VI: ¿Qué hace un chico como tú en un lugar como este?
Eife
Eife podía caminar con ayuda. Joliven había intentado ofrecerse ya que fue su culpa, pero rápidamente Lissan se ofreció más alto y con más argumentos, y acabó ''ganando'' el poder de cuidar a la joven lesionada.
Después de desayunar, Firai visitó a su hija en su habitación. Le pidió a Lissan que las dejara a solas para hablar, así que el muchacho obedeció sin rechistar. Eife se reincorporó algo incómoda.
—Buenos días, cielo. —dijo la mujer sentándose en el sillón justo al lado de la cama donde el joven mayordomo solía sentarse.
—Buenos días. —respondió Eife esperando la reprimenda que sabía iba a recibir.
—Quería que sepas que tu plan para atrasar la boda ha funcionado. —dijo su madre seria. La rubia hizo un esfuerzo por no sonreír. —No puedo creer que te hayas hecho esto solo para atrasar lo inevitable. Has caído bajo, cariño... —dijo visiblemente decepcionada.
—Fue un accidente mamá. —dijo ella ofendida. —Aunque igualmente, me alegra saber que la boda se va a atrasar. —dijo dejando ver su sonrisa de satisfacción. —¿Cuánto se atrasará?
—Aún no lo sé. —dijo la mujer con un suspiro. —Hoy vendrá tu prometido, quizás junto al rey, y le informaré de lo sucedido. —anunció Firai. Eife asintió.
—De acuerdo. —dijo solamente aún con la sonrisa, mirándole fijamente esperando a que se vaya.
Cuando se fue, Lissan entró de nuevo. Estaba algo tenso al ver la cara de la reina, pero al ver la alegría en el rostro de la chica, se relajó.
—¡La boda se atrasa! —dijo Eife antes de que Lissan dijera una palabra. Él sonrió. —Saltaría y te abrazaría... Pero ya sabes. —dijo mirando su pierna con una mueca. Él se rió también feliz por la noticia.
—Me alegra. —dijo acercándose a ella, ocupando el sitio donde anteriormente se había sentado Firai. —Me alegra por ti, quiero decir. —se retractó intentando ser correcto ya que no debería alegrarse por ello, era algo supuestamente necesario. Ella le sonrió.
—Vamos a algún lugar. —dijo ella empezando a salir de su cama. Lissan rápidamente se puso en pie para ayudarla.
—¿A dónde? —preguntó el chico agarrándole de la cintura para que pueda caminar sin hacer ningún apoyo en su pierna herida.
—No se. Donde sea. Me aburre estar todo el día en la cama. —respondió la chica con un puchero.
Merilas
El chico llegó al castillo escoltado por dos guardias. A Laenoi no le apetecía mucho ir al castillo de Ethanus, así que mandó a su hijo con dos escoltas, al fin y al cabo, la noticia no era para él, era para el príncipe. También se excusó diciendo que tenía asuntos que atender, como siempre.
Y por supuesto le advirtió que si habían decidido echarse atrás después de ver lo enclenque e inútil que era, habría consecuencias. Así que no estaba de muy buen humor. Solo esperaba no encontrarse con el vasallo molesto, sería el colmo.
Al llegar, Lissan no le dio la bienvenida porque estaba ocupado con Eife, así que en su lugar, fue Kafette quien que se la dio. Ella sí le caía bien.
—Buenas tardes, príncipe Merilas. —saludó la joven haciendo una reverencia, acompañándola de una amable sonrisa. Él le sonrió de vuelta.
—Buenas tardes, Kafette. —respondió él de la misma forma.
—La reina Firai le espera en el salón. Le acompaño. —la chica empezó a caminar y Merilas fue tras ella.
—Gracias.
La reina se puso en pie y le hizo una leve reverencia. Merilas le respondió de la misma forma pero con una reverencia mayor.
—Toma asiento. —dijo la mujer señalando una silla. El joven se sentó. Estaba nervioso, sí.
