Los tres hermanos habían luchado largas horas por un insignificante barril de cerveza.

A esas alturas ya estaban en su límite y no podían continuar más.

El primero en rendirse fue Zeldris, quien optó por dejar las cosas en paz, pues de todos modos sabía que podía conseguir más alcohol en el mundo humano.

El menor observó atento la batalla de sus hermanos mayores y lo feroz que se había vuelto con su salida.

—Oigan, ya basta —les decía, haciéndose a un lado mientras ellos luchaban salvajemente —Oigan tengan cuidado, el barril es frágil y podría...

En menos de lo esperado, el cuerpo de Estarossa cayó sobre aquel contenedor de madera y debido a su peso se hizo mierda enseguida. El albino quedó bañado en alcohol al igual que Zeldris, quien sólo miró a Meliodas con enfado.

—Genial, tantas horas de lucha para nada. Son unos idiotas —murmuró el menor.

—Ve el lado bueno, Zeldris. Al menos Estarossa podrá darse un baño después de mucho tiempo —dijo el rubio.

—¿Bromean? ¡Ahora ya no tendré que beber alcohol para embriagarme, con sólo olerme estaré mareado! —dijo entusiasmado, mientras sus hermanos lo miraban raro.