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XXVI: ¿Cuál es el plan de ataque?

Eife

Hacía ya un tiempo que en el castillo se respiraba de un modo diferente desde que todo estaba cambiando. Quizás era el amor que tenía a la joven princesa en una nube flotante, pero sentía que ahora todo el mundo estaba más feliz y relajado de algún modo. Parecía que todo el mundo se encontraba de buen humor. Incluso ella misma había mejorado la relación con su madre, no eran las mejores amigas, eso estaba claro, pero ya no acababan discutiendo cada vez que hablaban, y Eife se sentía muy agradecida con eso, la verdad es que echaba de menos estar bien con su madre.

Se encontraban comiendo, todos juntos, incluso Joliven estaba ahí con ellos, el chico había empezado a venir de forma habitual. Claro está, siempre acompañando al joven Merilas, era casi gracioso que estuvieran todo el rato juntos, pegados el uno al otro, como metidos en su propio mundo, pero se les veía felices, y esa felicidad se desprendía hacia los demás ya que era contagiosa. Aunque algunas veces ninguno de los dos aparecía a la hora de cenar, pero Eife prefería no pensar en que andaban haciendo y solo lo dejaba pasar

—¡Sí! Recuerdo ese dí... —Kafette se interrumpió a sí misma cuando se escuchó un estruendo que resonó por todo el lugar. Las risas cesaron también. Todo a causa de una ventana que se había roto de repente y era la que había causado aquel fuerte ruido. 

—¿Qué...? —murmuró Merilas por lo bajo, que tardó un poco en reaccionar.

Los presentes se pusieron en alerta de inmediato, levantándose de su lugar para mirar alrededor atentos, buscando con la mirada algún indicio de lo que había causado que la ventana se rompiera sin previo aviso. 

—¡Una flecha! —advirtió Joliven agachándose un poco, justo cuando otra entró por la ventana que ya se encontraba rota de antes, pero el chico se agachó a tiempo apenas rozándole la mejilla. Un poco más tarde y esta habría sido mortal.

Todo se volvió un caos a partir de ese momento.

Gritos y más gritos. Era una clara emboscada, justo como habían hecho aquella vez en Agrand, logrando de esta forma derrotar al rey Laenoi, pero sin llegar a conquistar el reino por suerte. Pronto los caballero y guardias fueron alertados, saliendo lo más rápido posible fuera a pelear, mientras tanto los que estaban comiendo pacíficamente intentaban salir de allí sin que ninguna flecha les alcance ya que tenían que salir también a defender el castillo cuanto antes, pero era difícil cuando no paraban de llover flechas.

Joliven fue el que más rápido se escabulló de allí, llevándose al pelirrojo con él sin pensarlo dos veces mientras lo protegía con una bandeja que había robado de la mesa, guiándole para que supiera cuando avanzar. Kafette pasó agachada también de forma bastante rápida hacia la puerta. No hubo la misma suerte para los restantes. Si bien las flechas iban cayendo de a poco, caían desde todos lados y sin cesar. Eife se negaba a dejar a su madre ahí, y por consecuente, Lissan tampoco iba a dejar a Eife a solas. 

La reina estaba algo nerviosa y alterada sin saber qué hacer, nunca se molestó en aprender a luchar y además una flecha le había dado de lleno en la pierna cuando se levantó, provocando que cayera de nuevo pero en el suelo con dolor. Eife fue corriendo donde la mujer estaba, siendo tan impulsiva que no tomó nada como escudo, pero por suerte contaban con Lissan, quien era precavido y agarró otra de las bandejas para proteger como pudiera a su joven prometida. 

—Tenemos que irnos. —advirtió Lissan con preocupación pues las flechas seguían cayendo sin pausa. 

—¡Ayúdame a sacar de aquí a mi madre! —pidió la rubia alterada tratando de sostener a la mujer para que camine. Firai estaba ocupada intentando ponerse en pie al mismo tiempo que trataba de tapar su herida con las manos, aunque de esta solo fluía sangre pues la mujer intentó sacar la flecha clavada de su pierna, cometiendo ese error ya que la flecha servía como tapón evitando que salga la sangre. Lissan dejó la bandeja a un lado para rápidamente ayudar a la reina a ponerse en pie, contra antes lo hicieran, antes estarían todos a salvo.

