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VII: Ese hombre es tuyo, querida

Eife

La pobre princesa se aburría sin poder deambular a su aire por el castillo. Lo único bueno es que tenía a Lissan para ella solita, pero a su vez se sentía mal porque no quería molestar tanto al chico. Así que se quedaban hablando o simplemente leían, pero Eife era una chica que necesitaba movimiento.

—Vamos a algún lugar. —dijo ella empezando a salir de su cama. Lissan rápidamente se puso en pie para ayudarla. Eife tenía que dejar de levantarse por su cuenta y tan repentinamente.

—¿Dónde quieres ir? —preguntó el chico agarrándola de la cintura para que pueda caminar sin necesidad de hacer algún apoyo en su pierna herida.

—Llévame con Joliven. —dijo ella con decisión. Lissan le miró con el ceño fruncido por su petición.

—¿Con Joliven? —preguntó de vuelta extrañado. Ella le miró, dándose cuenta de lo cerca que estaban, sintiéndose nerviosa.

—Sí. Quiero entrenar. —respondió apartando la mirada, fijándola al frente. 

—Pero no deberías hacer esfuerzos. —dijo Lissan, quien pese a sus palabras estaba llevando a Eife hacia la puerta.

—No haré ningún esfuerzo con la pierna mala, Joliven me entrena con el arco. Se utilizan los brazos. Estaré bien. —explicó despreocupada. Lissan rodó los ojos.

—Sí, por supuesto. Igual que la última vez que estuviste con él... —escupió Lissan resentido. Eife le miró entre sorprendida, ofendida y divertida. Se sorprendió cuando dijo aquello, se ofendió porque Joliven era como un hermano mayor para ella y además que fue más culpa de ella que de él, y le hizo gracia porque no se lo esperada y parecía estar celoso.

—No puedo creer que hayas dicho eso, Lis. —dijo la rubia riendo. Él le miró confundido sin entender porqué se reía, pero lo cierto era que se alegraba de que no se hubiera enfadado con él. —Fue un accidente, y si hay que echarle la culpa a alguien, sería a mi.

—De acuerdo, como digas. —respondió él solamente. Efie sabía que a Lissan no le caía bien, pero no porque él se lo hubiera dicho, si no porque se notaba demasiado.

—¿Por qué le odias? Es genial, y es un amor en el fondo, simplemente no puedes odiarle. —dijo ella queriendo saber la verdad. Lissan estaba algo serio.

—No le odio, pero tampoco soy fan de que siga respirando. —soltó de forma casual. Eife volvió a sorprenderse y a reírse por su comentario. ¿Desde cuando Lissan era así? ¿Y por qué le gustaba tanto esa nueva versión? 

—Me dejas asombrada Lis. No me esperaba eso de ti. —dijo la chica aún riendo. Lissan se rió un poco, para que no pareciera que iba en serio lo anterior.

—Estoy lleno de sorpresas, princesa. —dijo él con una sonrisa satisfecho.

Encontraron a Joliven entrenando, perfecto para la ocasión. Realmente al chico no le hacía falta entrenar, nunca fallaba, parecía que tenía un superpoder o algo parecido. 

Eife y Lissan llegaron a la altura del pelinegro, que acababa de lanzar una flecha justo en el centro de la diana. Se giró y les sonrió con ternura.

—Aquí viene la parejita. —dijo él con una sonrisa burlona. Eife abrió los ojos y a Lissan le adornó el rostro un leve tono rojizo. —¿A qué se debe el placer? —preguntó como si no hubiera dicho nada fuera de lugar, aguantando las ganas de reír por sus caras.

—Eife quiere entrenar, y al parecer la arquería no requiere que fuerce su pierna herida. —respondió Lissan por ella. 

—Genial. —dijo contento el chico. —Aunque en la arquería se debe tener en cuenta la posición de las piernas también... Pero ya veremos eso en otro momento, solo puntería por hoy. —continuó con una sonrisa. 

—Lissan, ¿puedes traerme una silla para que me siente y pueda practicar, por favor? —le preguntó la muchacha. Después de un instante asintió, pasando a Eife a brazos del más alto, quien la recibió encantado.

—No tardo. —dijo Lissan antes de irse rápidamente. 

—Está celoso. Mira lo rápido que va para no dejarte mucho rato a solas conmigo. —afirmó Joliven riendo. Ella sonrió.

