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Capítulo XXXIX

Me despiertan los rayos de sol que entran por la ventana. Luna está dormida a mi lado y está preciosa. Admiro su belleza y con suavidad acaricio sus mejillas y su pelo, no quiero despertarla pero no puedo evitarlo, necesito su contacto.

Me levanto con cuidado y me asomo a la ventana. Hace un día precioso, el sol brilla y se refleja en el lago, lo que hace el agua mucho más apetecible. La verdad es que me apetece muchísimo darme un baño.

Cierro la puerta despacio y bajo a la cocina. Anna, Christian y Justin ya están desayunando.

— Buenos días chicos — saludo.

— Buenos días — me responden.

— ¿Qué tal habéis dormido? — Me pregunta Anna.

— De maravilla. Hay tanta paz aquí que es imposible dormir mal. ¿Y tú?

— De lujo. ¿Tú has visto mi cama? Es enorme — dice riendo — porque el cuerpo me pedía café, si no me quedaba durmiendo.

Todos nos reímos ante ese comentario.

— ¿Luna sigue durmiendo? — Pregunta Justin.

— Sí.

— Ay, qué mono — dice Anna.

— ¿Qué pasa? — Pregunto curioso.

Anna y Justin se miran y sonríen.

— Se te ve tan enamorado — comenta Anna suspirando. — Es un gusto veros tan felices a todos.

— Tranquila, tú también encontrarás a tu príncipe azul — le anima Christian.

— No tengo prisa, estoy muy bien como estoy. Sí es cierto que hay veces que me dais un poco de envidia, pero es envidia sana, no penséis mal — explica.

— Seguro que en la universidad conoces a alguien — apunta Justin.

— No sé yo si los universitarios son una buena opción — todos la miramos y se encoge de hombros — no creo que encuentre a mi chico ideal en una fiesta.

— ¿Y por qué no? — Pregunta Justin. — Nosotros hemos ido a unas cuantas fiestas y somos normales.

— Bueno... Normales... ¡Es broma, es broma! — Comenta Anna riendo. — Vosotros sois únicos y especiales, y las fiestas universitarias están a otro nivel. No tengo yo muchas esperanzas de encontrar a mi príncipe azul entre fraternidades y chupitos.

— Siempre te quedará la biblioteca — puntualiza Christian.

— Oye, pues no es mala idea — Anna se ríe y nosotros la acompañamos.

Me sirvo una taza de café y preparo otra para subírsela a Luna.

— Hace un día precioso, ¿no os parece? — Comenta Anna.

— Sí, es más, tengo muchas ganas de darme un baño. ¿Os apuntáis? — Propongo.

— ¡Sí! — Responde Justin. — Pasar el día en el lago me parece una buenísima idea.

— Y teniendo entrada privada apetece más todavía — comenta Alan entrando en la cocina. — Buenos días a todos.

— Buenos días dormilón — le digo con gracia.

— Me tomo el café y despierto a Katy — dice preparándose una taza.

— Yo voy a despertar ya a Luna — comento terminando de beber lo que queda de café en mi taza, la dejo en el lavavajillas y cojo la taza de Luna. — Hasta ahora — me despido saliendo de la cocina.

Subo las escaleras con cuidado de no derramar el café y entro en nuestra habitación. Luna sigue durmiendo así que dejo la taza en la mesilla y me siento a su lado. Lentamente le acaricio la mejilla, su preciosa cara y me paro en sus tan apetecibles labios. Los tiene entreabiertos, es muy hermosa. Despacio abre los ojos y sonríe en cuanto me ve.

— Buenos días — me susurra.

— Buenos días princesa. Te he traído tu droga.

Abre mucho los ojos y se empieza a reír en cuanto ve la taza de café.

— ¡Cómo me conoces! — Se incorpora en la cama y coge mi mano. — ¿Dormiste bien?

— De maravilla, ¿y tú?

— Igual.

— Ya vi, estabas preciosa durmiendo con la boca abierta — le digo haciéndola de rabiar.

— ¡Mentira! No tenía la boca abierta — responde entre risas.

— Un poco sí, lo justo para ver asomar la babilla...