Mala idea eso de dejar de lado el ''escudo'', aunque no quedaba de otra pues se necesitaba de dos personas para sacar de allí a la reina. La posición tampoco era de ayuda realmente. Otra flecha cayó, esta vez cerca de Eife, que se encontraba más expuesta que ninguno. Seguidamente cayó otra cerca, pero esa flecha no tocó el suelo, en cambio fue la sangre derramada la que chocó contra él salpicando sus pies. Ambos jóvenes sintieron de pronto más peso del anterior sobre sus hombros, y enseguida vieron la sangre del suelo. Eife dejó caer a su madre de la impresión. 

—¡Mamá! —Eife se tiró al suelo junto a la reina. Esta tenía una flecha clavada cerca de la garganta, lo que provocaba que respirara con dificultad a la par que escupía sangre por la boca y se escurría desde su cuello. Lissan se agachó junto a las dos con los ojos muy abiertos por la impresión de la sangrienta y desagradable escena. —Mamá... Aguanta un poco, ¿sí? Todo saldrá bien. —decía Eife acariciando su pelo desesperada pues no era lo que pensaba realmente. Con esa herida era poco probable que saliera con vida. Lissan se posicionó de forma que protegiera a su prometida, mientras dejaba caricias en su espalda.

—Cielo... —la voz de Firai apenas salía en un susurro. Eife secó sus lágrimas, manchando su cara con sangre sin querer. —Todo estará... Bien. —hizo una pausa y tosió más sangre. Eife negaba mientras sentía alguna flecha caer alrededor, pero no le importaba, solo quería estar el más tiempo posible junto a ella. Su madre alzó la temblorosa mano para poder acariciar la mejilla de su hija. Eife acarició su mano por encima con miedo de soltarla. —Cuidaos mucho entre... Los dos. —con una sonrisa en el rostro, sus ojos empezaban a sentirse cansados. 

—No... —murmuró Eife al sentir la mano de su madre caer sin fuerzas. —A-abre los ojos. Mantente aquí mamá. —decía en vano, la mujer ya había cerrado sus ojos. Lissan trataba de reconfortarla a su lado, secando con su camisa alguna lágrima que había escapado. 

—Eife... —llamó el plateado con cuidado. La joven negaba mientras aún movía a su madre aunque sabía que no despertaría. —Princesa, deberíamos...

—No quiero dejarla aquí. —interrumpió entre lágrimas. Sus ojos más azules de lo normal mirándole furiosos. Lissan sintió su corazón quebrarse al verla así y solo la abrazó. Eife se dejó reconfortar durante unos segundos. 

—Hay que ir a luchar. —dijo Lissan una vez se separaron, tomando a la chica por los hombros. Eife se mantenía con la mirada en el suelo. El chico le levantó el rostro con cuidado y limpió algunas lágrimas. 

—No se harán con el castillo. —dijo Eife sin sonar realmente animada, con razón, pero es lo que tenían que hacer. Asintió para sí misma tratando de darse ánimos.

Antes de salir de ahí, la joven miró el cuerpo de su madre en el suelo. Es cierto que no haría nada quedándose ahí parada y llorando. Apenas se dispuso a irse, una flecha le rozó el brazo, causando que sangrara un poco. Eso hizo que salieran aún más rápido.

Joliven

Ambos chicos se habían escabullido sin mucho problema para llegar a la sala de armas y conseguir algo pues estaban comiendo e iban desarmados, casi porque Joliven siempre llevaba consigo un pequeño cuchillo, pero necesitarían más flechas y una espada, también algo para proteger a Merilas. 

—Rápido bonito. —apresuró el mayor viendo como Merilas se ponía la armadura de forma torpe porque estaba muy nervioso. Este le sonrió con ternura al escucharle.

—Incluso en estos momentos me dices cosas bonitas. —sonrió completamente encantado con el pelinegro. 

—En estos momentos podríamos hacer más que solo decirnos cosas bonitas, ¿sabes? —dijo acercándose peligrosamente al pelirrojo, que se había sonrojado al escuchar esas palabras. —Y vaya que me gustaría.