—Claro. Gracias. —dijo sentándose, juntando las manos sobre sus muslos.
—Como bien sabrás, la boda estaba planeada para dentro de un mes. —empezó. —Desafortunadamente, ayer Eife tuvo un pequeño accidente, el cual ha causado el retraso de esta misma. —Merilas se preocupó por Eife.
—¿Qué le ha sucedido? ¿Es grave? —preguntó reincorporándose. La mujer negó.
—Puedes ir a visitarla, estará en sus aposentos. —dijo ella, Merilas asintió. —En cuanto a la nueva fecha de boda, aún no hay una asignada, en cuanto sepamos algo serás informado de inmediato. Puedes retirarte.
—De acuerdo. Gracias. —dijo el chico levantándose.
Al salir del salón suspiró. Había estado tenso todo el tiempo sin darse cuenta.
—Hola. —saludó Kafette de pronto haciendo que el pelirrojo se sobresaltase. Había estado a su lado todo el tiempo. Ella se rió ligeramente. —Lo siento.
—No pasa nada. Soy asustadizo. —admitió algo avergonzado.
—¿Quieres algo de comer o para beber? —preguntó ella. Merilas negó.
—No, estoy bien. Gracias. —respondió.
—De acuerdo. —dijo la castaña. —Pues te dejo dar vueltas por el castillo si te apetece, también puedes ver los jardines, visitar la cocina si te apetece comer algo más tarde, visitar a Eife o irte. Como gustes. —le explicó.
—Ehh... Vale, está bien. Gracias. —dijo Merilas. Se quedaron en silencio mirándose, ambos estaban un poco incómodos. —Creo... Creo que me voy a dar un paseo.
—Oh. Buena elección. Te recomiendo la biblioteca, es muy bonita. Escaleras arriba a mano derecha. —explicó haciendo señas. Él asintió y cada uno se fue por su lado.
Merilas quería visitar a Eife, quería saber qué le había sucedido y ver cómo estaba, pero en realidad tenía más ganas de curiosear por el castillo, y el accidente no había sido grave. Quizás tomaría un pequeño desvío, al fin y al cabo, no sabía dónde se ubicaba la habitación de la princesa. Ya lo descubriría.
El joven llevaba algunos minutos caminando por un largo pasillo, algo oscuro y con varias puertas. Todas ellas cerradas, y no se atrevía a abrirlas porque no era su castillo y no sabía que podría haber dentro, no quería ser demasiado curioso. Además, la tenue luz le estaba dando mala espina y quería llegar a un lugar más iluminado con urgencia.
Al girar una esquina, notó una figura y dio marcha atrás tan rápido como pudo. Su corazón se aceleró. No existen los fantasmas, no seas estúpido, se dijo a sí mismo tratando de calmarse.
—¿Qué hace un chico como tú en un lugar como este? —escuchó una voz lo suficientemente cerca como para darle escalofríos. Se sobresaltó y enfocó sus ojos en Joliven. ¿Otra vez ese maldito bastardo?
—¿Q-qué haces aquí? —preguntó algo alterado por el susto. —¿A caso me estabas siguiendo? —el mayor se rio.
—Tranquilo príncipe, no muerdo. —dijo acercándose un poco más hacia él. —A no ser que me lo pidan, claro. —se apoyó en la pared, relajado. Todo lo contrario a Merilas.
—¿Qué quieres? —le preguntó con el ceño fruncido, algo más relajado al mantener la distancia. Él se encogió de hombros.
—Me he enterado de que cierto príncipe, el cual es muy ''bonito'' según dicen por ahí, vendría hoy. Y he decidido ver si son ciertos los rumores. —explicó Joliven. Merilas seguía con una expresión de extrañeza, pero a la vez sentía cierto calor subir a sus mejillas. ¿Era normal sonrojarse con esa estúpida forma de ligar? Si es que puede llamarse así.
