Capítulo XXXV
Mi felicidad se esfuma de un plumazo al ver los bancos colocados en fila en el gimnasio.
Odio saltar bancos y los circuitos de obstáculos y eso es justo lo que toca hoy.
Antes adoraba la clase de gimnasia, lo juro, pero en este instituto...
Veo los conos para correr en zig zag, los aros para saltar, dos colchonetas para hacer voltereta hacia delante y hacia atrás y para terminar el recorrido, 5 bancos para saltarlos con los pies juntos y... el potro. Odio el potro.
Me niego, la última vez ya hice bastante el ridículo, me caí saltando los bancos y me quedé atascada en el potro, lo salté una vez, el resto se quedó en un intento desastroso ante las risas de los demás.
Me pongo en la fila con Katy.
— Es que ni de coña, lo digo en serio, paso de esta clase.
— Lo sé nena, pero haz aunque sea un intento para que vea que quieres participar. Si suspendes una asignatura no podrás graduarte — contesta Katy preocupada.
— Tendré que aferrarme a la parte teórica para sacar un 10 y que me haga media con el 0 de la práctica, así sacaré un 5.
— Es un buen plan, pero ese 5 a lo mejor te condiciona para conseguir una beca para la universidad.
Tiene razón, joder, es que todo son problemas.
¿No puedo ser feliz dos días seguidos? Siempre hay algo que lo fastidia.
Igualmente me aparto de la fila y me escondo entre las espalderas, mis compañeros van pasando y yo les veo hacer los ejercicios mientras pienso qué puedo hacer.
— ¿Otra vez escondiéndote Luna? Qué pasa, ¿te pesa el culo? — Se ríe Mary.
— ¡Qué fuerte! La maravillosa Luna va a suspender — ahora es Luke quien le sigue el juego.
— Basta — una sola palabra junto con una mirada asesina de Derek es suficiente para callarles.
No les contesto, últimamente van juntos a todas partes, son insoportables.
Pero que yo les ignore, no quiere decir que la profesora lo haga.
— ¿Tiene algún problema Srta Miller? — Pregunta con desdén.
— Sí, la verdad es que sí lo tengo.
— ¿Y puedo saber cuál es?
— No me gusta su...
No me deja terminar. — Eso ya lo veo, sé que no le gusta mi clase, pero si quiere aprobar no le queda otra que mostrarse más participativa.
— No me ha dejado terminar, quería decirle que no me gusta su forma de dar la clase.
— ¿Cómo dice? — Se está enfadando.
— No veo necesarios estos circuitos. De vez en cuando están bien, pero todos los días...
— A lo mejor lo hago porque os veo en muy mala forma física para lo jóvenes que sois.
— ¿Mala forma física? — ¿Está de coña? — ¿Qué será lo próximo, colgarnos una hora entera de las espalderas del gimnasio?
— No me tiente srta Miller, podría decirle que lo haga como castigo.
— Hágalo si quiere, no lo cumpliría. — Me acerco a ella. Todo el mundo me mira, pero soy así y no puedo callarme. Noto el roce de la mano de Derek, sé que va a agarrarme pero le esquivo y continúo. — En mis otros institutos era un gusto la clase de gimnasia, cada día hacíamos una cosa nueva y, lo más importante, practicábamos mucho deporte. Fútbol, tenis, baloncesto... Era divertido, esto es una tortura.
— Si tan convencida está de que esta clase es una tortura, ¿por qué no va al despacho del director y se lo cuenta a él?
— Será un placer — mierda, cállate Luna. Siempre la acabo liando.
Empiezo a caminar en dirección a la salida del gimnasio pero me paro en seco cuando la oigo gritar.
— ¡Vuelva a la fila Sr Jones!
Me giro y veo a Derek que viene hacia mí. No quiero que tenga problemas por mi culpa, así que niego con la cabeza y continúo mi camino.
Voy a llamar a la puerta del despacho del director cuando ésta se abre y sale la Sra Summers.
— Luna, ¿qué haces aquí? ¿Ha ocurrido algo?
— Sí, la Sra Robins es lo que me pasa.
Ella asiente con la cabeza de manera comprensiva, al fin y al cabo son compañeras y sabe cómo es.
— Sr Williams, Luna Miller está aquí y desea hablar con usted.
— Hágala pasar.
— Adelante querida — dice poniendo una mano en mi hombro dándome apoyo moral.
Entro, cierro la puerta y respiro hondo. Cuando me giro, el director está mirándome fijamente, seguro que se sorprende de verme aquí, soy una de las mejores alumnas del instituto y hasta la fecha no había tenido problemas con ningún profesor.
— Me sorprende verla por aquí, los profesores hablan maravillas de usted.
— Hay una que seguro que no — digo mientras tomo asiento frente a él.
— Déjeme adivinar, su clase de gimnasia no está entre sus favoritas.
— Seguro que no se lo va a creer, pero hubo un tiempo en que sí lo estaba. Pero fue llegar aquí y... — Dejo de hablar. No quiero darle a entender que su instituto no me gusta o que su profesora es una incompetente-torturadora.