—Pero no debemos. —dijo Merilas en alerta pues como el mayor empezara con algún juego no sería capaz de negarse. 

—Correcto principito. —afirmó el más alto. —¿Listo para la acción? —preguntó Joliven con una ceja alzada y una sonrisa en sus labios. —Cubriré tus espaldas, nadie te va a tocar un pelo, solo yo puedo tocarte. —dijo en tono de broma. Merilas se rió asintiendo, listo para salir.

—Estoy listo, novio sexy. —dijo con diversión el chico ya en la puerta. Joliven le regaló una gran sonrisa y sin resistirse le agarró por el cuello presionándole contra la pared de al lado para besarle. 

—Ahora yo también. —dicho eso y algo acalorados, salieron de aquella sala llenos de energía para ganar.

Eife

Sentía rabia. Sentía tristeza, dolor. Esas emociones no eran buenas en un campo de batalla si no sabías cómo usarlas. Por suerte nuestra princesa sí sabía como hacerlo, así fue dejando tras ella los cuerpos sin vida de los individuos que se le acercaban para intentar derrotarla. 

Lissan estaba cerca, tenía que vigilarla por si algo le pasaba, no iba a dejar que ocurra lo de la última vez, pero debía admitir que estaba sorprendido, quizás un poco asustado también, nunca le había visto pelear tan bien, así que se permitió el lujo de relajarse un poco y mirar más por sí mismo.

Después de un duro momento y estar todos agotados acabaron venciendo. Los enemigos del reino de Meluvnia habían entendido que no podrían ganarles y decidieron rendirse y retirarse a tiempo pues estaban perdiendo demasiados hombres, no salía a cuenta seguir intentándolo.

Cuando todo acabó, Eife no paró a descansar, tampoco a lavarse, fue directamente al lugar donde yacía el cuerpo sin vida de su progenitora. Se agachó de nuevo junto a él, esta vez no se permitió llorar, solo se quedó mirándola. Unos pasos tras ella hicieron que se ponga recta de nuevo y se gire a mirar. Lissan estaba parado en el marco de la puerta, Kafette estaba tras él. Eife les sonrió, y luchó por no derramar lágrimas cuando su mejor amiga le abrazó con fuerza. 

Más tarde todo el castillo quedó enterado de la trágica muerte de la reina. Joliven y Merilas también le dieron el pésame y le apoyaron. Eso había convertido a Eife en reina también, aunque debía admitir que llegó más rápido de lo que creía, y no fue como pensaba que iba a ocurrir. 

Ese mismo día, cuando ya atardecía, celebraron el funeral de la reina Firai, enterrándola junto a su difunto esposo. Toda la corte estaba cabizbaja. Firai fue una buena reina, trataba bien a los empleados, y ellos la respetaban y se sentían agradecidos con ella. Aunque Eife y ella hubieran peleado a lo largo de su vida, se querían y tenían una buena relación.

La princesa convocó una reunión esa misma noche, después de cenar, aunque ella apenas pudo probar bocado. En la reunión se encontraban sus amigos y algunos guardias y caballeros que quisieron atender.

—Bien, la reina Firai ha fallecido, por lo que ahora yo estaré al mando. —dijo la joven firmemente, mirando a los presentes. —No podemos flaquear en este momento, es importante mantenernos fuertes y unidos, estar alerta a cualquier posible ataque. Ellos han tenido más bajas que nosotros, así que no creo que ataquen de nuevo hasta dentro de unos días. —explicó intentando permanecer seria y segura, aunque la realidad era otra, si no estuviera sujetándose de la mesa, no sabría como estar de pie por el temblor de sus piernas. Todo eso era nuevo para ella. —Por lo que propongo que ataquemos nosotros primero y cuanto antes. —esa información provocó murmullos entre los presentes. —Tenemos que acabar con el líder de Meluvnia, solo así conseguiremos que dejen de atacar. 

—¿Cuál es el plan de ataque? —preguntó uno de los caballeros ahí presentes después de levantar la mano y de que Eife le cediera la palabra.

—Para eso estamos aquí, tenemos que planear algo y tenemos que ganar como sea. Todos juntos. —la determinación de la ahora reina consiguió dar fuerzas a los demás y pronto comenzaron a trazar un plan.


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