I: Aterrorizada
Eife
Mañana será el cumpleaños de la princesa de Ethanus, pero no cualquier cumpleaños, mañana celebrará su mayoría de edad. Le haría ilusión si no fuera porque eso significa que debe casarse ese mismo año, y lo peor no era casarse por el hecho de casarse, sinó con quién se debe casar. Al parecer su madre hace años acordó que su futura hija se casaría con el hijo del rey del reino vecino, el príncipe Merilas de Agrand, al cual no conocía absolutamente de nada.
Como cada mañana, la princesa fue despertada por su mayordomo, Lissan, quien también había ejercido de profesor y de amigo, desde que ella era prácticamente una cría, y de quién Eife estaba completamente enamorada.
Llamó a la puerta, pero como siempre ella no contestaba y él simplemente pasaba, dejaba el desayuno en la mesita que se encontraba al lado de la gran cama y se dirigía a abrir las cortinas para dejar entrar la luz de la mañana, a lo que Eife respondía con un gruñido.
—Buenos días, princesa. —saludó el chico con una plácida sonrisa, típica en él. Ella frotó sus ojos y le medio sonrió aún adormilada.
—Buenos días. —dijo en medio de un bostezo. Se sentó en la cama y Lissan le puso la bandeja con el desayuno encima de los muslos, y él se sentó en una silla al lado de la cama, siempre le hacía compañía mientras ella desayunaba.
—¿Está bien? Se la ve poco animada. —preguntó con un semblante algo serio. Ella suspiró. —Es por la inminente boda, ¿cierto? —se aventuró a preguntar, seguramente ahora ella se quejaría sin parar durante todo el desayuno, pero él se lo había buscado.
—Exacto. —respondió. —Es que no es justo. ¿Dónde está mi derecho a elegir? ¡En ningún lado! Yo no he elegido ser una princesa heredera al trono, y mucho menos casarme con un desconocido que a saber que cara tiene. —dijo angustiada y enfadada, casi tirando el desayuno. —Y además soy muy joven para casarme. Nadie me ha preguntado si estoy lista para dar ese gran paso. ¿Y sabes qué? No lo estoy.
—Le entiendo, pero ya sabe cómo son las cosas... Su madre es la que elige. —dijo él suavemente. Eife le miró con desagrado, a veces parecía que estaba de parte de su madre.
—No voy a parar hasta que cambie de opinión. —dijo muy segura. Él le sonrió.
—Y yo estoy con vos. —dijo posando suavemente su mano sobre el antebrazo de la princesa, ella le sonrió.
Merilas
Al príncipe apenas le entraba el desayuno. Se encontraba muy angustiado por el día siguiente. Mañana será el cumpleaños de la princesa, su futura esposa, una desconocida con la que debería pasar el resto de su vida; e iban a celebrar un baile para que se conocieran. Merilas no quería casarse, se negaba, pero no había nada que pudiera hacer, además, ya había decepcionado bastante a su padre.
—Come hijo, debes tener fuerza y ganar algo de musculatura, así no impresionarás a la princesa. Y te vendrá bien para ser algo más masculino... —comentó Laenoi, el rey de Agrand. Merilas rodó los ojos asintiendo con pesar.
—Por supuesto. —murmuró. Se odiaba a sí mismo por ser tan complaciente con su padre después de cómo lo trataba.
Merilas tuvo un rato a solas antes de ir a entrenar. Odiaba entrenar, se sentía débil e inútil, como le decía su padre, y prefería pasar el rato con su laúd tocando música a solas, ya que a su padre no le gustaba que tocara música tampoco. Parecía que solo le querría si era un hombre fuerte y valiente.
Eife
Cuando la joven princesa se dirigía hacia el jardín para entrenar con Kafette, alguien le agarró de la muñeca y le hizo frenar. Era Joliven. Kafette y Joliven eran sus vasallos, le acompañaban cuando ella quería ir al reino y le ayudaban a entrenar, y también eran sus mejores amigos.
—¿Emocionada por cumplir 18? —preguntó el joven con mirada pícara.
—Aterrorizada. —respondió ella con una mueca dramática de terror. Joliven se rió. Pasó un brazo por los hombros de la joven y juntos se dirigieron hacia el jardín.
