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XXI: No hay nada que explicar

El día siguiente todos tenían heridas que sanar, y no solo físicas, tenían que descansar también mentalmente de muchos sucesos. 

Merilas, Kafette y Joliven fueron a visitar a Eife en diferentes momentos del día, ella seguía sin abrir los ojos, pero ya se notaba un poco mejor, sus labios tenían algo de color y sus extremidades ya no eran tan frías. Todo parecía apuntar a que iba a recuperarse y con suerte, lo haría pronto.

Joliven

Después de todo lo ocurrido, se sentía abrumado. Tiempo sin sentirse así tampoco, y no sabía cómo gestionar todas esas emociones juntas.

Agarró una manzana roja para jugar con ella entre sus manos, y quizás, comerla más tarde, tampoco tenía hambre realmente. Merilas no había salido de su habitación desde que fue a ver como estaba Eife, parece que solo salió para eso. Joliven creía que después de la escena del día anterior, después de aquel abrazo, el menor volvería a dirigirle la palabra, pero de nuevo estaba muy equivocado, parecía querer evitarle como esos últimos días. De todos modos, eso no impidió al pelinegro ir a su habitación una vez más, con nuevas esperanzas. Acababa de fallecer su padre, había quedado huérfano, y aunque Laenoi hubiera sido una horrible persona, para Merilas seguía siendo su padre. 

Era extraño, Joliven no tenía ni idea de si sus padres seguían vivos, pero tampoco es que le importara mucho, sus propios padres le habían hecho algo horrible, él no debería malgastar tiempo pensando en ellos.

Llamó a la puerta de Merilas pero no recibió ningún tipo de respuesta, así que pensando que quizás estaría dormido, entró sin más a comprobarlo. Estaba en la cama tumbado, pero tan pronto entró, se giró a mirar quien había irrumpido en su pieza sin permiso.

—¿Te puedes ir, por favor? Quiero estar solo. —dijo volviendo a darle la espalda, su voz sonando débil. Joliven suspiró, ahí vamos de nuevo...

—Creo que te vendría bien algo de compañía... —el pelirrojo se sentó en la cama, para enfrentarle mínimamente. En realidad no tenía ganas de pelear, solo quería echar al pelinegro y volver a intentar dormir, a solas.

—Me importa muy poco lo que tú creas. Y si necesito compañía es mi problema, no el tuyo. Además, aceptaría cualquier compañía menos la tuya. —dijo fríamente. Joliven mordió su labio inferior, al parecer el menor seguía muy molesto. 

—Así que sigues molesto... —murmuró lo suficientemente alto para que el menor le oiga. Merilas resopló cansado.

—Obviamente lo estoy. Ayer solo estaba muy mal y tu casualmente estabas ahí y me brindaste algo de apoyo y cariño que necesitaba en ese momento. —parecía que su voz iba a quebrarse y decidió hacer una pausa y tomar aire antes de seguir. —Porque a diferencia de ti, yo sí que siento afecto por las personas, y aunque mi padre hubiera sido cruel conmigo, también fue el que me crió. Así que una disculpa por estar triste por su muerte y aún molesto contigo. —sí, sus palabras le dolieron, más de lo que deberían.

—No entiendo porque no dejas que te explique lo que ocurrió... —empezó a hablar pero Merilas le interrumpió, como siempre, como todas las veces que Joliven trató de darle explicaciones.

—No hay nada que explicar. Te vi... Os vi. Y aunque sé que no somos ni fuimos nada, me dolió ¿vale?, y me siento patético por eso. —las lágrimas habían vuelto a los ojos del pelirrojo, quitándolas de forma brusca y sin cuidado de sus mejillas. —Puede que tu seas un insensible o... O que no haya significado nada todos estos días pero para mí sí que significó algo, y no pensaste en mí, en como me sentiría si lo descubriera. —a Joliven le dolía verlo llorando de ese modo, le dolía que de verdad creyera todo aquello, pero le dolía más que no confiara en él, que pensara que todo aquello había sido una mentira. 

—Merilas, solo escúchame...

—No.

—No ocurrió nada, ¿vale? Y todo lo que pasó entre nosotros fue real... Yo... —te quiero, fue lo que pensó Joliven, pero se interrumpió a sí mismo con temor. Con miedo de escuchar esas dos palabras saliendo por sus labios, escucharlas con su propia voz.

—¿Tú qué? —habló al ver que no seguía. Soltó una risa amarga. —¿Esperas que me crea eso? La gente como tu es manipuladora... Todo lo que sale de tu boca son mentiras. —dijo citando lo que su padre le dijo una vez, quebrando de una al pelinegro.

—No puedo creer que digas eso... —ahora realmente estaba dolido, se alejó unos pasos del menor como si fuera alguna especie de serpiente peligrosa a punto de atacar. ¿Realmente había arremetido contra él de esa manera después de todo? —No me conoces.