No me da tiempo a decir más. Se abalanza sobre mí pero se está riendo, y cuando Luna se ríe le fallan las fuerzas, así que aprovecho para agarrarla, atraparla bajo mi cuerpo y hacerla cosquillas.

— ¡No, no! ¡Para! ¡Esto tenía que ser al revés! — Dice llorando de la risa y pataleando.

— Lo siento reina, pero se te fue la fuerza por la boca — respondo riendo.

Ríe tan alto que parece que está a punto de ahogarse, así que aflojo un poco y dejo que se recupere. Cuando parece que ya está lista de nuevo, muevo mis manos pero ella es más rápida y riendo de nuevo intenta taparse el cuerpo con sus manos. Es adorable. Me separo un poco, agarro sus caderas y nos hago rodar hasta dejarla sentada a horcajadas sobre mí.

— Ahora tengo yo el control — dice orgullosa.

— Sí — intento contener la risa pero es muy difícil.

— Jo, pero así no vale, lo has cedido — se tumba encima de mí y me besa la nariz — ya te pillaré en otro momento.

— Nena, ya me tienes pillado, desde el primer día que te vi.

— Ay... Qué mono — me da un suave beso en los labios y apoya su cabeza en mi pecho.

Es la misma expresión que ha usado Anna. En el pasado no me habría parecido adorable que una chica me dijera eso. ¿Ahora? Es la mejor sensación del mundo.

— Vamos a pasar el día en el lago, ¿te apetece?

— ¡Sí! ¡Planazo! Además parece que se ha quedado buen día.

— Hace un día precioso, pero no tanto como tú — noto como se sonroja cada vez más.

— Hoy estás sembrado — dice coqueta.

— Si se trata de ti, siempre lo estoy.

Me dedica una sonrisa preciosa y le da un sorbo a su taza de café.

— Mmm, droga — dice haciendo énfasis en la palabra droga, cosa que me hace mucha gracia.

Mientras termina su café saco nuestros bañadores y los dejo encima de la cama.

— ¿En serio? ¿Vamos a ir a juego? — Pregunta divertida.

— Por supuesto, yo siempre quiero ir a juego contigo.

He sacado mi bañador negro y su bikini, también negro. La braga es un poco más alta que el resto pero seguro que le queda estupendamente.

— Bueno, pues voy a pasar al baño a cambiarme y de paso me aseo un poco. ¿Vienes? — Me provoca y tengo que contener las ganas para no salir detrás de ella.

— Creo que mejor me quedo aquí, sino, no saldremos nunca de ese baño.

Asiente con la cabeza y sale de la habitación, sabe que tengo razón.

Cinco minutos después la puerta de la habitación se abre y aparece Luna, deslumbrante con su bikini, le queda mucho mejor de lo que pensaba.

— Ven aquí — pido tendiéndole mi mano. Agarro la suya y la hago girar. — Estás preciosa.

— Ahora sí, pero no lo estaré si me quemo. ¿Me echas crema por la espalda? — Me pide sacándola del cajón.

— ¿Sólo por la espalda?

Se queda quieta y noto como junta las piernas y se pone de punta el vello de sus brazos. Qué mala es la anticipación, o qué buena.

— Creía que querías pasar el día en el lago — dice coqueta.

— Así es.

— Pues si sigues provocando, querido, el día lo pasaremos en la cama.

— Vale — la cojo en brazos y nos tumbo en el colchón. Luna se muerde el labio y respira hondo. Creo que he provocado demasiado. — Está bien, seré bueno.

— ¿Y si quiero que seas malo? — Susurra provocando más aún.

— Nena... Con ese bikini estás irresistible.

— ¿Uno rápido? — Más que una pregunta parece una orden.

No pierdo más el tiempo, me quito el bañador, saco un preservativo del cajón y me lo pongo.

— Date la vuelta nena — le pido. Me mira curiosa y con sonrisa pícara se da la vuelta lentamente. Con ambas manos bajo su bikini hasta dejarlo a la altura de sus rodillas y me coloco encima de ella. Acaricio su culo y no pierdo la oportunidad de darle unos azotes. Luna gime en respuesta. — No te muevas.

