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Capítulo XXII

¿Dónde estoy? Me da miedo abrir los ojos, estoy muy cansada y siento presión en la cabeza. Abro los ojos pero me mareo así que los vuelvo a cerrar. Respiro hondo e intento abrir de nuevo los ojos pero ahora poco a poco. Me llevo las manos a la cabeza en un intento tonto de aliviar la presión que tengo y algo me roza el brazo, tengo una vía puesta. Veo más tubos sobre la sábana y los sigo con la mano, vale, tengo puesto oxígeno. La habitación está a oscuras y al mirar por la ventana veo que es de noche. Estoy completamente sola. ¿Qué ha pasado? No recuerdo nada, sólo que salí de la sala del juicio y... Nada más. Me incorporo sobre la cama y empiezo a ponerme nerviosa. La máquina que tengo a mi lado empieza a pitar y enseguida entra una mujer en mi habitación.

— Hola Luna, ¿Cómo estás? — Me pregunta revisando la máquina que pita.

— ¿Quién eres? — Pregunta estúpida, me fijo bien y veo que tiene ropa de enfermera. — ¿Dónde estoy?

— Me llamo Claire y estás en el hospital. Escúchame cariño, tienes que estar tranquila, ¿vale? Tu estado ahora mismo es delicado, te desmayaste y has tardado mucho en recuperar la conciencia. Además me han contado que ocurrió durante un juicio así que ahora procura estar tranquila.

— ¿Cómo voy a estar tranquila? Si estoy sola...

— No cariño, no estás sola, tu hermano está contigo. No se ha separado de tu lado desde que has llegado. Ahora está fuera hablando por teléfono.

— Estará hablando con Sam — pienso en voz alta. — Sam es mi otro hermano, está de viaje — explico cuando me mira sin entender. — Joder — digo recostándome sobre la cama — últimamente sólo doy problemas, deben estar cansados.

— No digas eso — dice cogiendo mi mano — he hablado con tu hermano y me ha dicho que estás sometida a una gran presión. Además... — Se calla y no la veo segura de seguir hablando. — Te entiendo perfectamente. He seguido las noticias del juicio y tiene que ser muy duro.

Si tú supieras... No es sólo eso, pero ha influido bastante.

— Han venido tus amigos y tu novio a verte pero teníamos órdenes de no dejar pasar a nadie.. De momento es mejor que no tengas visitas.

— ¿Por qué? — Pregunto enfadada, necesito ver a Derek.

— Porque podrías alterarte — dice muy seria. — Entiendo que quieras verles pero lo primero es tu salud.

Voy a contestar cuando la puerta se abre y entra Tom. Me ve despierta y se acerca corriendo a la cama, me coge la mano y le miro, está muy preocupado y tiene ojos de haber llorado.

— Tom — logro articular.

Ahora mismo le necesito mucho así que me incorporo y le abrazo. Entierro la cabeza en su cuello y empiezo a temblar. Las lágrimas acuden a mis ojos y no puedo evitar que caigan. No sé por qué estoy llorando pero si mi cuerpo lo necesita yo no se lo voy a impedir. Claire tiene razón, estoy pasando por mucho y mi cuerpo ha reaccionado así.

— Preciosa, escúchame, tienes que relajarte — me dice cuando la máquina empieza a pitar.

— Voy a traer un tranquilizante — anuncia la enferma saliendo a toda prisa de la habitación.

— No, no quiero pastillas — digo sollozando.

— Cariño, debes tomártela. No quiero que te vuelva a pasar — me separa de su cuerpo y coge mi cara entre sus manos. — Si te pasara algo no podría soportarlo.

Sólo me he desmayado. ¿Ha pasado algo más? ¿Qué ha ocurrido? Ahora entiendo lo que debió pasar Derek cuando no recordaba nada del fin de semana. Intento respirar hondo pero no puedo, me falta el aire y la máquina pita más fuerte. Claire vuelve con una pastilla.