El pelinegro se acercó un poco más, haciendo más notoria la diferencia de altura e intimidando más al menor, el cual estaba sintiendo cada vez más un calor inexplicable, lo que era raro pues sus manos se encontraban frías.
—¿Y... qué es lo que opinas sobre... sobre los rumores? —preguntó siguiéndole un poco el juego sin quererlo, demasiado nervioso como para pensar. Joliven le pasó una mano por la frente, apartando algunos mechones naranjas, y la deslizó con suavidad hasta acariciar con su índice la mandíbula, acabando por dejarla en la barbilla para levantar un poco la mirada del menor. Merilas sintió un escalofrío recorrerlo, sus ojos temblaron. Ahora mismo se sentía a merced del mayor.
—Creo que son ciertos, y que además, se quedan cortos. —dijo aproximando su boca a la oreja del chico, haciendo más notoria su voz ronca. —Eres mucho mejor de lo que había escuchado... —Merilas tragó saliva, estaba seguro de que sus piernas temblaban ligeramente. Escuchó una risita y de pronto toda la cercanía que había entre los dos desapareció, dejando de lado el calor que habían formado ambos cuerpos. —Una pena que vayas a casarte... —dijo juguetón mirando a Merilas a los ojos. El joven seguía afectado por lo que Joliven le había provocado, así que tardó un poco en reaccionar. Merilas gruñó y se alejó de la pared donde se había quedado apoyado. Miró con enfado al mayor, el cual le estaba mirando divertido.
—Eres... —dijo molesto, apuntándole con el dedo sin saber cómo continuar.
—Guapo, sexy, atractivo, espectacular... —dijo Joliven empezando a enumerar atributos. Era como si no acabara de hacer lo que había hecho, como si fuera su pan de cada día.
—No me hables más. —le dijo alzando la voz más de lo que le hubiera gustado. Joliven alzó una ceja. —No te acerques. Y no me persigas. —ordenó el pelirrojo pasando por su lado, siguiendo su camino. Joliven le observó, preguntándose porqué le excitaba que se enfadara y lo adorable que estaba cuando lo hacía.
—¿Vas a la bodega? —preguntó el pelinegro yendo tras él. —Que buena idea. Justo me apetece vino. —Merilas frenó y se dio la vuelta.
—No, no voy a la bodega. —respondió dando media vuelta volviendo por donde había venido. Joliven sonrió divertido. Sabía que el chico estaba perdido y que no iba a pedirle ayuda, así que iba a molestarle. A ver hasta dónde podía aguantar.
—¿Hacia dónde vas pues, mi querido príncipe? —le preguntó caminando a su lado con una sonrisa que desquiciaba al menor.
—A ningún lado. —respondió acelerando el paso.
—Suena bien. —dijo Joliven. —Quizás vaya también. Claro, si no le molesta a su majestad. —el chico volvió a frenar, girándose hacia él para enfrentarle.
—Vale. —dijo soltando un largo suspiro. —Voy a buscar a Eife. —confesó finalmente entendiendo que si no se lo decía, no le dejaría en paz.
—¿Y sabes dónde se encuentra? —preguntó el más alto. Merilas negó. —Te acompaño pues, mi príncipe. —dijo con una sonrisa y un gesto para indicarle que camine. El chico rodó los ojos y caminó.
—¿Está cerca? —preguntó Merilas.
—¿Por qué lo preguntas? ¿Temes pasar mucho tiempo conmigo a solas? —preguntó Joliven fanfarrón.
—No. —dijo el pelirrojo. —Llevo mucho tiempo dando vueltas y me he cansado. —respondió sin un atisbo de expresión.
—Está bien. —dijo Joliven notando el ambiente ya demasiado tenso. Quería molestar al chico, no hacer que le odiara. —Y... ¿qué opinas tú de la boda? —preguntó de pronto. Merilas le miró extrañado. Joliven no dijo nada, esperando por una respuesta.
—Supongo que no puedo opinar. No tengo poder de decisión. —respondió encogiéndose de hombros.
