a decir JYP suspirando rendido. — Entiendo su preocupación, Mina también me importa, la quiero como a una hija, y es por eso que sé, que si hablo con ella esto se resolverá.
Una mueca y una lenta negación fueron la respuesta de la doctora, nunca imaginó que contradecir a aquel Beta con toda la razón de su lado, sería tan placentero, aunque por la terquedad que este poseía, también era cansado. — Verá señor Park, lo que trato de decirle aquí, es que no me importa si ella es su hija, su sobrina o su nieta. — Dijo con seguridad. — Ella no esta apta para recibir a nadie sin que eso le afecte a si misma, y como su guardiana temporal, les informo que nadie podrá verla hasta después de su presentación.
— ¿Que? ¡No nos puedes simplemente prohibir ver a nuestra hija! — Se quejó la Beta, madre de Mina, buscando apoyo en su esposo que la abrazó intentando consolarla.
Y Jessica suspiró. — No se trata de eso señores Myoui. — Cómo odiaba lidiar con padres. — No les prohíbo verla, solo sigo las indicaciones mas favorables para ella. — Señaló. — Y les doy mi palabra de que haré lo que este en mis manos y las de mi equipo para que ella se tome la oportunidad de escucharlos. — Aquello fue algo decepcionante para los japoneses, pero definitivamente no tenían opción. — Sin embargo eso será una vez este fuera de aquí.
La Alfa estuvo a punto de oponerse, dispuesta a acabar con todo lo que quisiera separarla de su hija de nuevo pero la voz del japonés la detuvo. — No hagas otra locura Sachiko. — Habló con seriedad. — Fue suficiente con lo que provocaste.
— De acuerdo mantengamos la calma. — Intervino la doctora. — Ya les he dicho que no podrán ver a Mina hasta luego de su presentación, incluso permitir esta visita me hizo romper un par de protocolos, así que les pido que tengan paciencia y me permitan hacer mi trabajo. — Habló mirándolos a la expectativa de lo que harían.
Para los Alfas fue una situación contradictoria, tener que seguir ordenes de una Beta los dejaba mal, pero se trataba de su hija, la misma a la que solo deseaban proteger y hacer feliz.
Fue por eso que incluso la castaña que aquella tarde veía a la niña en persona luego de casi 20 años, cedió a las recomendaciones de la doctora, saliendo del lugar no sin antes asegurarse de que esta la mantendría al tanto de todo lo que sucediera con su hija.
Mismo caso que sucedió con los Myoui, que salieron momentos después dejando a ambos Betas a solas, aunque no fue por mucho tiempo pues el CEO se levanto ajustando los botones de su traje. — Supongo entonces que yo tampoco estoy autorizado de verla ¿No? — Preguntó sonriendo divertido.
A lo que la doctora lo miró endureciendo su expresión, adoptando su expresión imperturbable. — Supone bien señor Park. — La tensión entre ellos creció, pero el pelinegro optó por no empeorar la situación, sonriendo entre asentimientos.
Dedicándole una última mirada antes de acercarse a la puerta. — Lo hiciste muy bien pequeña Jessica. — Halagó decidiéndose por salir finalmente seguido de un joven que lo guió hasta la salida.
Dejando a una sorprendida doctora en el interior de su oficina.
— Ya bebé, estoy aquí, tranquila, todo estará bien Minari. — Consolaba la coreana a la triste y llorosa japonesa en sus brazos, sintiéndose horrible de verla así.
No esperaba que Mina le contara que era exactamente lo que le había sucedido dentro de esa oficina, ni porque Jin le decía aquellas cosas, aunque estuviera muriendo por saber que tan grave había sido como para que ahora no quisiera ni verlo.
Pero tampoco esperaba que su querida y adorada futura Omega se quedara dormida luego de tantas lágrimas y sollozos que la hacían temblar, provocando que no solo la abrazara mas fuerte sino que incluso empezara a tararear una de sus canciones favoritas para ella, Someone Like Me, una canción que siempre le había recordado a la menor. Y que ahora, definitivamente sería mucho mas especial.
Fue cuando escucho la respiración de la pelinegra volverse mas profunda que se atrevió a ver su rostro, ahora escondido en su cuello, tan hermoso, aún cubierto de lágrimas.
Tan perturbado por el dolor que sentía, por lo que le fue inevitable acariciar su mejilla y dejar un beso en su frente, como siempre acostumbraba.
Se suponía había ido al baño luego de ver como Mina salía corriendo de aquella oficina y que su CEO no les permitiera ir con ella, pero no resistió y esquivó a su guía para llegar hasta donde escuchó la voz de Jin y supuso encontraría a la menor.
Estaba segura de que las demás se molestarían con ella, al menos Momo, Jihyo y Jeongyeon.
Jeongyeon quien estaba segura que de haber podido levantarse de esa silla de ruedas se habría saltado las reglas sólo para ir con la menor y consolarla como ella lo estaba haciendo ahora.
Pero no se arrepentía, aunque seguía con la duda sobre que era exactamente lo que tenía su Mina, había estado para ella en un momento difícil y eso era mas importante que todos los reclamos del mundo.
Tenía intensiones que quedarse con la japonesa en aquella posición, posiblemente hasta que esta despertara con mas ánimos de hablar o seguir llorando en su hombro. Pero un mensaje de Jihyo la saco de su mente llena de fantasías y dudas.
Por lo que luego de darse cuenta de que no podía dejar a la chica en visto, sin preocuparla mas, se levantó cuidadosamente, dejando una almohada en su lugar para que la japonesa la abrazara del mismo modo que a ella.
Sabía sobre el sueño ligero de Mina, pero de verdad estaba rogando haber sido suficientemente silenciosa para no despertarla, agradecida cuando pudo lograrlo.
Ahora tenía que enfrentar a las chicas, y no sabía que tan grave podía llegar a ser eso, tratándose precisamente de Mina.
En su camino se encontró con su guía Beta, quien supo había descubierto su paradero hace mucho pues la esperaba en la sala antes de las habitaciones, dedicándole una mirada de absoluta comprensión cuando la vio entrar al lugar.
Pero ni siquiera el apoyo silencioso del chico le ayudó cuando llegó con el resto de las chicas y una furiosa Jeongyeon casi se lanza sobre ella, siendo limitada por su lesión y los brazos de Jihyo rodeándola. — ¡Tu! ¡Traidora! — Le gritó la rubia señalándola con su índice, mirándola con un reproche que entendió a la perfección pues era obvio donde había estado.
— Jeongyeon tranquila. — Le dijo la pelirroja a la chica en sus brazos, ayudándola a sentarse de nuevo en su silla de ruedas, sin dejar de mirar a la mayor con el ceño fruncido.
— ¿Que fue lo que averiguaste coneja? — Le preguntó Momo una vez logro unirse al círculo que todas habían hecho para escucharla.
— ¿Como está ella? — Escucho a Sana.
— ¿Porque se fue así? — Y luego a la Maknae.
Intento responder a ambas, pero pronto tuvo otra pregunta llegando a sus oídos. — ¿Y porque lloraba? — Habló Chaeyoung.
— ¿Y Jin Oppa se fue? — Preguntó Dahyun.
Entendía que todas estuvieran preocupadas por la menor de las japonesas, pero necesitaban detenerse y dejarla hablar o terminarían por enloquecerla hablando todas a la vez. — Chicas por favor dejenme hablar ¿Si? — Pidió tomando aire antes de empezar a contarles todo lo que sabía tenía permitido contar. — Minari está dormida ahora, no pude hablar con ella, solo... — Informó, y en parte decía la verdad, Mina únicamente había llorado en sus brazos, no le contó nada, no aclaró ninguna de sus dudas, y todo lo que sabía eran simples conjeturas de su parte. — Lloró mucho y se quedó dormida. — Agregó sin perder detalle de la expresión preocupada y triste de la rubia, que mordió su labio, claramente por la impotencia que escuchar eso le generó. — No sé que habrá pasado con ella y su familia, solo se que no quiere hablar con su hermano. — Dijo suspirando, alarmando a todas ya que cada una era consciente de la hermosa relación que Mina y su hermano tenían.
— Eso es demasiado sospechoso. — Momo fue la primera en hablar, mirándola con confusión, incluso se veía incrédula ¿Mina y Jin peleados de aquel modo? Parecía una historia fantasiosa.
Pero sabía que por mas que a Nayeon le gustaran los chistes, nunca jugaría con algo como eso, porque no era su estilo y porque sabía que sería un problema que estaba segura no deseaba tener con Mina.
— Y me parece que muy delicado. — Apoyó Jihyo pasándose las manos por el rostro con frustración, definitivamente aquellos no estaban siendo los mejores días para Mina, ni sus mejores vacaciones, pero necesitaba seguir actuando correctamente, por el bien el grupo y de una de las más reservadas y centradas de su segunda familia.
