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III: ¡He encontrado el vino!

Merilas

Había pasado unas cuantas horas desde que la fiesta había comenzado. Él había tenido que bailar varias veces con Eife y con alguna chica más que se lo había pedido, y al parecer le costaba decir que no, pero cuando podía se escabullía entre la multitud. 

Se había encontrado con los ojos de ese chico pelinegro más veces de las que hubiera querido, había algo en él que le cautivaba, no podía evitarlo, como si un imán invisible le obligara a buscarle con la mirada, huyendo de ella cada vez que era correspondida al instante.

Eife

Los bailes con cambios de pareja habían empezado. Lo que significa que vas cambiando de pareja constantemente. Lo que significa que podría bailar con Lissan de nuevo, porque iban a bailar todos.

Eife comenzó con Merilas, Laenoi con Firai, Joliven con Kafette, y Lissan con una muchacha que no conocía. 

En el primer cambio no hubo suerte. Ambos se miraban, pero no llegaban a coincidir. Eife bailó con Joliven y hasta con el rey Laenoi, pero Lissan no llegaba hasta ella. No fue hasta el último cambio que se encontraron y se sonrieron, una lástima que durara muy poco y la música acabara pronto. 

—Vaya... Qué mala suerte. —dijo Eife todavía junto a Lissan.

—Una lástima. —coincidió él. Fue Lissan el que se separó, apartando un mechón de su propio cabello de su cara, algo tímido por la repentina cercanía. —A no ser que me conceda un segundo baile... —se atrevió a decir tendiendo la mano acompañado de una pequeña sonrisa. Ella le miró sorprendida.

—Ahora eres tú el que quiere bailar conmigo... —dijo con una sonrisa traviesa. 

—Digamos que me he quedado con las ganas. —sonrió él de vuelta con confianza.

Bailaron una canción más, y cuando estaba a punto de finalizar, apareció Joliven con una gran sonrisa. Lissan le miró con fastidio pues había interrumpido su momento con la muchacha.

—¡He encontrado el vino! —dijo el pelinegro felizmente. Lissan rodó los ojos y Eife se rió por lo feliz que estaba su amigo.

—¿Lo tenían escondido? —preguntó la rubia curiosa. Joliven se encogió de hombros.

—Escondido no estaba, pero sí que se encontraba poco a la vista. —respondió y dio un sorbo a la copa. —Está exquisito. Toma, ya puedes beber, prueba. —le ofreció su copa a Eife. Ella sonriente porque nunca había probado el vino la tomó. 

—¿Va a beber? —preguntó el de cabello platino que no había hablado desde entonces. 

—Oh vaya, pero si Lissan está aquí, no me había dado cuenta. —dijo Joliven burlón. Le encantaba enfadar al chico. 

—No seas así Jo. —le dijo a su vasallo. —Y sí, creo que lo probaré. —dijo Eife dirigiéndose a Lissan. —Sabe... —dijo saboreándolo. —No está mal. Me quedaré la copa si no te importa. —dijo sonriendo a Joliven, él se rió y asintió.

—Toda tuya princesa, al igual que mi corazón, ya lo sabes. —le guiñó un ojo y se fue. Ella le miró sonriendo y tomando más del vino. 

—¿Tú no tomas? —le preguntó a Lissan, que seguía a su lado.

—No me gusta mucho, y no quiero perder la compostura. —respondió seguro. Ella se encogió de hombros.

—Está bien. —le dijo y tomó otro trago. —Tengo que encontrar a Joliven, tiene que decirme de dónde lo ha sacado. 

—No debería tomar mucho de eso, princesa. —le recomendó Lissan. Ella le miró con el ceño fruncido.

—No me digas lo que tengo que hacer. Ya tengo bastante con mi madre. —respondió Eife para luego irse de su lado.

Merilas

El joven príncipe estaba hablando con una chica que se le había acercado y estaba coqueteando con él pese a no obtener respuestas recíprocas por su parte.

—Hay un hombre que pregunta por ti, guapa. —apareció el mismo chico de toda la noche hablándole a la chica. Ella le miró algo sorprendida pero se fue hacia donde él había señalado. Merilas le miró con el ceño fruncido. —Tenías cara de querer irte, así que te he salvado. Me debes una. —le dijo al pelirrojo con un guiño. 

—No te he pedido que me ''salves''. Además, lo tenía controlado. —dijo él cruzándose de brazos. Joliven soltó un risa y asintió.

—Ya, claro... Por cierto, no me he presentado. Soy Joliven, vasallo y amigo de la princesa, y sinceramente, encantado de conocerte. —dijo haciendo una pequeña y actuada reverencia. 