—Eso parece... —coincidió riendo como una boba mientras le miraba casi correr. 

—Pero no lo va a admitir. 

—Estoy de acuerdo. —suspiró la muchacha. 

—¿Qué tal tu vida de coja? —le preguntó el mayor. Ella puso una mueca.

—Mal, necesito moverme y hacer cosas por mí misma. —se quejó. Joliven se rió.

—Pensaba que ibas a estar contenta porque tendrías a Lissan a tu lado las 24 horas. —se burló.

—Esa parte me gusta. Lo que pasa es que me siento una carga, ¿sabes? —contestó triste. Él rodó los ojos.

—Créeme querida, para él no eres una carga. Yo creo que está más que encantado. —ella sonrió.

Lissan volvió con la silla a rastras. La posicionó frente a la diana lo mejor que pudo y Eife quedó sentada en ella. 

—Estoy muy abajo. —se quejó la rubia. 

—Mejor, más complicado. —dijo Joliven. Lissan estaba al lado de Eife, sin decir nada.

—Oye Lis, puedes tomarte el rato libre. Cuando me canse te avisará Joliven. —le dijo girando el cuello en su dirección con una sonrisa. 

—No me importa quedarme. —respondió Lissan con una serena pero a su vez tétrica sonrisa. 

—Lissan, amigo, la princesa quiere estar a solas conmigo. ¿Harías el favor de complacerla? —le dijo Joliven acercándose a él, tomando unos mechones de su largo pelo. El de cabello plateado le miró mal, no le importó que lo notara, y se apartó del vasallo.

—Por supuesto. —dijo con rabia contenida. —Nos vemos luego, Eife. —sonrió algo forzado hacia ella. 

—Wow. —dijo Joliven cuando Lissan se alejaba con aire elegante, como siempre. —Casi explota. ¿Lo has notado? Hasta le ha temblado el ojo. —dijo soltando una carcajada. Eife no quería reírse, pero no pudo contenerse cuando Joliven se reía de esa forma.

—Lo he notado. —dijo ella ilusionada. —Sí que está celoso. 

—Ese hombre es tuyo, querida. —dijo el pelinegro guiñándole el ojo. Eife se sonrojó levemente. —Una pena lo de la boda. —el pelinegro estropeó todo, como siempre. 

—Has roto un momento de esperanza, gracias Jo. —le dijo ella cruzándose de brazos. Joliven hizo una mueca. 

—No todo es malo, Merilas es un chico estupendo y muy guapo. —dijo encogiéndose de hombros. Ella le miró con los ojos entrecerrados.

—¿Es un chico estupendo y guapo? Qué interesante que lo menciones. —hizo una pausa, dejando a Joliven extrañado, no sabía qué quería decir la princesa con eso. —¿Algo más que deba saber? Porque al parecer has pasado tú más tiempo con él que nadie. —el chico se sorprendió un momento, ella le miraba con una ceja alzada.

—¿Qué intentas insinuar, princesa? —preguntó cruzándose de brazos, estaba a la defensiva. 

—¿Por qué piensas que intento insinuar algo, Joliven? —respondió Eife con otra pregunta.

—Tu tono, eso te ha delatado. —dijo con su típica voz despreocupada, pero Eife ya le había pillado.

—A ti tu actitud. —contraatacó ella. Él le miró extrañado. —¿Por qué estás a la defensiva? ¿Qué ocultas? —preguntó. 

—No estoy a la defensiva Eife, no he hecho nada, de verdad. —dijo. Eife no pudo evitar sonreír. 

—Oh, vamos Jo. No pasa nada. —dijo ella haciendo un gesto con la mano restándole importancia. —¿Qué has hecho? 

—Nada. —respondió él de nuevo. —¿Tanta mala fama tengo? —preguntó indignado cruzándose de brazos.

—Sí. —respondió sin más. Él le miró con el ceño fruncido.

—Está bien, vale, tengo mala fama, pero no he hecho nada. —dijo de nuevo.

—¿Ni un poquito? —siguió insistiendo ella. 

—¿Qué es un poquito para ti? —preguntó él intentando disimular su interés en la respuesta. Ella sonrió satisfecha.

—¡Ajá, ahí te quería agarrar! —dijo emocionada por estar en lo cierto. —Si lo preguntas es que algo has hecho. —dijo. Joliven rodó los ojos.