Dio un vistazo a las tres mayores y todas se notaban pensativas y preocupadas, Nayeon parecía no parar de pensar en lo que sea que haya sucedido, y Jeongyeon y Momo luchaban por contener las lágrimas, aunque se notaba que las de Jeongyeon eran de impotencia y rabia mezcladas.
Mientras las Maknaes se notaban igual de afectadas, y necesitaba animarlas de la forma que fuera, sin abusar de la confianza de Mina. — Ahora, creo que lo mejor es que ninguna comente nada hasta que sea ella misma quien le cuente ¿Correcto? — Dijo mirando a cada una esperando que entendieran lo que intentaba hacer.
— Pero Unnie... — Se quejó Chaeyoung.
— Por favor Chae. — La detuvo antes de que cualquier cosa saliera de sus labios, comprendía su preocupación, ella misma se encontraba deseando poder hacer o que fuera para saber que sucedía con Mina, pero los límites de la menor de las japonesas, eran algo que siempre habían acordado respetar. — No tenemos idea de que este sucediendo y si es un tema familiar, conocen las reglas. — Recordó, viendo a la menor cruzarse de brazos con resignación.
Pero justo como esperó, Jeongyeon no estaba de acuerdo con eso. — Minari ha llorado, necesita nuestro apoyo. — Dijo sonando tan hostil que en otro momento, Jihyo no habría dudado en molestarse con ella.
Pero lo que no pudo evitar fue el duelo de miradas entre ambas, la mayor podía ser intimidante cuando deseaba, pero ella era la líder y esta debía entender que solo pensaba en el bienestar de la pelinegra. — Y lo tiene, Jeongyeon. — Dijo adoptando una expresión seria. — Pero tenemos que darle su tiempo. — Agregó en un pesado suspiro. — Estoy segura de que acudirá a alguna de ustedes, o en cualquier caso a mi, así que esperaremos a que eso suceda. — Miró a las mayores y dio por terminado aquel absurdo enfrentamiento con la rubia.
— Jihyo tiene razón. — La apoyo Momo, ganándose toda la atención esta vez. — Ella nunca hablará si la presionamos y lo sabes Jeong. — Su mirada se posó en la nombrada y fue cuando finalmente esta entendió que esperar era lo correcto, aunque no fuera lo que deseara.
— Bien. — Aceptó mirando a un lado, antes de que alguien les informara que ya podían volver a sus habitaciones, pero que no molestaran a la japonesa menor, cosa que ya tenían mas que claro gracias a sus reglas de roomies, y el respeto por el espacio de la misma Mina.
Eran pasadas las tres de la madrugada cuando la japonesa de cabellos negros despertó gracias a una pesadilla.
Hace mucho tiempo que no tenía esos sueños y creyó haberlos superado, pero de seguro lo que había vivido esta tarde fue una buena razón para que estos volvieran, y peor que antes.
Inmediatamente la realidad la golpeó y se levantó de su cama dirigiéndose al baño para lavar su rostro, pero definitivamente no le gustó lo que vio en el espejo.
Sus ojos ya no eran oscuros, en su lugar, un rostro con dos iris grisáceas le devolvía la mirada, antes de sonreír de manera escalofriante y hacerla retroceder.
Fue entonces cuando realmente despertó.
Era de madrugada y no había señales de su Unnie a su lado, lo que la hizo asustarse y sentirse mas sola que antes de que Nayeon llegara a abrazarla sin preguntar nada.
Pensó en ir en busca de la mayor, meterse de hurtadillas en su habitación y dormirse gracias a sus caricias y su suave voz que tarareaba para ella, como una hermana mayor, como una madre, como una persona que la amaba como tanto necesitaba.
Incluso salió de su cama y caminó hasta la puerta, deteniendo todo movimiento cuando su mano tomo el pomo. Sintiendo como un nudo que solo desaparecería si dejaba escapar las lágrimas que picaban sus ojos marrones, se formaba en su garganta.
Pero no fue precisamente la habitación de Nayeon la que visitó luego de tomar aire y salir en busca de un refugio para su dolor.
Se había olvidado por completo del Beta que estaba a su cuidado, y por eso se sorprendió tanto de verlo fuera de su habitación inclinándose frente a ella con dedicación.
¿Porque no se ha marchado? Pensó respondiendo la reverencia sin intensión de explicar la razón de su salida a aquella hora. — ¿Necesitas algo? — Preguntó mirándolo sin expresión alguna, su voz seguía ronca debido al reciente sueño, o fue lo que creyó, pero el Beta pareció no sorprenderse de ello.
Por el contrario aclaró su garganta antes de reponerle con una calma demasiado abrumadora para ella. — Me aseguro de que todo esté en orden, señorita Myoui, no se preocupe. — Dijo casi sonriendo, algo que si logro perturbarla.
Pero no dejaría que ese chico la detuviera, tenía una idea en mente y no sería él quien la hiciera dejarla. Y es cierto que se sorprendió de pensar de ese modo, mas asintió despacio sin ánimos de seguir conversando con un desconocido en plena madrugada. — Haz lo que quieras. — Murmuró girándose, escuchando como a pesar de que el chico no la detuvo, no se separó de ella, ya que podía escuchar sus pasos y podía imaginar su expresión osada en su rostro, pero no pudo importarle menos.
Una par de suspiros mas salieron de su boca mientras caminaba y el último fue en cuanto estuvo frente a la puerta que deseaba, no tenía idea de como había sido la distribución de los cuartos, y aunque había visto al guía de Jeong parado allí el primer día que llegaron, no tenia idea como era que su coordinación la había llevado allí cuando seguía medio dormida, pero no daría marcha atrás.
Sí se preguntaba porque de todos los guías, el suyo era el único que seguía merodeando y no sabia que encontraría detrás de aquella puerta, pero seguramente era mucho más agradable que tenerlo a sus espaldas como un espía.
Justo como imaginó, una lampara iluminaba la habitación de forma tenue, lo que la hizo sonreír levemente al vislumbrar el cuerpo de la persona que buscaba en la cama, lista para entrar y acurrucarse en sus brazos hasta quedarse dormida como siempre que se escabullía bajo sus cobijas.
Olvidando el mundo y sus problemas, su carrera, sus exigentes agendas, y su propio nombre.
Los brazos de Jeongyeon.
Jongho tuvo intensiones de detenerla, lo supo cuando su nombre salio de su boca, pero lo ignoró, actuando tan rápido que se sorprendió a si misma con la velocidad en la que entro a la habitación y cerró la puerta a sus espaldas.
La rubia tenía el sueño igual de ligero que ella, por eso no se sorprendió de que en el momento que llegara a su cama esta se removiera mirándola sorprendida. — ¿Minari? — Cuestionó Jeong, con la voz ronca por el sueño, tomando la mano que Mina había dirigido a su mejilla con el objetivo de acariciarla. — ¿Que esta pasando? ¿Estas bien?
La japonesa rió suavemente al escucharla, por supuesto que esperaba escuchar eso de su Unnie luego de lo ocurrido esa tarde, era la naturaleza de Jeongyeon preocuparse por todas y en especial por ella después de todo, así que negó suavemente. — Nada está bien ahora Unnie, pero espero que mejore. — Su mirada tenia un atisbo de tristeza, y su voz apagada era demasiado inquietante para la coreana, que estuvo a punto de preguntar de que hablaba, pero recordó las palabras de la líder, conformándose con el cariño en aquella mirada.
Con aquella sonrisa casi imperceptible en su boca y la caricia que había perdido todo rastro de timidez, siendo reemplazada únicamente con cariño, y con algo más, algo que Jeong identificó como ¿Nostalgia? A pesar de que era mas cariño que nada, como si no creyera que ella fuera real en lo absoluto.
— ¿Quieres entrar? — Hizo ademán de moverse para darle espacio, devolviéndole la sonrisa, con timidez y algo de duda.
Fue como si Mina estuviera esperando aquella invitación desde antes, pues sus dientes quedaron a la vista cuando la escuchó, dejando en evidencia que había llegado descalza hasta su habitación cuando Jeong sintió sus pies algo fríos rozar los suyos bajo su cobija.
Quería preguntarle que era lo que había sucedido esa tarde con sus padres, sobretodo cuando no fue ella quien abrazo a Mina sino que la misma japonesa la abrazo de forma protectora, acariciando su cabello y suspirando como si con ello lograra callar sus perturbadores pensamientos, pero fue eso lo que la hizo dejar el tema, hasta que fuera Mina quien lo sacara a relucir.