—Exacto, no te conozco. —contraatacó. —Deberías irte... Ya te dije que no quería que vuelvas a hablarme.

—Te estás equivocando conmigo... Pensé que eras diferente. —suspiró dirigiéndose a la puerta a pasos lentos. Salió sin girarse a mirarle una última vez.

Al volver a su cuarto y cerrar la puerta, tiró la manzana contra el suelo. Y por primera vez en mucho tiempo se permitió llorar. Se sentía estúpido por hacerlo, por dejar que las palabras del pecoso le dolieran tanto. Si no quería que le hablara, eso haría, le dejaría en paz de una vez por todas. Había quedado clara su opinión sobre él.

Merilas

Realmente estaba dolido por muchas cosas, demasiadas a decir verdad, y ver la cara del pelinegro no le haría bien tampoco. Alejarse de todos por el momento parecía ser la mejor opción, además, ahora él se había convertido en el rey de Agrand por sucesión, tendría que estar allí ejerciendo como tal. Y por supuesto tendría que celebrar un funeral en memoria de su padre.

Sentía que necesitaba hablar con alguien, pero no podía. Solía contarle sus preocupaciones, problemas, prácticamente todo a Joliven... Pero él ya no era una opción factible. Por otro lado estos días se sentía más cercano a Eife, pero ahora mismo no era viable tampoco. 

Salió de su habitación dispuesto a hablar con la reina para avisar de que iría de nuevo a su hogar y celebrarían el funeral de Laenoi, pero una castaña se le cruzó, frenando en seco al verle.

—Hey, Merilas. ¿Cómo te encuentras? —preguntó con una cálida sonrisa. El menor se encogió de hombros. Kafette apretó su hombro en modo de consuelo. —Es normal... No le des muchas vueltas, intenta despejarte, ¿bien? Puedes hablar conmigo si lo necesitas.

—Oh... Gracias Kafette, pero no es necesario, de verdad. —agradeció el chico con una tímida sonrisa. Sí era necesario pero no tenía la suficiente confianza con ella.  —Además, iba a hablar con Firai. Volveré a mi hogar, ahora tengo responsabilidades, supongo. —soltó una corta risa. Ella asintió con una mueca aburrida, pero pareció que algo se iluminaba en su mente.

—¿Serás el rey de Agrand? —preguntó con quizás demasiado entusiasmo. Merilas asintió algo confuso. —¿Sabes lo que eso significa? 

—No... No sé muy bien a qué te refieres. —respondió con el ceño fruncido, realmente no estaba como para pensar mucho en esos momentos. Kafette rodó los ojos, como si la respuesta fuera obvia y le estuviera pegando en las narices.

—Estoy casi segura de que podrías cancelar la boda. —respondió con una sonrisita. Merilas abrió los ojos. ¿Podría...?

—E-eso... Eso sería interesante. —murmuró. —¿Crees que podría cancelar la boda? Es un acuerdo que Firai y mi padre hicieron hace mucho tiempo... No sé si pueda cancelarlo después de todo.

—Ahora eres el rey, tienes el mismo poder que la reina. Podrías intentarlo. —se encogió de hombros. —No pierdes nada con ello, ¿sabes? —en eso tenía razón. 

Lo intentaría, sí. Aunque le daba miedo enfrentarse a la reina solo. Ahora es cuando volvía a pensar en Joliven, él le habría acompañado sin dudar... Quizás con Eife, que era su hija podría convencerla. Apenas había hablado con Lissan pero... Mejor él no, era algo raro. 

—Kafette. —le llamó antes de que se fuera. La chica se giró con una sonrisa, viéndose totalmente accesible. 

—¿Qué pasa? —preguntó con aquella bonita sonrisa y ojos esmeralda, como los suyos propios.

—Me preguntaba si... Si me acompañarías a hablar con la reina. —pidió con cierto nerviosismo. Ella asintió rápidamente, con entusiasmo incluso.

—Por supuesto. Ya verás como la convencemos entre los dos. —aseguró caminando con decisión a su lado. Ojalá él fuese tan valiente y determinado como ella. 

Una vez en el salón donde al parecer era el lugar de charlas, se saludaron cordialmente. La reina le dió el pésame por la muerte de su padre y Merilas le agradeció.

—Supongo que se celebrará un funeral en su memoria. —comentó Firai. Merilas asintió.

—Volveré hoy a mi castillo, señora. —respondió serio. 

—Y eso te convierte en el nuevo rey... 

—En cuanto a eso... —empezó, sintiéndose de repente muy nervioso. Kafette le dedicó una pequeña sonrisa, animándole con ella a continuar. —Tengo que hacerle una petición. —el semblante de la reina cambió a uno más serio, más sombrío.

—¿Es sobre la boda? —preguntó la mujer soltando un suspiro, casi estando segura lo que iría a decir. Merilas asintió con algo de miedo.