—Eres una exagerada, ¿sabes? —dijo él. —Te diré un secreto: no hace falta que te enamores del príncipe de pacotilla que venga, seguro que es un enclenque o un pedante y un altivo, te casas con él y luego tienes todos los amantes que te plazca. —dijo con una sonrisa satisfecho. Ella se rió negando.
—No se si se me daría bien jugar a dos bandas. —dijo ella bromeando. Llegaron al jardín y se separaron. Joliven se quedó frente a ella.
—Cuando llevas tiempo le coges el gusto y juegas hasta a cinco bandas. Créeme, no sabes lo que te pierdes. Y si quieres algún consejo sobre ya sabes que... Solo búscame. —dijo guiñándole el ojo antes de irse mientras sacaba una manzana roja de su bolsa y se la comía.
Eife negó para sí misma, Joliven era un caso perdido.
Poco después llegó Kafette, sonriente y enérgica como siempre. Eife le saludó a lo lejos levantando su espada, a lo que Kafette le saludó de la misma manera.
—¿Cómo estas? —preguntó preocupada a Eife. Eran como mejores amigas, así que hablaban de todo, y Kafette sabía lo que la princesa sentía hacia Lissan.
—Enfadada, irritada y asustada. —respondió con una falsa sonrisa. Kafette le dio un golpecito de apoyo en el hombro y sonrió.
—Pues quiero que uses todo eso para pelear con fuerza, a ver si esta vez me derribas. —dijo con aires de superioridad. Kafette era la mejor con la espada, la manejaba como si fuera una parte más de su cuerpo.
—Prepárate entonces.
Merilas
Se encontraba bañado en sudor. Los entrenadores eran muy duros con él pese a su obvia torpeza con la espada. No paraba de caer, de fallar y de ganarse malas miradas del entrenador. Él hacía lo que podía, pero no se le daba bien y no creía que nunca se le fuera a dar bien. Era un caso perdido, pero una inminente guerra se acercaba y tenían que salir todos a luchar, no sabían cuando llegaría, pero debían unirse Agrand con Ethanus para formar un ejército mayor y poder luchar contra los que vendrían a conquistar sus reinos, por eso el motivo de la boda apresurada: hacer el reino más grande y poderoso.
Ya por la tarde, después de comer, su padre le dio una charla de lo importante que era que fuera encantador, sacara su lado masculino e intentara dar buena impresión, porque a parte de unirse para ganar al enemigo, el reino de Ethanus contaba con mayor riqueza y recursos, y si se unían todo eso quedaría dividido entre los dos.
Eife
Llevaba todo el día sin dirigirle la palabra a su madre, cosa que había conseguido ya que su madre tampoco se había esforzado mucho en hablar con ella. Firai sabía lo terca y cabezota que podía ser su hija, así que prefería dejarlo estar, no iba a conseguir nada intentando convencerla de que era lo mejor para el reino.
Eife estaba asomada al balcón de su habitación, por el cual podía verse el bonito jardín, y por lo tanto, a Lissan entrenando. Estaba anocheciendo y la poca luz de los farolillos alumbraban levemente el cabello tan claro que parecía plateado del joven mayordomo, recogido en un pequeño moño bajo, del cual se escapaban algunos mechones rebeldes cayendo de forma perfecta sobre su rostro. Eife le miraba con una amplia sonrisa en el rostro. Lissan sabía que ella le observaba, alguna vez le había pillado, pero él continuaba como si nada, le gustaba saber que Eife le prestaba atención.
Alguien llamó a la puerta de la habitación de la princesa, ella se alejó de la ventana un palmo y miró alrededor para hacer ver que hacía algo útil en vez de espiar a su mayordomo. Agarró un libro de la mesita de noche y se sentó en la cama.
—Adelante. —dijo abriendo el libro. Joliven asomó su cabellera negra y sonriendo entró. Eife le sonrió.
—Hola princesa. —dijo cerrando la puerta tras de sí. —¿Estabas espiando a Lissan? —preguntó con tono pícaro. Ella se hizo la confundida.
—No... Estaba leyendo. —dijo mostrando el libro en sus manos obvia. Joliven se rió, apoyado en la pared al lado del balcón.
—Sí... Con el libro al revés. —respondió haciendo una seña con la cabeza. Eife miró el libro sorprendida y luego a Joliven, el libro no estaba al revés. Él se volvió a reír. —Te he pillado. Te has asustado. Y además, estas en una posición incómoda para leer, y tienes las ventanas abiertas, y el sexy de Lissan está ahí abajo. —dijo señalando cada cosa a medida que las mencionaba. Ella rodó los ojos y tiró el libro encima de la cama.