Pero era como si la menor hubiera leído sus pensamientos, pues la atrapó mordiendo su labio, incapaz de dormirse, invadiendo la habitación con sus susurros luego de un rato. — ¿Quieres saber lo que sucedió con Jin Oppa esta tarde no es así? — Preguntó de forma casi descarada y Jeong se preguntó si era correcto ser sincera y presionarla, o negarlo y seguir disfrutando de que haya sido a ella a quien decidiera visitar esa noche.
Se removió levemente del abrazo que mantenían para mirarla, rogando por no ser tan obvia. — Entiendo si no quieres comentarlo aún. — Fue sincera, y la sonrisa y el pesado suspiro de la menor le indicaron que había elegido bien. — Es solo que... Nos preocupamos y... — Dijo con temor, siendo sorprendida con el pulgar de la menor sobre sus labios.
— Sólo necesito un abrazo Unnie, por favor. — Sus ojos cristalizados y su labio inferior temblando la conmovieron. — Solo... Vamos a dormir ¿Si? — Suplicó entre sollozos, incapaz de mantener sus ojos abiertos por las lágrimas que salieron de ellos, refugiándose en el cuello de la rubia que no volvió a hablar y la estrecho contra su cuerpo, sin importarle si su hombro era mojado por su llanto.
O si la posición en la que estaban era incómoda para su brazo, sin importarle si era tarde como para encontrarse pasando por aquella agonía de ver al ser más hermoso sufrir, sin poder hacer nada para evitarlo.
Así que simplemente se quedó en la misma, posición, repartiendo besos en su cabeza, caricias en su espalda y cabello, y todo el cariño que podía darle con su abrazo.
— Buenas noches Minari. — Susurró dejando un beso en su cien cuando su llanto se detuvo y su respiración se calmo, como señal de que finalmente había caído en los brazos de morfeo.
Justo antes de acomodar mejor la cobija sobre sus cuerpos, e ir cediendo lentamente al sueño que la embargó, con el suave perfume de la menor llenando sus pulmones.
A la mañana siguiente, las 8 chicas contuvieron la respiración cuando la pelinegra entró al comedor seguida de su guía Beta, luciendo tan fresca como siempre, tan elegante y serena, y con una expresión inquietantemente relajada en su rostro.
Jeongyeon quiso ser la primera en hablar, considerando que la japonesa se sentó a su lado, entre ella y Dahyun, y que la menor se había ido de su habitación antes de que ella despertara, sin dejar rastro alguno de su estadía a su lado más allá de su perfume.
Pero la silenciosa mirada de la líder la detuvo, por lo que simplemente se limitó a actuar como de costumbre, dejando un beso en el hombro de la japonesa sonriéndole con cariño, siendo correspondida de inmediato, con una sonrisa alegre y coqueta, sonrisa que logró sonrojarla.
Nayeon amplió sus párpados al ver aquella interacción, no por la interacción en si, lo que la inquietaba en sí era que la chica en la mesa, no estaba ni cerca de ser la que ella consoló hasta que se durmió luego de tanto llorar el día anterior.
— Buenos días para ti también Jeong Unnie. — Respondió Mina a la rubia, que sintió su rostro calentarse al sentir como esta hablaba en su oído, antes de dejar un beso en su mejilla sonrojada.
Y como se suponía que no debían actuar extraño para no presionar a la pelinegra, Momo creyó pertinente molestarlas un poco. — ¿No les parece muy temprano para estar tan pegajosas chicas? — Bromeó sonriendo, aún cuando en su interior no estuviera del todo de acuerdo con evadir el tema.
Ella sabía lo inteligente que era la menor de las japonesas, y que era cuestión de tiempo para que esta se diera cuenta de su teatro.
A pesar de que reaccionara como siempre a sus comentarios, o como casi siempre. — ¡Yah Momori! Puedo darte los buenos días a ti también. — Habían muchas cosas que no ocurrían a menudo, y Mina coqueteando tan abiertamente con alguna como en aquel momento, era una de ellas.
Por eso la peliazul se quedó sin palabras, escuchándola reír suavemente antes de volver a la realidad. — Pues, yo paso, gracias. — Optó por decir mirando discretamente a la pelirroja y las dos mayores que estaban igual de sorprendidas que el resto.
— Parece que alguien amaneció de buen humor esta mañana ¿Eh Minari? — Habló Chaeyoung, deseando que la tensión de los hombros de sus Unnies bajara un poco.
— Creo que si Chaeng, es que dormí muy bien esta noche. — Respondió la pelinegra concentrándose en su comida y las fotos que la menor de todas mostraba de su perro, mismas que su madre le había enviado esa mañana.
Jeongyeon estaba empezando a preguntarse que tan conveniente era que siguieran actuando de ese modo alrededor de la pelinegra, que a lo largo del día no mostró la mas mínima señal de conflicto en su rostro, incluso en todas sus actividades de concentración, de yoga y demás, fue de las más relajadas.
Su tobillo estaba mejorando a un buen ritmo, y aunque no la dejaron deshacerse de las vendas, al menos ya no tendría que ir en silla de ruedas a todos lados, usando las muletas para eso, sorprendiéndose de que esta vez fuera Nayeon quien más la ayudara.
Y sí, hablaron sobre las razones que tenía esta para no estar sobre Mina en lugar de con ella, obteniendo una respuesta que sabía era propia de Nayeon. — Antes de ser rivales en el amor somos amigas, pequeña avestruz. — Habló la castaña, sonriéndole con cariño y dejándole ver su sonrisa de conejito, y el leve empujón que siempre estaba presente en sus conversaciones, sin llegar a desestabilizar su caminata o molestarla suficiente.
Y le hizo entender a Jeongyeon que tenía razón, antes que nada todas eran amigas, siempre se apoyarían unas a las otras más allá de sus diferencias, y serían sinceras entre ellas como lo fue ella al confesar que Mina había ido a visitarla aquella madrugada, o de como Nayeon consoló a la menor cuando no dejó que su hermano entrara a su habitación.
No era que hablaran de la vida de la japonesa a sus espaldas, solo estaban compartiendo sus preocupaciones para no sentirse abrumadas por estas cuando estuvieran a solas. Sólo contribuyeron a que las sospechas que Momo había guardado para ella sobre el género de la pelinegra, crecieran de forma significativa.
Hasta que ocurrió lo que la dejaría sin duda alguna de ello.
Gracias a su día sin incidentes, volvieron a recorrer los lugares que les habían parecido mas interesantes de la residencia, el acuario y sus especies de peces, los jardines y sus especies de flores, incluso el misterioso bosque, donde encontraron un pequeño riachuelo y aprovecharon de tomarse fotos frente a este.
Todo fue perfecto hasta que Woonhyuk y Nayeon entraron en el campo de visión de Mina, compartiendo la cámara de esta.
Todas lo vieron como algo normal, su Unnie amaba tomarse fotos después de todo, pero para Mina, a quien Nayeon apenas y se había acercado aquel día, para Mina, a quien Nayeon había dejado durmiendo sola en día anterior, para Mina, que se encontró deseando ser quien estuviera besando la mejilla de la morena, aquello era un insulto.
Nayeon y Woonhyuk eran solo amigos, ellos lo sabían mejor que nadie, el amor del chico por cierto Alfa al que Nayeon había escuchado nombrar un par de veces en sus conversaciones, y el profundo enamoramiento de la castaña por la japonesa menor les hizo entender que entre ellos no existiría nada más.
Pero la japonesa no sabía eso, pagando las consecuencias de su rabia con la botella de agua en su mano y quizá un par de piedras que se atravesaron en su camino.
Y aunque estaba completamente celosa y sentía que colapsaría en cualquier segundo, seguía estando en sus cinco sentidos cuando prefirió alejarse antes de hacer una escena parecida a la que protagonizó cuando Jeongyeon se lastimó el pie.
Todas se dieron cuenta de su repentina partida, inclusive la misma Nayeon que dejó de lado su sesión de selfies para verla marcharse, mirando interrogante a la rubia y la japonesa que la veían con el ceño fruncido y una mirada desaprobatoria que simplemente la descolocó.
Para Momo fue sencillo, incluso Jeongyeon lo entendió, la mirada de Mina estaba posada en la interacción de esta con el muchacho antes de partir. Mina estaba celosa por su cercanía con él y su distancia con ella, pero era obvio que ambas lo vieron de forma diferente.
— Bien hecho Coneja, eso era justo lo que ella necesitaba. — Habló la rubia con sarcasmo, deseando poder golpearla con una de sus muletas para que reaccionara, pero esta la miro sin entender.
— ¿De que estas hablando Jeong? — Cuestionó haciendo una mueca. — ¿Que es lo que hice?
Jihyo se dio cuenta de lo que sucedía entre las mayores y junto a Sana se dirigió a ellas, llegando a tiempo para detener lo que fuera que estuviera a punto de pasar. — De acuerdo ¿Que esta pasando aquí?