—Me gustaría romper el acuerdo. —intentó sonar lo más seguro posible, pero falló, su voz tembló en el último momento. 

—Escucha Merilas, el acuerdo fue hablado por algo. Debemos apoyarnos y unirnos si no queremos que haya más fallecidos. —habló Firai con el rostro serio, incluso parecía molesta.

—Si se me permite hablar... —dijo Kafette haciendo una pausa por si alguno de los dos le hacía callar, pero al no recibir respuesta siguió. —En mi opinión, mi señora, no creo que haya necesidad de unir reinos. Podemos funcionar muy bien de este modo, los castillos están lo suficientemente cerca para acudir con ayuda en caso de que haya algún tipo de ataque. No creo que la boda y el unir los reinos sea completamente necesario. —obviamente esas palabras no le gustaron a la reina, pero en parte no podía negar que tenía algo de razón. 

—Sigo estando en desacuerdo sobre romper el compromiso... Pero ahora, Merilas, estás en igualdad de poder conmigo, tienes el mismo poder de decisión. —explicó con pesar en cada una de sus palabras. —Así que si no se llega a un nuevo acuerdo, supongo que por el momento no puede haber boda. —el pelirrojo tuvo que disimular la sonrisa que iba a escapar de sus labios al escuchar las últimas palabras. Simplemente agradeció a la reina y se despidió.

—¡Ha salido todo genial! —exclamó Kafette abrazando a Merilas como impulso, el chico dejándose abrazar. Rieron por eso.

—No me lo creo. —dijo sonriendo de forma sincera después de mucho tiempo. 

—Ojalá pudiéramos decírselo a Eife... —suspiró la castaña.

El chico se despidió de Kafette antes de marchar escoltado por uno de sus caballeros de vuelta a Agrand. 

Joliven

Unos golpes en la puerta de su habitación le sacaron de sus pensamientos. Lo agradeció en realidad, ya no soportaba estar más tiempo a solas consigo mismo.

—Soy yo. —habló la voz de Kafette al otro lado de la puerta. Joliven se levantó de su cama y le abrió. En comparación a él, ella tenía una radiante sonrisa dibujada en su cara.

—¿A qué viene tanta felicidad? Es casi molesto. —dijo el pelinegro sentándose en su cama con una mueca. Ella rodó los ojos y se sentó a su lado.

—Es porque traigo buenas noticias, estúpido. —dijo burlona golpeando su brazo. 

—Sorpréndeme.

—¡No habrá boda! —celebró haciendo un pequeño movimiento de celebración con los brazos. Joliven le miró confuso.

—¿No habrá boda? —preguntó como si hubiese escuchado mal. Kafette le dió otro golpe pero en la frente.

—¿Que no escuchas tonto? —rodó los ojos de nuevo. Joliven se frotaba el golpe con una mueca. —Merilas es el nuevo rey, y hemos hablado con Firai para romper el acuerdo de la boda. 

—Estoy... Sorprendido. —habló pensativo. 

—Se lo dije a Lissan. —rió. —Hubieras visto su cara... Creo que casi llora de felicidad, pero me echó de la habitación. —se quejó entre risas. Joliven sonrió un poco también imaginándolo, pero no podía dejar de pensar en una sola cosa... Una persona en concreto. 

—A todo esto... ¿Dónde está Merilas? —preguntó sin poder sacarse al chico de la cabeza desde que su amiga lo había mencionado. Kafette carraspeó.

—Él... Ya se fue. Tiene asuntos que arreglar supongo. —la chica notó el cambio de ánimo de Joliven, ella y todo el mundo lo había notado. —¿Ha ocurrido algo entre vosotros? Es decir, es como muy obvio que sí pero...

—Un malentendido. —le cortó. —Pero quizás es mejor así... Además, él ahora es un rey, está aún más fuera de mi alcance que antes. —rió un poco con su propio comentario. Kafette puso un puchero y le agarró la mano. Joliven miró sus manos unidas con confusión por aquel gesto pues pocas veces eran cariñosos entre ellos, luego le miró a ella.

—Deberías luchar un poco por él... Se le ve mal también, ¿sabes? —dijo ella. Joliven apartó la mano con delicadeza, se sentía extraño que alguien le diera muestras de afecto, alguien que no fuera Merilas claro.

—Claro que está mal, su padre ha muerto. —dijo con obviedad. Kafette rodó los ojos de nuevo, de verdad que el pelinegro era estúpido. 

—Sabes a lo que me refiero, tonto. 

—Él ha dejado muy clara su opinión sobre mí. No creo que quiera volver a escucharme ni verme en su vida. Además, me he cansado de ''luchar'', creo que deberíamos dejarlo estar. Con el tiempo todo será historia.

~

Holi :)

Falta no tanto para que acabe :( 

Anyway, quería dejar algunas preguntas o más notitas al final de los capítulos^^ 

Qué pasará ahora? Algunas ideas?

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