—Yo soy Merilas, bueno, el príncipe Merilas. —dijo con cierto tono burlón en la palabra 'príncipe'. Joliven le sonrió.

—¿Quieres vino? —le preguntó ofreciéndole su copa. Merilas se sorprendió un poco.

—Está bien. —dijo tomando la copa, sintiendo el roce de sus dedos. 

—No es tan exquisito como tú pero no está mal. —soltó el pelinegro provocando un sonrojo en Merilas. Joliven se rió. —Lo siento, eso ha estado fuera de lugar. —dijo dándose un golpe en la frente. Tenía que aprender a controlar su boca delante de príncipes bonitos.

—N-no pasa nada, creo. —dijo algo confuso el príncipe, por algún motivo esa estúpida forma de hablar le había gustado. 

—Es que a veces mis pensamientos salen por la boca directamente en vez de pasar antes por mi cerebro. —explicó divertido. —No volverá a pasar. Probablemente. —sonrió. Merilas se rió. 

—¿Dónde hay más vino? Iré a por una copa para mí. —preguntó Merilas. Joliven puso una mano sobre su hombro. 

—No te preocupes alteza, quédate mi copa. Además, está algo vacía, iré a por una copa llena para mi. —respondió. Merilas asintió. Eife apareció con su copa de vino casi vacía.

—Hola chicos. —saludó sonriendo. —¿Os estáis conociendo? Qué bien. —dijo alegremente. 

—Hace nada que te he dado la copa Eife, no bebas tan rápido. —le aconsejó Joliven dándole unos toquecitos en la cabeza. —Consejo de tu amado y experto vasallo. —guiñó. La chica se rió y asintió.

—Está bien. —dijo rodando los ojos. 

—Y tú tampoco. —apuntó al príncipe. Él asintió levantando su copa. Joliven se fue a por más vino. 

—¿Te cae bien? —le preguntó Eife a Merilas. 

—Sí, es simpático, y parece gracioso. Aunque tiene un aspecto algo rudo. —respondió.

—Ah sí... Pero es un amor, te encantará.

Eife

El baile acabó tarde, y la reina ofreció hospedaje al rey y al príncipe, tenían habitaciones de sobra para ambos, y así, al día siguiente, Eife y Merilas podían desayunar juntos e intimar más.

El vino había afectado un poco a los prometidos, que no paraban de hablar y reírse de cualquier cosa, parecían grandes amigos. Joliven no tenía ese problema, era muy tolerante, había ido tantas veces a por vino que ya no le daban más. El rey Laenoi también estaba algo más alegre de lo habitual, pero fue rápido a su habitación ya que estaba lo suficiente cansado por aquella noche. 

Firai pidió a Lissan que lleve a Merilas a su habitación, y le pidió a Joliven si podía acompañar a Eife a la suya. Lissan intervino en la orden, y finalmente llevó él a Eife a su dormitorio. No quería ver como Eife se abrazaba de aquella manera al torso de Joliven. Ella se aferró a Lissan y todos se dispersaron.

—No veo. —dijo Eife de pronto soltando una risita. La joven se había quitado el peinado y su largo cabello le tapaba la cara. Lissan frenó y le amarró el cabello con la cinta que él llevaba, quedando él con el cabello suelto. —Estás muy guapo así, Lis. 

—Gracias. —respondió él tímido. El mayordomo no paraba de repetirse a sí mismo que Eife no estaba en sus cabales y no debía hacer caso a lo que dijera.

Al llegar, Eife se tiró en la cama. Parecía agotada. 

—¿No quiere cambiarse o quitarse el maquillaje? —le preguntó Lissan desde la puerta, guardando cierta distancia. Ella hizo un sonido. —¿Eife? —preguntó acercándose un poco, cerrando la puerta tras él. Eife tenía los ojos cerrados.

—¿Me quitas los zapatos? —preguntó ella levantando los pies. Lissan no respondió, solo miró hacia sus pies y encontró muy complicado saber dónde estaban. El vestido llevaba varias capas y no se le veían mucho los pies. 

—Claro, princesa. —respondió él poniéndose manos a la obra. Ella se reía mientras Lissan se los quitaba.

—Me haces cosquillas Lis. —dijo ella entre risitas. Él sonrió un poco. 

—Lo siento.

—No lo sientas, está bien. —admitió. Lissan agradeció que ella tuviera los ojos cerrados y no viera que se había sonrojado ligeramente. —¿Me quitas el vestido? —preguntó casualmente. Lissan abrió los ojos sorprendido ante aquella pregunta.

—Lo siento pero me temo que no puedo hacer eso. —respondió nervioso. Ella hizo la croqueta hacia el lado hasta caer de la cama. Lissan fue hasta ella pero no le dio tiempo a evitar la caída. —¿Estás bien? —preguntó preocupado agachado junto a ella. Eife se reía.