Las dos mayores rompieron su duelo de miradas para mirar a la pelirroja que he tenía los brazos en sus caderas en espera de una explicación, y sin interés en ser regañadas, optaron por murmurar un suave “nada” lo suficientemente convincente para no preocuparla.
Y la intervención de Momo también ayudo a eso. — Satang, vamos con Mina-chan. — Dijo ajustando su sombrero tejido sobre su cabeza y llevándose a rastras a la confundida castaña que miró a la líder igual de intrigada, antes de que desaparecieran de la vista de todas.
Era cierto que sus instintos aún estaban dormidos, era lo que se suponía que pasaba desde que iniciaron aquel tratamiento, pero algo en el interior de Momo le decía que el camino que tomaban era el correcto, eso y quizá el truco que le había sacado a su guía para rastrear las señales de cada uno de sus relojes.
Casi salta de alegría cuando llegaron al gimnasio, al otro lado de la residencia, mismo que les habían dicho era solo para uso de los Alfas, y encontraron a Mina golpeando un saco de arena como si fuera el responsable de todas sus culpas, con una rabia que logro asustar a la castaña a su lado.
— ¿Esa es Mina-chan? — Preguntó Sana escondiéndose detrás de su hombro mirando con horror la forma en la que la pelinegra descargaba su rabia contra aquel objeto.
Y luego de suspirar Momo respondió. — Así es Satang, esa es nuestra Mina-chan ahora. — Sana quiso preguntar más, quiso no ser tan despistada por una vez en su vida, quiso entender a que se refería Momo pero no haría falta.
Lo último que escucharon antes de que el saco de arena, que se suponía estaba perfectamente asegurado, cayera a tan solo unos metros de ellas, fue el gruñido que salio de los labios de a menor.
Sacando a Mina de su estado de ira, y dejando a las mayores sin palabras.
Era imposible, debía ser una broma, Mina no podía haber hecho algo así, ella no era tan fuerte, pero entonces ¿Como había hecho eso?
Vieron a un par de Betas acercarse a la escena, deteniéndose al notar el estado sudado de la pelinegra y el estado asustado de las otras dos, pero antes de que mal interpretaran las cosas, Momo volvió a hablar. — ¡Hey! Todo esta bien ¿De acuerdo? — Dijo teniendo la mirada de todos sobre ella.
Uno de los guardias incluso la miró dejando claro que no le creía una palabra, pero para hacer mas creíble todo camino hasta la preocupada pelinegra que ahora que volvía en si sólo miró a un lado, avergonzada del desastre que ocasionó.
— ¿Están seguras de eso señoritas? — Preguntó el mas alto y robusto de ellos, empuñando una radio que Momo supuso era para avisarle al resto de sus compañeros lo que ocurría, para llamar refuerzos.
Pero Momo fue lista, y como no deseaba que aquella situación pasara a mayores, caminó hasta la nerviosa pelinegra, con Sana a su lado, rodeando los hombros de ambas con sus brazos. — Son cosas de Alfas, queridos amigos, no me digan que es la primera vez que ven algo así. — Dijo sonriendo casi tan relajada que las menores la miraron de reojo evidentemente confundidas.
Sobretodo Mina, quien no tomo muy bien su comentario en la parte de “cosas de Alfas” por lo que no tardo en fruncir sus cejas con desagrado. — Momo...
— Tranquila Mitang, entendemos todo. — La interrumpió la japonesa mientras los Betas miraban la escena con atención, sin tener claro si aquello era una mentira o una muy buena actuación de las tres. — Ahora, creo que nosotras nos iremos. — Agregó la peliazul, tomando las manos de las menores para sacarlas de allí con ella. — Y no se preocupen caballeros, pagaremos por todo esto, adiosito. — Uno de los Betas intentó decirles algo, pero fue tan pronto como las palabras salieron de su boca que saco a rastras a las menores, desapareciendo de su vista y dejando atrás aquel desastre que pronto debían notificar.
— Informa a la doctora Jung, ahora. — Dijo el mismo que habló con Momo.
Pero el otro apenas miró su smart wacht, y notó la notificación directa de la oficina de la Beta, sonrió mientras negaba despacio. — Creo que ya lo sabe. — Bromeó señalando su muñeca y dejándole ver a su compañero, a lo que se refería.
Momo no tenía idea de donde había sacado aquella valentía y aquel talento para actuar frente a esos dos hombres, y mucho menos como había logrado ubicarse tan fácilmente dentro del casi infinito lugar, pero había logrado llevar a las menores justo hasta la sala principal, donde ahora se encontraba una cabizbaja Mina y una pensativa Sana sentadas cada una en un sofá individual frente a ella.
Sabía que Mina deseaba disculparse, la conocía lo suficiente como para estar segura de lo que su lenguaje corporal y sus miradas de reojo querían decir, y sabía que no se había equivocado cuando la vio levantar su rostro.
— Satang... Momori, lamento eso, yo... — Empezó a decir posando su mirada en sus rostros y luego en sus manos, para finalmente suspirar pesadamente. — No pude controlarme, no se que pasó. — Confesó dejando a Momo sin palabras por un segundo.
Por supuesto que ella sabía que le estaba pasando a su amiga, era tan obvio que parecía estúpido no haberlo descubierto antes, cada una de sus actitudes y la proximidad de la luna llena esos días, no se necesitaba ser un genio para ello, o es lo que pensaba.
— No te preocupes Minari, ya pasó. — Escuchó hablar a Sana, que le dedico una de sus cariñosas e inocentes sonrisas, tan propio de ella. — Además ya tendremos tiempo de averiguarlo después ¿No? — Rió suavemente acercándose a la menor para abrazarla.
Y Momo no podía creer la ingenuidad de su amiga, quizá por eso terminó explotando frente a ambas. — ¿Todo lo que ha pasado y aún no son capaces de verlo? — Cuestionó levantándose de su asiento, mirándolas incrédula, con una mueca de sonrisa en su rostro. — No hay nada que buscar aquí Sana-chan. — Contradijo las palabras de la castaña, que la miró confusa, mientras Mina agudizaba su expresión y su mirada. — Estas son obviamente actitudes de un Alfa. — Soltó viendo como la pelinegra se levantaba para enfrentarla.
— Deja de repetir eso Momo. — Dijo esta despacio, tan fríamente que Sana trago con dificultad, aunque Momo ni siquiera se inmutó. — Funcionó con los vigilantes, pero es suficiente. — Era un momento de tensión total entre ambas, uno que la japones del medio jamás había imaginado presenciar.
Mina y Momo siempre fueron tan unidas y cariñosas la una con la otra que Sana a veces se sentía una intrusa en su relación de casi hermanas, pero era un vínculo que habían creado las tres, tan fuerte y profundo, tan solido y cariñoso que parecía mentira que ahora se enfrentaran como si se odiaran.
Una sonrisa lasciva creció en el rostro de Momo, que en ningún momento apartó su mirada de la ajena, por el contrario se acerco más a ella, como si deseara provocarla. — ¿Que? — Cuestionó en tono de burla. — ¿Te molesta que diga la verdad? Me sorprende. — Una de sus cejas se elevó y los puños de Mina se cerraron, Sana creyó que la golpearía, estaba lista para ver como sus mejores amigas se peleaban sin poder evitarlo.
Pero el alivio invadió su cuerpo cuando Mina, en lugar de seguir con aquella tensión, suspiró cerrando sus ojos y tomando su camisa de cuadros azules y rojos del sofá, alejándose de la peliazul y dándole la espalda y la razón, volteandose levemente para volver a hablar con mas tranquilidad.
— Iré a tomar un baño, quizá dormir me ayude. — Dijo intentando sonreír, pero Momo la sorprendió tomando su mano y deteniendo su partida.
— Escucha Mitang no te digo esto como algo malo ¿De acuerdo? — Ya no había burla en sus palabras y Mina lo agradeció, asintiendo con comprensión, aunque aquel sentimiento duro muy poco. — Ni siquiera entiendo porque te molesta tanto hablar sobre tu género, aunque... — Ladeó su rostro intentando leer la expresión imperturbable de la pelinegra que solo la evadió y se soltó lentamente de su agarre. — Quizá eso que no nos has contado tenga algo que ver. — Musitó sin recibir respuesta alguna de la menor.
Y al notar como el rostro y el cuerpo de Mina empezaban a llenarse de tensión, Sana volvió a intervenir. — Momori no creo que debas seguir por ahí. — Dijo con la voz temblorosa, debía mantenerse imparcial si no quería salir perjudicada también.