— Póntela bajo la lengua — me indica pero niego con la cabeza.

— Luna por favor — me suplica. Al final accedo y lo hago.

Tom me pide que le haga un lado, se tumba conmigo en la cama y me abraza. Me recuesto sobre él y me acaricia la cabeza. Me siento muy pesada y se me cierran los ojos, la pastilla debe ser muy fuerte. Lo último que oigo es a Claire diciéndole a Tom que la avise si pasa cualquier cosa y vendrá a verme en un rato.

Abro los ojos y la luz que entra por la ventana me molesta. Me siento muy cansada, creo que mi cuerpo ha llegado a su límite. Debo frenar pero no sé cómo hacerlo, por más que intente relajarme mi cabeza sigue funcionando, no paro de pensar y eso es un problema. Me incorporo y Tom alza la mirada, está hablando por teléfono.

— Se acaba de despertar — indica, — claro, espera. — Se levanta y se acerca a mí. — Sam quiere hablar contigo.

— Vale — le digo cogiendo su móvil. — Hola hermanito.

— Cielo qué susto nos has dado, ¿te encuentras bien?

— Sí, cansada pero bien — le confieso. — ¿Tú como estás?

— Ahora que hablo contigo bien, muy bien.

— ¿Cómo van las cosas por Nueva York?

— Bien, ha ido todo muy bien. La inauguración fue un éxito y ahora estoy en el hotel haciendo las maletas, mañana vuelo a Italia.

— ¿Ya fue la inauguración? — Mierda ahora me siento fatal. Soy una pésima hermana, me he centrado tanto en mí que no me he preocupado por ellos ni su trabajo. — Lo siento muchísimo de verdad, siento mucho no haber estado allí con vosotros.

— No te preocupes hermanita, no habrías podido venir. Hablamos con Lucy y nos dijo que no podías irte del pueblo. Eran órdenes del juez.

— Aún así...

— No — me corta — no te martirices, no es culpa tuya.

Puede que tenga razón, aún así me siento mal.

— Lo importante ahora es que tú estés bien y te recuperes pronto. Quiero que vuelvas a ser la Luna de antes, sin preocupaciones, estando alegre todo el día.

— Es complicado — le confieso — pero lo intentaré. Ahora ya podré relajarme. Ya he testificado y lo de Mary está arreglado así que... — Mierda, no les he contado nada.

— Antes de que digas nada — me corta Tom — ya lo sabemos. Lucy nos ha tenido informados todo el tiempo.

— Menos mal — respiro aliviada.

— Lo entendemos, es mucha carga para ti — me dice Tom sentándose a mi lado.

— Os dejo chicos — dice Sam — tengo mucho que preparar. Vamos hablando hermanita, te quiero mucho.

— Yo también te quiero.

El médico entra justo cuando cuelgo y le pide a Tom que salga. Cierra la puerta y me examina, me toma la tensión y anota en una carpeta que tengo colgada a los pies de la cama.

— ¿Qué me ha pasado? — Pregunto con miedo.

— Te dio un ataque de ansiedad, te bajó la tensión y eso hizo que te desmayaras — dice con voz amable. — Voy a pedir que te hagan una analítica completa y te controlen la tensión. De momento te vas a quedar ingresada para poder controlarte, mañana ya veremos.

— ¿Puedo recibir visitas?

— Sí — dice al cabo de unos segundos. — Pero que no entren todos a la vez ni te alteren, ¿de acuerdo?

— De acuerdo — digo sonriendo — muchas gracias doctor.

Me devuelve la sonrisa y sale de la habitación. Tom entra minutos después y me indica que ha hablado con el médico.

— Permito que vengan a verte con una condición — dice muy serio — que no habléis sobre el juicio.

— Pero Derek declaraba hoy, necesito saber qué tal le ha ido — le ruego.

— No, Luna. Es mejor que no.

— ¿Por qué? Si ya estoy bien.