—Sí. Es que no me puedo sentar con el corsé. —dijo ella riendo. —Necesito que me lo aflojes, por favor. —le pidió. 

—Claro. —dijo el chico agachándose donde ella y suavemente deshaciendo el lazo que apretaba su torso. —Listo. ¿Puedes levantarte? 

—Eso creo. —respondió Eife. Se puso de pie, tambaleándose y cayendo a los brazos de Lissan. Ella miró hacia arriba, viendo los ojos grises del chico brillando con la luz de la luna que se filtraba desde su ventana. Él entró en pánico al tenerla tan cerca y en un rápido movimiento la sentó en la cama que estaba justo al lado. 

—Creo que ya debería irme... —dijo Lissan con notorio nerviosismo. Eife frunció los labios.

—Quédate. Te lo ordeno. —dijo ella intentando estar seria.

—No es buena idea, lo siento. —dijo abriendo la puerta para irse. —Pero si necesitas algo, estoy aquí al lado, ya lo sabes. 

—Ya no quiero nada de ti. Puedes irte. —le dijo Eife ahora ''enfadada''.

—Buenas noches, Eife. —ella no le respondió y finalmente Lissan se marchó con un suspiro. Si tan solo las cosas fueran diferentes...

Joliven

¿Cómo había acabado acompañando a ese chico? Quizás era el destino -o los celos de Lissan-; solo sabía que ese príncipe pecoso y pelirrojo le gustaba mucho, y lo estaba pasando realmente mal porque, no está bien hacer ciertas cosas cuando la otra persona está borracha, ¿no? Y estaba aún peor porque era el prometido de Eife.

Ambos caminaban hacia la habitación del más bajo, a cierta distancia, una distancia de seguridad impuesta por el pelinegro. Joliven sabía que si lo tenía muy cerca no podría no querer besarle, ya había aguantado bastante durante la noche. Si no fuera el prometido de Eife, esa noche ya lo habría tenido bajo sus sábanas, estaba claro, pero ahora tocaba aguantarse.

—¿Cómo vas? —le preguntó Joliven al joven, quien iba algo más adelantado. Él se dio la vuelta sonriente.

—Super. —respondió. Eife estaba sin energías, y en cambio él estaba dando saltitos de camino a la habitación. —No tengo ganas de dormir. —le dijo frenando un poco el paso para estar a su lado. 

—¿No? —le preguntó Joliven cuando llegó a su lado. —¿Y de qué tienes ganas? —Merilas se encogió de hombros. 

—De cualquier cosa. —respondió. 

—Pues es una pena, porque esta de aquí es tu habitación. Fin del viaje. —dijo Joliven señalando la puerta frente a ellos. —Ahora me voy. Que duermas bien. —dijo dándose la vuelta para marchar. Merilas le agarró del brazo. El pelinegro se dio la vuelta con el ceño fruncido. —¿Qué quieres? ¿Se te ha olvidado como abrir puertas? —preguntó sonando algo brusco y abriendo la puerta por él. Merilas le miró con el ceño fruncido.

—¿Qué te pasa? —le preguntó a Joliven cruzándose de brazos. —Esta noche has sido encantador, y ahora eres un idiota. —se quejó. Joliven suspiró.

—Me pasa que soy un idiota, exacto. Así soy yo. —dijo sonriendo falsamente señalándose a sí mismo. —Venga, ve adentro y duerme. 

—Oh vamos... Sé que no eres así. —dijo Merilas volviendo a cogerle del brazo. Joliven miró el agarre y volvió a suspirar. 

—No sabes cómo soy, para empezar. Y para finalizar, deberías de meterte en la maldita habitación y dejarme en paz. —explicó harto. Merilas dio un paso al frente, quedando más cerca de Joliven.

—¿O si no qué? —preguntó amenazante. Joliven mordió el interior de su mejilla conteniendo las ganas de besarlo contra la pared, a ver si así se callaba un poco. Ese tono había hecho efecto en él de una forma inesperada. Suspiró para relajarse y se soltó de su agarre dando un paso más hacia él. En un rápido movimiento le tenia acorralado contra la pared. 

—No te van a gustar las consecuencias... —le susurró en la oreja. Le dio una última mirada antes de alejarse y dejar al joven allí, apoyado contra la pared sin hacer nada.

Cuando ya se alejó lo suficiente dio un largo suspiro y decidió salir al jardín, necesitaba aire fresco.

—Oh Dios... —se dijo a si mismo pasando sus manos por la cara. —Ha estado cerca. 

~

e.e

¿Qué tal? ¿Os va gustando? Espero que sí <3

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