Sin embargo, la mayor tenía otra idea en mente, decidiendo que aquel era el momento perfecto para dejar salir lo que estaba molestándola, aunque no fuera de la forma correcta. — ¡No Sana! Ella tiene que entender que no es justo que nos haga a un lado cuando es obvio que necesita nuestro apoyo. — Soltó el primer golpe, viendo como Mina elevaba la mirada y mordía su labio para calmarse y luego volver a mirarla con nada más que culpa en su rostro, pues no era su intensión hacer sentir a ninguna de esa forma. — Golpear a todo el que te haga sentir celosa y romper lo que se te atraviese, no es la solución. — Ella tenía razón, la propia Mina lo sabía, pero no entendía porque no había podido controlarse, ella nunca había sido impulsiva y mucho menos violenta.
Siempre pensaba las cosas antes de hacerlas, incluso mas de lo que todos creían, pero no lograba encontrar los motivos para estar actuando y sintiéndose de aquel modo tan irracional esos días.
Sin embargo, cuando estaba a punto de agradecer a su amiga por ser tan sincera como siempre, por hacerle ver las cosas con claridad, la puerta de la habitación se abrió, revelando a un ligeramente desaliñado Jongho, que de seguro había estado corriendo buscándola por toda la residencia.
— ¡¿Mina?! ¿Estas bien? — Jadeo casi sin aire.
Y una más tranquila Momo, fue quien le respondió, volviendo a sentarse en el sofá detras de ella, sin apartar su mirada de la de la menor. — Ella esta bien niño bonito, solo dejala dormir un poco. — Dijo cruzándose de brazos, soltando un bufido que hizo suspirar a la menor.
Mina en cambio, miro al chico con cansancio, ya había tenido suficiente de la peliazul como para lidiar con él también. — Estoy bien Jongho, te veré en la cena. — Fue lo único que dijo antes de darse la vuelta con su camisa en la mano y su mente hecha un desastre.
Sin darle tiempo al Beta de hablar. — Pero señorita Myoui, espere. — Intentó decir este avanzando para detenerla, dispuesto a seguirla una vez la puerta se cerro frente a todos, sintiendo como la mano de la peliazul, que en cuanto se dio cuenta de sus intensiones se había levantado seguida de la castaña que veía la escena con precaución.
Pero por suerte y para su propia tranquilidad, las cosas no pasaron de allí.
Momo humedeció sus labios entretanto el muchacho volteaba a verla, claramente confundido. — Haz lo que te dice niño bonito. — Aconsejó sonriendo levemente. — Si no quieres irte despidiendo de tu lindo rostro. — Terminó de decir, y notó como el Beta entendió la veracidad de aquella advertencia al notar el destello de miedo en su mirada.
Lo que la hizo sonreír ampliamente y salir de la habitación seguida de Sana y sus dos guías, que no habían hecho más que mantener su distancia dentro de todo aquel asunto.
Mientras Jongho se sentó en uno de los sofás, con una expresión de preocupación y resignación que si bien era lo que sentía en ese momento, no eran todo lo que invadía su mente luego de las advertencias que había recibido de la Doctora Jung y ahora de la peliazul con respecto a la menor.
3 Días después
Por suerte para todos, las cosas se habían calmado bastante desde el incidente con el saco de boxeo.
El trío japones había decidido no comentarlo con el resto de las miembros, sobretodo para no preocuparles. Haciendo las pases y concretándolas con un par de partidas de Mario Kart que Momo, ni siquiera cuando Sana intentó distraer a Mina, estuvo cerca de ganar.
La pelinegra no había tenido noticias de sus padres, y el que ignorara por completo su teléfono personal la ayudó a mantenerse alejada de lo ocurrido aquella tarde, manteniendo su mente ocupada con las chicas y todas las lecciones que quisieran enseñarle los betas sobre conectarse con su lobo.
Habían recuperado algo de normalidad entre sus clases de meditación, sus tardes de charlas y chistes, molestándose entre todas igual que siempre, ahora que el pie de Jeongyeon había sanado y no había perdido oportunidad de lanzarse sobre Mina cada vez que podía, imitada por Nayeon.
Escuchando los quejidos de Momo y las risas del resto.
La doctora Beta había estado ausente esos días, para sorpresa de las japonesas que esperaban algún reclamo por el accidente del gimnasio, pero nada había pasado. Y prefirieron creer que la doctora había llamado a alguno de sus mánagers para que se encargara de ello.
Pero como decía aquel viejo dicho, esos días simplemente fueron “la calma antes de la tormenta”.
A pesar de que Jessica no les había contado cuando era exactamente el día de la Luna Madre, la seguridad en los alrededores había aumentado, sin que alguna se diera cuenta.
Lo que si tendrían claro era que los cambios de humor de Mina no serian lo peor que verían, pues había algo mas fuerte a lo que temer, y era una Momo fuera de control.
Tzuyu y Elkie habían salido de paseo luego de la última lección de meditación aquella tarde, la menor del grupo había quedado fascinada con la belleza del pequeño bosque, y la Beta se había ofrecido a llevarla frente a todas, aunque la peliazul fue la ultima en enterarse y no tardo en preocuparse cuando cayo la tarde y esta no llegaba.
— ¡¿Donde esta Tzuyu?! — Preguntó entrando al salón donde se encontró con Nayeon, Jeongyeon, Jihyo y Mina.
Sana había ido al cuarto de Chaeyoung junto a Dahyun que había prometido mostrarle unos vídeos de cachorros que sus Onces les habían enviado, por lo que solo estaban ellas cinco y sus guías.
La peliazul había tomado un baño recientemente y su cabello seguía húmedo, se había puesto una de sus camisetas holgadas y un par de pantalones de pijama, lista para dormir, pero por alguna razón no se había ido a la cama, y al ver sus pies descalzos la pelirroja entendió el porque.
Quería un masaje y de seguro las tres chicas en la habitación de la rapera la habían rechazado.
— ¿Eh? — Se quejó Nayeon viéndola haciendo una mueca. — Hola para ti también mapache. — Rodó los ojos.
— Deja eso Yeonnie, quiero saber ¿Donde esta nuestra Chewy? — Contó, con una extraña sensación en su pecho, algo no andaba bien y sus instintos se lo decían.
Jihyo se separó de su celular y la miro de reojo antes de hablarle. — Sigue en su paseo al bosque ¿Porque la buscas exactamente? — Cuestionó mirándola con una ceja levantada, sabía exactamente lo que ocurría, por lo que solo quería molestarla.
Y creyó que había funcionado al detallar el rostro ligeramente enrojecido de la japonesa, pero no se había dado cuenta de que esta se encontraba en aquel estado desde antes de entrar a la habitación.
La razón por la que la chica se había duchado era el inmenso calor que empezó a sentir aún cuando el aire acondicionado de su habitación estaba al tope y el agua fría de la ducha golpeaba su piel como miles de cuchillos.
Ignorando que algo mas estaba pasando fuera de aquella habitación y dentro de si misma. — Yo... Es que... ¿Porque permitiste eso? — Le dijo llevando su mano a su pecho, sintiendo como su corazón empezó a acelerarse.
— Tranquila Momo, ya llegará y... ¿Te sientes bien? — Habló Nayeon.
Jeongyeon y Mina la miraron por primera vez, alarmándose por su respiración acelerada. Siendo la pelinegra la primera en dirigirse a ella cuando sus piernas flaquearon. — ¡Moguri! — Dijo la japonesa menor tomándola de la cintura.
— ¡Momo! — Jihyo fue la siguiente en levantarse parándose al otro lado de la peliazul que sonrió como pudo entre jadeos, sintiendo su boca seca y su cuerpo arder.
Cosa que las dos chicas que la sostenían notaron pues ahora no solo su rostro estaba rojo, su cuerpo entero estaba caliente, y Mina y Jihyo se miraron cuando lo sintieron aún a través su ropa.
— ¿Que le esta pasando? — Nayeon miró con preocupación la escena, incapaz de moverse de su asiento por la preocupación creciente en su interior.
Jihyo no tenía idea de que responder a eso, era evidente que tenía fiebre, la duda era ¿Porque? Ninguna había estado expuesta a ningún virus recientemente y por lo general todas eran saludables y fuertes, especialmente la peliazul adicta al ejercicio a su lado.
Pero había algo que la líder ignoraba, y era que más allá de las nubes en el cielo, una brillante y poderosa luna empezaba a emerger, dispuesta a despertar los lobos que por años habían estado dormidos en sus interiores.
Y no fue sino hasta que las dos puertas a sus espaldas y frente a ellas se abrieron revelando a una desesperada Chaeyoung y una asustada Elkie.
— ¡Chicas! ¡Es Dahyun! No está bien. — Gritó la pequeña con desesperación, haciéndolas voltear a todas antes de que la Beta hablara y llamara su atención.