—No me importa que no puedas opinar frente a tu padre o la reina, pero frente a un cualquiera como yo sí que puedes. A mi sí me interesa tu opinión. —le dijo el alto con una sonrisa. El pelirrojo de repente se sintió acogido ante aquel gesto, y olvidó el motivo de su enfado como si nada hubiera sucedido.
—Creo que no deberían obligarnos a hacer cosas tan importantes, cosas que repercutirán tanto en nuestras vidas como lo es casarse, ¿sabes? Me gustaría poder decidir si quiero o no casarme. Y no quiero, y sin ofender a Eife, me apetece menos aún con alguien que no conozco. —se explicó mostrando indignación en su tono. —Aunque agradezco que sea ella y no cualquier otra princesa arrogante y altiva. —Joliven se rió.
—Eife es genial. —dijo Joliven. —Te gustará tenerla a tu lado cuando os caséis.
Después de no mucho llegaron a la habitación de Eife. Joliven llamó a la puerta y segundos después se escuchó un 'adelante'. El mayor abrió. Eife estaba en su cama y Lissan en el sillón de al lado.
—Princesa, Lissan. —saludó el pelinegro. —Me he encontrado con un apuesto príncipe que quería veros, así que me he tomado la molestia de guiarle hasta vos, mi señora. —dijo Joliven con una reverencia al final. Eife se rió desde su sitio, a veces a Joliven le gustaba sobreactuar.
—Que pase pues. —dijo Eife, sobreactuando también. Merilas entró.
—Hola. —saludó en general.
—¿Se ha portado bien? —preguntó Eife.
—Ha sido un poco rebelde pero he sabido como manejarlo. —respondió Joliven sonriente. La chica volvió a reír.
—Se lo decía a Merilas, bobo. —dijo ella sacándole la lengua. El pelinegro sonrió.
—Ya lo sabía, boba. —hizo una mueca burlándose de vuelta. Apoyó su mano en el hombro de Merilas, dejando un leve apretón antes de irse. El chico quedó algo pensativo ante aquella acción.
—Pasa, no te quedes ahí. —le dijo Eife al príncipe que seguía parado en el marco de la puerta sin entrar.
Eife le explicó lo que le había sucedido y Merilas coincidió en que no era para tanto. Las heridas parecían haber dolido, pero pronto podría caminar con normalidad, y seguro que le quedaban cicatrices, pero eso no era algo que a Eife le importara. Mientras hablaban Lissan se fue a preparar algo de té, al fin y al cabo, no iba a poder pasar toda su vida junto a Eife, no podía hacer nada para que el chico no estuviera a solas con ella.
Después de un rato de charla, Merilas creyó que era hora de marchar ya que empezaba a oscurecer. Se despidió de Eife y de Lissan, le dijeron que ellos avisarían de que se había marchado.
Volvió a encontrarse con Joliven antes de irse. Esta vez él estaba comiendo una manzana roja. Estaba apoyado en un árbol del jardín, acompañado por la puesta de sol y su actitud despreocupada, la escena era muy serena, daba paz, podría considerarse incluso idílica. El pelinegro le vio, se levantó sacudiendo sus ropas y fue hasta él con paso tranquilo. Merilas en vez de seguir caminando como si nada, frenó para ver qué quería el ''bastardo''.
—¿Ya te vas? —preguntó Joliven.
—Correcto. —respondió Merilas algo nervioso por la presencia del mayor.
—Está bien. —dijo apoyando su mano en su hombro y sonriéndole. —Espero que vengas más a menudo. Me portaré mejor. —aseguró, robándole una tímida sonrisa al pelirrojo.
—Más te vale, porque al final huiré de ti. —le respondió Merilas. Joliven se alejó un centímetro sonriendo.
—Te aseguro que no vas a querer huir de mí, principito. —dijo guiñándole un ojo. Merilas no quería admitirlo pero sí, se había sonrojado.
Si seguía así, ese chico iba a acabar con él.
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