—Está bien... Solo le miraba un poco. —dijo poniéndose en pie, asomándose al balcón de nuevo. Joliven le acompañó.
—Entiendo que le mires, está muy sexy cuando entrena, ya sabes, se pone en plan tipo duro. —dijo afirmando lo obvio para ella.
—Pues sí. —concluyó para después suspirar. Joliven notó su suspiro y la acercó a él, envolviéndola en un cálido abrazo reconfortante. Le acarició la cabeza.
—Todo saldrá bien, y si no, después de la boda y de que todo esté acordado, matas al príncipe y lo celebramos con un trago. Te puedo ayudar. —dijo el chico de lo más normal. Eife se alejó de él medio sonriendo.
—Estás loco... —dijo intentando no reír. Joliven se rió.
—Oh vamos, te ha gustado la idea. —dijo él. Ella se quedó callada un momento.
—No voy a negar ni afirmar nada. —respondió. —Y dúchate, hueles raro. —apuntó.
—Una tarde movidita en el reino. —respondió sonriendo. —Lo que me recuerda el motivo de mi visita. —dijo sacando de su bolsa un collar muy bonito que parecía bañado en plata. Eife se sorprendió y lo miró de cerca. —Para ti, para el baile de mañana.
—Wow... Es muy bonito. —dijo ella inspeccionándolo. —Por cierto... ¿Cómo lo has conseguido? —preguntó curiosa. No parecía algo que una persona cualquiera pudiera conseguir.
—Tengo mis contactos... Y otros trucos, no se si me entiendes. —respondió sonriendo travieso. —Se me dan muy bien otras cosas a parte del arco y las flechas.
—Ya. Ya te entiendo. No sigas. —respondió Eife callándolo. Joliven se rió.
—Bueno, voy a ducharme, si quieres acompañarme ya sabes donde estaré. —le guiñó un ojo. Eife se rió y negó.
—Frota bien. Nos vemos. —dijo ella despidiéndolo. —Y gracias por el collar.
—El placer es mío, princesa. —dijo antes de salir por la puerta haciendo una reverencia exagerada.
Eife dejó el collar en su tocador y volvió al balcón, dónde se encontró a Lissan mirando directamente hacia donde ella estaba. Ambos dejaron de mirar al instante. Lissan se giró, como si nada, y Eife se agachó, dándose un golpe contra la ventana, dejando escapar una maldición de sus labios.
Lissan dejó de entrenar y volvió adentro. Estaba molesto. No le caía muy bien Joliven, y menos cuando sabía los antecedentes que tenía, y su fama de seductor... Además se llevaba muy bien con Eife, demasiado. Aunque no podía hacer nada, al fin y al cabo, su compañía hacía feliz a Eife.
Eife volvió a asomarse pero no vio a nadie. Frunció el ceño confusa. Lissan habría entrado en el castillo entonces. Se apresuró a salir de su habitación y a bajar hacia la sala principal, a ver si con suerte se lo encontraba. Lo vio de espaldas, soltando su cabello. Al darse la vuelta se dio un pequeño susto al ver a la joven en las escaleras, quieta como una estatua, embobada mirándole.
—Oh, hola. Me ha asustado, princesa. —dijo Lissan dirigiéndose hacia ella, quedándose algo lejos. —He entrenado y seguro que no huelo demasiado bien. —justificó su distancia algo tímido.
—Oh, no importa, ya he estado con Joliven y él tampoco olía demasiado bien. —dijo soltando una risa. Lissan no se rió: Eife había estado lo suficientemente cerca de Joliven como para saber cómo olía.
—Bueno... Voy a darme una ducha. —dijo serio. —Con permiso. —pasó por al lado de Eife subiendo las escaleras.
La chica se dejó caer, sentándose en ellas. Suspiró y se hizo un moño, recogiendo su largo y alborotado cabello rubio. A veces sentía que estaba siendo dramática, estaba claro que para Lissan ella era una simple obligación, un trabajo que debía cumplir, pero era tan guapo y atento... No podía evitar estar enamorada de él.
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Holiss :) Aquí el primer capítulo.
Gracias por leer y pronto subiré el segundo <3
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