— ¡La Luna Madre ha llegado! — Anunció, su respiración estaba agitada a causa de una carrera, y su pecho subía y bajaba rápidamente, buscando con la mirada a la líder, hasta que la encontró. — Tzuyu ha entrado en celo.
Aquellas palabras fueron como un interruptor para el cuerpo de Momo que sin problema salió del agarre de las chicas dirigiéndose hasta la Beta para tomarla del cuello de su uniforme. — ¡¿Donde está?! — Preguntó con la voz ronca, fue como si nunca se hubiera debilitado, fue como si la chica frente a ella no fuera más que una pequeña niña bajo su mirada intimidante, una mirada que habían visto en Mina días atrás. — ¿Porque hueles a ella? ¡Respóndeme! — Y Elkie supo que era exactamente lo que sucedía cuando su voz de Alfa la hizo bajar la mirada completamente intimidada.
El lobo de Momo había despertado con la simple mención de la menor del grupo, que como todas suponían, se presentó como una Omega con olor a Chocolate con Leche. — Yo... Está en la zona de los Omegas, la doctora Jung ordeno que fuera llevada allí para cuidarla pronto. — Informó con nerviosismo. — Estábamos en el bosque y de pronto empezó a sentirse enferma, no supe lo que ocurrió hasta que se desmayó y pude sentir su olor de... Omega.
Momo pareció quedar conforme con esa información, la perdida de fuerza en el agarre del uniforme de la Beta fue la prueba de ello. — Omega... — Murmuró sonriendo levemente. — Mi Omega. — Dijo ampliando su sonrisa antes de salir del lugar, seguida de June y la misma Elkie, mientras el resto se debatía en que hacer.
Especialmente Jihyo que aún procesaba las palabras de la Beta. — Hay que ir con Dahyun, puede que también esté entrando en celo. — Les dijo a las mayores que junto a Chaeyoung, la siguieron sin rechistar.
— La luna madre llegó y Moguri es Alfa... — Murmuraba Mina que había decidido no seguir a las coreanas, saliendo del lado contrario al suyo, buscando algún rastro del intenso olor a Café Amargo que la peliazul dejaba a su paso.
Momo sentía que su cuerpo entero se quemaba, su respiración parecía vapor y sus adoloridos músculos estaban más marcados que nunca, sentía su sangre correr a toda prisa por su torrente y un indescriptible deseo de encontrar a la Omega de olor achocolatado.
No tenía idea de que donde se encontraba exactamente la zona de los Omegas, apenas y recordaba aquel lugar del primer día que hicieron el recorrido, pero un solo rastro de aquel olor bastó para que sus sentidos se pusieran alerta y una voz en su interior le dijera que estaba cerca.
Pero no contaba con los Betas que se aparecieron en su camino y le impidieron avanzar, creando un muro humano que no tardo en enfurecerla, solo tenía un objetivo y una opción si quería llegar con la Omega, y estaba dispuesta a llevarla a cabo.
Sintió un hormigueo por cada una de sus extremidades, y sus piernas perder fuerza mientras y inmenso dolor la invadía, se estaba transformando.
Y al ver como se retorcía de dolor en el suelo, mientras varios Betas intentaban inmovilizarla y la luna brillaba sobre ella, Mina supo que esa noche las historias de sus vidas estaban por cambiar. — ¡Momo! — Gritó al escuchar como la mayor empezaba a gemir de dolor, soltándose del agarre de los Betas y cambiando frente a todos.
Ella sintió como alguien la sujetaba para que no siguiera avanzando, incluso la levantaron mientras lanzaba varias patadas y sentía su garganta arder ante la fuerza de sus gritos exigiendo por ser liberada, pero no lo logró.
Momo por su parte, cambio de su pequeño y estilizado cuerpo de bailarina por un enorme lobo, con un brillante pelaje azabache, de aproximadamente dos metros de altura que soltó un sonoro aullido que puso en alerta a toda la residencia.
Mina no recuerda exactamente que fue lo que sucedió después, al menos no con tanta claridad, pues el aullido de la mayor nublo cada uno de sus sentidos conscientes, dejándola ciega y desorbitada.
Podía ver luces rojas parpadeando a su alrededor y el agarre en su cuerpo molestarle mas a medida que la luna salía, también recuerda los brillantes ojos azules de su Unnie posarse en ella en cuanto fue abordada por los Betas que la durmieron aún transformada, haciéndola cambiar para subirla a una camilla y llevarla a quien sabe donde.
Pero luego de eso todo fue borroso, el dolor en sus músculos, la intensidad de los sonidos de una alarma, de los aromas y la sangre corriendo por sus venas, y un calor en su cuerpo la llevaron al límite.
Era demasiado por procesar, su cuerpo empezó a sentirse pesado, y pudo jurar ver a lo lejos un lobo marrón correr a unos metros de ella, un lobo que no supo exactamente quien era, pero que parecía estar afectado por el olor de Momo, mismo que seguía rodeándola.
Hubo un momento donde ya no sintió dolor, donde no escucho y olió nada más, fue como flotar en el agua, como estar cayendo al vacío, rodeada simplemente de paz y tranquilidad, una oscura bruma que la abrazaba cálidamente a pesar de lo fría que era.
Una tranquilidad que terminó en cuanto un nuevo aullido de Momo se escuchó.
Jihyo, Chaeyoung, Jeongyeon y Nayeon llegaron a la habitación de la menor y encontraron una escena que no parecía demasiado alentadora para la mas pálida que ahora parecía arder en fiebre, era como si Momo hubiera desatado una epidemia.
— ¡Dubu! — Exclamó Nayeon dirigiéndose a su lado, junto a una preocupada Sana que no se veía demasiado tranquila tampoco.
La frente de la menor estaba ardiendo, igual que su cuerpo y su errática respiración, una fiebre con predecibles resultados para todas las que habían visto lo ocurrido con Momo segundos antes.
Jihyo intentó mantener la calma, pulsando su reloj llamando ayuda de los Betas que parecían incluso más alarmados que ellas, antes de ver como Sana llevaba su mano a su pecho con una creciente taquicardia desatándose en su pecho. — Aigoo, Sana tu también no, por favor. — Dijo tomando a la japonesa de la cintura para acostarla en el sofá con ayuda de la rubia.
Chaeyoung y Nayeon seguían a lado de la mas pálida intentando hacerla reaccionar, sin obtener nada mas que quejidos de dolor y jadeos desesperados de esta. — Vamos Unnie, tu puedes con esto. — Decía la menor tomando la mano de la chica, sin importarle cuan caliente se encontrara esta, seguía siendo la mano de su mejor amiga y no la dejaría.
Nayeon estaba a punto de hablar al darse cuenta de los ojos cristalizados de la menor pero las puertas de la habitación se abrieron una vez más, revelando a la doctora Jung junto a más enfermeros con un par de camillas frente a ellos.
— ¡Doctora Jung! — Exclamó la líder agradecida de que finalmente decidiera aparecer. — ¿Que esta sucediendo? — Cuestionó esperando un informe mas preciso de lo ocurrido con Tzuyu, Momo, Dahyun y ahora Sana.
— Tranquila Jihyo, todo está bajo control. — Respondió la mayor ordenándoles a sus enfermeros que subieran a la más pálida a la camilla. — Solo necesito que mantengan la calma ¿Esta bien? — Pidió.
Jihyo estuvo a punto de reírse en su cara, como líder de un grupo de nueve miembros había tenido que pasar por muchas situaciones, pero aquello no tenía precedentes, quizá por que ninguna había entrado en celo bajo su cuidado.
— De acuerdo, pero ¿Donde esta Tzuyu? — Preguntó con viendo como ahora era Sana a quien los Betas llevaban a la otra camilla. — ¿Que es lo que ocurrió con ella?
La doctora se acerco a las cuatro que parecía no tenían ninguna señal de haber sido afectadas por los estados de sus amigas, fuera de sus rostros preocupados, ningún síntoma. — La Luna Llena despertó su lobo, y no solo el suyo, parece que el de la señorita Hirai, Minatozaki y Kim también. — Informó con una calma que dejo en evidencia su ignorancia sobre lo que ocurría en el jardín principal.
Las cuatro chicas asintieron al escucharla, y le hicieron caso a la sugerencia de permanecer juntas por si alguna empezaba a sentirse mal también, con sus guías cerca y sus relojes encendidos.
Pero definitivamente las luces rojas y el sonido de una molesta alarma en todo el lugar tuvieron en todas el efecto contrario a la tranquilidad.
Mina volvió a recuperar su conciencia sintiendo el olor a Café Amargo perteneciente a Momo acercarse cada vez más a ella. Un olor que ahora se mezclaba con otro mas suave, de seguro el del lobo marrón que había visto segundos antes.