— Continúe, por favor.
— Mire, no quiero despreciar el trabajo de su profesora ni hacer comparaciones con otros institutos, pero, por mi expediente académico, sabe que he viajado mucho y he podido conocer muchísimos métodos educativos, y sinceramente éste es el que menos me ha gustado. Sin ánimo de ofender.
— No me ofende, pero me gustaría saber por qué no le gusta.
— En mis otros institutos, impartían la gimnasia de otra forma, mejor o peor, pero era distinto. Practicábamos deporte, sí, también había circuitos, bancos y el potro. Eso, por desgracia, está en todas partes, pero a lo mejor lo ponían una vez al mes. El resto del tiempo aprendíamos a jugar en equipo. Una semana jugábamos al fútbol, otra al baloncesto, al tenis, hasta aprendí a jugar al voleibol y al bádminton.
— Suena interesante.
— En Hawaii había veces que salíamos a hacer surf.
— ¿En serio? — Parece asombrado e interesado.
— Sí. Lo que quiero decirle con esto, es que si se practicaran más deportes se despertaría el interés por ellos en los más jóvenes. Usted no es consciente del miedo que le puede tener la gente a esta clase. Le confieso que para mí es una tortura.
— Pero el método educativo dice que debe ser así.
— El método educativo es una guía, no dice exactamente lo que se debe impartir. Se lo confirmo porque antes de inscribirme aquí, estuve mirando con mis hermanos los programas de los institutos de los pueblos cercanos, y todos incluyen deportes de equipo y hasta competiciones entre clases al final de cada trimestre.
— ¿De verdad? — Parece que he despertado su interés.
Es el momento de mostrar mis cartas y hacer una buena jugada. Adelante Luna, puedes hacerlo.
— De verdad. Además, si los alumnos ven la clase de gimnasia como algo divertido, van a participar más. Las notas subirán, lo que provocará que la media del instituto suba y...
— Y la institución subirá en el ranking educativo.
— Exacto — digo orgullosa mientras me recuesto en el respaldo de la silla.
Permanece callado durante un rato hasta que muestra su mejor sonrisa y asiente con la cabeza.
— Me ha convencido srta Miller. Muchas gracias por su aportación. Discutiré el asunto con la profesora Robins. Puede irse.
— Gracias señor director.
No he salido aún del despacho cuando oigo que llama a la profesora por megafonía.
— Por tu sonrisa intuyo que la charla ha ido bien — comenta la Sra Summers.
— ¡Y tanto! Sólo espero que ahora la profesora Robins no me crucifique.
— Te deseo suerte.
Voy camino del vestuario cuando me cruzo con la profesora. Si las miradas matasen... Me mira de mala manera y continúa su camino. No nos caemos bien, es evidente, pero ella es adulta y yo una adolescente, tengo sólo 17 años, debería mostrar más madurez.
Cuando entro al vestuario, las chicas ya están cambiándose.
— Al final con tu cabezonería te has ganado su enemistad — dice Mary riendo.
— ¿Acaso crees que me importa tu opinión? — Le contesto muy borde.
— «Vaya corte» — se oye susurrar a las demás.
Mary no vuelve a decir nada. Simplemente se viste y se marcha.
Katy me mira y empieza a reírse y le choco la mano riendo yo también.
Al final del día, la profesora Robins me espera en la puerta del instituto y Katy y Derek se ponen a mi lado, como respaldo.
La profesora les mira a ambos y luego fija su mirada en mí.
— Luna, quería pedirte perdón por mi comportamiento de antes. He hablado largo y tendido con el director y veo que ambos tenéis razón. Por probar no se pierde nada. Eso no quiere decir que cambie mi forma de dar las clases — me advierte — pero he hablado con una amiga que también imparte clase de gimnasia en el pueblo de al lado, y me ha dicho que ella deja jugar a sus alumnos, se lo pasan bien y tienen notas muy altas por ello.
— Su amiga tiene razón, si su intención es ponernos en forma, lo haremos con gusto si nos divertimos en el proceso.
— Quizá me cegó que mi clase de gimnasia fuese así cuando yo era joven. Pero los tiempos cambian.
— Y los métodos también — le sonrío para aliviar tensiones. — Yo también quería disculparme, no debería hablarle así y menos delante de todo el mundo.
Asiente, hace amago de una sonrisa y se marcha.
Katy y Derek me miran asombrados.
— Has conseguido amansar a la fiera — de Katy.
— Estoy asombrado Luna, ¿hay algo que no puedas conseguir?
— Era fácil, sólo debía plantear una situación jugosa al director, una situación en la que se sube la media del instituto y por ende también suba la posición del ranking. Tendríais que haber visto la carita que puso cuando se lo imaginó.
— ¿Lo tenías todo planeado? — Pregunta Katy con los ojos muy abiertos.
Asiento con la cabeza pero me río enseguida — ¡No, estaba acojonada! Pero me ha salido bien.
— Eres una pilla — dice Derek, me pasa el brazo por los hombros y me besa el pelo.
Sí, puede que lo sea, pero le he echado valor y por suerte me ha salido bien.
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