Separo un poco sus piernas, me coloco en su entrada y, tumbándome encima de ella, la penetro por completo. Veo como coge la sábana y la aprieta con sus puños mientras aguanta las ganas de gritar.

— No te contengas — le pido.

— No... — Susurra — nos pueden oír. Qué vergüenza.

Bueno vale, tiene razón. Retiro su pelo hacia un lado y mientras beso y muerdo su cuello empiezo a moverme, despacio al principio hasta que Luna arquea el cuerpo y levantando un poco el culo empieza a moverse.

No puedo resistirlo y me vuelvo salvaje. No voy a durar mucho, estos juegos provocativos me vuelven loco y sé que ella tampoco va a durar mucho porque noto cómo se contrae cada vez más. Llega un momento en el que deja de moverse, aprieta tanto los puños que se le vuelven de color blanco y se corre. Paso mi brazo bajo su pecho, la aprieto más contra mí y con dos embestidas más, me corro yo también.

— Brutal — consigue articular.

Con Luna no quería polvos rápidos porque me gusta dedicarle tiempo y que cada vez que tengamos intimidad sea única y especial, pero hay veces que el cuerpo no puede contenerse y para qué mentirnos, ambos nos hemos puesto muy burros.

Cuando bajamos a la cocina ya están todos listos.

— ¿Os habéis echado crema protectora? — Pregunta Luna.

— Sí — responden Katy y Anna.

— Nosotros también — responden los chicos.

— A ver si cogemos un poco de color — comenta Katy.

— Mientras no sea rojo, me vale — responde Luna riendo.

Dejamos las toallas en las tumbonas y vamos hacia el muelle. Justin, Alan y Christian no se lo piensan dos veces y se tiran al agua. Después vamos Katy y yo y cuando llega el turno de Anna y Luna, ambas se miran, ríen y empiezan a retroceder.

— ¡Me he arrepentido! — Grita Anna.

— ¡A saber cuántos bichos hay en el agua! — Continúa Luna.

— ¡Tú sí que eres un bicho! ¡Vamos tiraos! — Pide Katy.

Continúan retrocediendo y se me ocurre una idea.

— Justin, ¿salimos a por ellas?

— Obvio — responde riendo.

Disimuladamente nos vamos acercando hasta la orilla cuando, para sorpresa de todos, Anna y Luna se agarran la mano, cogen carrerilla y de un salto se tiran en bomba al agua salpicándonos a todos. Esa es una clara señal de que empieza el juego.

Pasamos un buen rato salpicándonos, haciéndonos aguadillas y nadando. Nos movemos hacia una zona que cubre menos, subimos a las chicas a hombros y jugamos a ver quién aguanta más sin caer.

Mientras las chicas toman el sol nosotros hacemos la comida. Como han comprado mucha carne vamos a usar la barbacoa y lo vamos a racionar en tres días. Después de comer jugamos a las cartas bajo la sombrilla y nos damos otro baño. Esta vez cogemos una pelota y jugamos con ella, primero a ver cuántos toques somos capaces de dar sin que caiga al agua, después, deletreamos palabras y por último nos dividimos en dos grupos y jugamos al volleyball.

Cuando cae el sol se levanta un poco de viento y hace frío, así que salimos del agua y vamos directos a las duchas. Nos lo hemos pasado tan bien que decidimos hacer lo mismo el día siguiente.


— He visto en internet que hay un mercadillo medieval en el pueblo — comenta Luna. — ¿Os apetece ir? También hay una obra de teatro al aire libre y una visita a un castillo.

— Suena interesante — apoyo la idea, sé que se muere por ganas de ir. Todo lo que tenga que ver con ruinas es emocionante para ella.

— Claro, así conocemos un poco todo — dice Katy.

— Me apetece hacer turismo — apunta Justin.

Todos estamos de acuerdo así que preparamos unos bocadillos, una nevera portátil con hielos y bebidas y nos ponemos en marcha.