Y no le bastó más que voltearse para encontrarse con aquellos brillantes ojos azules de nuevo, pero esta vez viendo directamente el cuerpo y rostro de una pelinegra Momo que se recuperaba de su transformación, parecía que había logrado evadir a los betas y sus métodos para detenerla, pues sonreía satisfecha, incluso se veía feliz, algo que inquieto mucho a Mina.
Dio un paso atrás cuando su mayor extendió su mano en su dirección, sintiéndose mareada por su olor y temiendo que la lastimara, pero Momo solo ladeó su rostro con confusión. — Mina... — Hablo la mayor.
Mina trago con dificultad, sin poder creerse que la chica frente a ella fuera la misma que derribo a mas de siete Betas hace algunos minutos. — ¿Mo-momoring? — Tartamudeó conteniendo la respiración cuando la chica, cuya ropa apenas se había rasgado, poso su mano en su hombro con rapidez.
Una sonrisa dibujada en su rostro, y miles de destellos en sus ojos dejaron a Mina como hipnotizada, eso y su olor que empezó a suavizarse, de pronto no era Café Amargo lo que la rodeaba, era un suave olor a frescos y dulces melocotones, sin llegar a ser empalagoso o incómodo, era un olor que equilibraba el amargo del Café, y no pudo ser mas embriagador para sus sentidos en proceso de desarrollo.
— Dejalo salir Minari, no luches contra él, te gustará. — Le susurró Momo al notar lo mucho que le estaba costando controlarse.
Mina apretó sus manos sin atreverse a mover un músculo, no se atrevía a desafiar a la Alfa Pura que tenía frente a ella, porque estaba segura de que su amiga era una Alfa Pura como tanto había presumido todo el tiempo, una Alfa de cabellos negros y largos.
— ¿Como se siente? — Atinó a preguntar pasando su lengua por sus labios, su cuerpo empezaba a sentirse más caliente de lo normal y necesitaba mantener su mente pensando en algo más.
Momo la miró confusa nuevamente, tardando solo un segundo en comprenderlo. — ¿Recuerdas las clases de conexión con nuestro lobo? — Preguntó de vuelta siendo respondida por un asentimiento. — Pues es mucho mejor que eso. — Contó dejando a la menor confundida. — Es como conocer esa parte de ti que nunca sabías que necesitabas pero que te complementa de muchas formas.
— ¿No es eso lo que se supone debes sentir con un Omega? — Preguntó Mina inocentemente, sin saber como los sentidos de la mayor reaccionarían con eso.
La expresión de Momo cambió drásticamente. — Mi Omega. — Gruñó recordando lo que perseguía antes de toparse con ella, el olor a Chocolate con leche que la había hecho vencer al mini ejército de Betas que intento detenerla antes.
Pero antes de que pudiera avanzar un dardo aparentemente invisible apareció en su cuello haciéndola caer en los brazos de una sorprendida Mina cuyos ojos se ampliaron y una rabia la invadió al ver como los Betas vestidos de negro empezaban a rodearlas de forma amenazante.
Y no sabe porque exactamente, pero aquel fue el momento en el que se dio cuenta de que todo realmente se vendría abajo.
Con sumo cuidado dejo el cuerpo dormido de su amiga en el césped, observando la tranquilidad en este, para luego ponerse de pie y tomar con sus dedos índice y pulgar el dardo que amenazó con enterrarse en uno de sus brazos.
El cambio inició con sus ojos, ya no eran oscuros y profundos, ahora se habían tornado de un color grisáceo que destelló en el momento que encontró la mirada del Beta que le disparó. Y con un solo movimiento devolvió el disparo dando en el blanco, que en este caso fue la mano del Beta.
Había más de un Beta allí y no fue una sorpresa que los demás intentaran dispararle también, pero logro evitar cada ataque, antes de finalmente transformarse en un alto lobo de pelaje blanco como la nieve, con sus ojos brillando y soltando un aullido directamente desde su pecho.
Un aullido que entretuvo a los Betas y le dio oportunidad de correr lejos de allí, dejando su intenso olor a Menta en el camino, el trato que le habían dado los Betas a la pelinegra había sido en gran parte lo que la llevó a aquello, y habría sido genial vengarse de ellos, atacándolos cada vez que aparecían, pero aún transformada en un lobo era consciente de que no era correcto.
Así que corrió y corrió hasta que llego al bosque donde el sonido del pequeño riachuelo corriendo la hizo dejar atrás el molesto sonido de las alarmas de la residencia.
Con un sentimiento creciendo en su pecho, sentimiento que la hizo aullar mirando directamente a la Luna, un aullido que no salio de su pecho pero se sintió igual de intenso, como un llamado que no sabia a quien iba dirigido.
Las únicas 4 chicas que aún no habían sido afectadas por la brillante luna en el cielo, salieron de la habitación que les habían ordenado no abandonar, pues era imposible que con los últimos sucesos que estaban sucediendo se mantuvieran tranquilas.
No tenían idea de a donde se habían llevado a sus compañeras y los dos aullidos que escucharon, las inquietaron mucho más.
La brisa de la noche golpeo los rostros de todas al poner un pie en el jardín, y aunque sus guías no estaban de acuerdo con dejarlas salir, al menos habían decidido acompañarlas. Siendo los 8 testigos de cuando una dormida y ahora pelinegra Momo era trasladada en una camilla hasta un lugar que desconocían.
Fue un impacto total para las mayores, y una confusión para la menor que las miro sin entender que sucedía. Por el intenso aroma que llego a sus olfatos, sabían que era una Alfa con una presencia que están seguras sería mas aterradora despierta que dormida.
Y una nueva preocupación se alojo en el pecho de una de ellas cuando empezó a darse cuenta de algo que no habían notado hasta ese momento. — ¿Donde esta Mina? — Cuestionó la rubia buscando con la mirada a la pelinegra menor, alarmándose cuando el guía de la japonesa llegó corriendo hasta ellas.
— ¡Jongho! ¿Donde esta Mina? — Fue Jihyo quien le pregunto, notando como parecía que había corrido un largo rato por su respiración acelerada.
Él había sido uno de los que siguió a la japonesa hasta que esta los engaño y se perdió entre el bosque, y uno de los pocos que había sido empujados por ella sin ser significativamente lastimado. — Ella... — Jadeo apoyando sus manos de sus rodillas. — Ella se perdió en el bosque, pero está bien, y es una... Una Alfa Pura ahora. — Informó entre jadeos.
— ¡¿Alfa Pura?! — Exclamaron las mayores al unísono mirándose alarmadas, debía ser una broma, Mina no podía ser una Alfa, y menos una Alfa Pura, algo estaba mal, aquel chico debía estar mintiendo y ellas tenían que comprobarlo.
Pero aunque la impresión de ambas era grande, su preocupación era mayor. — Hay que buscarla entonces, no puede estar por ahí sola. — Dijo Nayeon al borde del desespero.
Mientras Jongho y Youngjae intentaban persuadirla. — Lo siento mucho señorita Im, pero no puedo permitir que haga eso. — Dijo el castaño. — Es demasiado arriesgado sino sabemos como se presentaran el resto de ustedes.
— ¿Que estas insinuando? Ella nunca nos lastimaría tonto. — Bramó una ofendida Jeongyeon enfrentándolo, siendo detenida por la mano de Jihyo en la suya.
Y el Beta lo agradeció, pues había quedado sin energías para enfrentarse a otro Alfa. — No se trata de eso Señorita Yoo, tengo órdenes de no dejarlas acercarse a esa zona bajo ninguna circunstancia ¿Entienden? — Aclaró con calma. — El que estén fuera de sus habitaciones ya supone un riesgo para ustedes.
— ¿Porque estas tan seguro? — Cuestionó Nayeon.
Y una vez, el Beta regulo su respiración, adoptó su postura correcta. — Cuatro de sus compañeras se presentaron como Alfas, y dos de ellas son Alfas Puras, a mis compañeros les costó mucho lograr recuperar el control y contenerlas, y aunque ninguna lastimó a algún Beta, no podemos confiarnos, los Alfas Puros son los mas inestables, lo saben. — Explicó el muchacho viendo como todas guardaban silencio.
Pero una desconocida sensación estaba creciendo en el pecho de Jeongyeon, una de inquietud, de necesidad, como si estuviera sufriendo, como si estuvieran llamándola, y su mente definitivamente no estaba ayudando, cruzó una mirada con Nayeon, quien pareció entender sus pensamientos y les bastó de un asentimiento para darse cuenta y decidir salir corriendo en la dirección que había dicho el Beta, el Bosque.
Y aunque tres de ellos las siguieron, lograron burlarlos igual que lo había hecho Mina, teniendo a su favor el hecho de no tener olor todavía.