— No, no estás bien — dice serio pero sin levantar la voz. — Créeme, no estás bien. Aún tienes la tensión baja y cualquier alteración que tengas puede tener consecuencias. Luna por favor hazme caso por una vez.

— De acuerdo — digo derrotada. — Pero yo te pongo otra condición a ti — me mira entre sorprendido y divertido — quiero que te vayas a casa a ducharte y descansar un poco.

— No preciosa, no voy a moverme de tu lado.

— Tom, la enferma me dijo anoche que llevas aquí desde que ingresé. Debes dormir.

— Ya dormí anoche contigo — dice con guasa.

— Mentira, no dormiste nada. Por favor.

Un enfermero entra y le hace gracia nuestra conversación.

— Puedes marcharte, yo me quedaré con ella. No va a pasarle nada de verdad — insiste.

— Vale — accede — pero volveré en pocas horas. — Se acerca a la cama y me da un beso en la frente. — Te quiero preciosa.

— Y yo a ti precioso.

Coge sus cosas, me da un último vistazo y se marcha.

— Gracias por convencerle — le digo al enfermero.

— No hay de que — responde con una sonrisa.

Le miro bien y es joven, alto, pelo moreno y cuerpo fibrado. Además es muy muy guapo.

— Me llamo Aidan — se presenta.

— Luna, un placer.

— Vale, pues tengo que hacerte ahora una analítica y tomarte la tensión.

Mierda, no me gustan nada las agujas pero no puedo hacer nada al respecto. Me tumbo, con una mano me tapo los ojos y extiendo el otro brazo en su dirección.

— No tardes mucho, por favor — le pido.

— No tengas miedo — me dice riendo — voy a sacar la sangre por la vía, no voy a pincharte.

— Ah vale — digo aliviada. — Se sienta en la silla que hay al lado de la cama y coge mi brazo.

 — ¿Me cuentas qué pasó? — Me pide, imagino que para distraerme.

— ¿Has oído hablar en las noticias del famoso juicio ''El pueblo contra Monroe''?

— Sí — responde.

— Estaba testificando en el juicio cuando me desmayé. Bueno, ya había terminado, el juez pidió un receso y salí a tomar un poco el aire cuando me desmayé. Me sentía muy mal, todo daba vueltas y me faltaba el aire.

— Tuviste un ataque de ansiedad — dice guardando los tubos con mi sangre y cogiendo un aparato para tomarme la tensión. — ¿Era amigo tuyo?

— ¿Luke? No, era un compañero de clase. Mi novio y mis amigos sí eran más cercanos a él pero se alejaron cuando... Bueno, cuando vieron cómo era realmente.

— Hicieron bien. No me extraña que hayas tenido varios ataques.

— ¿Varios? — Pregunto poniéndome nerviosa.

— Sí — se levanta para revisar la máquina que vuelve a pitar. — Tuviste uno en el juzgado, otro cuando te trajeron al hospital y Claire me ha contado que tuvo que darte un tranquilizante para evitar que te diese otro.

— Joder — me tapo la cara con las manos — no recuerdo nada. Bueno, lo de anoche sí pero no recuerdo nada desde el juzgado hasta que conocí a Claire.

— Tranquila, es normal — dice cogiendo mi mano — pero debes tomarte las cosas con más calma. Lo peor ya ha pasado y ahora debes pensar sólo en ti, eres muy joven para llevar una carga tan pesada.

Lo malo es que esa carga no es la que más me pesa. El juicio me tenía muy nerviosa pero lo de Eliana... Es lo que me está matando por dentro.

— Intentaré relajarme. Ahora lo único que quiero es ver a mi novio y mis amigos.

— ¿Tu novio se llama Derek? — Pregunta curioso.

— Sí. Estuvo aquí anoche, ¿verdad?

— Sí — responde dubitativo.

— ¿Pasó algo?

— Digamos que me ha cogido manía. Entró en cólera cuando no le permití entrar a verte.

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