—A ver, para el carro, no ha habido nada entre nosotros, no tienes de que preocuparte, simplemente le he molestado un poco... Ya sabes. Sé que es un plato prohibido, no lo tocaré. —explicó Joliven con un leve puchero al final, a veces parecía un niño pequeño. Eife se rió. 

—No es tan prohibido en realidad... —dijo maquinando algo. Joliven la miró con curiosidad y miedo, porque a saber qué estaba planeando esa mente suya. —¿Crees que puedas conquistarle? 

—Eife, por favor. ¿Sabes con quién estás hablando? —preguntó Joliven arrogante pero algo ofendido a su vez por la duda.

—Vale vale, está bien. —dijo ella ignorando el ego de su amigo. —Podrías enamorarlo o lo que sea, y así él también intentará hacer lo posible por parar la boda y...

—Eife. —Joliven le interrumpió. —No voy a hacer eso. —dijo con seriedad negando. Ella le miró confusa.

—¿Por qué no? —él rodó los ojos. 

—Una cosa es que yo decida tirarme a alguien, a una persona cualquiera. —hizo una pausa. Era demasiado raro verle serio. —Y otra cosa diferente es jugar con los sentimientos de alguien, que además, es alguien a quien los dos conocemos y nos arrepentiremos de haberle hecho daño porque no se lo merece. —acabó dejando a Eife sin habla. Incluso Joliven estaba sorprendido de su seriedad, ahora necesitaba decir algo menos serio para relajar el ambiente. 

—Tienes razón. —dijo ella finalmente. —No sería justo para él, ya bastante tiene con casarse conmigo como para que encima alguien le rompa el corazón. Soy una egoísta. —dijo apenada. Joliven le abrazó la cabeza, ya que Eife estaba sentada.

—Un poco sí. —dijo soltando una risilla. Eife se le unió. —Pero no pasa nada, has recapacitado. Es lo que cuenta. —se separó y cogió su arco. —Vamos a entrenar, fuera tonterías. 

—Vale, venga. —dijo ella riendo. 

Después de un rato entrenando, siempre entre risas, Lissan llegó, con el rostro serio, como siempre que estaba en presencia de Joliven. Se acercó a ellos y les saludó amablemente, obviamente dirigiendo su atención a la joven en la silla con el arco del pelinegro entre sus manos.

—Oye Lissan. —dijo Joliven llamando su atención. El citado le miró. —Ponte ahí y deja que Eife lance una flecha que pase por tu lado y dé en la diana. —propuso entusiasmado. Lissan abrió los ojos y negó, no tenía pensado morir hoy, gracias.

—Me temo que no será posible. —dijo el joven asustado. 

—¿Por qué no? ¿A caso no confías en Eife? —preguntó Joliven haciéndose el sorprendido con una mano en el corazón, siempre tan dramático. Lissan le miró mal.

—Sí confío en ella, le confiaría mi vida si fuera necesario. —dijo con demasiada seriedad, sorprendiendo a la chica. —Pero no estoy a favor de poner mi vida en peligro sin un buen motivo.

—Oh vamos. —dijo Joliven pasando un brazo por los hombros del chico, quien se intentó alejar inmediatamente, fallando en el intento. —Eife dispara muy bien, casi nunca falla. —ese ''casi'' le puso los pelos de punta. 

—Joliven, mejor no le obligues. Me voy a sentir presionada y mis manos empezarán a temblar. —dijo ella dudando en si le clavaría la flecha o no a su querido Lissan. Joliven le miró con cara de ''ya has estropeado la diversión''.

—Sois unos aburridos. —sentenció soltando a Lissan. Eife se rió. 

—No quiero ser la responsable de la muerte de mi querido Lis. —dijo ella divertida. El mencionado le sonrió como respuesta. Joliven rodó los ojos, estaba demasiado claro que ambos se querían, y eso le fastidiaba en cierto modo, aunque se alegraba por ellos claro, y a la vez le daba pena que jamás pudieran estar en una relación de verdad, no era justo para ellos.

—Está bien. —dijo el más alto levantando las manos en señal de rendición. —Vamos, os ayudo a entrar. —dijo Joliven. Miró a Lissan con una sonrisa traviesa. —¿Prefieres llevar a Eife o la silla? —preguntó con una mirada provocadora, sabiendo la respuesta.

—Me encargaré de Eife, si no te importa. —respondió él ignorándole. Joliven soltó una risita y cogió la silla después de que Lissan empezara a caminar junto a Eife.

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