Sana y Dahyun fueron llevadas a la zona de los Alfas en cuanto se supo de sus géneros, y la mas joven realmente permaneció tranquila durante el traslado, los sedantes y relajantes musculares habían funcionado a la perfección y sin problema en ella.
En cambio la chica cuyo cabello había empezado a volverse rojizo abrió los ojos en medio del traslado, dejando a la vista sus brillantes orbes ámbar, con destellos dorados en ellos.
Sintió desesperarse al ver su cuerpo atado a aquella camilla, cosa que empeoró al momento de que los Betas intentaron inyectarla de nuevo, por lo que de un movimiento, rompió las correas de una de sus manos y se deshizo de dos de ellos golpeando sus cabezas con la del otro.
Su corazón latía desesperado en su pecho y no sabía si era por el miedo o la adrenalina pero como pudo se libero por completo de las correas y bajo de la camilla antes de que el resto de los Betas que llegaron la atraparan, corriendo sin terminar de transformarse a un lugar muy lejos de aquellos doctores y sus inyectadoras.
Jessica bufó por enésima vez en la noche cuando uno de sus enfermeros le informó que Sana también había escapado y que Nayeon y Jeongyeon habían decidido ir en busca de Mina.
Todo se estaba saliendo de sus manos y no le gustaba para nada.
— ¡No puedo creer esto! — Bramó. — ¡Jeno, WooYoung! ¡Vengan aquí! — Llamo a los chicos que estaban cerca de ella y se pararon frente a ella a penas la escucharon. — Encuentren a Mina, cueste lo que cueste, sospecho que si damos con ella las demás aparecerán. — Ordenó viendo como los Betas asentían y se retiraban, dirigiéndose al bosque donde Jongho y los demás habían visto la chica había aparecido.
Pero no tenían idea de que la Alfa hace mucho se había ido de allí.
Nayeon y Jeongyeon habían decidido separarse para buscar a la japonesa menor, sin tener algún plan para cuando la encontraran, solo deseaban asegurarse de que esta estuviera segura y ya.
Nayeon había sido la última en salir de la zona del jardín principal, por lo que fue sorprendida con la imagen que encontró. Misma que encontraron, Jihyo, Chaeyoung, sus guías y la doctora cuando llegaron segundos después tras ella.
Jeongyeon contuvo la respiración al tener a una ahora rubia Mina frente a ella, no había abierto los ojos aún, por eso Jeong, se dedico a detallar cada uno de sus cambios físicos, aparte de su cabello ahora rubio blanco, había crecido varios centímetros y sus músculos estaban más marcados que nunca, de seguro allí había estado escondida la fuerza que demostró los últimos días.
Ahora tenía sentido para ella, cada cambio, cada actitud extraña, todo tenía sentido ahora. Un sentido que quedo atrás cuando Mina finalmente la miró, dejando a la vista sus ojos grisáceos, llenos de vida y deseo.
Fue como si su vida se reiniciara, como volver a nacer cuando su olor de Alfa la rodeo, sin entender como es que lo sintió, hasta que el calor de su cuerpo aumentó y sintió como solo con su mirada Mina la intimidaba de formas inexplicables.
Era involuntario y completamente natural, como si fuera correcto y decisión de la misma luna sobre ellas, fue cuando lo supo, aunque le costo entender que el olor a Chicle y Vainilla que se mezclaba con el de Menta y de Mina, era suyo, entendió que eran Alfa y Omega frente a frente y como nunca imaginó pero ahora deseaba con todas sus fuerzas, mas allá de su entendimiento. — Alfa... — Jadeo sin poder evitarlo.
— Omega... — Dijo Mina acercando su mano a su mejilla viendo como luego de un par de parpadeos, sus ojos cambiaban a un atractivo verde que la dejo completamente cautivada. — Quieta. — Susurró acercándose a su cuello para sentir su olor mas de cerca, provocando con eso que la contraria, cuyo cabello empezaba a oscurecerse sólo un tono más descubriera el dulce olor a Almendras que se mezclaba con la fresca Menta que provenía de su cuerpo.
Estaban sumidas en un hermoso mundo, solo ellas dos descubriéndose más allá de sus cuerpos humanos, con sus lobos celebrando en su interior.
Pero alguien la sacó de su fantasía, una voz que reconocieron aún con el temblor en esta. — ¿Mina? — Cuestionó Nayeon, sin poder creerse los cambios de la que suponía su Omega perfecta.
Y sin apartarse por completo del cuerpo de la coreana menor, Mina poso sus ojos en ella. — Omega. — Dijo sonriéndole de una forma que dejaba claro lo complacida que se sentía de verla también.
Sorprendiendo a todos los presentes que no se habían movido de sus lugares, ni se habían dado cuenta de que la mayor del grupo también había empezado a cambiar, pero claro, ninguno tenia los sentidos tan bien desarrollados como la ahora rubia, que desde su distancia, sintió el olor a Caramelo y Frutilla que la otra Omega desprendía.
Una lágrima salió de los ojos de la castaña, cuyo cabello empezaba a oscurecerse como la noche y cuyos ojos se tornaban de un suave azul que ninguno aparte de Mina notó.
Jihyo estaba realmente sorprendida y el agarre en su mano le dejo claro que la pequeña a su lado también lo estaba, por eso trago con dificultad, haciendo todo lo que estaba en sus manos para controlar aquella situación sin que tuvieran que usar la fuerza que los Betas deseaban.
— Chicas, deberían irse con la doctora ahora. — Habló suavemente, provocando que Mina gruñera y por instinto se parara delante de Jeongyeon para que nadie llegara a ella.
Lo que fue claramente una prueba de su rabia. — ¡No! — Gruñó mirando a la pelirroja con recelo.
— Tranquila Mina, nadie te lastimará. — Volvió a hablar la líder del grupo, sin atreverse a dar un paso al frente, ni dejar que nadie más lo hiciera, pues ello suponía poner en alerta a la Alfa, y ya había visto suficiente desastre de camino a allí.
Pero no parecía funcionar con la rubia, y menos cuando los Betas que trataron de atraparla al principio aparecieron tras ellas. Un nuevo gruñido salió de sus labios, uno dirigido a ellos y fue hora de que la doctora hablara.
— Mina, tranquila ¿Si? — Dijo la Beta levantando las manos y animándose a dar un paso al frente, pasando cerca de Nayeon con Jihyo a su lado. — Manten la calma, nadie te hará daño, y tampoco a ellas, solo queremos ayudarte.
— Vamos Mina-ssi, por favor. — Fue Jeongyeon quien hablo esta vez, susurrando suavemente en su oído, logrando de algún modo que no entendió hacerla volver.
— Unnie... — La escuchó decir sin terminar de voltearse.
— Si Minari, eso es tranquila. — Agregó Nayeon sonriéndole con cariño, aun desde su distancia.
— Nayeonnie, Jeongyeonnie. — Habló con su voz recuperando su suavidad y dulzura de siempre.
Eso fue como un suspiro de alivio para todos los que veían la escena, una de Mina siendo abrazada por Jeongyeon antes de voltearse y sentir como esta acariciaba su mejilla para luego caer desmayada en sus brazos, por los primeros efectos del celo en su cuerpo.
Todas se alarmaron, pero no sería lo único que las sorprendería pues segundos después una inesperada Alfa de cabellos rojizos y ojos con destellos dorados en ellos apareció justo detrás de la Omega mayor, haciéndola voltearse en el instante que su olor a Limón y Cereza la rodeo.
— ¡Nayeon cuidado! — El grito de Youngjae alerto a la Omega mayor y a la rubia que gruño imaginando que Sana le quitaría a la Omega en sus brazos, cuando la realidad era que la Alfa de cabellos rojizos había sido atraída por el olor a Frutilla que la hizo tararear de placer al sentirlo.
— Omega. — Habló Sana en un profundo suspiro que intensifico su aroma y casi deja a la mayor sin fuerzas.
Pero logro mantenerse en pie, sintiendo unas manos fuertes rodear su cintura. — Alfa. — Susurró viendo sus ojos sin poder apartar su mirada ahora azul de aquel océano ámbar que brillaba mas que el cielo sobre ellas.
Para después sentir por completo el olor a Limón y Cereza mezclarse con el suyo mientras Sana enterraba su cabeza en su cuello dejando sobre su caliente piel besos húmedos y lamidas tan suaves que casi la hicieron rendirse por los deseos de su Omega, y sus ganas de hundirse para siempre en los brazos de aquella hermosa Alfa frente a ella.
Mientras el resto simplemente se limitaba a observar y se preguntaba como harían para lograr alejar a Mina de una desmayada Jeongyeon y a ella de una hambrienta Sana sin tener significativas consecuencias.
Ahora la pregunta es... ¿Valió la espera?
Saludos y gracias por leer.
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