El mercadillo es bastante grande y vamos visitando cada uno de los puestos. Algunos son más interesantes que otros y al final acabamos comprándonos todos un recuerdo. A la hora indicada nos acercamos a la plaza donde interpretarán la obra de teatro, es una obra medieval y nos gusta tanto que nos dejamos las manos rojas de tanto aplaudir al final.

Aún queda un rato hasta que comience la ruta, así que nos sentamos en unas mesas que hay en la plaza y comemos. Una hora después, nos reunimos con los demás turistas y gente del pueblo en el punto acordado.

— Hola a todos — nos saluda una mujer — hoy vamos a conocer un poco más la historia de este pueblo. Vamos a hacer una ruta donde podremos admirar la belleza de la naturaleza y, al final, visitaremos el castillo que dio nombre a nuestro querido pueblo.

— ¡Qué emocionante! — Aplaude Luna.

Me encanta verla así, agarro su mano y comenzamos la ruta. Mientras la guía nos explica la historia, los sucesos, miro a mi alrededor y ya me imagino a los caballeros patrullando a lomos de sus corceles, protegiendo el reino de los malhechores. Luna debe estar imaginándose lo mismo porque no para de mirar a todas partes, aunque ella tiene más imaginación que yo y seguro que está viviendo la historia en su cabeza.

Al final de la ruta admiramos el gran castillo. Hacemos varias fotos y, aunque hay una parte que ya no está en pie, la mayoría de la infraestructura se conserva en buen estado.

Nos lleva a lo que fue el gran salón, la cocina, los aposentos de los criados, de los reyes y los príncipes y princesas que vivieron allí. Paseamos por lo que fueron los jardines, el patio de armas y temerosos bajamos a las mazmorras. Luna aprieta mi mano, sabe que ahí abajo no va a pasarle nada pero está tan metida en la historia que capaz es de creer que va a salirle algún verdugo con un hacha. Vemos varios murciélagos dormir e intentamos pasar sin molestarles. Admiramos los calabozos donde apresaban a los delincuentes, las picas donde les castigaban y varias armas que prefiero no saber para qué las utilizaban. Al final de la visita todos aplaudimos y le damos una propina a la guía por lo guay que ha sido todo y lo mucho que hemos aprendido.

— Ha sido genial — apunta Luna.

— La verdad es que sí, me ha gustado muchísimo. Oye, ¿y si estudio arqueología contigo? — Pregunta Katy.

— ¡Sería genial! Pero sabes que el trabajo de un arqueólogo es muy sacrificado, ¿verdad? — Comenta Luna. Se ríe ante la expresión de Katy. — Quiero decir, que si estás trabajando en una excavación, no tienes horario como en los demás trabajos. Primero porque se financian durante un tiempo determinado, es difícil que amplíen los plazos sobre todo si no se consiguen los resultados obtenidos.

— Y esos resultados se obtienen trabajando a lo bestia — apunta Justin.

— Correcto. Y segundo, porque te gusta tanto, te apasiona, que no miras el reloj. Te da igual que pase el día entero, tú sólo quieres seguir excavando, investigando, descubriendo.

Hay tanta pasión en su voz que me emociono. Ojalá consiga hacer su sueño realidad.

— Vale, ese trabajo no es para mí. Me voy a la ducha. ¡Bye!

Coge a Alan de la mano y prácticamente se lo lleva a rastras escaleras arriba.

— Ya encontrará su vocación, sólo necesita tiempo — apunta Anna.

Y tiene toda la razón. Agarro la mano de Luna y la llevo yo también escaleras arriba.

— ¿Una ducha? — Propongo.

— Sí, por favor.

Estoy quitándome la ropa cuando noto que algo choca contra mi espalda, una, y otra, y otra vez. Miro al suelo y veo la camiseta, el sujetador y las bragas de Luna. Me giro y está completamente desnuda. Da un giro sobre sí misma, se da una palmada en el culo y empieza a correr por la habitación. Así no podemos salir al baño, pero, tampoco veo necesaria la ducha ahora mismo.


Metemos unas pizzas al horno, vemos otra película de American Pie y, al terminar, ponemos música a todo volumen y sacamos las botellas.

¡Empieza la fiesta!

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